Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), 1253 aves están luchando contra su ¿inminente? extinción. Cada séptima especie de ave en el planeta “ve” cada vez más difícil su permanencia en la Tierra. A eso, es necesario agregar que la tendencia es ascendente, es decir, dicha cifra seguirá aumentando. Una de las aves más amenazadas del planeta es la avutarda india (Ardeotis nigriceps), una de las especies voladoras más pesadas del planeta (pesa casi 15 kilos y mide cerca de un metro). Se estima que su población —residente exclusivamente en India y Pakistán— no supera los 250 individuos.
Bajo estos criterios, la UICN incorporó a esta ave en su nueva Lista Roja de Especies Amenazadas en la categoría avifauna. Dicha lista fue presentada el pasado martes 31 de mayo en la ciudad de Gland en Suiza e incluye a otras especies como el turpial de Bahamas (Icterus northropi), un ave de plumaje amarillo y negro que vive en el Caribe y de las cual solo quedan no más de 180 ejemplares en estado silvestre. Ambas especies están en los primeros lugares de las especies al borde de la extinción. Si no se hace algo al respecto, pronto pasarán al recuerdo.
Las 1253 especies de aves catalogadas en los niveles más altos de amenaza; representan el 13% de todas las aves investigadas. Según la UICN, en el último año 13 nuevas especies han sido incorporadas a la lista. Sin embargo, si no se hubiese realizado diversas estrategias de conservación dirigidas a proteger los hábitats de muchas especies de aves, la lista sería mucho más larga. Algunos ejemplos que destaca la UICN son la paloma de Madeira (Columba trocaz) —que habita solo en dicha isla portuguesa—, la paloma rabiche (Columba junoniae) y la paloma turqué (Columba bollii). Estas dos últimas representantes de la Familia Columbidae habitan exclusivamente en las Islas Canarias.
Las principales amenazas que ocasionan la reducción de la población de dichas palomas (y de casi todas las aves en el planeta) son la pérdida de su hábitat, ya sea por la expansión urbana, por la ampliación de la frontera agrícola o ganadera, la deforestación y tala ilegal, la contaminación; y por la caza indiscriminada. Tras diversas campañas de concientización y de prevención, así como tras un llamado de atención a detener algunas acciones no planificadas que atentaban contra estas y otras especies animales, la población de palomas pudo recuperarse. No obstante, dichas acciones no son suficientes. Urge seguir atentos y planificar mejor toda actividad humana si deseamos seguir teniendo en el planeta a estas y otras especies.
Otro ejemplo de medidas adoptadas a favor de la conservación de algunas aves es lo que sucedió en la isla neozelandesa de Campbell con el pato de Campbell (Anas nesiotis). Así, para salvar a esta ave se tuvo que criar a varios especímenes en cautiverio para luego reintroducirlos en su hábitat natural; y en especial, se debió exterminar a las ratas de la isla (especies introducidas que se comían a los polluelos). Tras varios años de ininterrumpida actividad, la población de patos se ha recuperado.
Para Stuart Butchart de BirdLife International (organización que trabajó con la UICN en la elaboración de la Lista Roja), “las aves representan una ventana abierta al resto de la naturaleza”. Además, es sabido que las aves son unos excelentes indicadores biológicos del estado de los ecosistemas. Es decir, su presencia (o ausencia) nos sirve para determinar qué tan conservado (o degradado) se encuentra un determinado espacio. Si bien también se ha establecido que los anfibios (principalmente ranas) también son indicadores de la salud ambiental, estos animales no se encuentran en todos los ambientes a diferencia de las aves. Es por eso que estos seres alados son los indicadores idóneos para realizar investigaciones y monitoreo de especies biológicas relacionados a los diagnósticos y a los estudios de impacto ambiental.
El Perú no está ajeno a la gran amenaza que se cierne sobre las aves. En nuestros territorios tenemos especies críticamente amenazadas, tales como la pava aliblanca (Penelope albipennis) que habita exclusivamente en los bosques secos de Lambayeque y en una pequeña porción de Cajamarca; y cuya población en estado silvestre no debe sobrepasar los 300 ejemplares. Dicha especie es protegida solo en el Refugio de Vida Silvestre Laquipampa en la sierra lambayecana. Otra especie crítica es el zambullidor de Junín (Podiceps taczanowskii), un ave que habita solo en el Lago de Junín o Chinchaycocha. Su población no debe exceder los 300 ejemplares. Felizmente, su hábitat se encuentra protegido ya que forma parte de la Reserva Nacional de Junín.
Otra especie críticamente amenazada es la perlita de Iquitos (Polioptila clementsi), un ave que solo puede ser encontrada dentro de la Reserva Nacional Allpahuayo – Mishana en Iquitos. Se ha estimado que su población no supera los 200 ejemplares. Estos son solo algunos ejemplos de aves que pueden desaparecer en un futuro no muy lejano. Si no tomamos acciones inmediatas y ordenamos nuestros territorios y actividades, la desaparición de las especies biológicas es inminente y sobre todo, es irreversible.
A matar camellos en Australia para proteger el medio ambiente
Con mucho asombro leo que el Gobierno australiano ha decidido presentar en su Congreso un proyecto de ley (el cual ya estaría aprobado por todas las tiendas políticas) para darle luz verde a la exterminación de más de un millón de camellos en su territorio para contribuir a la protección del clima mundial. De esta manera evitarán por un lado, que los camélidos se coman la vegetación del continente y expulsen grandes cantidades de metano producto de su digestión; y por el otro, los funcionarios australianos desean evitar que las manadas de camellos tengan en vilo a muchos poblados ante las incursiones —a veces muy violentas— de estos mamíferos.
Adicionalmente, el Gobierno australiano planea entregar bonos de carbono por cada par de camellos muertos. Estos certificados podrían ser entregados tanto a los mismos australianos, así como a las firmas extranjeras que necesitan mejorar su “comportamiento” ambiental. Las campañas “Anti – Camellos” han tenido bastante éxito y la gran mayoría de la población australiana aprueba dicha medida.
Cada camello expulsa cerca de 45 kilos de metano, lo cual equivale a casi una tonelada de dióxido de carbono, ya que el metano es 23 veces más “efectivo” en la retención de calor en la atmósfera. En otras palabras, el metano “contribuye” mucho más al calentamiento global del planeta y por ende acelera el cambio climático. Según las autoridades australianas, eliminar a todos los camellos equivaldría a ahorrar por año la emisión de CO2 de 300,000 autos. Así también, se calcula que la emisión de metano de un camello equivale a la sexta parte de la emisión de CO2 de un auto.
Los camélidos llegaron a Australia hace más de 150 años junto a los colonizadores, quienes los utilizaron como medio de trasporte y de carga. Con el pasar del tiempo, se volvieron una plaga incontrolable. Y dado que se alimentan de cualquier brote vegetal que encuentran y que acaban con las pocas fuentes de agua existentes en el continente, su presencia es cuestionada por las autoridades y pobladores. Asimismo, son tantos que ya empiezan a amenazar a los caballos y a otros mamíferos. Según recientes estudios, cada nueve años la población total de camellos se duplica.
Otro de los motivos que ha llevado al Gobierno australiano a tomar tal decisión es que el país necesita obtener bonos de carbono para minimizar los impactos de su creciente y expansiva industria de la construcción, la cual contamina el aire de una manera brutal. Según la ONG ambiental Germanwatch, en la lista de los países que menos hacen por el medio ambiente, Australia se encuentra en el antepenúltimo lugar superado solo por Kazajistán y Arabia Saudita.
Y por último, la carne de camellos es comestible. Ya no es utilizada exclusivamente como alimento para mascotas, sino, en la actualidad, es solicitada cada vez en la preparación de las parrillas australianas. ¡A comer!
Para leer más sobre las aves amenazadas:
http://www.iucn.org/fr/ressources/nouvelles/?7594/Big-birds-lose-out-in-a-crowded-world
Bajo estos criterios, la UICN incorporó a esta ave en su nueva Lista Roja de Especies Amenazadas en la categoría avifauna. Dicha lista fue presentada el pasado martes 31 de mayo en la ciudad de Gland en Suiza e incluye a otras especies como el turpial de Bahamas (Icterus northropi), un ave de plumaje amarillo y negro que vive en el Caribe y de las cual solo quedan no más de 180 ejemplares en estado silvestre. Ambas especies están en los primeros lugares de las especies al borde de la extinción. Si no se hace algo al respecto, pronto pasarán al recuerdo.
Las 1253 especies de aves catalogadas en los niveles más altos de amenaza; representan el 13% de todas las aves investigadas. Según la UICN, en el último año 13 nuevas especies han sido incorporadas a la lista. Sin embargo, si no se hubiese realizado diversas estrategias de conservación dirigidas a proteger los hábitats de muchas especies de aves, la lista sería mucho más larga. Algunos ejemplos que destaca la UICN son la paloma de Madeira (Columba trocaz) —que habita solo en dicha isla portuguesa—, la paloma rabiche (Columba junoniae) y la paloma turqué (Columba bollii). Estas dos últimas representantes de la Familia Columbidae habitan exclusivamente en las Islas Canarias.
Las principales amenazas que ocasionan la reducción de la población de dichas palomas (y de casi todas las aves en el planeta) son la pérdida de su hábitat, ya sea por la expansión urbana, por la ampliación de la frontera agrícola o ganadera, la deforestación y tala ilegal, la contaminación; y por la caza indiscriminada. Tras diversas campañas de concientización y de prevención, así como tras un llamado de atención a detener algunas acciones no planificadas que atentaban contra estas y otras especies animales, la población de palomas pudo recuperarse. No obstante, dichas acciones no son suficientes. Urge seguir atentos y planificar mejor toda actividad humana si deseamos seguir teniendo en el planeta a estas y otras especies.
Otro ejemplo de medidas adoptadas a favor de la conservación de algunas aves es lo que sucedió en la isla neozelandesa de Campbell con el pato de Campbell (Anas nesiotis). Así, para salvar a esta ave se tuvo que criar a varios especímenes en cautiverio para luego reintroducirlos en su hábitat natural; y en especial, se debió exterminar a las ratas de la isla (especies introducidas que se comían a los polluelos). Tras varios años de ininterrumpida actividad, la población de patos se ha recuperado.
Para Stuart Butchart de BirdLife International (organización que trabajó con la UICN en la elaboración de la Lista Roja), “las aves representan una ventana abierta al resto de la naturaleza”. Además, es sabido que las aves son unos excelentes indicadores biológicos del estado de los ecosistemas. Es decir, su presencia (o ausencia) nos sirve para determinar qué tan conservado (o degradado) se encuentra un determinado espacio. Si bien también se ha establecido que los anfibios (principalmente ranas) también son indicadores de la salud ambiental, estos animales no se encuentran en todos los ambientes a diferencia de las aves. Es por eso que estos seres alados son los indicadores idóneos para realizar investigaciones y monitoreo de especies biológicas relacionados a los diagnósticos y a los estudios de impacto ambiental.
El Perú no está ajeno a la gran amenaza que se cierne sobre las aves. En nuestros territorios tenemos especies críticamente amenazadas, tales como la pava aliblanca (Penelope albipennis) que habita exclusivamente en los bosques secos de Lambayeque y en una pequeña porción de Cajamarca; y cuya población en estado silvestre no debe sobrepasar los 300 ejemplares. Dicha especie es protegida solo en el Refugio de Vida Silvestre Laquipampa en la sierra lambayecana. Otra especie crítica es el zambullidor de Junín (Podiceps taczanowskii), un ave que habita solo en el Lago de Junín o Chinchaycocha. Su población no debe exceder los 300 ejemplares. Felizmente, su hábitat se encuentra protegido ya que forma parte de la Reserva Nacional de Junín.
Otra especie críticamente amenazada es la perlita de Iquitos (Polioptila clementsi), un ave que solo puede ser encontrada dentro de la Reserva Nacional Allpahuayo – Mishana en Iquitos. Se ha estimado que su población no supera los 200 ejemplares. Estos son solo algunos ejemplos de aves que pueden desaparecer en un futuro no muy lejano. Si no tomamos acciones inmediatas y ordenamos nuestros territorios y actividades, la desaparición de las especies biológicas es inminente y sobre todo, es irreversible.
A matar camellos en Australia para proteger el medio ambiente
Con mucho asombro leo que el Gobierno australiano ha decidido presentar en su Congreso un proyecto de ley (el cual ya estaría aprobado por todas las tiendas políticas) para darle luz verde a la exterminación de más de un millón de camellos en su territorio para contribuir a la protección del clima mundial. De esta manera evitarán por un lado, que los camélidos se coman la vegetación del continente y expulsen grandes cantidades de metano producto de su digestión; y por el otro, los funcionarios australianos desean evitar que las manadas de camellos tengan en vilo a muchos poblados ante las incursiones —a veces muy violentas— de estos mamíferos.
Adicionalmente, el Gobierno australiano planea entregar bonos de carbono por cada par de camellos muertos. Estos certificados podrían ser entregados tanto a los mismos australianos, así como a las firmas extranjeras que necesitan mejorar su “comportamiento” ambiental. Las campañas “Anti – Camellos” han tenido bastante éxito y la gran mayoría de la población australiana aprueba dicha medida.
Cada camello expulsa cerca de 45 kilos de metano, lo cual equivale a casi una tonelada de dióxido de carbono, ya que el metano es 23 veces más “efectivo” en la retención de calor en la atmósfera. En otras palabras, el metano “contribuye” mucho más al calentamiento global del planeta y por ende acelera el cambio climático. Según las autoridades australianas, eliminar a todos los camellos equivaldría a ahorrar por año la emisión de CO2 de 300,000 autos. Así también, se calcula que la emisión de metano de un camello equivale a la sexta parte de la emisión de CO2 de un auto.
Los camélidos llegaron a Australia hace más de 150 años junto a los colonizadores, quienes los utilizaron como medio de trasporte y de carga. Con el pasar del tiempo, se volvieron una plaga incontrolable. Y dado que se alimentan de cualquier brote vegetal que encuentran y que acaban con las pocas fuentes de agua existentes en el continente, su presencia es cuestionada por las autoridades y pobladores. Asimismo, son tantos que ya empiezan a amenazar a los caballos y a otros mamíferos. Según recientes estudios, cada nueve años la población total de camellos se duplica.
Otro de los motivos que ha llevado al Gobierno australiano a tomar tal decisión es que el país necesita obtener bonos de carbono para minimizar los impactos de su creciente y expansiva industria de la construcción, la cual contamina el aire de una manera brutal. Según la ONG ambiental Germanwatch, en la lista de los países que menos hacen por el medio ambiente, Australia se encuentra en el antepenúltimo lugar superado solo por Kazajistán y Arabia Saudita.
Y por último, la carne de camellos es comestible. Ya no es utilizada exclusivamente como alimento para mascotas, sino, en la actualidad, es solicitada cada vez en la preparación de las parrillas australianas. ¡A comer!
Para leer más sobre las aves amenazadas:
http://www.iucn.org/fr/ressources/nouvelles/?7594/Big-birds-lose-out-in-a-crowded-world
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