viernes, 23 de mayo de 2014

LOS PERROS (DEMASIADO) HAMBRIENTOS (I)

Los perritos pueden traer problemas ambientales. Ante eso, debemos
preguntarnos: ¿cómo así? ¿por qué? y ¿qué debemos hacer?
Sé que lo que viene sonará, para muchos, como una herejía, como una salvajada o como una locura. Por supuesto sé también en qué terrenos pantanosos me estoy metiendo. El simple hecho de deslizar por ahí que, en circunstancias especiales, es necesario matar perros (u otros animales), puede generar que (yo) sea visto, sin duda alguna, como un ser insensible e inhumano. Pero señoras y señores, me estoy refiriendo a tener que mandar a la otra vida a perros que ya no son más domésticos y que se han convertido en perros asilvestrados (semi salvajes) o silvestres (salvajes). En algunos lugares, los caninos que fueron poco a poco alejándose del que lo considera su mejor amigo —es decir, del hombre— se han convertido en una amenaza para algunos animales silvestres. Por eso, algo debemos hacer al respecto.      

Es casi imposible imaginar un mundo sin perros. Ya sea un San Bernardo o un Chihuahua; o un Pastor Alemán o un Bulldog Francés, estos incomparables mamíferos son los mejores amigos del hombre. El Perro Doméstico (Canis familiaris) ha acompañado al ser humano desde hace ya más de 15,000 años. Para ello, los primeros hombres tuvieron que domesticarlo; y en el ínterin, lo han llevado consigo a todos los rincones del planeta. Hoy en día, el perro es el canido más abundante en el mundo y su distribución es cosmopolita. Su “mejor amigo” de dos patas lo hizo dependiente de él y lo ha tratado de diversas maneras. Por supuesto existen los que aman a los perros y los que los maltratan.

Sin embargo, en algunas ocasiones, existe un comportamiento humano casi enfermizo de sobreprotección al perro (y a otros animales) que, para mí, linda ya con la exageración y con una mirada poco objetiva de la realidad. Yo defiendo a ultranza la vida silvestre, pero en algunos casos, se debe hacer algunos sacrificios (en varios sentidos) y actuar con sangre fría. No es cuerdo pensar que el hecho de tener que sacrificar a algunos animales nos convierta en unas bestias sanguinarias e insensibles. En determinadas ocasiones, esta medida se torna justificada, ya sea porque una especie animal puede haberse convertido en una plaga o en un depredador de especies locales; o porque son vectores de enfermedades o porque podrían poner en peligro el equilibrio natural.

Para declarar a algunos animales como amenazas al entorno deben existir —claro está— suficientes argumentos científicos que avalen la puesta en marcha de acciones para eliminarlos, ya sea cazándolos, con trampas, con medidas de control biológico (aunque esto a veces es más dañino que la enfermedad) o con algún otro artificio. Existen diversos ejemplos que evidencian que tales medidas son necesarias. Y ojo, no confundamos lo que acá se plantea con el maltrato y la violencia innecesaria con los animales. Una cosa es tener que sacrificar a algunas especies animales de la manera menos dolorosa y con medidas bien planificadas; y otra totalmente distinta es ejercer un trato repudiable contra los animales. Esto último parece obvio, pero para muchos, no lo es.

Los perritos

Existen algunos detalles que podemos conocer sobre los perritos para entender mejor qué es lo que esta pasando. Según el libro “Zoología Pintoresca” de Ángel Cabrera[1], en cuanto al perro, “lo evidente es que se trata del primer animal domesticado por el hombre, pues su imagen, como auxiliar en la caza, aparece ya en las pinturas prehistóricas del sudeste de España, y hallazgos hechos en las antiguas poblaciones lacustres de Suiza revelan que en la Edad de Bronce ya existían distintas razas, lo que parece indicar que su domesticación hubo de ser muy anterior. Es igualmente indudable que alguno de los pueblos primitivos que desde Asia pasaron a poblar América en los tiempos prehistóricos, llevaban ya el perro consigo, pues cuando los españoles descubrieron y conquistaron el Nuevo Mundo encontraron ya en poder de los diferentes pueblos indígenas perros con las mismas variaciones raciales que presentan los del Antiguo Mundo, con la única diferencia que no saben ladrar”.

Continúa Cabrera afirmando que “hay quien dice que tampoco ladraban los perros cimarrones[2] que, hasta no hace muchos años pululaban en algunos puntos de las pampas argentinas, siendo el terror del ganado y de los viajeros perdidos. No se conoce bien el origen de estos perros; según unos autores, descendían de los que se le escapaban a los pobladores españoles, pero es igualmente posible que procediesen de los que dejaban abandonados los indios de las pampas al ir desapareciendo sus tolderías ante el lento avance de la civilización”. Este testimonio revela que han existido perros salvajes desde hace siglos y que eran una amenaza latente para otros animales y para los humanos.
Perros salvajes devorando un guanaco en
Chile. 

Adicionalmente, Charles Darwin, en su obra “Viaje de un naturalista alrededor del mundo”, nos narra en uno de los capítulos de su travesía desde Chile septentrional hacia el Perú (del 11 de junio de 1835)  que en el valle de Copiapó en Chile (cerca al desierto de Atacama), “se acababa de ordenar que todos los perros vagabundos fuesen muertos y vi un gran número de cadáveres de ellos en el camino. Muchos perros habían sido atacados por hidrofobia (rabia) y no pocas personas habían sido mordidas y sucumbieron a tan horrible enfermedad. (…) Esa enfermedad llegó a Arequipa en 1807 (…) en Ica, cuarenta y dos personas perecieron desgraciadamente”.

