domingo, 1 de diciembre de 2024

¡PERÚ, PAÍS DE RATAS!

 

Rata negra (Rattus rattus), Foto: Heidi Snell. CDF.

Como se mencionó en una entrega anterior, “mastozoológicamente” hablando, somos un país de ratas y ratones. A ello, debo agregar que también somos un país de murciélagos; y por supuesto de mamíferos fascinantes que habitan en casi todos los rincones del país. ¿Pero sabemos lo que realmente tenemos? Por eso, para iniciar alguna acción de conservación, se debe, como primer requisito, conocer la mayor cantidad de aspectos sobre nuestro “objeto de conservación”. Sin eso, no somos nada. Una escueta aproximación y somera presentación de algunas especies podría ser la carnada para que los lectores se interesen por estos animalitos del Señor.    

Según el artículo de Víctor Pacheco et al. (2021) titulado: “Lista actualizada de la diversidad de los mamíferos del Perú y una propuesta para su actualización”, hasta ese año, el Perú registraba la presencia de 573 especies de mamíferos. De esta cifra, el orden Rodentia, que agrupa a las ratas, ratones, ardillas, cuyes silvestres, majaz y capibara, tiene 192 especies. Le sigue el orden Chiroptera, o sea el de los murciélagos y vampiros, con 187 especies. Es decir, casi el 67% del total de nuestra mastofauna está congregado en ambos órdenes zoológicos.


Es interesante revisar el listado que presenta Pacheco y otros para conocer algo más sobre las especies de mamíferos que pueblan nuestro territorio. Así podemos presumir de lo que nos toca y entender mejor por qué somos considerados una “potencia biológica”, debido a la muy alta diversidad biológica que el Creador nos ofreció hace millones de años y que estamos haciendo pedazos en tan pocos años, geológicamente hablando. 


Perú, país de ratas y ratones (y de un invasor europeo de temor)

 

Dentro del orden Rodentia, la familia Cricetidae registra 136 especies, entre ratas, ratones, hocicudos y otros. Así, por ejemplo, ¿sabían que existe en nuestros dominios una rata pescadora o cangrejera (Ichthyomys stolzmanni) que habita en nuestras yungas, que es nocturna y semiacuática? Esta rata se alimenta de cangrejos y de otros invertebrados acuáticos y está presente entre los 900 y 1700 metros de altitud. Esta rata peruana es bastante desconocida para la ciencia. Ojalá pueda sobrevivir a los embistes del humano. Ahora, si desaparece, posiblemente nadie se entere. Esa es su (nuestra) triste realidad.

 

Rata pescadora
(Icthyomys stolzmanni) Foto: Wikipedia.



En la familia Echimyidae están agrupadas 20 especies de ratas espinosas (no sé por qué serían espinosas) y de otro tipo. Uno ve las fotos de estos especímenes y la verdad es que se percibe pocas diferencias entre uno y otro. ¡Son todos muy parecidos! Me llama la atención el toró de Barbara Brown (Isothrix barbarabrownae) que recibe su nombre por una tal Bárbara Brown (según la web hay una actriz y una escritora con ese nombre) y que fue descrito en el año 2006 (o sea, es relativamente nuevo y desconocido para la ciencia). Este mamífero fue “descubierto” en la parte andina del Parque Nacional del Manu.

 

Podría escribir cientos de líneas más con historias y datos pintorescos de la gran mayoría de estas especies, pero no acabaría nunca. Solo sé que toda esta mastofauna merece nuestra atención y admiración. Sobrevivir a estos mamíferos que caminan en dos patas pegados a un celular y convivir con ellos es todo un mérito y un desafío para nuestra riqueza mastozoológica. Ojalá vivan por siempre … ellos, no los bípedos que se creen dueños del planeta.  

 

 Toró de Barbara Brown
  (Isothrix barbarabrownae).
Foto: The Scientist.
Y si bien no es una rata porque pertenece a la familia Leporidae y al orden Lagomorpha y no figura en el listado de Pacheco, asumo porque es una especie exótica invasora, no podemos perder de vista a la liebre europea (Lepus europaeus) que cada día avanza disciplinadamente a la conquista de nuestro territorio, en desmedro de especies de mamíferos locales como la vizcacha (Lagidium viscacia) y perjudicando, por ejemplo, a agricultores. Este mamífero no tiene muchos depredadores naturales, porque es “nuevo” en el barrio y es, comparativamente con especies locales del mismo orden, mucho más corpulento y astuto. Urge tomar cartas en el asunto para mitigar el impacto que esta especie no deseada trae consigo.


Murciélagos

 

Estos fabulosos mamíferos tienen mala fama y son aborrecidos por muchos. No obstante, nos ofrecen múltiples beneficios porque contribuyen sustancialmente a la regeneración y expansión de los ecosistemas forestales, dado que polinizan flores y dispersan semillas. Además, controlan plagas (insectos) y su excremento sirve como fertilizante.

 

Estos “animalitos” —que son los únicos mamíferos voladores del planeta— se alimentan principalmente de insectos, frutas y polen. Algunas especies incluyen como parte de su dieta a ranas y peces. Y ojo, solo tres especies de murciélago en el mundo son hematófagas, es decir, se alimentan de sangre animal y eventualmente humana. Las tres son exclusivas del continente americano y están entre nosotros los peruanos. Estas son: Desmodus rotundus, Dyphilla ecaudata y Diaemus youngii.

 

Lamentablemente, la gente no los quiere mucho, pero son animales fascinantes e inofensivos. Emiten ultrasonidos de alta frecuencia —inaudibles para los humanos y que varían por especie— para orientarse mientras vuelan y cazan. Lamentablemente, están amenazados por la pérdida de hábitat, por las turbinas eólicas, el uso de insecticidas y el desconocimiento humano. Además, muchas especies tienen áreas de distribución muy restringidas y fragmentadas, lo que dificulta su conservación.

 

Camélidos

 

Las Naciones Unidas han declarado el año 2024 como el Año Internacional de los Camélidos. Estos fascinantes mamíferos son clave para millones de familias que habitan entornos hostiles en más de 90 países. Los camélidos, que comprenden desde las alpacas hasta los camellos bactrianos, dromedarios, guanacos, llamas y vicuñas, contribuyen a la seguridad alimentaria, a la nutrición y al crecimiento económico, además de poseer una gran relevancia social y cultural para muchas comunidades de todo el mundo.

 

En el Perú tenemos cuatro especies de camélidos, dos silvestres, el guanaco (Lama guanicoe) y la vicuña (Vicugna vicugna); y dos domésticas, la llama (Lama glama) y la alpaca (Vicugna pacos). A través de la domesticación que hizo el antiguo poblador sudamericano del guanaco, se tiene a la llama; y de la vicuña, se tiene a la alpaca. Por otro lado, de las siete especies de camélidos que existen en el mundo, cuatro son camélidos andinos o sudamericanos. Y si hablamos del mundo silvestre, de las siete especies de camélidos, tres son silvestres; dos de ellas se encuentran en el Perú (vicuña y guanaco) y la otra es el camello salvaje (Camelus ferus) que habita en los desiertos de Gobi y Gashun Gobi en el noroeste de China y el suroeste de Mongolia.

Un dromedario y yo. 

 

Resalta el hecho, en esta fabulosa familia zoológica, de que la vicuña es uno de los casos más exitosos del planeta de recuperación de una especie al borde de la extinción y del uso sostenible en beneficio de las comunidades locales mediante una técnica ancestral (el chaccu) que revalora los conocimientos locales e involucra la participación de las comunidades en su conservación.


Endemismo

 

Según el listado presentado, de las 573 especies de mamíferos que tiene el Perú, 87 de ellas son endémicas, es decir, habitan exclusivamente en espacios específicos dentro del país. Con ello, en este aspecto, ocupamos, en el Neotrópico, el tercer lugar, después de Brasil y México. Como se menciona en el artículo, “A nivel de especies, 87 (15,2%) son endémicas de Perú, que incluyen a 1 cingulado, 10 didelfimorfos, 9 murciélagos, 9 primates, 56 roedores y 2 eulipotiflanos (…); siendo los roedores el grupo con mayor porcentaje de endémicos (64,4%). (…) las Yungas albergan la mayor cantidad de especies endémicas (48 especies, 55,2%) seguida por Selva Baja (18 especies, 20,7%)”.

 

Cuando hablamos de un cingulado, nos referimos al armadillo o quirquincho peludo (Dasypus pilosus) que habita en el sureste de los Andes, en los departamentos de San Martín, La Libertad, Huánuco, Junín y Amazonas. Sin embargo, también podría estar presente en Cajamarca, Huancavelica, Ayacucho y Puno, pero su presencia en estas áreas necesita ser confirmada. Se sabe tan poco de esta especie que no podemos afirmar que está amenazada. Cuando hablamos de didelfimorfos, nos referimos a la familia zoológica que agrupa a las zarigüeyas, comadrejas y a diversos marsupiales.

 

En el caso de los eulipotiflanos, se trata de dos musarañas, la musaraña de orejas cortas de Evaristo (Cryptotis evaristoi) y la musaraña de orejas cortas peruana (Cryptotis peruviensis). Ambas especies habitan en las yungas peruanas, es decir, en los bosques nublados o montanos, también conocidos como selva alta; y en los páramos, específicamente en las partes altas de Cajamarca y Piura.

 

Dentro de los primates, destaca el mono choro de cola amarilla (Lagothrix flavicauda) que habita también en las yungas peruanas y que enfrenta diversas amenazas, entre las que destaca, ¡cómo no!, la pérdida y fragmentación del hábitat.

 

Me llama la atención que Indonesia tenga 408 especies endémicas de un total de 773, con un porcentaje de endemismo de 52,8. Brasil tiene 751 especies, 223 endémicas, con un porcentaje de 29,7; Perú tiene 573 especies, 87 de ellas endémicas, con un porcentaje de 15,2; y México tiene 564 especies, 162 endémicas con un porcentaje de 28,7.

 

Liebre europea (Lepus europaeus).
Foto: Wikimedia Commons.

Indonesia tiene una superficie de 1 904 569 km², contra los 1 285 215 km2, es decir, casi 620 000 km² más que nosotros, o sea tiene casi un tercio más de territorio, lo cual parece no ser mucho, pero casi quintuplica nuestro número de especies endémicas. Es llamativo también que un país como Argentina (2 780 085 km²) no tenga, según el artículo mencionado, ninguna especie endémica, pese a que hace poco han descubierto a un mamífero que solo estaría presente en la región central del país gaucho, el Ctenomys uco.

 

Cifras van y vienen. Lo que me preocupa es que la mayor cantidad de especies endémicas habitan en las ecorregiones (según Brack, 1986) de las Yungas y el Páramo, las cuales son dos de las más amenazadas por el cambio no autorizado de uso de suelo, producto de las actividades humanas. Un ejemplo de esta triste realidad nos lo ofrece el tapir andino, manta o pinchaque (Tapirus pinchaque) que es uno de los mamíferos más amenazados y enigmáticos en el país y en general, en todo su rango de distribución.


Gatitos y perritos

 

Ya que no puedo hablar de cada una de las familias y de los órdenes zoológicos de la lista de los mamíferos del Perú, me concentraré solo en algunas de ellas. En cuanto al orden Carnivora que agrupa a las familias Felidae, Canidae, Ursidae (que tiene al único oso de América del Sur, el oso de anteojos), Otaridae (lobos de mar), Mustelidae (nutrias, manco, hurones), Mephitidae (zorrinos), Procyonidae (coaties, chosna, osito cangrejero), voy a concentrarme brevemente en dos familias, la de los felinos y la de los canidos.

 

El Perú alberga a ocho representantes de la familia Felidae, cinco del género Leopardus: gato del pajonal (Leopardus garleppi), gato andino (L. jacobita), ocelote o tigrillo (L. pardalis), oncilla (L. tigrinus), margay o huamburushu (L. wiedii); dos del género Puma: el puma (Puma concolor) y el jaguarundi (P. yagouaroundi); y una especie del género Panthera, el conocido jaguar u otorongo (Panthera onca).

 

En el caso de la familia Canidae, el Perú reporta seis especies, tres del género Lycalopex: el zorro andino (Lycalopex culpaeus), el zorro gris (L. griseus) y el zorro de Sechura o costeño (L. sechurae); y tres especies poco conocidas, pero muy interesantes y fascinantes: el perro de monte o de orejas cortas (Atelocynus microtis), el lobo de crin (Chrysocyon brachyurus) y el perro de monte o selvático (Speothos venaticus). Los dos perros de montes viven principalmente en la selva alta y baja y son de distribución restringida. Sabemos poco de ellos.

 

Lobo de crin (Chrysocyon brachyurus). 
 Foto: Getty images.

En el caso del lobo de crin, este cánido es bastante más conocido y vive exclusivamente, en el Perú, en la ecorregión de la Sábana de Palmeras, específicamente en las Pampas del Heath, dado que el río del mismo nombre que las atraviesa en esta parte del continente sirve de límite natural entre el Perú y Bolivia. Estas están ubicadas dentro del Parque Nacional Bahuaja Sonene y es la parte más al norte de este ecosistema que viene desde Bolivia. Sus patas largas son una adaptación a la vegetación de esas sábanas que son prácticamente pastizales y que se inundan casi en su totalidad durante las lluvias. En estos terrenos vive la principal presa de este cánido, el ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus), el cérvido más grande del continente sudamericano.

Para cerrar…  


Revisando la lista de mamíferos, es interesante hacer notar que, entre otros, tenemos 19 especies de delfines: 17 de la familia Delphinidae, que agrupa a los delfines de agua salada y a uno de agua dulce, el delfín gris (Sotalia fluviatilis), habitante de los ríos de la cuenca amazónica, en selva baja; 1 de la familia Phocoenidae, el chancho marino o bufeo (Phocoena spinipinnis) que se caracteriza por tener una cabeza casi roma sin pico; y una especie de la familia Iniidae, el delfín rosado (Inia geoffrensis), de agua dulce.

 

También resalta el hecho de que tengamos 13 especies de ballenas y cachalotes. En la familia Balaenopteridae tenemos seis especies: la ballena minke austral (Balaenoptera bonaerensis), ballena de sei (B. borealis), ballena de Bryde (B. edeni), ballena azul (B. musculus), ballena de aleta (B. physalus) y la ballena jorobada (Megaptera novaeangliae)

 

Tenemos, además, tres ballenas de la familia Ziphidae, donde resalta la ballena de pico peruana (Mesoplodon peruvianus); y tres especies de cachalotes pertenecientes a la familia Physeteridae. Estos enormes mamíferos, ninguno endémico del Perú, porque claro, se mueven en grandes distancias y nunca se quedan en un solo lugar, están expuestos a diversas amenazas, tales como la caza para la venta, la captura por accidente, los accidentes con barcos, el cambio climático, varamientos y muerte por contaminación y el impacto de las actividades industriales marinas.

 

Toda esta deslumbrante lista de mamíferos merece nuestra atención, valoración y que los tomemos más en cuenta. Su presencia es un lujo para nosotros. Los beneficios y satisfacciones que nos brindan son muchos. Conozcamos y protejámoslos. ¡No seas rata!    

 

Diciembre 2024

sábado, 26 de octubre de 2024

¡MAMÍFEROS COMO CANCHA!

 

Perú, país de ratas.

“Mastozoológicamente” hablando, somos un país de ratas y ratones.

 

Hace unas semanas, mientras revisaba junto a una colega las fotos de diversos individuos de mamíferos que, por un lado, fueron rescatados de los recientes incendios forestales, así como del comercio ilegal de fauna silvestre, tuve que, a sugerencia de una especialista, revisar un artículo de Víctor Pacheco et al. (2021) titulado “Lista actualizada de la diversidad de los mamíferos del Perú y una propuesta para su actualización”, a fin de poder tener más claridad sobre este taxón y conocer más de cerca a estos representantes “peruanos” del reino animal.

 

Pacheco et al. reportan que, a noviembre de 2021, el Perú tiene 573 especies de mamíferos. En él, se evidencia que ocupamos el tercer puesto a nivel mundial. El primero lo tiene Indonesia, con 773 especies; y el segundo, Brasil con 751. El cuarto lugar es de México con 564 especies.

 

Es menester resaltar que las órdenes zoológicas de mamíferos que más aportan a que tengamos estas cifras en el Perú son dos, la de los Rodentia (192 especies), es decir, la que agrupa a las ratas, ratones, ardillas, cuyes silvestres, majaz, capibara, entre otras; así como la Chiroptera (187), o sea la de los murciélagos y vampiros. Los siguientes dos puestos son ocupados por dos órdenes que se arranchan los pelos por figurar y sobresalir en este listado. Con 47 especies tenemos a la Orden Didelphimorphia, es decir, la de las zarigüeyas y comadrejas; y a la Orden Artyodactila (46 especies) que aloja a los camélidos sudamericanos, ciervos, venados, ballenas, delfines, cachalotes, entre otras especies.

 

Y como ven, México nos pisa los talones. No obstante, en este caso, no se percibe que estemos en una lucha eterna, como la que existe entre Colombia y Perú (y Brasil) por el número de especies de aves. Las cifras en cuanto al número de especies de mamíferos no varían tanto como en el caso de los plumíferos. Recordemos que hace pocos meses, el Perú pasó al primer puesto en cuanto al número de especies en aves, tal como quedó evidenciado en el último número del Boletín de la Unión de Ornitólogos del Perú (UNOP). Sin embargo, los colombianos y los brasileros no se deben haber quedado con los brazos cruzados y ya contraatacarán, si no es que ya lo han hecho.

 

Estos “movimientos”, más recurrentes en las cifras de aves, se deben, entiendo yo, a que las aves son más “generalistas” y “pioneras” para ocupar hábitats y acceder a fuentes de alimento. Las aves colonizan rápidamente “nuevos” territorios (transfronterizos) que se generan tras eventos de, por ejemplo, deforestación, incendios forestales u otros. Podemos decir que “viajan” con el avance de, en el caso de la Amazonía, la pérdida de cobertura forestal. Así, “lamentablemente”, nuestra lista ornitológica habría aumentado mínimo en diez especies, debido a que estas habrían “entrado” desde Bolivia, Brasil y Ecuador para conquistar el Perú y ocupar sábanas en nuestra Amazonía y el bosque tropical estacionalmente seco que aún conservamos en el noroeste del país.

 

Por otro lado, la introducción de especies exóticas, producto del comercio ilegal, ha sumado también a que tengamos más especies de aves. Los mamíferos, al contrario, son, en general, más “conservadores” en estos aspectos y requerirían más seguridad alimentaria y hábitats más extensos y específicos para adaptarse a nuevos entornos. Y si bien también son víctimas del comercio ilegal, a través de esta actividad delictiva no habría un aumento significativo en las cifras debido a ello. Ahora, un punto que suma a que en general, en todos los taxones, tengamos más o menos especies, es el que en las últimas décadas se realiza un mayor número de estudios moleculares y genéticos que sugieren cambios en la taxonomía de casi todas las familias biológicas.

 

Es decir, mediante el análisis de ADN de diversas especies o subespecies, se puede determinar, por ejemplo, que una subespecie X de la especie Y es ahora una nueva especie, con lo cual, aumentaría en uno el número de especies. Pero también puede pasar que una especie X y otra especie Y del género Z son en realidad una misma especie, con lo cual, se reduce la lista en una especie. De esta forma, permanentemente ―y últimamente con más frecuencia―, existen aumentos o reducciones en las listas de especies biológicas.

 

Sumas y restas mastozoológicas

 

Un ejemplo, claro de esto es lo que sucedió hace unos meses con el pudú en el Perú. Resulta que, hasta inicios del año 2024, se pensaba que existían en Sudamérica solo dos especies de estos ciervos enanos: el pudú o sachacabra (Pudu mephistophiles) que habita en el norte del Perú, así como en Ecuador y Colombia; y el pudú del sur (Pudu puda), presente en el sur de Chile y Argentina. No obstante, estudios taxonómicos y genéticos recientes demostraron que en realidad existen en el Perú dos especies de pudú. La primera es una endémica, el Pudella carllae que habita exclusivamente en el sur de la quebrada de Huancabamba, en Piura; y la segunda es el ya mencionado Pudu (Pudella) mephistophiles. Ambas especies forman ahora un nuevo género, el Pudella. El pudú de Chile y Argentina queda como única especie del género Pudu.

 

Con ello, el Perú tendría una nueva especie de mamífero y un nuevo integrante de la Familia Cervidae (Orden Artiodactyla). De ocho especies ahora tendríamos nueve. Como esto ha sido en el año 2024, en lo reportado por Pacheco et al. (2021) en el artículo arriba mencionado, no figura este caso. Recodemos que en esta familia zoológica están incluidos el ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus), la taruca (Hippocamelus antisensis), el venado de cola blanca (Odocoileus peruvianus), entre otros.

Extracto tomado del artículo incluido en 
el texto sobre el género Lontra en 
Mesoamérica. 

 

Un caso similar es el de la nutria (Lontra longicaudis), especie que forma parte de los ocho representantes de la Familia Mustelidae (Orden Carnivora) que habitan en el Perú. Dicha especie tiene tres subespecies reconocidas: Lontra longicaudis annectens (México, América Central y el Noroeste de los Andes -incluido al Perú-), Lontra l. enudris (cuencas del Orinoco y del Amazonas -incluido al Perú-) y Lontra l. longicaudis (cuenca del Paraná y costas orientales de Brasil -no incluye al Perú-). Según estudios recientes[1], la subespecie Lontra l. annectens debería ser reconocida como una especie diferenciada (nueva) de las otras dos subespecies cisandinas (enudris y longicaudis) y debería ser reconocida como Lontra annectens.

 

En este caso, los resultados de los análisis genéticos arrojan que existe una fuerte diferenciación entre las poblaciones trasandinas de este género (México, Perú y Colombia) y las cisandinas que incluyen a las dos otras especies del género Lontra presentes en América del Sur: L. felina (Perú y Chile) y L. provocax (Chile y Argentina), por lo que se sugiere “separar” la subespecie Lontra longicaudis annectens; y como se menciona líneas arriba, hacer que pase a ser una nueva especie.

 

Si esto se da, Perú tendría una especie más en esta familia, ya que a la fecha en nuestro país tenemos solo registrada la presencia de: L. felina y L. longicaudis. No obstante, se debe ahondar en el estudio de su distribución geográfica, para definir con más precisión el rango de distribución de esta posible nueva especie de nutria y saber con claridad si nos “toca” tener esta especie en nuestra lista de mamíferos. 

 

También se da el hecho de que existen muchas especies biológicas “hipotéticas” que no han sido descritas científicamente y que, hasta que no sean “anunciadas oficialmente” a la sociedad mediante un artículo científico, no cuentan en estos listados. Y dado que en las últimas décadas ha aumentado la producción de estos artículos, existen nuevas especies en los listados biológicos que alimentan nuestras cifras como país.   

 

Una nueva especie (no para nosotros)

 

En el Orden Rodentia, el Perú tiene 192 especies; y en la familia Ctenomyidae, tenemos a tres representantes. Estos son: Ctenomys leucodon, C. opimus y C. peruanus. Estos mamíferos son llamados localmente como tucu-tucu. Estos roedores son poco conocidos y no existe mucha información sobre ellos; y habitan principalmente en el Altiplano, entre los 2000 y 5000 metros de altitud. El tercero de ellos, el C. peruanus, es una especie endémica del Perú, es decir, solo se encuentra en nuestro país, en el departamento de Puno.

 

Estos mamíferos que se asemejan a cuyes gigantes viven exclusivamente en América del Sur y tienen hábitos casi exclusivamente subterráneos. Existen más de 60 especies vivientes agrupadas en un solo género Ctenomys. Argentina es el país que agrupa a más representantes del género. Están perfectamente adaptados a su entorno, por lo que tienen cola corta, ojos y orejas pequeños y fuertes y grandes incisivos.

Fuente: Conicet Mendoza.

 

Hace unos pocos días se anunció que, en el departamento de Tunuyán, en la provincia de Mendoza, en Argentina, se descubrió a un nuevo integrante de esta familia de roedores, el Ctenomys uco, en alusión al Valle de Uco en la región central del país gaucho. Esta especie, que es nueva para la ciencia, es endémica de esa porción territorial argentina. Como vemos, las cifras en estos temas no son únicas y absolutas. Esta vez no nos tocó a nosotros. Para la siguiente será. Asimismo, para la siguiente entrega me veré obligado a escribir algunas pinceladas sobre las diversas especies de mamíferos que habitan en el Perú.

 

 

Octubre 2024

 

 



[1] Genome-wide data support recognition of an additional species of Neotropical river otter (Mammalia, Mustelidae, Lutrinae). Journal of Mammalogy, 2024, XX, 1–9.

martes, 1 de octubre de 2024

ORCHIDS: FROM ENGLAND TO OXAPAMPA

 

 

 


Revisando unas lecturas pendientes, me topé con una que me llamó la atención por varias razones. La primera es que del 7 al 11 de octubre de 2024 se realizará el III Congreso Peruano de Orquideología, en Oxapampa, Pasco, Perú. La segunda razón es que, mientras revisaba los últimos dos informes de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES en inglés: Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services), se menciona, entre otros, que las orquídeas conforman uno de los grupos botánicos más amenazados del planeta por la casi irreversible pérdida de la diversidad biológica. La tercera razón es que hace unos días fui testigo de una conversación, en la cual, uno de los participantes afirmaba con una certeza implacable que las orquídeas solo habitan en el Perú porque son especies “exóticas”; y lo peor de todo, porque son “bonitas y únicas y nos representan como país”. Esta última afirmación me dejó al borde de un derrame cerebral.  

 

Pero ¿cuál es esa bendita noticia que me llamó la atención? Esta es: un dentista inglés, aficionado a la botánica, registró en Gran Bretaña una orquídea muy rara de ver en estado silvestre. Desde hace más de quince años, no se tenía registros de esta especie. Lo interesante es que nadie sabe a ciencia cierta dónde crece y cómo es que sobrevive en espacios bastante reducidos y amenazados.    

 

Estamos hablando de la orquídea fantasma (Epipogium aphyllum), una especie que está presente en casi toda Europa y que habita en densos y oscuros bosques. Según la Sociedad Botánica Inglesa e Irlandesa de Orquídeas, no más de cinco personas han podido ver en el Reino Unido a esta orquídea en estado silvestre, por lo que muchos la consideran como la “joya de la corona”.

 

Adicionalmente, lo llamativo es que desde el año 2009 era considerada como desaparecida en todo el Reino Unido, hasta hace unas pocas semanas, que el médico dentista Richard Bale la pudo encontrar, tal como lo informó el diario británico The Guardian.


Poder ver a la mencionada orquídea es sumamente complicado. A ello se suma que, una vez que sale a la superficie, sobrevive solo horas o días porque su presencia atrae a una serie de animales que se la comen, desde caracoles hasta venados. Por eso, se debe tener suerte y saber sobre la biología de esta planta para tener la dicha de apreciarla.

 

Tras este feliz hallazgo, los científicos ingleses se ven en la necesidad de proteger a esta especie, tanto de sus depredadores naturales, así como de los recolectores ilegales de dos patas que andan tras estos especímenes. Además, se le debe tratar con mucha delicadeza, dado que las partes de la planta que permanecen bajo tierra son muy frágiles y sensibles a la perturbación humana. Por todo ello, el lugar del hallazgo se ha mantenido en secreto. 

 

El nombre de la orquídea se debe a su color pálido y marfil; y sobre todo a que vive y florece en oscuros, cerrados y fantasmagóricos bosques europeos. Además, estas plantas no tienen hojas y no producen clorofila, dado que no realizan fotosíntesis. Los nutrientes necesarios los obtienen del suelo, donde pasan gran parte de su vida. Solo cuando las condiciones climáticas son óptimas para la floración, estas particulares orquídeas “salen a la luz”.

 

El primer registro de esta orquídea data del año 1854; y como indican algunos especialistas, fue algo “tarde” para una especie nativa. Pero claro, en base a lo anteriormente nombrado, verla en estado silvestre es casi un milagro del Señor. En esos 170 años desde que fuera vista por primera vez, se pudo ver su floración solo pocas veces.

 

Lo resaltante es que la naturaleza nos demuestra una y otra vez que es más resiliente de lo que creemos. Al final, entre líneas, nos dice, creo yo, aún hay algo de esperanza para proteger lo que queda de nuestra diversidad biológica. Quiero ser optimista, aunque debo confesar que empiezo a perder la fe.

 

¿Y a qué viene todo esto?

 

Como ya ha sido documentado, el cambio climático no es el único problema “ecológico” del planeta. La pérdida ─ya casi imparable e irreversible─ de la diversidad biológica nos está pasando la factura. A nivel planetario, se habría ya perdido el 30% de la cobertura forestal, en comparación a los años anteriores a la Era Industrial. Según el IPBES (2019), ya hemos perdido, a partir del año 1870, más de la mitad de los corales vivos. Y no solo eso, se estima que el 40% de todas las especies de insectos podrían desaparecer de la Tierra; y que más de un millón de especies biológicas registran algún grado de amenaza.

 

A raíz de ese escenario apocalíptico, las Naciones Unidas crearon el mencionado IPBES, tomando como referencia el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), con el fin de revisar, ordenar y unificar la información científica que se tiene sobre este problema mundial. Justamente este conglomerado de científicos ha generado recientemente dos informes sobre la utilidad y necesidad de salvaguardar la diversidad biológica del planeta y sobre el valor y significado que tiene esta para nuestra vida cotidiana.

 

Producto de ello, el IPBES alerta sobre la urgencia de tomar acciones políticas inmediatas para frenar la pérdida de la diversidad biológica terrícola, la cual puede significar a la larga una amenaza a la supervivencia humana. Todos dependemos de los bienes y servicios que nos ofrecen la flora y fauna silvestre planetaria, de la diversidad genética de estos recursos y de los ecosistemas que los albergan. Solo por mencionar algunos ejemplos, tenemos a los bienes como madera, pesca, frutos, semillas, hongos, algas, caza; y servicios, como el uso recreacional que hacemos de nuestros ecosistemas, la regulación del clima, captación de agua y otros. Todos ellos son elementos indispensables para sostener la vida humana.

 

Los informes del IPBES estiman que un tercio de los recursos biológicos del planeta han sido agotados en los últimos 40 años. En especial, en los últimos 20 años, la demanda por estos ha aumentado de manera grotesca. Tal situación no pasa desapercibida, dado que de ello se estima que una gran cantidad de especies de orquídeas, cactus y palmeras podrían desaparecer del planeta en los siguientes años. A ello se suma el comercio ilegal de animales y plantas silvestres, actividad que ahonda la crisis de la diversidad biológica planetaria.

 

Debemos sumarle a esto, el hecho de que aún se tiene muchos vacíos de información para determinar con exactitud qué tan grave es el problema que afrontamos. Incluso existiría un alto número de especies vegetales que ni siquiera han sido descritas para la ciencia, lo que nos demuestra que tenemos una carencia relacionada a la investigación científica. Como leen, aún tenemos muchos pendientes.


¿Qué hacer?   


Los informes mencionados aconsejan que el aprovechamiento (sostenible) que se le debe dar a la diversidad biológica debe incluir políticas de inclusión y participación que aseguren que se tome en cuenta los contextos ecológicos y culturales, tanto en el plano internacional, como nacional y local. Se recomienda también que los costos y ganancias de todo el proceso productivo deben ser distribuidos de manera justa entre todas las partes de la cadena.


Los científicos a cargo del informe subrayan que es importante tomar en cuenta el rol de las comunidades nativas y campesinas, dado que estos grupos humanos pueden aportar conocimientos ancestrales sobre el manejo y aprovechamiento de los bienes y servicios que nos ofrece la diversidad biológica a nivel local, sobre todo en aspectos de recuperación, épocas de veda o restricciones para el uso de determinadas especies biológicas. 


En el segundo informe se hace énfasis en la relevancia de la naturaleza para el ser humano y subraya que la principal causa de la pérdida de la diversidad biológica es el afán de asegurar el crecimiento económico, para lo cual muchas decisiones políticas son hechas a medida de grandes intereses sin medir su impacto en la “ecología”. Estas políticas y decisiones no toman en cuenta el valor y el rol de la naturaleza y son hechas a medida para satisfacer intereses que tienen al dinero como único fin y para promover actividades, tales como un turismo masivo o una industria alimentaria abusiva con el planeta.

 

El segundo informe exige también que de una vez por todas se tome real conciencia de este problema y que se haga un “cambio de chip” urgente. Y ya para finalizar, ambos documentos del IPBES hacen un llamado urgente: ¡ya no hay tiempo para más informes, debemos actuar y tener un plan de acción claro! Las investigaciones científicas deben centrarse en prioridades y no solo dar buenos argumentos para actuar, sino determinar claramente qué demonios debemos hacer para no lamentarnos más adelante.


Esperemos (aunque yo ya no espero nada) que para la 16 COP del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) de las Naciones Unidas, a celebrarse, entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre de 2024 en Cali, Colombia, haya algo que rescatar. Estamos dejando un planeta destruido, contaminado, caliente y con cada vez más terrícolas a los que les vale madre lo que pase con la diversidad biológica, porque aún no sienten las consecuencias de su pérdida. ¡Espérense cabrones!, aunque ya este año estamos batiendo récords en temperaturas, vemos incendios forestales más frecuentes y prolongados, así como un rosario de efectos del calentamiento global del planeta.


Concolón

Pese a este escenario tremendista, como lo demuestra la orquídea protagonista de estas líneas, la naturaleza es más resiliente de lo que pensamos. Seguramente gran parte de la riqueza biológica del planeta sobrevivirá a los embistes del Homo sapiens. Claro, ustedes y yo no veremos cómo terminará esta historia, pero de hecho espero que termine bien. No quisiera tener que reencarnarme en algún ser vivo y en este planeta herido o en algún otro planeta que la humanidad haya conquistado y esté en camino de la destrucción, para ver con mis propios ojos que de nada sirvió lo que acá comento.

 

Y con respecto a las orquídeas, estas plantas están presentes en todo el planeta, excepto en zonas desérticas y en los polos. Lógicamente, en las zonas tropicales es donde más especies existen, debido a las condiciones climáticas y a la variedad de ecosistemas existentes. Espero que las dos personas a las que escuché debatir sobre las orquídeas en el Perú y que seguramente seguirán pensando en que estas especies son como el ceviche y la Inca Kola, lean estas líneas.

 

No solo en el Perú existen orquídeas. Tengan en cuenta eso. Lo que sí es exclusivo del país es el Plan Nacional de Conservación de las Orquídeas Amenazadas del Perú, un documento de gestión clave para salvaguardar a este fascinante, diverso, multicolor, enigmático grupo de especies vegetales de gran valor. Esperamos que, en el congreso venidero sobre este grupo botánico, y en concordancia con lo que nos dicen los informes del IPBES, no se nos escape esta oportunidad para aterrizar en acciones concretas que contribuyan a cumplir con el plan.


Setiembre 2024

martes, 30 de julio de 2024

SUS PRIMEROS DIEZ AÑITOS DEL SERFOR

 


Recuerdo con claridad cuando entré al Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR). El día exacto en el que esta aventura empezó fue el 24 de agosto de 2015. No pensé quedarme tanto tiempo, aunque en realidad, dudo si realmente pensé eso. Sea cierto o no, el tema es que estoy por cumplir nueve años en esta institución que he aprendido a querer y a la que, aún, voy día a día con ganas de aportar, pese, por supuesto, a algunos altibajos y situaciones que a veces me dejan un sinsabor. Pero como un amigo me dijo hace ya más de tres lustros, “si pierdes el entusiasmo, mejor deja de trabajar en lo que crees que te gusta”. Felizmente, ese entusiasmo no lo he perdido aún.

El pasado 26 de julio de 2024, el SERFOR cumplió diez años de vida institucional. Para la Autoridad Nacional Forestal y de Fauna Silvestre, una década es bastante y poco a la vez. Esa ambigüedad parece contradecirse con el hecho de que, si bien se ha avanzado en construir una normatividad contundente para regir el destino de nuestra flora y fauna silvestre, aún existen vacíos y contradicciones para su correcta aplicación, salen a flote demasiada verborrea y tramitología a las que debemos vencer y a veces nos invade una visión muy “controlista” de nuestro patrimonio natural. Pero estas breves líneas no intentan armar una discusión bizantina sobre el accionar de esta institución. No, por ahora no. Quiero, tan solo, detenerme unos minutos y celebrar el aporte del gran equipo humano que en ella labora.

Creo que fue en abril del 2018 que fuimos a la Reserva 
Paisajística Noy Yauyos Cochas a liberar a
este especímen de cóndor andino.
El chofer fue mi recordado amigo Héctor Cordero (QEPD).

Cuando entré al SERFOR, debo confesar, pensé dos cosas: voy a toparme con mucha gente “antigua” que seguramente viene desde el ex Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA) —institución que hasta ahora forma parte del léxico y recuerdo de muchas personas— y de la extinta Dirección General Forestal y de Fauna Silvestre; y seguro me ahogaré en la burocracia de la que tantas veces reniego y que genera anticuerpos en casi todas y todos los peruanos.

 


Efectivamente, encontré servidores añejos, pero, para sorpresa mía, encontré también bastante “juventud”. Es decir, conocí a muchas y muchos colaboradores jóvenes que impregnaban (y lo siguen haciendo, pese cierto cansancio innegable y a los CAS permanentes —ustedes saben a qué me refiero—) vitalidad, empuje y (asumo) el ya nombrado entusiasmo. Por supuesto también enriquecen a la institución con conocimientos y experiencias previas. Su presencia, en conjunción con las “viejas glorias”, parece ser una buena jugada para pasar a ser la combinación perfecta, la misma que está destinada a sacarle lustre a una institución “nueva” que fue ensamblada y compuesta por partes de instituciones extintas. Si bien, personalmente, creo que ese ensamblaje pecó de mucha “consulta social” y de decisiones políticas discutibles, fue así como, en resumen, nació mi querido SERFOR.

Con la gente brava de Comunicaciones (Lima y ATFFS),
julio 2024. 

 

Laborar en el SERFOR es para mí una gran satisfacción porque, como muchos saben, estoy “en mi salsa”, en esa misma en la que estoy ya más de 20 años o más. Una de las cosas que me gusta es que cada día conozco a más personas comprometidas hasta el tuétano con la causa, pese a diversas carencias presupuestales y al accionar, a veces, kafkiano del aparato estatal. Esa causa que parecería simple, si la plasmo acá como: gestionar inteligentemente (para no decir, como siempre, de manera sostenible) lo que nos queda de patrimonio forestal y de fauna silvestre es bastante compleja de realizar en un país como el nuestro. Debemos evitar las posiciones y miradas muy “parquistas”, “conservacionistas a ultranza”, “animalistas” y aquellas que solo se refieren a la “cosmovisión” de unos como la panacea y la única manera de salvar al planeta.

 

Una de las cosas que me parecen fabulosas del SERFOR es la presencia de especialistas de diversas profesiones, con los que me topo, bromeo y me agarro casi a golpes en discusiones de alto nivel intelectual. Si bien cada uno puede hablar su propio idioma, al final todos caen por un embudo hacia un mismo fin. De esta forma, en las incontables reuniones, en las que he participado y participo, afloran diversas posturas ideológicas (inevitables), argumentos técnicos válidos, experiencia profesional acumulada y una carga subjetiva a veces ya muy evidente. Todo ello en su conjunto enriquece una reunión, pero también puede llevarnos a la nada o a una dilatación cuestionable para la toma de decisiones. No obstante, esa diversidad de opiniones enriquece nuestro accionar y parezca o no, es necesario y útil si se regula. Al final, el balance es positivo.

El camino así es. Lo dije durante la XXI Reunión de la
Comisión Técnico - Administradora del Convenio para
la conservación y manejo de la vicuña, en mayo de 2024.
 

Lo que sí me queda claro y debería ser algo evidente en cada uno de los que estamos en el SERFOR, es el hecho de que, reneguemos o no, somos funcionarios públicos. Es decir, trabajamos para el colectivo nacional. Servimos al país por si a alguien se le olvido. Y es que ¡alguien debe hacerlo! Y bajo esa premisa, me toca a mí y por eso estoy en el SERFOR. No me arrepiento en lo más mínimo ser un funcionario del Estado y recibir golpes de la ciudadanía que nos tilda de “lentos”, “inoperantes”, “corruptos”, “insensibles con los animalitos” y de varias cosas más.

 

Así, otra de las cosas que me gusta y me retiene en el SERFOR, es la extensa paleta de tópicos que veo y atiendo; claro, pese a los temas administrativos y programáticos de los que no puedo escapar. Estas dos últimas tareas pueden ser tediosas, sobre todo porque no son mi especialidad, pero las considero fundamentales e ineludibles. Sin ellas no somos nada. Va mi saludo para todas y todos mis amigos de las oficinas generales de administración y de planeamiento y presupuesto. Me hacen renegar a veces, pero valoro y reconozco sinceramente su trabajo.

 

Con las vicuñeras. Abril 2024.
Un día puede empezar, para mí, viendo asuntos de prensa, para luego revisar textos sobre aprovechamiento de thola y de vicuña en Puno, para ir corriendo a moderar un evento sobre los avances y retos en la gestión del género Cinchona (quina); y luego continuar con la revisión de los “copys” que acompañan a las publicaciones que hacemos en las redes sociales. En el interín, revisé dos notas de prensa, sobre lo que hace el SERFOR en Cusco y en Piura, edité una hoja de créditos de una publicación sobre árboles nativos del departamento de Arequipa y revisé otra publicación sobre la instalación de viveros forestales en Cajamarca.

 

En la tarde, me debo avocar a revisar y mandar mis aportes en torno a la propuesta del Plan de Continuidad Operativa (para afrontar los eventos que pongan en riesgo la continuidad de las operaciones de la entidad y del cual no tenía ni idea que existía), revisar una cartilla para la identificación anatómica de la madera de las especies de los géneros Dipteryx (shihuahuaco) y Handroanthus (tahuarí) en el Perú y la Guía de identificación y cuidados iniciales de animales silvestres decomisados o hallados en abandono, validar un informe sobre la participación de la Oficina de Comunicaciones en un proyecto que financió la Organización Internacional de las Maderas Tropicales (OIMT o ITTO por sus siglas en ingles) para la “Prevención y Respuesta a Incendios Forestales en Bosques Tropicales y Plantaciones Forestales en Perú”, preparar mi ppt para un taller con los comunicadores del SERFOR, para acabar el día atormentado por revisar más documentos, entre ellos, varias propuestas para las redes sociales. Y así es todos los días, felizmente.

 

No voy a entrar en frases como “Feliz aniversario familia SERFOR”, “Vamos por más”, “Vamos con todo”, “Orgullosos de nuestro país”, “Diez años y qué sean muchos más” y cosas por el estilo. No. No hemos ganado nada aún. Nos quedan muchas responsabilidades por delante. Es cierto, merecemos celebrar. Celebremos, pero no perdamos de vista el importante rol que cumplimos cada uno de los aburridos y burocráticos funcionarios del SERFOR. No perdamos las ganas de seguir aportando beneficios al país; y no dejemos de tener entusiasmos por lo que hacemos. Si no lo tienes, empezamos mal esta siguiente década.

 

Julio 2024

¡PERÚ, PAÍS DE RATAS!

  Rata negra ( Rattus rattus ), Foto: Heidi Snell. CDF. Como se mencionó en una entrega anterior , “mastozoológicamente” hablando, somos un ...