En días previos a definir el futuro político del país para los siguientes 5 años (¿o más?), retomo la escritura para desahogar mi desazón sobre lo que nos espera como peruanos. Personalmente, estoy convencido de dos cosas; la primera es que me parece acertado captar y analizar la mayor cantidad de información para tomar la mejor decisión, en este caso, electoral. Aunque, esto siempre suele ser relativo, pues no nos caracterizamos por ser un pueblo memorioso, sino más bien somos una tribu a la que no gusta vivir el momento y muchas veces olvidamos el pasado con sus valiosas lecciones. Además pienso que como país no nos caracterizamos por tener una planificación acertada de nuestro futuro. Considero que solo pensamos a corto plazo.
Dicha situación la vemos en diversos aspectos. En mi caso, la percibo en temas ambientales donde la desincronización intergubernamental y el “cortoplacismo” es evidente. En temas de políticas energéticas, mineras, ambientales y hasta sociales, cada ministerio planifica según su visión sesgada de desarrollo, de conveniencia política y tal vez en base a una alguna “coimisión” interesante. No tenemos una visión a futuro en un nivel macro y bien organizada. Si bien diversos ejemplos nos muestran que antes de hablar de desarrollo hay que hablar de “sobrevivencia” (parar la olla), aún no logramos cuajar como sociedad apuntando a un mismo fin.
Me da la impresión que avanzamos de manera discontinua y desigual preocupados por intereses personales (entendibles, claro está) pero no sumando una cuota de solidaridad y dignidad. Es muy loable y esperanzador resaltar y valorar ejemplos de gente que sale adelante en el país. Casos abundan (felizmente), pero me parece que nos falta profundizar más en el tema colectivo. Sin embargo, podemos tomar esos excelentes casos para rescatar el empuje, ahínco y ganas de salir adelante para buscar un mejor futuro. Si no es ahora, ¿cuándo?
Personalmente, veo un futuro no muy alentador (claro, siempre desde mi óptica relacionada al tema ambiental) para el país si no ponemos un ojo inquisidor a lo que ambas opciones representen y hagan por el país. El entusiasmo mostrado por los opositores a una u otra opción política no debe desaparecer. Toda esa fuerza mediática, de convocatoria —apoyada y facilitada por las redes sociales— debe cristalizarse en acciones concretas. Debemos buscar fortalecer a nuestros partidos políticos (los que hay o los que quedan), exigir mejor información y ser lo más objetivos posible, evitar cualquier acto corrupto en nuestros lugares de trabajo, estudio o donde sea (y si hay, denunciarlo), fortalecer nuestra educación (dar el ejemplo, eso es importante) para crecer como país.
Me resulta a veces controversial conversar con mis amistades sobre temas políticos porque en algunos casos terminamos en discusiones algo incómodas porque no hay manera de ponernos de acuerdo. En otros casos encuentro una excelente caja de resonancia que me permite confrontar ideas muy interesantes y conocer planteamientos que escapan a mi visión (sesgada para muchos, sin duda) de la realidad. Empero, dichas nuevas (para mí) maneras de interpretar la realidad me ayudan bastante a seguir agregando nuevos ingredientes a la pócima que se cocina en mi mente para tomar una decisión final para esta segunda vuelta (aunque ya está descartado que vote por Keiko Fujimori).
La segunda “cosa” es que, sea cual sea la opción que salga elegida este 5 de junio (fecha en la que otra vez seré un ciudadano ejemplar ejerciendo —estoico— mi función de miembro de mesa) debemos estar atentos a lo que se nos viene. No debemos perder de vista los valores fundamentales que hacen que nos desarrollemos como seres humanos: la libertad en todos sus aspectos y la valentía para salir adelante venciendo cualquier miedo. No podemos abandonar a su suerte a este gran país llamado Perú. ¡Ni hablar!
No me considero un animal político, ni un apolítico. No obstante, sí me interesa cada vez más afrontar estos temas desde un rol más protagónico, la cuestión es ¿cómo? En fin, ya habrá oportunidad de tocar ese tema.
En la primera vuelta de estas elecciones presidenciales vi en mi mesa de votación a varios ciudadanos (más del 50%, según el padrón electoral, habían nacido en 1980 y en años posteriores) que iban a votar como si se tratase de una obligación estúpida, sosa, graciosa (en el sentido, ¡qué cojudez esto de votar!) y nada seria. Claro, mientras a estas y a estos angelitos no les afecte en nada lo que sucede en el país, no hay por qué estresarse por estas actividades de las masas, de la prole y de los “otros” que están definiendo nuestro futuro político.
