domingo, 5 de febrero de 2012

PANDILLAS DE NUEVA YORK

En el barrio más avezado de los Estados Unidos en el siglo XIX, Five Points en la naciente Nueva York, un testigo de la época describió así el ambiente que reinaba: “Los cerdos que deambulaban por las calles se deben sorprender de ver a los otros cerdos de dos patas caminando”. Este es el escenario en donde está ambientada la ultima película de Martin Scorsese: “Pandillas de Nueva York”. Nos referimos al punto en donde “América” nace, luego de verter en un mismo recipiente a los nativos descendientes de los ingleses, hordas de inmigrantes irlandeses, chinos trabajadores y disimulados, así como esclavos sueltos. Un barrio en donde el asesinato, alcoholismo, prostitución, violencia y maltrato son el pan de cada día.

Como muchos de los filmes de Scorsese, este se sitúa en su patria, aunque todo el escenario del barrio neoyorquino fue montado en Roma para los ocho meses de grabación. En alguna escena del principio vemos a Leonardo Di Caprio, prototipo del inmigrante irlandés perseguido, arrojar la Biblia al agua y como esta se sumerge teatralmente entre las aguas del mal. Esta escena puede ser interpretada, bajo una mirada psico-social, como el deseo irremediable de los irlandeses católicos de olvidar la religión de sus ancestros para asegurar su supervivencia en el nuevo mundo (aunque por otro lado, para sobrevivir, muchos se “metían a la religión”). En el fondo, es una trama histórica que incluye violencia y revancha política, así como la herencia del conflicto racial. Scorsese trata de documentar la arqueología de la violencia de la sociedad americana y lo logra acertadamente con esta cinta.

New York es en 1860 el mortero de muchas razas y culturas, en donde los nativos se defienden con infinita brutalidad ante la invasión europea. Bill the Butcher (Daniel Day-Lewis), “el carnicero” de porte casi satánico, es el líder de los nativos y el asesino del cabecilla de los irlandeses, el reverendo Vallon (Liam Neeson), padre de Amsterdam Vallon (Leonardo Di Caprio). Amsterdam es testigo del asesinato de su padre por parte de Bill. Su futura venganza, tras 16 años de ausencia en el barrio, impone el accionar de la película marcada por el enfrentamiento, la miseria y la corrupción. Entre Amsterdam y Bill se entremezcla la carterista Jenny Everdeane (Cameron Diaz), quien mantiene una pálida y curiosa relación con ambos pero sin darle un giro distinto a la trama en sí.

Estamos sin lugar a duda ante un film de violencia, en el que solo en un momento de la trama esta cesa. Los irlandeses se unen y se postran frente a su iglesia como muestra de resistencia con velas y niños de por medio. Luego, la brutalidad sigue su ruta desenfrenada entre cuchillos, machetes, dagas y otras armas blancas. La ambientación, perfectamente lograda, nos hace recordar a Charles Dickens y a sus esmerados relatos sobre la pobreza y la miseria humana. La cinta está dedicada al nacimiento de la nación americana cargada inevitablemente de un trasfondo político ante los hechos actuales y los del 11-S. Sin embargo, es posible afirmar que el film épico al estilo americano es una especie extinguida. Scorsese no lo cree así y nos lo demuestra con esta cinta. “Pandillas” es altamente recomendable donde verá al quizá futuro ganador de un Oscar por mejor actuación: Daniel Day-Lewis, sin desmerecer el trabajo de Di Caprio.

Diciembre 2003

THE MATRIX REVOLUTIONS

El 2003 se puede convertir en un año catastrófico para muchos mortales. Con “The Matrix Revolutions” culminó la trilogía de los hermanos Wachowsky y en algunas semanas veremos la tercera parte de la saga de “El Señor de los anillos” y luego, ¿qué viene? (la ultima esperanza es el Episodio III de George Lucas). En 1999 se escribió parte de la historia del cine con la aparición de “The Matrix”, trasladándonos de la histeria colectiva de “La guerra de los mundos” de Orson Wells a la alucinante era de las computadoras, en donde el campo de batalla es el “ciberespacio”. En esta realidad se encuentran los humanos esclavizados, reclutados en una especie de almacén gigante con el único fin de alimentar de energía a las máquinas. En contraparte, se les ofrece un mundo virtual, el cual representa nuestra realidad: un gigantesco programa informático denominado Matrix.

En “Revoluciones” volvemos a encontrar a los carismáticos agentes de negro con lentes oscuros, vestimenta avantgarde y armas perfectamente cromadas. Dentro de ellos destaca el agente Smith (Hugo Weaving). Smith ya no es un agente más, ni un servidor de la fuerza del mal reinante, sino, se ha convertido salvajemente en un programa desenfrenado. En “Reloaded” se apreció como podía convertir a cualquiera en una copia fiel de él mismo. En “Revoluciones” nos muestra algo más. Ya no aparece en grupo, sino en batallones de Smiths, dispuesto a eliminar a Neo (Keanu Reeves), el Mesias, el Computer-Nerd. En “Revoluciones”, Smith puede introducirse en cualquiera que viva fuera del mundo artificial de la matriz. La “gran ciudad” digital que aparece en las dos primeras películas, ha sido colonizada por Smith de tal manera que ahora se ha convertido en “la ciudad de Smith”, en Smithopolis, Smith City, y con ella el film.

Durante la primera media hora los personajes del mundo real y virtual revolotean sin ninguna dirección y orientación pérdidos totalmente asegurándose el uno al otro de no tener la menor idea de nada. Solamente la fe en el Mesías es lo único que los mantiene unidos. Neo se encuentra sin embargo en coma y atrapado entre la matriz y el mundo real. Tras la corta aparición de “Merowinger” y de su acompañante Persephone (Monica Bellucci), Neo abandona el estado de coma y decide dirigirse al mundo de las maquinas para combatir junto con ellas al descontrolado Smith. Neo solicita a cambio de su ayuda, la paz entre las maquinas y los hombres. De los humanos no hay más que decir. Adicionalmente a estar vegetando en sus “plantaciones”, los humanos se hallan inmersos en una feroz lucha contra las máquinas. La humanidad está condenada a desaparecer si no llega la paz ofrecida por Neo, el Mesías, quien al igual que Jesús ofrece sacrificar su vida.

En “Revoluciones” persiste casi únicamente Smith tras su “industrialización”. Neo debe desaparecer a Smith, sin embargo, esto no es necesariamente la consecuencia final y necesaria de todo este embrollo. Al margen de esto, todo lo que tiene un principio debe tener un fin, esto justifica la desaparición de Neo, Smith y finalmente de toda la trilogía. Por esto, dentro del mundo real esperamos que nos quede ahorrado un cuarto capitulo, pese a que la pregunta de la niña a la pitonisa hace presumir algo distinto.

Al margen de todo, “Revoluciones” culmina con éxito la trilogía, pese a que el gran efecto, o la escena clave y grandiosa, no aparece. Este híbrido entre el maravilloso mundo digital y la base formada por algunos fascinantes diálogos intelectuales puede ser ensombrecido con la aparición de las escenas bombásticas de acción. La magnificencia de la primera parte no es alcanzada por “Recargado” ni por “Revoluciones”. Aquel que espera las respuestas al mundo de laberintos de “The Matrix”, puede resultar decepcionado. Los hermanos Wachowsky han logrado tras las pinceladas de críticas culturales un buen final agregándole una pizca de patriotismo y heroísmo.

Noviembre 2003

EN UN LUGAR DE ÁFRICA

Las escenas que nos vienen a la mente de África están quizás pobladas de elefantes, cebras, leones y demás fieras en la amplia pradera africana. Imaginarnos a una familia alemana de origen judío en Kenia escapando del terror nazi en la Alemania de 1938, previa a la Segunda Guerra Mundial, es un poco difícil e inusual. La productora alemana Caroline Link nos ofrece la filmación del libro de Stefanie Zweig del mismo nombre (Nirgendwo In Afrika, En un lugar de África), el cual relata de manera cronológica, las peripecias, dificultades y facetas de un padre, madre e hija en el corazón de África.

Esta película ofrece una muy buena fotografía y la buena actuación de los personajes, en especial de la niña y del cocinero oriundo. Nos ubicamos en enero de 1938 en Alemania, en donde Jettel Redlich (Juliane Köhler), de origen judío, vive con su hija de cinco años Regina (Lea Kurka, después con doce años representada por Caroline Eckertz). Su esposo, el abogado Walter (Merab Ninidze) también de origen judío y por eso sin trabajo en la Alemania nazista, escapa a África vaticinando la debacle que se cierne ante el pueblo alemán.

Walter se instala en Kenia y trabaja para un inglés como ganadero. Desde África le sugiere a su mujer que abandone Alemania y que se vaya con él. Jettel y su hija emprenden el viaje al continente africano. Una vez que la familia se reúne en África deberá afrontar un cambio brusco de costumbres. El cocinero de la familia Owuor (Sidede Onyulo) se convertirá en un punto de referencia para la familia, en especial para Regina y servirá como nexo con el continente y sus costumbres.

El inicio de la guerra involucrará, pese a la distancia, pronto a la familia de distintas maneras. Por un lado, la incertidumbre de saber el porvenir de los familiares en su tierra natal, crea las primeras chispas en la relación. Por otro lado, la familia es llevada por el gobierno colonial de los británicos a un refugio especial, por ser alemanes, pese a que nadie apoya la política nazi y la guerra.

Esta entrega de la alemana Link resulta muy buena y no tiene nada que envidiarle a las producciones de Hollywood. Muy al contrario, este film plasma de manera grandiosa una historia tan real y humana. Link centra el desarrollo del film en las tres figuras principales. Las grandes luchas y debacles ocurren fuera de la pantalla y conlleva a concentrarnos en las luchas internas de la familia Redlich. Una de las trabas que la película supera exitosamente es lograr una ilación narrativa que pueda ser contada no como un anuncio turístico del continente (pese a la buena fotografía), sino como una historia real en un lugar exuberante. Los personajes no se convierten en entes aislados en una geografía extraña para ellos, sino, se integran de manera eficaz y armoniosa. La lección que aprende la familia de su experiencia africana se convierte en el reconocimiento de las mejores cualidades de dos civilizaciones distintas pero con un elemento común: la sobrevivencia, sorteando distintos cambios de rumbo y modos distintos de ver la realidad.

Los personajes deben superar las malas noticias procedentes de su tierra natal e interiorizar una vida más real ajena a los pormenores de la guerra. Un aspecto rescatable de esta historia radica en el cambio de percepción de Jettel. A su llegada registramos una arrogancia hacía los habitantes del continente, la cual desaparece con el tiempo a través de un mecanismo de integración social con los judíos exiliados procedentes de otras naciones (como Suiza).

Este film es recomendable por tratarse de una historia que no ahonda en un tratamiento psicológico de dos sociedades distintas y en la confrontación entre ellas, haciéndola demasiado profunda y pesada. Es un relato magistral que nos deja también un mensaje muy interesante. El hombre es un ser que se adapta a un sinfín de situaciones, rescatando lo mejor de ellas para asegurar su supervivencia pese a las adversidades y trabas culturales.

Esta facultad es socavada muchas veces por intereses particulares y con móviles destinados a mantener en la ignorancia y en la marginación a muchos. La última escena del filme contiene un pequeño dialogo sencillo pero profundo, en donde Jettel contempla a los vendedores ambulantes que merodean el tren. Ella le dice a la vendedora que no tiene dinero para comprarle una banana, pero que le apetecería bastante comer una, la mujer le responde entonces; si tienes hambre y deseas una, hay que darte la banana y se la da sin dudarlo un segundo. ¿Así de simple no debería ser siempre?

Agosto 2004

MUNICH

La última película de Steven Spielberg ha desatado una serie de críticas y comentarios de todos los calibres hacia él y su obra. Lo han tildado de provocador, de judío traidor y hasta de pacifista disfrazado. Sin embargo, Spielberg lanza al espacio a través de este film, la pregunta que intenta desentrañar hacia dónde conduce la violencia y si esta puede ser enfrentada únicamente con más violencia. En esta entrega no se aprecia, como en otras cintas de Spielberg, un happy end o un enemigo claramente definido, sino más bien la búsqueda de una explicación.

El conflicto entre Israel y Palestina es, creo yo, el caso que reúne una serie de elementos inciertos, incomparables e incongruentes entre sí, en todos los aspectos como ningún otro. Además, este intento de reconstrucción y análisis se presta para buscar un tipo de explicación que no puede dejar satisfecho a todos. Adicionalmente, tal cual como sucede en la vida real, cada uno tira para su lado y justifica su accionar según su conveniencia e intereses (uno de ellos puede ser la venganza).

Spielberg intenta agarrar al toro por las astas y contar esta trágica parte de la historia mundial de la manera más objetiva posible. Pero, ¿existe la objetividad? La respuesta está en la mente de cada uno de nosotros. Si debemos tomar partido por alguna de las partes, debemos conocer de cerca este problema histórico, cultural y religioso para obtener la mayor cantidad de elementos de juicio. Esta cinta es uno de ellos.

El secuestro de atletas israelíes dentro de la Villa Olímpica de Munich en 1972 por terroristas palestinos, desencadenó una presencia mundial del tema palestino en los medios de comunicación y la consiguiente atención de la opinión pública internacional. De esta manera, se origina un operativo israelí destinado a asesinar a los que planearon dicha acción terrorista. El líder del comando de cinco personas, es Avner (Eric Bana) y es designado por la Primer Ministro Israelí, Golda Meir (Lyn Cohen) y el Jefe del Servicio de Inteligencia, Ephraim (Geoffrey Rush).

Avner lidera un equipo de cuatro personas que no se conocen entre sí y con cuya ayuda deberá realizar su misión. Dicho equipo deberá “trabajar” sólo en países de Europa, evitando países comunistas e islámicos. La consigna es utilizar, en la medida de lo posible, bombas ya que llaman más la atención. Avner inicia su labor retomando contacto con antiguos conocidos para establecer, a través de ellos, los vínculos para ubicar a sus víctimas.

Es así como logra conocer al francés Louis (Mathieu Amalric), quien le ofrece una inesperada protección y las valiosas pistas para la caza. El clan familiar de Louis se encuentra entre los dos frentes y comercializa la información como unos efectivos y bien remunerados “dateros”. Este singular personaje nos demuestra el poder que proporciona disponer y manejar la información.

Llama la atención, pese a la eficacia del “team”, la inexperiencia de sus integrantes. Avner había sido anteriormente un guardaespaldas. El especialista en la construcción de bombas fungía, antes de trabajar con Avner, de desactivador de explosivos (sus bombas fallan en algunas ocasiones o tienen un efecto mayor del deseado). ¿Es creíble que un Servicio de Inteligencia organice un equipo “amateur”? Asimismo, parece sospechoso retractar a los terroristas como personas apacibles o padres de familia. “Munich” nos ofrece estas situaciones que durante el transcurso del film parecen pasar desapercibidas.
Spielberg no se concentra en los hechos ocurridos en la Villa Olímpica, sino que toma la lupa para analizar y describir el operativo de venganza de las fuerzas israelíes. En la narración aparecen los buenos y los malos entremezclándose por momentos, condicionándonos tal vez a tomar partido por alguno o incluso a sentir alguna simpatía por el comando israelí.

El director incluye una escena que corta con todo el hilo conductor de la narración y que parece escapársele de la mano, o al menos no logra su cometido. Mientras Avner se encuentra en el punto máximo del acto sexual con su esposa, se interponen en sus pensamientos las escenas de terror y sangre en el aeropuerto de Munich. Una escena macabra que pudo tal vez ser dejada de lado, pues no aporta nada.

Al final de la película apreciamos una conversación entre Avner y el contacto con el gobierno israelí. El fondo es Manhattan en el año 1973, el año en que se terminó las obras del World Trade Center. Tal vez resbala por ahí alguna insinuación a lo que ya todos conocemos: el 11-S (Nueva York, 2001), el 11-M (Madrid, 2004) y el 7-J (Londres, 2005). En especial, la escena parece anunciar el suceso que cambió el mundo: el ataque a las Torres Gemelas.

Munich es una buena película y merece ser vista. La actuación de Bana es buena, pero por momentos parece no convencer. Su mirada apuntando a la nada y dudosa ante toda situación, hace perder fuerza al argumento. Por otro lado, no deberíamos polemizar sobre el trasfondo ideológico y político, pues así se pierde mucha energía en encontrar una explicación (aunque de eso se trata). Algo rescatable de esta cinta es su capacidad de romper un poco el molde establecido por Hollywood de los buenos y malos. Algo difícil de encontrar en un mundo cada vez más polarizado, pero a la vez más cerca de todos.

Febrero 2005

MONSTER

A fines de la década de los ochenta, el caso de una asesina en serie acaparó las primeras planas de los diarios en los Estados Unidos y conmocionó a la opinión pública. Aileen Wournos, una prostituta callejera, asesinó a siete de sus clientes a sangre fría. Al momento de escuchar su sentencia, saltó de su asiento y despotricó contra los jueces injuriándoles que cómo se les ocurre mandar a la muerte a una mujer que fue violada por su padre cuando era niña. La productora Patty Jenkins debuta con este filme que retracta de manera verosímil la historia de esta asesina en serie de manera didáctica, sin muchos artificios ni voyeurismo.

Wournos fue calificada de “Monster” por los diarios sensacionalistas de la época, sin embargo, para Wournos, el único monstruo es el recuerdo de su espeluznante pasado. A Jenkins no le interesa indagar el motivo por el cual se convirtió en asesina. Su traumática infancia es tratada de manera muy superficial. Asimismo, Jenkins no apunta contra la sociedad americana que margina a sus ovejas negras y las mantiene como un estiércol, del cual hay que huir y mantenerlo marginado hasta su propia autodestrucción.

Aileen (Charlize Theron) aparece bajo el puente de una carretera ocultándose de la inclemencia de una feroz lluvia. También conocida como Lee, Aileen está a punto de quitarse la trágica vida de prostituta (empezó a los 16) al margen de la sociedad. Lee desiste y conoce a Selby (Cristina Ricci), una lesbiana incomprendida. Selby propicia un acercamiento con Lee, quien en un principio la rechaza hasta que, producto del alcohol, la desesperación y la búsqueda de calor, decide irse con ella, pese a no tener ninguna inclinación por las de su mismo sexo.

Para Lee está relación se convierte en la ultima esperanza de aferrarse a algo, es por eso que la asume con decisión e ímpetu. La prostituta de horribles facciones, obesa y de malograda dentadura se aferra a su nueva pareja con una fuerza casi varonil y machista. Lee le promete a Selby velar por ella y darle una vida holgada, llena de lujos, libre de toda persecución y con todo el amor necesario para su felicidad. Lee decide dejar su único oficio y conseguir un trabajo digno para llevar el pan a su impaciente amante. Esta búsqueda fracasa, pues Lee nunca terminó la escuela y se ve obligada a volver a ejercer de prostituta y soportar la humillación y maltrato por parte de sus clientes.

“Monster” es un buen filme pese a presentar algunas debilidades en cuanto al manejo del ritmo, el cual se pierde tras el acercamiento de Lee a Selby, centrándose casi exclusivamente en Lee y en su transformación anormal. La apreciamos con un caminar típico parecido al de los cowboy, símbolo inequívoco de los denominados “white trash”.

Un aspecto interesante del film radica en la figura de Selby, a quien no se le puede creer totalmente en esa faceta de simple expectante exigiendo más atención por parte de su amante y ofreciendo una imagen ambigua ante las circunstancias, ocasionando en el espectador una cierta duda a la verosimilitud de su rol. El largometraje intenta una ligera insinuación a arrancarnos una cierta simpatía por la asesina, ensayando quizá una explicación sociológica de su comportamiento demencial. El amor lésbico no se convierte en escándalo como es representado en los medios, sino una manera de saciar el hambre de amor ante la terrible situación personal de marginación y de desesperanza.

En resumidas cuentas, “Monster” es una película con ciertas debilidades pero que vale la pena ser vista con las ganas de querer informarse sobre la vida de esta asesina en serie. No debemos esperar un análisis sociológico ni psicológico de este sonado caso. Charlize Theron recibió el Oscar por su apreciable transformación el 2004, Aileen Wournos recibió la inyección letal en octubre del 2002. El espectador puede recibir una historia simple, en la cual resalta únicamente la actuación de Theron. No debemos tocarle la cara cubierta por make-up para descubrir que se trata de una de las actrices más bellas del momento y no de un monstruo.

Abril 2004

LA MALA EDUCACIÓN

La ganadora del Premio Nobel de Literatura de este año, la escritora austriaca Elfriede Jelinek comentó en alguna ocasión: “Desde que terminé con mi familia, nunca más quise tener algo que ver con la gente”. No sé si Almodóvar conozca esta frase, sin embargo, me parece que de alguna manera la aplicó en su última entrega reemplazando la familia por la educación.

A diferencia de sus ultimas producciones con importantes personajes femeninos (Cecilia Roth, Penélope Cruz, Rosario Flores, Marisa Paredes y Antonia San Juan, por mencionar algunas), si apreciamos detenidamente los créditos iniciales de “La mala educación”, vemos que todos los protagonistas son hombres. Esto nos hace presumir una película sobre la homosexualidad o en esa línea. No es una expresión prejuiciosa, pero conociendo a Pedro Almodóvar se hace fácilmente deducible y en este caso no nos equivocamos.

Almodóvar obtuvo en 1999 un Oscar por el mejor film extranjero con “Todo sobre mi madre” y en el 2002 otra estatuilla por el guión de “Hable con ella”, además de numerosos premios en festivales como el de Cannes, Nueva Delhi, Venecia, San Remo, Berlín, etc. El director manchego ha confirmado ser un excelente productor que camina muy tranquilo y a gusto entre las fronteras del arte, la confusión, el drama y el cliché. Esta facilidad hace que podamos catalogarlo como un excéntrico y un maniático de los detalles.

Es también notoria su fijación extrema por los personajes, a los cuales los induce magistralmente a una metamorfosis para mostrar un mundo de sátira, drama, comedia e historias sexuales de todo tipo (últimamente, de preferencia homosexuales) con extraordinaria credibilidad y sobre todo tremendamente humanas. Y es que así de fatal puede ser la naturaleza humana. Almodóvar nos lo recuerda y nos lo refriega en la cara. El director español presenta un collage bien logrado del ser humano y de distintos aspectos que pueden resultar incómodos, pero no por eso dejan de ser parte de nuestra sociedad y estar más cerca de lo que muchos quizá imaginamos.

En esta última producción encontramos una trama bastante confusa y por momentos casi disparatada pero que en su conjunto está bien lograda, salvo quizá la última parte del relato que se vuelve un poco lenta.

La historia ocurre en la España de principios de los años ochenta, periodo de la “movida”. El productor Enrique (Fele Martínez) se rompe la cabeza eligiendo alguna historia de los periódicos para su nuevo film cuando aparece Ignacio (Gael García Bernal), el que fue su mejor amigo en el colegio y su primer amor también. Ignacio es ahora actor bajo el nombre artístico de Ángel y se encuentra buscando trabajo. Pero Ángel no llega con las manos vacías y le ofrece a Enrique una historia titulada “La visita”, que narra la infancia en común de los dos, durante la cual aflora el amor entre ellos y su afición mutua por el cine (uno de los refugios perfectos para sus experiencias sensoriales).

Enrique ha encontrado su historia y Ángel su papel y así surge un juego erótico de seducción y atracción mutua. Otras historias paralelas aparecen y se entremezclan para un final desconcertante. En la segunda mitad del film se produce un asesinato que le da un giro distinto (casi a lo Hitchcock.) a la verdadera historia. Tras este giro, la trama pierde un poco en fuerza y los roles empiezan a confundirse y a entreverarse. Asimismo, los misterios que Almodóvar nos tenía reservados empiezan, tras confirmadas especulaciones, sutilmente a resolverse. El desenlace no es quizá el deseado dejándonos un sabor agridulce.

Almodóvar juega a presentarnos una historia de amor, deseo, maltrato y muerte con una técnica muy buena que maneja tres y hasta cuatro coordenadas de tiempo e incluso con una película dentro de la película. La búsqueda de creatividad, identidad y de la misma personalidad es el “Leitmotiv” de esta entrega que utiliza la homosexualidad como un artificio verdadero y posible, quizá producto de su propia experiencia personal (así como lo son sus años en un colegio religioso). Igualmente se puede establecer un motivo autobiográfico resumido de su experiencia como productor en los años ochenta. Es por estas dos razones que encontramos un Alter Ego bañado con un singular ingrediente de ironía, erotismo, sátira y perfecta sensibilidad.

“La mala educación” es una película altamente recomendable capaz de mostrarnos una realidad semejante a una hermosa rosa con una espina ponzoñosa aniquiladora, capaz de rematar hasta al más resistente y macho. Al inicio, en la búsqueda de algún tema para una de sus obras, el productor Enrique reflexiona sobre la noticia de una mujer que se arroja a una fosa llena de cocodrilos y es devorada por estos sin chistar. Pese a la tremenda violencia de la escena, presume que la desdichada señora gozaba silenciosamente de sus últimos minutos. Esta escena puede reflejar quizá la situación de los involucrados en una relación tormentosa, pasional, de entrega y sacrificio, llena de dolor y desesperanza. Eso es lo que prima a veces en nuestra sociedad. Vayan a verla, de hecho no se van a arrepentir.

Octubre 2004

LA INTÉRPRETE

La última entrega del director Sydney Pollack presenta una peculiaridad. Este es el primer film que se graba en el edificio de las Naciones Unidas. El permiso provino del mismísimo Secretario General de la ONU, Kofi Annan, tras haber recibido el visto bueno de los 15 miembros del Consejo de Seguridad. Los dos protagonistas; Nicole Kidman y Sean Penn convencen, sin embargo, prevalece la sensación de que hubiesen podido dar mucho más.

Es necesario mantenerse bien atento para seguir el hilo conductor. El film se inicia en un estadio vacío y en un país africano ficticio. El estadio representa de manera clara una crítica severa a los regimenes totalitarios (se nos viene a la memoria algunos países vecinos y por qué no el nuestro). En él vemos a unos niños jugando, los mismo que demostrarían luego qué tipo de educación reciben y en qué condiciones viven. Aquellos son educados (o entrenados) solo para servir en guerras civiles sin solución como sucede aún en estos días. Si bien esto se da en un país africano, pudo haberse dado en alguna republica “bananera” de nuestro querido continente.

Silvia Broome (Nicole Kidman) es una intérprete en la ONU que nació y se crió en África. Estudió en Europa, domina varios idiomas y algunos dialectos africanos. Tras una alarma de bomba en el edificio de la ONU (esto demuestra la paranoia con la que viven los vecinos del norte) y el desalojo de todos los presentes, Silvia regresa a recoger su bolso. Es ahí cuando escucha de casualidad una conversación entre susurros que planea la muerte de Zuwanie, el Presidente del país africano donde Silvia pasó su infancia.

El detective designado para la seguridad del Presidente Zuwanie, Tobin Keller (Sean Penn) debe confrontar a Silvia por lo que ella escuchó. Keller desconfía plenamente de Silvia, sin embargo, con el desarrollo del film, se convertirá en su protector. Los hechos se tornan más complicados con cada escena. Silvia es amedrentada y perseguida. Su vida corre peligro. Mientras el detective se encarga de protegerla y rebusca en su pasado, Keller presume que Silvia está involucrada en el asesinato del presidente africano.

Silvia es una joven que cambió las armas por las palabras. Según su punto de vista, ella trabaja justamente en la ONU como interprete ya que piensa que existen conflictos debido a la mala comunicación y a la fallida traducción de los mensajes que existe entre los pueblos. Una visión un poco simplista de las cosas. Diplomacia en vez de guerras. Si así de fácil fuese todo esto, no habrían tantos conflictos. Eso queda a juicio personal.

El final de la película es un poco débil. La forma como se resuelve el asesinato nos hace recordar a las típicas películas de Hollywood. La manera conciliadora como se muestra la política exterior de los EEUU no convence y menos nos convence la ONU. Los diálogos entre Penn y Kidman son interesantes ya que es una discusión sobre determinados puntos de vista que le dan a la historia diferentes matices de interpretación. A ambos les aqueja la pena de haber perdido un ser querido. Este factor hace que ambos personajes con el tiempo se vayan compenetrando.

En una de las conversaciones entre los personajes, Silvia le hace referencia al detective Keller de una palabra en el dialecto africano: “kepela” que significa estar al otro lado del río. Esta idea nos hace reflexionar sobre la necesidad de definir en qué lado del río nos encontramos y si deseamos cambiar de orilla para bien (o para mal). No podemos actuar de manera ambivalente. Esta palabrita puede a su vez hacernos pensar en lo que dijo el “redentor” Bush: o están conmigo o están contra mí. Esto también queda a juicio personal, sino, no termino nunca esta crítica.

En resumidas cuentas, la cinta vale la pena. Penn y Kidman actúan muy bien (insisto en que se les pudo haber exigido más) y nos ofrecen interesantes diálogos que no son solo complementos a las escenas de intriga y terror. Otro punto a favor es que no hay buenos ni malos a diferencia de lo que estamos acostumbrados. Los personajes obedecen a diferentes circunstancias, algo rescatable en esta buena obra.

Junio 2005

MEMORIAS DE UNA GEISHA

La última entrega del director Rob Marshall, basada en el bestseller de Arthur Golden del mismo nombre, es un film que al anunciarse parece grandioso y majestuoso, sin embargo, no llega a convencernos del todo. El misterioso y fascinante mundo que ofrece las condiciones para el surgimiento de estas doncellas que dominan las artes de satisfacer a los hombres, queda a un lado. Si bien la película fue producida por el renombrado Steven Spielberg y nos muestra bellos escenarios, así como un excepcional vestuario y maquillaje, no satisface la expectativa que había generado en nuestra cartelera.

La historia de una exitosa japonesa es representada por una actriz china, lo cual causó más de un problema. En los círculos de Internet se realizó una vasta campaña nacionalista en rechazo a la representación de un personaje japonés a cargo de una renombrada actriz china. Esta inconcebible figura para la República Popular, ocasionó que las autoridades prohíban su proyección en el territorio de la Gran Muralla. El Gobierno proclamaba que de proyectarse la cinta, esta podría desencadenar algunos sentimientos contra el Japón. Sin embargo, la versión DVD aparecida en las tiendas de Beijing se agotó como pan caliente.

La narración se inicia en algún pueblo de pescadores de la costa japonesa alrededor de los años treinta. En una de las casas apreciamos a dos pequeñas escondidas, espiando la conversación que tiene su padre con un extraño, mientras la madre se encuentra moribunda en cama. Minutos después, las dos niñas son transportadas en la carroza del desconocido visitante entre las lágrimas y los quejidos de ambas, pues temen ser separadas para siempre.

Tras estas escenas, presenciamos la historia de una de las hermanas, Chiyo (representada como niña por Suzuka Ohgo) quien es obligada a trabajar como doméstica en la casa de la conocida Geisha, Hatsumono (Gong Li). Durante toda esa estadía, tendrá que afrontar las intrigas y conflictos que desata Hatsumono, hasta que por casualidad se topa con un reconocido empresario (Ken Watanabe). Dicho encuentro cambiaría su destino.

La tensión aumenta con la transformación de Chiyo; de una simple sirvienta a una celebrada y cotizada Geisha, conocida luego como Sayuri. Esta transformación es bien lograda, ya que podemos apreciar los cambios externos e internos que supone convertirse en tan aclamada figura. Una Geisha puede dominar al hombre como a ella le plazca, pues conoce casi a la perfección las pasiones y sentimientos de sus futuros clientes y sabe cómo tenerlos, a través de la seducción, a sus pies.

Los renombrados actores de esta cinta luchan para ofrecer al espectador ese mundo exótico y lleno de detalles. Sin embargo, el film ofrece la impresión de que el director se dedica a ahondar en otros aspectos, tales como mostrar el renacimiento del Japón antes de la guerra. Esa construcción coloca a los actores en un segundo plano y puede llegar a aburrir al espectador, pues por momentos parece una exhibición de diseños y no de la crónica de una transformación.

El film parece desperdiciar la posibilidad de explotar la historia de una mujer como Sayuri, en una sociedad patriarcal y con las condiciones que forman ese universo complejo, difícil de entender, pero que no deja de ser fascinante. Así, nos queda también la sensación de presenciar la historia de una niña que quería ser Geisha a toda costa para impresionar al hombre del que se hallaba totalmente enamorada.

Los miedos y el lado oscuro de su “profesión” quedan de lado. Empero, percibimos un desfile de glamour, así como de vestimentas, que si bien no dejan de ser interesantes, son sólo una parte del misterioso mundo de las Geishas y de la cultura del país del sol naciente.

La reacción que generó este film en China parece graficar de alguna manera las tendencias actuales. El país de Mao atraviesa por un boom y crecimiento industrial imparable de la mano de un impensable —hasta hace unas décadas— capitalismo. Mientras, el Partido Comunista intenta de manera desesperada frenar el avance cultural que trae consigo la economía de mercado y sus posibles transformaciones. Esto, al parecer, sin mucho éxito, como lo demuestra la demanda de esta cinta en el país más poblado del mundo.

En resumen, esta cinta es interesante, en especial para los que gustan de las tradiciones japonesas, sin embargo, no logra escarbar en la psicología, ni en el difícil mosaico de la sociedad nipona. La aparición de Memorias de una Geisha nos ofrece una pequeña reflexión en base a la libertad de expresión, ya que en China muchos comentaristas han ido a parar a la cárcel por difundir sus ideas. Pese a todo, el público está dispuesto a apreciar la cinta, desafiando las posibles consecuencias. Asimismo, osados periodistas han dado sus impresiones y comentarios sobre el film, pese a la represión.

Hace unos meses, cuando el buscador Google inauguró su página web en chino, el Gobierno censuró palabras “críticas” como democracia y derechos humanos. Antes de ello, las autoridades bloquearon el diccionario virtual “Wikipedia”. Pero para entender la actual situación, necesitamos remontarnos al pasado y entender sus distintos componentes, esta cinta es una buena oportunidad.


Abril 2006

LA ESTAFA MAESTRA (THE ITALIAN JOB)

Para dar el gran golpe se necesita tener ingenio matemático, agudeza, muchas agallas y, definitivamente, contar con la lealtad de todos los cómplices. En este caso el plan no tenía fallas, era perfecto y habían pensado hasta en el más mínimo detalle. Todo salió muy bien, el robo y el escape se ejecutaron a la perfección... salvo un pequeño detalle. Justamente ahí es que se origina el trama de “La Estafa Maestra”.

Este filme es uno de esos muy particulares casos en que el “remake” es mejor que el original y ello se debe al acertado manejo de secuencias de acción, combinadas con suspenso, chispazos de humor y una notable sofisticación, proveniente sin duda, del director F. Gary Gray.

Basada en la cinta del mismo nombre (The Italian Job) que en 1969 protagonizaran Michael Caine y Noel Coward, esta nueva versión incorpora los populares autos Mini Coopers. Estos, además de ser las “otras” estrellas del largometraje, se convierten en los únicos personajes que pueden lograr grandes velocidades en los inaccesibles túneles del metro de Los Angeles.

En la romántica y bella Venecia, cuando para felicidad de los locales se han ido ya la tormentosa masa de turistas, se produce un robo perfecto comandado por el ladrón profesional Charlie Crocker (Mark Wahlberg), director y cerebro de la banda. Cada uno de los miembros aporta sus “cualidades” para el robo: un veterano experto en abrir cajas fuertes, John Bridger (Donald Sutherland), el informante, Steve (Edward Norton), el experto en explosivos, Left-Ear (Mos Def), el corredor de autos, Handsome Rob (Jason Statham) y el genio de las computadoras, Lyle (Seth Green). Tras la fuga y prontos a la repartición del botín son traicionados por uno de los miembros quien desaparece con todo el botín. El objetivo siguiente es la venganza y la recuperación del preciado tesoro. Para esta misión se incorpora a la banda Stella (Charlizze Theron), una ladrona de cajas fuertes con nervios de acero.

Cubiertos de una capa de “gracia”, Croker y su grupo son presentados como los “buenos” de la película y como las víctimas de una traición, renuentes a utilizar armas en sus atracos. Esto puede llevarnos a idealizarlos como los chicos buenos, simpáticos e inteligentes, dejando en un segundo plano la maldad intrínseca de un delito grave como es el robo, así como el móvil de la venganza que puede impulsar a medidas violentas y descabelladas.

Estamos frente a un film con un estupendo manejo de las secuencias de acción combinadas con suspenso y sofisticación por parte de su director. El film es recomendable y puede quizá permitirnos pasar un momento grato sin pensar en los problemas cotidianos y más bien ofrecernos la manera perfecta de realizar un atraco de está índole. Si bien en nuestra querida capital esto sería imposible debido al caos vehicular, soñar no cuesta nada.

Setiembre 2003

KING KONG

Hollywood nos mantiene últimamente oscilando entre algunos “remakes” (Godzilla, Batman, Charlie y la fabrica de chocolates) y nuevas historias, lo que denota una cierta crisis de imaginación en la meca del cine, sin nombrar su actual disputa a muerte contra el DVD. Con “King Kong” llega un mito a su final y en contradicción con el propio “remake”, este film narra la aventura de una iniciativa por filmar algo nuevo y desconocido, sin contar que un personaje de casi siete metros de altura, cuatro toneladas de peso y valorizado en 207 millones de dólares, se cruzaría violentamente en el camino. El realizador neozelandés Peter Jackson nos entrega una cinta muy bien lograda y nos sumerge en ese mundo fantástico al cual ya nos acostumbró con su trilogía de “El Señor de los Anillos”.

Ubiquémonos en el año 1933 en Nueva York durante la época de la “Gran Depresión” y de la Ley Seca. Las imágenes nos sitúan en esos años de desesperación donde solo unos cuantos sobreviven y los otros deambulan sumergidos en la inagotable lucha diaria por sobrevivir. La fotografía nos muestra, a través de los cielos nublados y grises, las calles abarrotadas de basura y mendigos recolectores de lo que sea para saciar el hambre, es decir, el perfecto escenario para entender la desazón reinante en la “Gran Manzana”. La actriz de cabaret, Ann Darrow (Naomi Watts) acaba de perder su trabajo y camina hambrienta por las calles, hasta que se topa con el productor, Carl Denham (Jack Black) quien justamente está buscando a la protagonista de la película que rodará en una isla misteriosa en el Océano Atlántico. Luego de convencerla, parten esa misma noche.

Al llegar a la isla e intentar filmar todo ese mundo desconocido, el productor y su gente se enfrentarán a diversos peligros y al gran “Kong”. Este enorme simio es casi imbatible, sin embargo, la astucia del hombre parece siempre primar, sino para qué llevar en un barco botellas de cloroformo si no es para cazar animales y bestias. Luego de narcotizar a “King Kong” y llevarlo a New York (¿Cómo? el film no lo revela) el gran simio se liberará de sus cadenas e irá en busca de su amada, la encantadora Naomi.

Un aspecto de la película que satura un poco y nos trae a la mente escenas similares a las de Jurassic Park, es la persecución de un grupo de pacíficos dinosaurios por unos avezados saurios carnívoros, mientras los humanos se confunden entre las bestias. Por un lado, nos hace entender que esta cinta se basa casi en su totalidad de efectos especiales, y por el otro nos vuelve a mostrar qué tan insignificante fue, es y será el hombre ante la naturaleza.

Jackson le da al gran rey de los monos una personalidad casi humana. Esta característica se aprecia claramente cuando se ve al gran simio con su amada mirando la puesta del sol y viviendo un idilio en plena jungla. También la vemos cuando “Kong”, ya cansado y sobre el Empire State, decide dejar esa inútil situación ante la conducta belicosa del humano civilizado.

Una de las escenas que refleja (quizás sin querer) una ley imperante en la tupida selva (y en todas las sociedades humanas) es aquella que muestra a la bella blonda cuando huye de una especie de iguana carnívora gigante y se refugia bajo un tronco húmedo. Ahí se aparece un ciempiés de espantosa proporción mientras la iguana acecha a la rubia. Segundos después, la iguana cazadora se convierte en presa de un Tyrannosauros Rex: el más grande caza al más pequeño. La heroína huye y se refugia en un acantilado sin percatarse que algo similar a una roca que pasa desapercibida, es nada menos que otro simpático Tyrannosauros. En ese momento, quién más podría aparecer que no sea “King Kong”, el ser supremo y dominante de la isla. Siempre hay un ser vivo en la cúspide de la pirámide, esta isla no es la excepción.

“King Kong” es un simio con rasgos humanos en un mundo digital que no nos ofrece un elemento cultural rescatable, ni una naturaleza real, únicamente nos entornilla en un escenario al que somos definitivamente ajenos y en el cual solo podemos ser tácitos espectadores. No podemos ser parte de esa interpretación —bien manejada por Jackson— y a la que le ha sabido inyectar rasgos emocionales. Solo podemos ser meros espectadores. Esto radica en gran parte, en el uso casi exclusivo de los efectos especiales. El simple espectador queda en medio de dos mundos: el virtual y el real, anonadado tal vez en simple compañía de su mente voladora, de su canchita y de su gaseosa (el film dura tres horas, ¡asegúrense!), con la única posibilidad de admirar lo que se puede crear.

En esta cinta no muere la libertad o el lado salvaje de la civilización, solo muere un gorila que puede llegar a ser agradable: “Kong”. Un héroe del cine que aún puede luchar con sus propias manos y que tal vez esté en la condición de amar a una humana. Lamentablemente, esta figura es sólo una animación digital. Pese a esto, deben existir héroes de carne y hueso, ¿o es que tenemos que recurrir siempre a la imaginación?

Vayan a ver “King Kong” es una buena película. Es muy rescatable la actuación de Jack Black y de Naomi Watts. Aunque no lo nombré, también actúa Adrien Brody, ganador del Oscar por su excelente interpretación en “El Pianista”, quien en esta cinta pasa un tanto desapercibido. Hace unos días escuché en la radio que Jack Black se “loqueó” durante las grabaciones de esta cinta, pues entró en un estado de excitación y delirio. Seguramente pocos entenderían el por qué de esa situación, sin embargo, que más delirante puede ser enfrentar al rey de los simios, casi tan humano como uno mismo pero que no existe, pese a que lo hacemos existir. Cosa de locos.

Enero 2006

IDENTIDAD

Hoy en día es muy difícil coparse con un film de suspenso realmente bueno. La gran mayoría utiliza escenarios bien logrados e increíbles efectos, sin embargo, la trama es muy predecible y deja mucho que desear. “Identidad” nos demuestra lo contrario. Lo que da la impresión de comenzar como una serie de asesinatos en serie en una noche de lluvia, se convierte hacía el final en un “ah! así es esto entonces”.

El director James Mangold impulsó a la joven Angeline Jolie a un Oscar por su trabajo en “Girl interrupted”, asimismo le pudo dar a Silvester Stallone en “Cop Land” una oportunidad para que luzca algunas cualidades actorales, quizá las únicas y ultimas para el actor de Rambo. El productor norteamericano es considerado como uno de los mejores dentro del género. Su última obra, “Identidad”, un thriller psicológico de horror nos lo demuestra. La escenificación está muy bien lograda y destaca un guión inteligente apoyado en un buen reparto y en destacadas actuaciones.

La suerte, o más bien un diluvio apocalíptico, obliga a un grupo de diez personas a refugiarse en un motel en el desierto de Nevada. Todas las vías de acceso se encuentran cerradas por el torrencial y todo tipo de comunicación es imposible a causa del mal tiempo. Una serie de hechos casuales desencadena un accidente en la carretera luego de que una pareja con su hijo se detuviera a arreglar la llanta baja de su automóvil.

La madre es embestida por otro auto conducido por el chofer de una actriz, Ed (John Cusack), la víctima es conducida al motel. Una pareja de recién casados y la prostituta Paris (Amanda Peet) son los siguientes en llegar. Como último huésped llega el policía Rhodes (Ray Liotta) con un preso como acompañante, el cual debería ser trasladado a la cárcel. Los problemas empiezan cuando el preso escapa del control del policía y Ed encuentra en la lavadora la cabeza de su empleadora.

En una primera impresión la trama de “Identidad” puede ser la de un film como cualquiera de este género, sin embargo, los fantásticos pequeños saltos de imágenes en una secuencia lógica temporal, demuestran la calidad de Mangold, manteniendo al espectador pendiente del doble juego de confusión y suspenso. Conforme avanzan las dos tramas y se entrecruzan, resaltando el accionar del asesino en serie, la cinta se vuelve más lograda permitiéndonos apreciar la exactitud detallista de Michael Cooney, autor del libro en el que se basa la película.

Tras los dos tercios del film, Mangold nos desvela el misterio dándole un giro distinto pero no totalmente pues aún no sabemos con exactitud qué es lo que está sucediendo. Los personajes empiezan a tambalearse en su integridad sin llegar a someterse a tanto misterio. Conforme avanzamos, logramos juntar las piezas del rompecabezas para desentrañar todo el misterio, el cual se resuelve prácticamente en la última escena.

“Identidad” es un film muy recomendable, el cual nos depara momentos de tensión, nos hace pensar, racionar, adelantarnos a los hechos y nos invita a verla por segunda vez para fijar alguna escena y poder analizarla a cabalidad. Felizmente el verano se aproxima y las “lluvias” limeñas se alejan. Un consejo: cargue bien su celular si sale fuera de Lima.

Febrero 2005

I, ROBOT

La concepción de convivir con robots (término que proviene del vocablo checo “robotnik”: servidor) que se adapten a las necesidades de sus dueños, que planchen, cocinen, hagan las compras y hasta saquen a pasear a sus mascotas, no deja de tener algo de seducción para los humanos. En el film de Alex Proyas, un gran consorcio produce y distribuye en la mayoría de hogares de los Estados Unidos los robots multifuncionales de apariencia casi humana. Estos son producidos en serie bajo el modelo NS-4 y son un híbrido entre empleados del hogar, portero y mascota. Esta inusual fantasía es una reproducción de los relatos producidos por Isaac Asimov en 1950 adaptados para el cine.

En el año 2035, casi cada familia cuenta con uno de estos multifacéticos robots, los cuales son como un miembro más de la familia. Su inteligencia es simulada y controlada, a fin de evitar que cometan algún error o tomen una decisión de fatales consecuencias. Para resguardar su comportamiento, el Dr. Alfred Lanning (James Cromwell) inventó e impuso las tres leyes de la robótica. Las leyes funcionaban al parecer a la perfección, pues nunca se reportó algún incidente que lamentar. Pero justamente el Dr. Lanning muere en circunstancias extrañas.

Todo apuntaba a que se trataba de un suicidio, sin embargo, antes de su muerte el doctor dejó un mensaje al detective Spooner (Will Smith) que en realidad trajo consigo más preguntas que respuestas. El detective es quizás la única persona que cuestionaba la relación tan cercana de los humanos con los robots. Así, al iniciar las investigaciones, el detective encuentra al prototipo de robot de la nueva serie NS-5 en la habitación del doctor, con lo cual se inicia la intriga. Serán las tres leyes de la robótica quizá no tan perfectas, tal como lo asegura Lawrence Robertson (Bruce Greenwood), dueño del gigantesco consorcio que produce a los cuestionados androides. O tal vez existe una tercera mano en este juego.

Al detective Spooner se le asigna la científica Susan Calvin (Bridget Moynahan) y ambos deberán empezar a armar el rompecabezas tras la misteriosa muerte. La historia nos proporciona el asidero mínimo para plantearnos varias preguntas; tales como: ¿Cuánto poder se le debe asignar a una maquina?, ¿Hasta dónde se puede promover la investigación en este campo? ¿Lo moderno significa automáticamente lo óptimo? ¿Tienen los robos derechos y deberes? Quizás no lleguemos a responder estas preguntas tras ver este film, sin embargo, en la búsqueda de un “yo” para las maquinas queda siempre está reflexión.

En la entrega de Alex Proyas no se ahonda en el contenido, como quizá debería ser, sino más bien, la cinta ofrece escenas de acción, comentarios sosos, un héroe “cool” y una pincelada de romance. Estos elementos infaltables en el cine actual deben de estar presentes para poder encontrar dichos enlatados en Blockbuster. Pese a la buena actuación de Smith como el detective casi aislado e incomprendido, la verdadera estrella es el robot Sonny, algo similar quizá al Gollum del Señor de los Anillos.

En algunas escenas este robot presenta mucha más carisma que el propio Smith. No obstante, la película ofrece buenas escenas y efectos especiales, pero después de haber visto las otras producciones de Proyas, como “The Crow” y “Dark City”, no podemos esperar mucho.

La frontera entre las máquinas y el hombre aparece al principio del film muy bien delineada y establecida Con el transcurso de la trama, empieza a perderse entre tanta acción y reflexiones que parecen lógicas y consecuentes. El espectador incluso puede empezar a sentir cierta atracción hacía el robot y a cuestionarse si detrás de tanto cable existe verdaderamente una computadora o un cerebro humano con sentimientos. En algún momento, el robot Sonny debe de ser “desconectado” en una especie de silla eléctrica. Quizá uno sienta hasta cierto temor y pena por el “robot”. ¿Es esto posible? ¿Se adelanta al futuro a esta visión? El ser humano es muy querendón, ¿O no?

En resumen, “I, Robot” es una cinta entretenida. No será el film que muchos esperan en cuanto a la profundización de este tema tan controversial, pero sí merece ser visto pese a que desperdicia una magnifica oportunidad para agarrar al toro por las astas y analizar este tema. Para nosotros, esta visión no es muy lejana y quizá lleguemos a tener uno de estos en unas décadas, esperemos que no sea aquel que baila a otro ritmo y se sale de la formación.

Agosto 2004

HISTORIAS MÍNIMAS

No hay palabra alguna que pueda definir con exactitud lo que es la lejanía. Las palabras que intentan describir la vastedad son absorbidas por esta misma y desaparecen sin dejar rastro o se convierten en nubes de caprichosas formas en el infinito y lejano horizonte. Azul y blanco claroscuro. Entre estos dos colores se encuentran lo lejano y una carretera, tan larga y recta como una sobredimensionada manecilla de reloj. En estas coordenadas, entre la luz y la tierra, tenemos el escenario perfecto para un teatro mundial metafísico. El productor argentino Carlos Sorin no nos ofrece un film sobre cosmología o una aventura en la naturaleza extrema. Nos muestra la profundidad de la vida cotidiana, escenario en el cual un final trágico es insoportable.

El sur de la Patagonia está inmerso en aquella lejanía en la que los habitantes pueden desaparecer. Por ello, este filme, para contar las historias que presenta, debe “fijar” a los protagonistas, manteniéndolos muy cerca, ya sea dentro de un automóvil, en un bar, en una posta medica o en un estudio de televisión. “Historias mínimas” es una película de grandes totales y de muy pequeños detalles; entre estos dos aspectos no hay casi nada. Un largometraje de silenciosos extremos, en un extremo y silencioso lugar.

En el tercer largometraje de Sorin tenemos tres historias paralelas, las cuales por momentos se rozan. Don Justo, Antonio Benedictis, es un señor de 80 años que decide partir a San Julián al enterarse de que su perro extraviado se encuentra allá. Roberto (Javier Lombardo) es un vendedor de 40 años que desea pedir la mano de su amada, María, interpretada por Javiera Bravo, la cual reside en San Julián con su pequeño hijo y ha sido elegida como finalista en un “Gameshow”.

Estas tres generaciones, representadas en los protagonistas descritos, se enrumban a San Julián sin saber cómo va a terminar su viaje, pero con la ciega esperanza de modificar su vida y su destino. Lo realizan pese a las dificultades, tales como la búsqueda del dueño del perro o cambio de premios de última hora. Estamos frente a acciones que quizá resulten irrelevantes en el “fin del mundo”, pero somos partícipes de pequeños viajes hacia la felicidad total. Finalmente, da igual si mintiéndose a sí mismo se logra conseguir una satisfacción personal o un compromiso para la propia felicidad, siempre y cuando seamos siendo los mismos, así viajemos a un destino desconocido.

La cinta incluye también un recorrido a través de las tres últimas etapas de la historia argentina, desde las dictaduras militares, atravesando el boom económico y finalmente, la bancarrota del país. Encontramos oxidados anuncios publicitarios, estantes vacíos, innovadores y modernos programas de televisión que rompen la tranquilidad del viento de las estepas y los signos evidentes de la crisis actual.

En líneas generales, vale la pena ir a ver esta película. Nos deja un grato recuerdo de sus personajes y nos ofrece la mirada exacta de un melancólico contador de historias modernas, mínimas, pero humanas y reales.

Agosto 2003

EXTERMINIO (28 DAYS LATER)

Los zoombies vuelven a aparecer, esta vez en el Reino Unido. El productor Danny Boyle (“Trainspotting”) nos sitúa, a través de su último filme, Exterminio, en una catástrofe “de origen casero” y nos da un buen susto desde las primeras escenas. Esta cinta está grabada casi en su totalidad, en vídeo digital y por ello nos da la sensación de estar narrando, más que un relato de ficción, un documental tenebroso, pues contiene imágenes difusas y un formato en “grano duro”.

En esta oportunidad, el virus mortal no proviene de China, Africa o del espacio sideral, sino de los “seguros e innovadores” laboratorios de Occidente. Todo comienza cuando un grupo de conservacionistas fanáticos (al estilo Greenpeace) incursiona en un laboratorio de experimentación para liberar a unos furiosos chimpancés. Lo que ellos ignoran es que con esta acción han dado inicio a la peor peste para la humanidad, pues los dichosos animales liberados cargan en su sangre un “virus psicológico” que convierte a todos los infectados en bestias asesinas llenas de furia. A partir de este momento, la regla general para sobrevivir es mantenerse siempre en movimiento y atento.

Tras 28 días de la catástrofe y de haber permanecido en coma, el “courier” Jim (Cillian Murphy) se despierta en el hospital y es testigo de un gran silencio. Las calles de Londres están deshabitadas. Sin saber qué puede haber sucedido, deambula perdido por la metrópoli... y es entonces que sufre su primer ataque. Luego de estar a un milímetro de ser asesinado por el padre de una iglesia de la localidad y de un grupo de feligreses infectados, conoce a Selina (Naomie Harris). Ella será quien, cual amazonas citadina, le enseñará cómo debe comportarse para sobrevivir a la desgracia.

Ambos encuentran a otros dos sobrevivientes: el taxista y padre de familia Frank (Brendan Gleeson) y su hija Hannah (Megan Burns). Juntos iniciarán un viaje desesperado hacia las afueras de Manchester tras haber escuchado por radio que existe un grupo de soldados atrincherados, quienes podrían ser la salvación a la barbarie. La llegada a la base militar les trae más problemas que soluciones. Los soldados, comandados por un mayor de aires fascistas, Henry West, (Chistopher Ecclestone), los esperan con gran fervor, en especial al sexo femenino.

Así, lo que empezó como un film de zoombies, se convierte en un drama psicológico y termina casi como una película a lo Rambo o Terminator. Los zoombies ya no son los “monstruos” lentos y torpes que conocemos, sino bestias violentas y rápidas, con lo cual el espectador esta todo el tiempo pendiente de la atmósfera y se mantiene en permanente estado de alerta.

La película es muy recomendable, tanto por su planteamiento (al utilizar un héroe “normal”) como por la música. En un escenario, en donde hasta las ratas huyen de los infectados y nos pueden indicar el camino a seguir, no es muy difícil discernir entre la dudosa importancia del trabajo de los “fundamentalistas” conservacionistas o entre la frialdad horripilante de los “científicos”. Ambas cualidades nos pueden llevar a la catástrofe (¿o ya nos están llevando?).

Febrero 2006

EL LABERINTO DEL FAUNO

El director Guillermo del Toro nos sorprende con esta muy buena película que causa gran impresión y que desliza un concepto general de lucha entre el bien y el mal. Del Toro nos ofrece casi dos horas de una intrigante historia que cabalga a dos ritmos distintos, en dos mundos totalmente contradictorios. El cineasta mexicano ya demostró en sus cintas anteriores: “El espinazo del diablo” (2001), “Blade II” (2002), así como en “Hellboy” (2004), una mezcla de fantasía en estilo gótico. Si bien se percibe influencias de algunos clásicos como el Mago de Oz y Alicia en el País de las Maravillas, la historia anda por sí sola recogiendo elementos de la cultura popular que hacen que la heroína no deba viajar a mundos desconocidos, sino simplemente abrir un libro para dejarse llevar por la fantasía.

La trama se desarrolla en España, allá por 1944, año en que la guerra civil española terminó y el General Franco tomó el poder. Pese a eso, un grupo de rebeldes se esconde en los bosques del norte y ofrece tenaz resistencia al Ejército. Para aplastar a dicha revolución, se instala el regimiento franquista comandado por el sanguinario Capitán Vidal (Sergi López), el cual manda traer hasta su campamento a su mujer Carmen (Ariadna Gil), que está en la última fase de su embrazo, y a su hijastra Ofelia (Ivana Baquero). Vidal pone a ambas bajo el cuidado de Mercedes (Maribel Verdú) y del Dr. Ferreiro (Álex Angulo).

Mercedes y el doctor son simpatizantes de los rebeldes y colaboran con ellos de diversas formas, a espaldas de Vidal, mientras que la mano de hierro del Capitán no duda en aniquilar a los insurrectos. En esas circunstancias, Ofelia intenta escapar de un mundo marcado por el sufrimiento de su madre y por el poco amor que le tiene hacia el esposo de ésta. Para la niña, solo queda una escapatoria conformada por un mundo paralelo, en el cual, ella es una princesa llamada a retomar su reino y a reinar por siempre en armonía con su pueblo.

En su nuevo hogar, Ofelia descubre un laberinto que la conduce a un mundo mágico y lleno de sorpresas, en donde encontrará a un fauno que le dirá lo que debe hacer para regresar al mundo al cual verdaderamente pertenece. Paralelamente, el Capitán Vidal continúa de manera sangrienta la caza de los rebeldes y solo espera a su descendiente varón sin preocuparle nada más, menos su hijastra.

La película de Del Toro cuenta con varios elementos que la ubican como una de los mejores exponentes de un cine fantástico y real que muestra tanto el “mundo de arriba”, así como el “mundo de abajo”, insinuados a la perfección con el juego de luces y sombras. Allí donde existe la sangre, el terror, la violencia, siempre apreciamos algo de color que asoma con cierta esperanza y que nos sugiere que no todo está perdido. Asimismo, los personajes cumplen muy bien con sus roles. Es destacable el papel de Sergi Lopéz como el tirano dentro de la dictadura convertido en una especie de monstruo en la vida real y al que solo le importa su futuro hijo y que éste conozca las “virtudes” de papá. También destaca la interpretación de Ivana Baquero como Ofelia.

Del Toro utiliza de manera espectacular un idioma a través de los cuadros que hacen recordar a la estructura de los cuentos. De esta manera, nos conduce a este género con todos sus elementos fascinantes y monstruosos que, de alguna manera, reflejan el terror del régimen fascista que transcurre en la realidad. Para algunos, el monstruo pálido y sin ojos, es un homenaje a Goya y a su retrato del rey Saturno comiéndose a su hijo.

En ese escenario de faustosidad y espanto se entremezclan varias situaciones que por momentos nos hacen dudar si el mundo de Ofelia realmente existe o se lo inventa para escapar de la terrible realidad, en especial cuando su madre le dice que la vida no es como en un cuento y que además debe seguir su suerte y soportar con más entereza a su padrastro. Para Ofelia un mundo se derrumba, dando paso a otro mundo mejor, en donde el miedo también existe, pero en donde la estadía es amena y pacífica.

En el mundo fantástico se puede diferenciar lo bueno de lo malo, aunque a veces parece que dichas cualidades se entrecruzan, sin embargo, en el mundo real, tampoco es fácil diferenciar lo bueno de lo malo. Los rebeldes, que son en este caso los buenos, también asesinan a sus victimas como lo hacen los malos. ¿Cómo diferenciar a los buenos de los malos? Tal vez solo nos sea permitido a los seres humanos navegar por un mundo fantástico idealizado, siempre y cuando queramos escapar de la triste realidad. Por otro lado, sabemos que ese mundo solo existe en nuestra imaginación, pero, ¿no tenemos derecho a sentirnos príncipes, princesas, reyes, reinas o héroes? ¿No necesitamos de ellos a veces para soportar este mundo?

La última entrega de Del Toro es una de esas películas que uno no debe perderse. Lástima que en algunas secuencias se abuse de la violencia, lo cual desentona un poco con la narración. Si bien ésta forma parte de la realidad, su uso eclipsa parcialmente el desarrollo del film, además de hacerlo no apto para menores.

Del Toro nos muestra un cuento para adultos, en donde el narrador surge de la propia imaginación. Ofelia abre su libro y lo que debe suceder va apareciendo ahí como un mensaje de su mente. Al productor no parece interesarle mostrar una separación entre la realidad y la fantasía, ni tampoco le interesa separar lo bueno de lo malo. Tal vez cada contraposición entre las partes sea parte de las mismas, así como lo es la esperanza y la desgracia.

Febrero 2007

EL DÍA DESPUÉS DE MAÑANA

Después de varias semanas de ansiosa espera y de pomposos anuncios, se estrenó en Lima la ultima producción del alemán Roland Emmerich: “The day after tomorrow”, el mismo productor de “Independence Day” y “El Patriota”. Esta nueva cinta nos regresa a las pantallas el “cine catástrofe” con toda su vasta gama de desastres, calamidades y efectos de ultima generación. Con un costo de 125 millones de dólares, la 20th Century Fox nos sumerge en una serie de acontecimientos provocados por el brusco cambio climático que catapulta a la tierra en un nuevo periodo glacial.

Para esta aventura climática, Emmerich construyó una teoría no muy alejada de la realidad, la cual funcionó de manera extraordinaria y verosímil hasta cierto punto.
El calentamiento de la tierra provoca que los cascos polares se derritan, tras lo cual el agua dulce de los polos, más ligera que el agua salada, forma una cubierta en la superficie de los océanos. Esta capa de agua impide la circulación de las corrientes térmicas hacía el hemisferio norte y produce un cambio climático brusco y devastador que culmina con el congelamiento. De modo paralelo, se forma una tormenta gigante que acarrea una masa impresionante de agua que arrasa con el hemisferio norte y que se congela velozmente, la misma que es sepultada bajo metros de nieve. Adicionalmente, la superficie blanca de la tierra refleja la luz solar de regreso al espacio lo cual produce que la temperatura siga bajando.

El guión de la película comprime en una semana lo que acontecería en por lo menos un centenar de años. Para una catástrofe de tal magnitud se debería calentar la tierra en muchos grados centígrados, a fin de obtener tanta agua dulce en el Océano Atlántico para desatar tal cataclismo.

El film no muestra un gran trabajo dramático, solo lo suficiente para convencernos de que realmente estamos en apuros. El experto en clima y meteorología Jack Hill (Dennos Quaid) ofrece una perorata a los lideres mundiales sobre las amenazas climáticas. Convertido en un profeta no escuchado, intenta abrirle los ojos a los arrogantes e ignorantes del tema ambiental. Tras haber hecho la advertencia y comprobar los primeros indicios del cambio climático global que acontecen en un tiempo record, el científico decide ir en búsqueda de su hijo Sam (Jake Gyllenhaal), quien se halla en Nueva York tras el colosal maretazo que azotó y aisló a la capital del mundo y en donde pocos pudieron sobrevivir. Antes de la catástrofe, padre e hijo habían tenido una discusión. El reencuentro y el perdón debían darse entre ambos como la gran mayoría de películas procedentes de la meca del cine, las cuales muchas veces sin un elemento reconciliador y heroico no encuentran un hilo conductor.

La catástrofe climática en el film no se produce como consecuencia de una mala interpretación del ya amenazado ecosistema, si no como consecuencia de la negligencia del hombre que indica que todo esto pudo ser previsto. La debacle se inicia con los reportes de gigantescos tornados arrasadores en Los Angeles (simbólicamente es arrasado el letrero mundialmente famoso de Hollywood) y la lluvia imparable en Tokio acompañada con unos granizos de un tamaño similar a melones.

El clímax está reservado para Nueva York, la cual espera a un tsunami de colosal tamaño que arrasará con todo, salvo con algunos cuantos intrépidos y con algunos rascacielos (atención a las Torres Gemelas). En las escenas correspondientes a esta parte del film apreciamos un similar parecido a “Independece Day” en cuanto a las tomas desde la perspectiva de un ave que recorren las calles de la City con el avance intempestivo del agua, tal como se perseguía a Godzilla por esas estrechas y pobladas calles.

Ante tanto desastres de magnitud mundial, los sureños o “sudacas” pueden quizá preguntarse si solo pasa todo esto al norte. ¿Es que estamos hasta en lo referente a catástrofes marginados? Lo único positivo de todo esto, es quizás saber de que tras la forzada migración y avalancha de “gringos” que recibiría el caluroso sur, nos podrán condonar la deuda externa, ¡oh maravilla! Eso no significa que debemos seguir endeudándonos. ¿Y nosotros? a dónde migraríamos si no es al norte.

Esta última entrega del productor alemán nos produce varias reflexiones positivas por lo que su visión es recomendable. Mientras unos se salvan quemando parte de la sabiduría mundial en la biblioteca de Nueva York y otros sucumben ante la inoperancia del mismo hombre, esta singular representación nos recuerda de un modo sarcástico y triste el accionar de la política magra de los países industrializados para salvar el planeta Tierra. Al igual que en el film, esa política nos deja fríos, mientras solo unos cuantos pueden calentarse con el fuego y la herencia de muchos.

Junio 2004

DER UNTERGANG (LA CAÍDA)

Ganz en alemán significa: todo, enteramente. El protagonista de esta película es Bruno Ganz y realmente hace mérito a su apellido, pues dio todo y se entregó enteramente a desentrañar a Adolf Hitler. El productor alemán Oliver Hirschbiegel nos ofrece la caracterización de Der Führer desde una perspectiva humana poco conocida. Esta cinta ha sido severamente criticada por algunos y alabada por otros. Hirschbiegel toca una lesión de la historia alemana que aún no sana: el nazismo. Asimismo, el film viola una ley no escrita sobre Hitler: no otorgarle tribuna al dictador.

La actuación de Bruno Ganz es grandiosa. Encarnizar a un ser del que de su mente trastornada dependen millones de personas, no debe ser muy fácil aunque, debe decirse, existe un parecido físico que le favorece. Sin embargo, el actor suizo hace un excelente trabajo con una transformación que permite conocer al ser humano Adolf Hitler, con su tembladera en la mano izquierda (un poco exagerada), cariñoso con su perro, y afectuoso con su esposa. Estas características, de un ser tal vez común y corriente, pueden inspirar algo de compasión en una persona que se va autodestruyendo, pero que, sin embargo, está aún en la facultad de afirmar y realizar cosas brutales.

En ese reducido bunker en medio de la capital alemana, somos testigos de otro rasgo humano: la desnaturalización del Führer producida por la demencia que mella en él. Dicha locura no es la excusa de la visión trastornada que lo llevó a determinar por ejemplo, que la población civil no vale nada —ante la arremetida imparable del Ejército Rojo— y que son ellos mismos los que se han buscado su trágico destino.

La narración abarca desde el 20 de abril hasta el 2 de mayo de 1945 cuando la guerra para los alemanes ya estaba perdida. No obstante, el film se inicia con la contratación de una nueva secretaria para Hitler: Traudl Junge (Alexandra María Lara) en 1942. La historia muestra la decadencia de los días previos al suicidio del Führer, mientras los altos cuadros nazis estaban en la incertidumbre entre seguir a su máximo líder hasta el final o dejarlo a su suerte, y mientras Eva Braun (Juliane Köhler) celebraba fiestas tratando de aparentar cierta normalidad, para luego casarse con el Führer y sellar su disposición de morir junto a él.

Tal vez una de las escenas más significativas de la película es aquella cuando Magda Goebbels (Corina Harfouch) mata a sus seis hijos ante la inminente caída del régimen y como producto de su enfermiza alegoría a la ideología nazi. La señora Goebbels es sólo uno de los tantos personajes que desfilan por esta cinta y que son mostrados en diversas facetas. Todos parecen querer conservar algún valor humano, como aquel que, producto de su fanatismo, los lleva a determinar que la única manera de solucionar tal estado, es suicidarse.

En una entrevista, el productor afirma que la señora Goebbels habría dicho que “nosotros hemos entendido que hay que pelear y que hay que vivir. Ahora le enseñaremos al mundo que también hemos entendido que hay que morir”. Esta frase es escalofriante, sin embargo, según Hirschbiegel en la cinta no se abarca el tema del suicidio como un acto de heroísmo, sino como el producto de la ceguera que produce el fanatismo y el estado alterado de ciertas mentes.

En los años que viví en Alemania ya había escuchado el nombre de Bruno Ganz y al enterarme de esta cinta, sabía que venía algo bueno. Justamente de aquellos años, guardo varios recuerdos que me hacen reflexionar sobre la importancia de este tipo de películas, para entender que pasó y no repetir los mismos errores. Cuando una barbarie solamente es nombrada, deja de ser barbarie, hay que comprenderla. Recuerdo claramente un diálogo que me late siempre en la mente y que me esclareció muchas cosas. Mi interlocutor era un Kurdo que en su masticado alemán me dijo: ¿Para qué tanta matanza entre nosotros, si todos vamos al baño y somos iguales? En ese instante entendí que tiene toda la razón.

Esta breve conversación con este amigo que había sufrido y vivido en carne propia la aniquilación casi total de su pueblo por fuerzas turcas e iraníes, trabajaba justamente con turcos e iraníes buscando, al igual que ellos, progresar. Es decir, buscaba un derecho común a todos sin excepción: sobrevivir y salir adelante.

El tema del nazismo ha merecido el más esmerado análisis para entender la barbarie, y de mi experiencia en tierras germanas, sé que la herida aún pica e incomoda. Muchos amigos alemanes aún se sienten culpables de lo que su pueblo ocasionó.

La caída propone y muestra algo muy importante: no le deja la explicación y discusión del flagelo del nacionalsocialismo a Hollywood y eso es muy valioso, pues es el mismo pueblo el que debe arreglar cuentas con su pasado. El siguiente paso es buscar las causas y comprender cómo dicha ideología pudo ser posible y causar tanta destrucción. Otro punto que debe hacernos reflexionar es el caso del suicidio. Dicho acto injustificado puede ser uno de los productos de la decadencia de una sociedad, salvando las distancias temporales y culturales. Los diferentes casos de padres que matan a sus hijos y que se suicidan en nuestra sociedad, ¿no son un símbolo de que algo anda mal?

Esta cinta es muy recomendable por la manera valiente como se abarca un tema tan espinoso y traumático. Así también, porque nos devela un lado poco conocido de una mente tan destructiva. El ser humano es capaz de cometer brutalidades, y esto es lo que se aprecia en esta entrega. Es asombroso y peligroso reconocer cómo las mentes pueden encubrir y ser cómplices de barbaridades, pero una manera de evitarlas es conocerlas. Hirschbiegel nos muestra una que no debe repetirse jamás.

Enero 2006

CHICAGO

No es exagerado afirmar que con este film, que marca el debut cinematográfico de Rob Marshall, el género cinematográfico del musical se consolida en este siglo. Chicago logra presentar una sincronía perfecta de acción, entretenimiento y “swing”, dejando al espectador atónito ante el impresionante despliegue de majestuosidad y garbo con que se describe el estilo de vida de los “locos años 20”, también conocidos como la “época del jazz”, en la cual la sociedad seguía atenta los pasos de los gansters, personajes que eran tratados como estrellas.

Es en este contexto en el que se desarrolla la vida de las protagonistas de la historia. Velma Kelly, interpretada por Catherine Zeta-Jones, es una célebre bailarina de cabaret quien en un arranque de celos asesina a su hermana y a su propio marido. Una vez en prisión conseguirá la ayuda de Billy Flynn (Richard Gere), el mejor abogado de la ciudad, quien además de defensor, se transformará en el motor de su publicidad y holgorio con la prensa. La película tomará cuerpo justamente cuando Flynn, de forma paralela, ejerza la defensa de otra bailarina, Roxie Hart (Renée Zellweger), quien asesina a su amante y no sólo desea salir de prisión, sino convertirse (a propósito de su historia) en una bailarina famosa, hecho para el cual, la ayuda de su abogado y “promotor de talento” será indispensable.

Varias de las escenas más saltantes de la película se originan justamente como una proyección de los deseos, inquietudes y narraciones de las protagonistas, sobre todo de Roxie quien es una soñadora que imagina las escenas de la vida real como un espectáculo digno de cabaret. Un claro ejemplo de ello es la conferencia de prensa junto a su abogado, donde ridiculiza a la prensa en un espectáculo de cabaret. Las piezas de baile son presentadas en porciones pequeñas y muy bien editadas, de tal forma que no se aprecia mayor diferencia entre la performance de los bailarines profesionales y los protagonistas. Zeta-Jones ha sido bailarina en algunas obras musicales al igual que Richard Gere, quien actuó en Grease por ejemplo, sin embargo, Renée Zellweger sí es novata en este rubro y para su primera vez, lo hace muy bien.

“Chicago” y “Pandillas de Nueva York” de Scorsese son dos películas que reúnen elementos que pueden formar una amalgama de agresión y humor, así como de locura y moral. Estos dos films forman una constelación representativa de la cultura americana: la conjunción de la violencia, patetismo y la auto-escenificación. Ambos nominados al Oscar, podrían formar una excelente muestra del cine norteamericano y el reflejo de sus posibilidades actuales. En resumen, Chicago nos deja un sabor muy agradable a Broadway y a su vez nos hace retroceder en el tiempo y sucumbir ante la imponente coreografía y escenografía.

Marzo 2003

CAPOTE

El escritor norteamericano Truman Capote (1924 – 1984) se definió a sí mismo de la siguiente manera: “Soy homosexual, soy drogadicto, soy alcohólico, soy un genio” y fue él mismo el que se encargó de difundirlo a los cuatro vientos. Justamente sobre el controvertido autor de la novela “A sangre fría” (1966) y sobre el origen de dicha obra, trata esta buena película de Bennet Miller que por fin se encuentra en la cartelera de varios cines limeños.

El film abarca los seis años que le tomó a Capote escribir su obra maestra “A sangre fría”. El libro se basó en la reconstrucción del brutal asesinato de una familia granjera en Holcomb, Kansas y que fuera perpetrado por dos jóvenes en 1959. Ambos asesinos fueron luego apresados y ejecutados en 1966. Dicha novela salió a la luz poco tiempo después de ambas ejecuciones, otorgándole tal fama y renombre al excéntrico Capote, que esa misma fama fue la que lo arrastró a la autodestrucción.