Según el testimonio de Darwin, ya existía un conflicto entre el hombre y su mejor amigo, lo que ocasionó que se tuviera que hacer una matanza de perros enfermos para evitar (más) desgracias. Claro, las condiciones de salubridad no eran las mismas que las actuales, sin embargo, en algunos casos, la historia se repite.         

Los hechos

He escuchado diversos testimonios y comentarios de expertos que mencionan la existencia de perros salvajes en algunos lugares del país. Agrupados en jaurías, estos carnívoros estarían cazando venados, zorros, camélidos y otros animales. Si bien no tengo una prueba fotográfica de ello, si es que sobreviven, es porque algo deben estar cazando para alimentarse. Su presencia, en el país y bajo estas condiciones, estaría poniendo en riesgo parte de la fauna local, ya sea por ser “nuevos” depredadores de especies que no están acostumbrados a ellos, lo que les confiere cierta ventaja; por competir por el acceso al alimento con los depredadores locales; porque estarían interrumpiendo el ciclo reproductivo de algunas aves que anidan en el piso o en lugares accesibles para los perros; por ser especies agresivas, lo que hace que desplacen a otras especies; y tal vez porque, como los perros son bastante resistentes, pueden comer carroña, basura y otros desperdicios, lo que los hace inmunes a la escasez permanente o temporal de alimento.

Así por ejemplo, según la nota científica “Amenazas de perros domésticos en la conservación del cóndor, el zorro y el puma en las tierras altas bolivianas”[3] de Aliaga-Roseel et al. (2012), aparecida en la Revista Latinoamericana de Conservación, la existencia de perros asilvestrados o silvestres  en áreas periurbanas y rurales (en general) “es un tema de preocupación, no solo en términos de salud humana, sino también en temas de conservación, ya que son numerosos los efectos negativos de estos animales a la vida silvestre, como son: la competencia por recursos con otros carnívoros; la depredación sobre pequeños vertebrados nativos; o también la transmisión de enfermedades como la rabia, el parvovirus, el distemper canino y los parásitos externos (ej. garrapatas, pulgas, piojos, sarna) e internos (ej. nematodos, echinococcus y otros)…”.

El trabajo anterior reporta observaciones casuales entre perros (que serían asilvestrados) con Cóndores Andinos (Vultur gryphus) y con el Zorro Andino (Lycalopex culpaeus). Las observaciones fueron hechas entre julio y setiembre del 2005 dentro del Parque Nacional Madidi y del Área de Manejo Integrado Apolobamba al noreste de Bolivia. En él se indica que “en todas las interacciones observadas (entre perros y cóndores), los perros fueron muy agresivos, aproximándose de manera violenta, espantando a los cóndores con ladridos y persecuciones, con el fin de apoderarse de la carroña y alimentarse de esta, impidiendo acercarse a cualquier otro animal, con un constante y agresivo acoso, causando que todos los cóndores se alejaran de la zona”.

En el mismo reporte se indica también que se registró las interacciones entre el Zorro Andino y el Cóndor Andino, donde estas “fueron muy poco agresivas. No se observó comportamiento violento, ambas especies se limitaban a mantener cierta distancia y a alimentarse de la carroña en forma intercalada (…) Estas interacciones no violentas (…) sugieren que ambos animales, al haber coevolucionado en los mismos ecosistemas (…) podrían ser más tolerantes (…) aunque no se descarta que ocurran ataques de manera natural (…)”.       

Por otro lado, según Daniel Cossíos (2010)[4], puede ser que ya haya habido casos de perros asilvestrados desde “tiempos prehistóricos”, pues no debemos olvidar que cuando los españoles llegaron a nuestro continente, ya habían perros por estos lares. Sin embargo, según Cossíos, con los españoles también vinieron estos caninos como animales domésticos. Además, indica que “se ha registrado perros probablemente asilvestrados en los alrededores de la Reserva Nacional de Lachay, en Lima (…) pero no se ha demostrado aún su reproducción en libertad”.

Todo lo anterior (y lo que viene en la segunda entrega) nos indica que la relación que tenemos con los adorables perrunos y estos a su vez con el entorno puede verse alterada bajo algunas circunstancias. Si bien no podemos hablar de un problema ambiental de grandes magnitudes, es necesario que conozcamos esta problemática, que entendamos lo que está sucediendo y que analicemos qué es lo que deberíamos hacer.   

Mayo  2014

Artículo publicado en la versión online de la Revista Rumbos: http://www.rumbosdelperu.com/los-perros-demasiado-hambrientos-i-V1613.html

[1] Cabrera A. 1960. Zoología pintoresca. Barcelona, España.
[2] Según la Real Academia de la Lengua Española, una de las acepciones para cimarrón es “un animal doméstico que huye al campo y se hace montaraz”.
[3] Aliaga-Rossel E., Ríos-Uzeda B. & Ticona H. 2012. Amenazas de perros domésticos en la conservación del cóndor, el zorro y el puma en las tierras altas de Bolivia. Revista Latinoamericana de Conservación 2 (2) – 3(1): 78-81.
[4] Cossíos, Daniel E. 2010. Vertebrados naturalizados en el Perú: historia y estado del conocimiento. Revista Peruana de Biología. 17(2): 179-189. Lima.    

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