Personalmente me preocupan, entre otros, varios temas que, en mi opinión, podrían ayudarnos a fortalecer nuestro desarrollo socioeconómico. Tenemos que tener mejores autoridades que puedan liderar una mejor ejecución del gasto presupuestal. En muchos lugares des país con índices críticos de pobreza, no creo que el problema sea la falta de recursos económicos, sino más bien la incapacidad de las autoridades de “gastar bien el billete” optando por una planificación a largo plazo que incorpore las necesidades reales y básicas de la población (educación, salud, infraestructura, medio ambiente) para poder sentar las bases para un desarrollo justo y equitativo que no demore más, pues ¿cuánto más debemos esperar?
Para tal fin, debemos tener mejores cuadros técnicos. ¿Por qué no puede un buen profesional limeño o de donde sea asumir la Presidencia Regional de Tumbes o de Huancavelica? ¿Por qué seguimos siendo tan regionalistas y centralistas a la vez? Está comprobado que muchas autoridades locales, claro nacidos en la zona o “mudados” a esos lugares, son unos ineficientes que no saben gerenciar. Para nombrar algunos ejemplos tenemos el del ex Presidente Regional de Puno, Hernán Fuentes o aquellos alcaldes que construyen estadios, plazas de armas rimbombantes, piscinas o se dedican a realizar medidas populistas en distritos o provincias que reciben recursos financieros del canon minero, petrolero o del Estado y que tienen otras necesidades más apremiantes.
Así por ejemplo, sabemos que todos los años tenemos climas fríos agresivos principalmente en la sierra sur (Puno, Huancavelica, Ayacucho, Abancay) y que decenas de niños mueren. Además, intuimos que cada año la situación va a ser más crítica por los cambios climáticos, entonces, por qué todos los años hacemos colectas (que a veces sirven más para deshacerse de cosas viejas) en vez de, una vez por todas, buscar mejorar la infraestructura en esas zonas olvidadas del país. Necesitamos soluciones a largo plazo.
Por eso, todo el entusiasmo debe pasar a la realidad. Salgamos de Lima a hacer patria. Salgamos de la red para construir, educar y meter el hombro, en especial en estos años venideros donde el futuro pinta incierto.
En realidad quería escribir una breve reseña sobre el estado actual de los bosques en el planeta, pero empecé con el tema político y no pude parar. Eso es.
Quiero dedicar este texto con mucho cariño y reconocimiento a Nadia Calderón por sus múltiples y certeros comentarios que exigen a mi entumecido cerebro (aún falta, lo acepto) internalizar nuevas maneras de entender y afrontar nuestra realidad para bien.
Dicha situación la vemos en diversos aspectos. En mi caso, la percibo en temas ambientales donde la desincronización intergubernamental y el “cortoplacismo” es evidente. En temas de políticas energéticas, mineras, ambientales y hasta sociales, cada ministerio planifica según su visión sesgada de desarrollo, de conveniencia política y tal vez en base a una alguna “coimisión” interesante. No tenemos una visión a futuro en un nivel macro y bien organizada. Si bien diversos ejemplos nos muestran que antes de hablar de desarrollo hay que hablar de “sobrevivencia” (parar la olla), aún no logramos cuajar como sociedad apuntando a un mismo fin.
Me da la impresión que avanzamos de manera discontinua y desigual preocupados por intereses personales (entendibles, claro está) pero no sumando una cuota de solidaridad y dignidad. Es muy loable y esperanzador resaltar y valorar ejemplos de gente que sale adelante en el país. Casos abundan (felizmente), pero me parece que nos falta profundizar más en el tema colectivo. Sin embargo, podemos tomar esos excelentes casos para rescatar el empuje, ahínco y ganas de salir adelante para buscar un mejor futuro. Si no es ahora, ¿cuándo?
Personalmente, veo un futuro no muy alentador (claro, siempre desde mi óptica relacionada al tema ambiental) para el país si no ponemos un ojo inquisidor a lo que ambas opciones representen y hagan por el país. El entusiasmo mostrado por los opositores a una u otra opción política no debe desaparecer. Toda esa fuerza mediática, de convocatoria —apoyada y facilitada por las redes sociales— debe cristalizarse en acciones concretas. Debemos buscar fortalecer a nuestros partidos políticos (los que hay o los que quedan), exigir mejor información y ser lo más objetivos posible, evitar cualquier acto corrupto en nuestros lugares de trabajo, estudio o donde sea (y si hay, denunciarlo), fortalecer nuestra educación (dar el ejemplo, eso es importante) para crecer como país.
