viernes, 25 de agosto de 2023

¡HASTA SIEMPRE QUERIDO PEDRO!

 

Hoy, viernes 25 de agosto de 2023, se nos fue una gran persona, un maestro, un capo del manejo de la fauna silvestre que sin tapujos sustentaba que sí es posible gestionar la fauna silvestre desde un enfoque de uso regulado. Pedro Vásquez Ruesta nos dejó y con él se va una figura que, para los que estamos metidos en las marismas de la conservación de la flora y fauna silvestre, manejaba un discurso valiente, consecuente y, sobre todo, apasionado. El suyo era un apasionamiento que nacía del conocimiento y de la sabiduría, no de la pose ni de la fanfarronería, como la de muchos que ahora pregonan haber sido tocados por una sabiduría de dudoso proceder.  


Sin duda lo conocía. No recuerdo bien de dónde. De algunas charlas a las que fui, por referencias, por alguna razón que ahora no recuerdo, sabía de Pedro y de su quehacer. Cuando me tocó llevar el curso de “Manejo y Gestión de Áreas Naturales Protegidas  (ANP)” en la maestría que llevaba en la PUCP, debo reconocer que al principio sus ppt me parecían inacabables y densos, pero luego, tras entrar de lleno a los temas de gestión de fauna silvestre en las ANP, una puerta a otra dimensión me permitió entrar a ese mundo fascinante de estos espacios que tanto apreciamos los que estamos en este negocio de la conservación y que han demostrado que sí son efectivos para preservar lo que nos queda del patrimonio forestal y de fauna silvestre.


Una muestra de lo tanto que me impregnó el curso de Pedro es la seguidilla de artículos que escribí sobre las ANP en este blog y la asesoría que recibí de él para cristalizar el tema de mi tesis, la cual, al principio, como él me dijo, no debe solucionar todo el problema. Debe dejar algo para que los demás continúen con eso. Lo importante era (y es), según Pedro, marcar un camino, una pauta para poner el tema en agenda y asegurar que otros sigan por esa ruta. Ya luego, se convirtió en el asesor (oficial) de mi tesis. 


Recuerdo que en sus clases casi no tomaba notas, a diferencia de mis afanosos compañeritos, primero, porque sentía que estaba repasando algunos temas que ya sabía; segundo, porque estaba absorto escuchando lo que nos narraba Pedro; y tercero, porque casi nunca tomo notas (para eso están las compañeritas del salón). Los ppt de pedro eran gigantescos, pero al final los repasábamos de tal manera que las horas de clase se iban volando.  


Una vez se me ocurrió sentarme en primera fila. Y en medio de la clase, el sueño me venció y me metí un par de cabeceadas. Se me apagó el televisor de manera escandalosa y pese a que, asumo, reaccioné rápido e intenté en pocos nanosegundos regresar a un estado de atención hipnótico, estoy seguro de que Pedro se dio cuenta. No obstante, sé que Pedrito debe haber pasado por alto aquel acto de atrevido agotamiento que me hizo sentir que le había fallado.  


Me asombraba de Pedro el pundonor y la pasión con la que describía los temas que nos narraba en clase y cómo contaba sus anécdotas, con una naturalidad y pasión desenfrenada por lo que hacía. De él aprendí bastante. Y, sobre todo, entendí que no es necesario irse a los extremos para marcar una línea que permita aprovechar nuestra fauna silvestre para asegurar su conservación.


Después de haber llevado el curso, mi tema de tesis decantó en el Santuario Histórico Bosque de Pómac, gracias al invaluable apoyo que me dio Pedro para moldear un aparatoso bodoque de ideas con las que empecé a proyectar mi tesis. Ya una vez que Pedro me ayudó a pulir y moldear el Frankenstein que tenía en mi cerebro, iniciamos una serie de reuniones en su bunker del Centro de Datos para la Conservación en el campus de la Universidad Nacional Agraria La Molina. 

Sustentación en noviembre de 
2008.


Me citó unas cinco o seis veces casi de madrugada para discutir los avances y meterme presión para que avance. Recuerdo que llegaba casi al alba a su despacho y siempre me recibía con café y con la mejor actitud. Al final conversábamos del tiempo total de mi visita, 10% sobre mi tesis y 90% sobre diversos temas relacionados al manejo de la fauna silvestre. Los casos como los de la vicuña, las aves guaneras, el Coto de Caza El Angolo, el manejo de taricayas y decenas de tópicos similares predominaban en nuestras conversas.


Lo único que me preocupa —y que ahora debo confesar— es que Pedro me dio un libro para leer (no recuerdo el título) para que tome algunas ideas de ese manuscrito. Por alguna razón que no logro entender, no leí el libro y pospuse su lectura. En la última sesión de asesoría, se lo devolví y si bien no me hizo preguntas sobre el libro, sentí que sabía que no lo había leído; o tal vez no se dio cuenta. Sea como sea, siento que en ese aspecto le fallé. 

 

Las veces que estuve en el CDC con él para que me “asesore” salía casi a las 10 u 11 de la mañana y sentía que le estaba quitando el tiempo para que prepare sus clases o haga su trabajo. No obstante, Pedro nunca me hizo sentir eso. Es por eso por lo que valoro mucho el tiempo que le dedico a mi tesis y a mí, para aprehender kilos de conocimientos que valoraré por siempre.

 

A pocos días de sustentar mi tesis me dijo: “confía en tu instinto”. Me sentí casi como un aspirante a Jedi. Pedro me dijo también, “ya sabes más que todos sobre tu tema. Yo te voy a poner la pelota para que metas un par de golasos. Ya hemos repasado y discutido suficiente. Ahora tú eres el master, yo solo te asisto”.

 

Pedro Vásquez, yo, Martha Rodríguez y 
Ana Sabogal, mi jurado en la sustentación
de mi tesis.
 
El día de mi sustentación, pese a que me avisaron cuatro días antes de sustentar, me sentía bastante confiado, debido a lo que me había comentado Pedro, lo cual me dio calma y valentía. Y efectivamente, al momento de sustentar saqué mi espada láser dispuesto a luchar con todo para sacar mi maestría a flote. Y así fue, por eso estoy eternamente agradecido.


Ya después de estos sucesos, me he encontrado con Pedro varias veces. En ProNaturaleza lo vi muchas veces y siempre conversábamos sobre los temas que nos unen: el manejo de la fauna silvestre. Luego, me lo crucé cuando trabajé en el Ministerio del Ambiente y recientemente en el SERFOR, donde sigo trabajando.

 


La última discusión o una de las últimas se centró en por qué no debemos hablar de “tráfico de fauna silvestre”, sino de “comercio ilegal de fauna silvestre”. Al final siempre nos dábamos un abrazo y sentía que abrazaba a un amigo. No hemos sido íntimos ni muy cercanos, pero tú te das cuenta cuando una persona te aprecia y sabes cuando tú lo aprecias y le guardas afecto. Eso me pasaba con Pedro. Mi asesor se fue y me dejó una lección de vida que no olvido. Me hizo abrir mi mente hacía una percepción de lo que podemos hacer con nuestra flora y fauna silvestre bajo parámetros de sostenibilidad, inteligencia y sobre todo con pasión.


Su mirada siempre sonriente, sarcástica y su tono de voz paternal y amigable me hacen regodearme de orgullo de haber sido uno de sus asesorados. Pedro, si bien siento que te fallé dos veces: me quedé dormido en tu clase y no leí el libro que me recomendaste para mi tesis, espero que hayas podido pasar por alto esos actos de este simple mortal. Descansa en paz querido Pedro. Te vamos a extrañar.

 

 
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