Para redactar su novela, Capote (Philip Seymour Hoffman) se dirigió al lugar de los hechos como reportero del renombrado diario “New Yorker” con su colega Harper Lee (Catherine Keener). Inspirado en el caso, Capote decidió luego escribir un libro sobre el hecho y utilizó el testimonio directo de los dos asesinos, en especial el de uno de ellos, Perry Smith. La historia narra además la estrecha relación que une al autor con el asesino, induciéndonos a sospechar una relación sentimental entre ambos.

A Capote se le criticó por haber utilizado supuestamente a Smith para poder escribir su libro. Así también, parece que el escritor calculó todo con sangre fría para exprimir al asesino y hacer de la realidad un arte. Un dato curioso del crimen es que los asesinos solo pudieron robar unos cuantos dólares y una vieja radio. Las explicaciones que obtuvo Capote de los atestados policiales y de cuanto documento pudo encontrar, además del motivo que pudo ser el mísero botín obtenido, no justificaron el horrendo crimen. Intrigado y tal vez, hasta fascinado, el escritor tuvo que escarbar en las mentes de los culpables para desentrañar la razón que los llevó a cometer el homicidio. El libro recoge ese trabajo minucioso y detallista y fusiona el periodismo con la literatura, creando un nuevo género literario: la novela de no ficción.

La actuación de Seymour-Hoffman es destacable, pues personifica a Capote con una credibilidad magnífica (ayudado también por el parecido físico). Su amaneramiento, su delicadeza, sus temores y su —para muchos— repudiable ego, alcanzan en el ganador del Oscar del año pasado, una perfecta representación. Seymour-Hoffman también nos entregó un gran papel de “malo” en Misión Imposible 3, donde sí que era malo y bien malo.

Dicha notable actuación refleja el elevado egocentrismo del escritor, producto tal vez de su soledad, así como de una moral no tan elevada, la cual a su vez logra que Capote se acerque tanto a su “objeto”. La relación entre ambos es uno de los puntos más importantes del film. Perry Smith piensa haber encontrado a un buen amigo en Capote, pues recibió de él apoyo y hasta un buen abogado, pero al parecer Capote deseaba solo ampliar el plazo de su ejecución para seguir obteniendo información.

Capote aparece en pantalla tal cual como fue: arrogante, inseguro, trastornado y amanerado. No sabemos si su comportamiento con los demás es el de un egoísta por naturaleza, o tal vez es porque realmente siente cierta simpatía o porque reviste un interés homosexual. Lo mismo sucede con su relación con Perry, pues ésta se intensifica posiblemente porque ve en él un alter ego, un antisocial con mucha capacidad o tal vez un artista no reconocido. Esa ambigüedad del carácter hace tan valiosa (y atractiva) la figura de Capote.

La contraparte de Capote en el film es Harper Lee, quien enfrenta las manipulaciones y búsquedas de prestigio de su colega con calma, pues sabe que se trata de un caso perdido. Lee se resigna a ver cómo la fama va acabando con Capote y lo fulmina tras la publicación de su obra cumbre, convirtiendo al niño mimado de la alta sociedad neoyorquina en un prisionero de sí mismo que se fue aislando progresivamente, ocultándose en el alcohol y en los medicamentos. En una entrevista que brindó poco antes de su muerte por sobredosis de medicamentos, Capote se cuestionaba si realmente valió la pena escribir “A sangre fría”, ya que tras la ejecución de los asesinos, cayó en una gran depresión que le impedía culminar la historia hasta el final. Solo con mucho esfuerzo pudo concluir su obra, pero nunca más se repuso tras dicho acontecimiento.

Otra de las frases que lanzó el engreído Capote fue: “No existía nadie como yo antes de mí y no va a existir nadie como yo, después de mí cuando ya no esté”. Solo para saber quién dijo esta frase llena de arrogancia, deberíamos ir a apreciar parte de la vida del escritor que también se rebeló a la teoría literaria de los años 60: “La muerte del autor”; es decir, la emancipación del autor de su texto tras su aparición. Dicha teoría sostiene que el autor ya no es el soberano en cuanto al significado y la fama, sino su obra. El autor y su obra toman rumbos distintos y se independizan. En el caso de Capote, su obra magna parece haberlo hecho prescindible, hasta hacerlo desaparecer.

La actuación de Seymour-Hoffman es magistral y justifica el darse un salto al cine para revivir a Capote, quien ya pasó a la historia para beneplácito de unos y envidia de otros. Hasta este texto parece asumir una ambigüedad forzada, pues hablo del libro y de la película, tal vez por culpa del mismo Capote.

Agosto 2006

CACHÉ (“ESCONDIDO” EN NUESTRA CARTELERA)

Según el portal de Internet Wikipedia, la memoria caché se define como una pequeña porción de memoria muy rápida, cuyo objetivo es reducir los estados de espera y estar a la velocidad del procesador. Es de acceso aleatorio (también conocida como acceso directo) y funciona de una manera similar a como lo hace la memoria principal (RAM). Es decir, la memoria caché es veloz e instantánea y sustituye a la memoria “grande” que se utiliza siempre. Aparece y desaparece a veces sin ser detectada. Algo así le debe suceder a cada uno de nosotros al recordar pasajes de nuestra vida agradables, desagradables, traumáticos o tal vez aquellos que siempre nos persiguen en forma de la “mala conciencia” o del “remordimiento de conciencia”. Nuestra memoria justamente nos recuerda siempre esos momentos que desearíamos olvidar y que nos persiguen por doquier. Sin embargo, es imposible; debemos convivir con nuestra memoria caché, queramos o no.

El film del director austriaco Michael Haneke, Caché (2004), nos presenta un thriller de singular performance que deja a algunos confundidos, a otros algo alterados y posiblemente a otros con dudas sobre ¿qué ha querido mostrar el director? La historia se inicia con la toma fija de un hogar de clase acomodada en París, en donde viven Anne (Juliette Binoche) y Georges (Daniel Auteil). Ambos forman una pareja cultivada con un solo hijo, Pierrot (Lester Makedonsky), el cual atraviesa la difícil etapa de la pubertad.

Él es un conocido presentador de un programa literario, ella trabaja en una editorial parisina. Ante dicha apacible tranquilidad, se avecina la tormenta que se inicia justamente con videos de origen anónimo mostrando la casa de la familia permanentemente vigilada y que vienen acompañados de dibujos infantiles con figuras que emanan sangre. La pareja, un tanto alterada, recurre a la policía a denunciar el hecho, sin embargo, los gendarmes nada pueden hacer ante la ausencia de daños. Con esto, la incertidumbre y desesperación aumentan.

Las cintas posteriores que recibe la familia ya no muestran únicamente la casa del matrimonio, sino escenas de la casa de los padres de George en el campo, una calle desconocida y un departamento en uno de los típicos edificios en las afueras de París. Con esto, las disputas y recriminaciones entre la pareja aumentan, ofreciendo un clima tenso entre la pareja, donde empiezan a surgir las dudas, los cuestionamientos e incluso algunas manifestaciones de racismo.

Es así como en la memoria de George empiezan a desfilar recuerdos traumáticos de su niñez que le hacen suponer quién está detrás de esos videos, asumiendo que se trata de una venganza. El desenlace del film deja algunas interrogantes y muestra también que sí existe un final para la historia, pero un final que simplemente es un alto a la situación actual; lo que viene, es cuestión de cada uno, lo cual no siempre es lo mejor.

El director Haneke filmó en el año 2001 “La Profesora de Piano”, basada en la obra de su paisana y Premio Nobel de Literatura, Elfriede Jelinek. En dicha cinta, Haneke nos ofrece la tormentosa vida de una profesora de piano y nos muestra también las desconocidas facetas del hombre, víctima de sus laberintos existenciales. En ese film, la protagonista es incapaz de mostrar sentimientos y solo puede relacionarse con otros a través de la dominación y la opresión. En Caché los motivos son distintos: el racismo y la moral.

Al parecer, Haneke intenta hacer un llamado a la reflexión y a la toma de conciencia en dos aspectos. Por un lado, cuestiona el poder de los medios y de la tecnología que se inmiscuyen en la vida de los humanos; y por el otro, la cuestión social llevada a contexto que apunta hacia la memoria colectiva. En un país como Francia que tiene actualmente un problema social, debido a la gran cantidad de inmigrantes, principalmente argelinos, y de otras de sus antiguas colonias que pugnan por ingresar al país y tener oportunidades para sobrevivir, se presenta un caldo de cultivo para el levantamiento de las clases menos favorecidas y marginadas.

Recordemos los disturbios ocasionados por miles de ciudadanos parisinos en las afueras de la capital francesa en el 2005 que produjeron una severa crisis en el país galo. Además, Francia aún no parece procesar el efecto que le produjo el conflicto en los años sesenta con su ex colonia, Argelia. Dicho conflicto creó una cierta ambigüedad en la relación con los argelinos. Justamente, uno de los protagonistas de la historia, procede de este país africano.

En el film, Haneke intenta tal vez denunciar un racismo asolapado en una típica familia de tendencia socialista (lo que acá conocemos como la izquierda caviar). En una de las escenas presenciamos el ataque verbal —no muy justificado— hacia un joven negro que muestra rasgos de intolerancia hacia los descendientes de las ex colonias francesas. Las heridas, así como los resentimientos por ambos lados, aún parecen estar abiertos.

Haneke utiliza el suspenso en esta cinta para despertarnos y obligarnos a reflexionar sobre nuestra actitud frente a los otros. El miedo y el trauma se entremezclan ante la incertidumbre de sentirnos vigilados y atacados. Y es que tal vez, únicamente podemos tomar conciencia de nuestra conducta ante una amenaza. Mientras todo esté bien, no hay de qué temer, ni por qué pensar en nuestra conducta; pero una vez que el orden se quiebra, empiezan los cuestionamientos.

Caché es una buena entrega que merece ser vista. Las actuaciones son destacables, y si bien, en algunos momentos se percibe cierta lentitud en el transcurrir del film, su desarrollo mantiene su fuerza como conjunto. Todo final inesperado deja dudas, sin embargo, ¿quién no tiene dudas?

Tal vez no es necesario buscar una explicación ni intentar identificar al autor de las cintas. Quizás nosotros mismos traemos esas escenas a colación en nuestro subconsciente. Es interesante percibir que la calidad y formato de las cintas que recibe la familia parisina, es idéntica a la calidad de la película. ¿No deberían ser distintas? ¿No somos nosotros los que dirigimos nuestra vida?, pero ¿quién dirige nuestra conciencia y nuestros temores?

Febrero 2007

LES LUTHIERS Y ROGER WATERS: SE DESPIDEN DE LOS ESCENARIOS DOS GRANDES QUE ME ACOMPAÑAN DESDE QUE SOY UN SER PENSANTE, ES DECIR, DESDE QUE (CASI) SOY UN SER HUMANO

El martes 21 y el miércoles 29 de noviembre de 2023, en la horrible ciudad de Lima, asistí a dos conciertos que me han dejado con secuelas d...