Me resulta a veces controversial conversar con mis amistades sobre temas políticos porque en algunos casos terminamos en discusiones algo incómodas porque no hay manera de ponernos de acuerdo. En otros casos encuentro una excelente caja de resonancia que me permite confrontar ideas muy interesantes y conocer planteamientos que escapan a mi visión (sesgada para muchos, sin duda) de la realidad. Empero, dichas nuevas (para mí) maneras de interpretar la realidad me ayudan bastante a seguir agregando nuevos ingredientes a la pócima que se cocina en mi mente para tomar una decisión final para esta segunda vuelta (aunque ya está descartado que vote por Keiko Fujimori).
La segunda “cosa” es que, sea cual sea la opción que salga elegida este 5 de junio (fecha en la que otra vez seré un ciudadano ejemplar ejerciendo —estoico— mi función de miembro de mesa) debemos estar atentos a lo que se nos viene. No debemos perder de vista los valores fundamentales que hacen que nos desarrollemos como seres humanos: la libertad en todos sus aspectos y la valentía para salir adelante venciendo cualquier miedo. No podemos abandonar a su suerte a este gran país llamado Perú. ¡Ni hablar!
No me considero un animal político, ni un apolítico. No obstante, sí me interesa cada vez más afrontar estos temas desde un rol más protagónico, la cuestión es ¿cómo? En fin, ya habrá oportunidad de tocar ese tema.
En la primera vuelta de estas elecciones presidenciales vi en mi mesa de votación a varios ciudadanos (más del 50%, según el padrón electoral, habían nacido en 1980 y en años posteriores) que iban a votar como si se tratase de una obligación estúpida, sosa, graciosa (en el sentido, ¡qué cojudez esto de votar!) y nada seria. Claro, mientras a estas y a estos angelitos no les afecte en nada lo que sucede en el país, no hay por qué estresarse por estas actividades de las masas, de la prole y de los “otros” que están definiendo nuestro futuro político.
Personalmente me preocupan, entre otros, varios temas que, en mi opinión, podrían ayudarnos a fortalecer nuestro desarrollo socioeconómico. Tenemos que tener mejores autoridades que puedan liderar una mejor ejecución del gasto presupuestal. En muchos lugares des país con índices críticos de pobreza, no creo que el problema sea la falta de recursos económicos, sino más bien la incapacidad de las autoridades de “gastar bien el billete” optando por una planificación a largo plazo que incorpore las necesidades reales y básicas de la población (educación, salud, infraestructura, medio ambiente) para poder sentar las bases para un desarrollo justo y equitativo que no demore más, pues ¿cuánto más debemos esperar?
Para tal fin, debemos tener mejores cuadros técnicos. ¿Por qué no puede un buen profesional limeño o de donde sea asumir la Presidencia Regional de Tumbes o de Huancavelica? ¿Por qué seguimos siendo tan regionalistas y centralistas a la vez? Está comprobado que muchas autoridades locales, claro nacidos en la zona o “mudados” a esos lugares, son unos ineficientes que no saben gerenciar. Para nombrar algunos ejemplos tenemos el del ex Presidente Regional de Puno, Hernán Fuentes o aquellos alcaldes que construyen estadios, plazas de armas rimbombantes, piscinas o se dedican a realizar medidas populistas en distritos o provincias que reciben recursos financieros del canon minero, petrolero o del Estado y que tienen otras necesidades más apremiantes.
Así por ejemplo, sabemos que todos los años tenemos climas fríos agresivos principalmente en la sierra sur (Puno, Huancavelica, Ayacucho, Abancay) y que decenas de niños mueren. Además, intuimos que cada año la situación va a ser más crítica por los cambios climáticos, entonces, por qué todos los años hacemos colectas (que a veces sirven más para deshacerse de cosas viejas) en vez de, una vez por todas, buscar mejorar la infraestructura en esas zonas olvidadas del país. Necesitamos soluciones a largo plazo.
Por eso, todo el entusiasmo debe pasar a la realidad. Salgamos de Lima a hacer patria. Salgamos de la red para construir, educar y meter el hombro, en especial en estos años venideros donde el futuro pinta incierto.
En realidad quería escribir una breve reseña sobre el estado actual de los bosques en el planeta, pero empecé con el tema político y no pude parar. Eso es.
Quiero dedicar este texto con mucho cariño y reconocimiento a Nadia Calderón por sus múltiples y certeros comentarios que exigen a mi entumecido cerebro (aún falta, lo acepto) internalizar nuevas maneras de entender y afrontar nuestra realidad para bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario