Los perritos pueden traer problemas ambientales. Ante eso, debemos preguntarnos: ¿cómo así? ¿por qué? y ¿qué debemos hacer? |
Sé que lo
que viene sonará, para muchos, como una herejía, como una salvajada o como una
locura. Por supuesto sé también en qué terrenos pantanosos me estoy metiendo.
El simple hecho de deslizar por ahí que, en circunstancias especiales, es
necesario matar perros (u otros animales), puede generar que (yo) sea visto,
sin duda alguna, como un ser insensible e inhumano. Pero señoras y señores, me estoy
refiriendo a tener que mandar a la otra vida a perros que ya no son más
domésticos y que se han convertido en perros asilvestrados (semi salvajes) o silvestres
(salvajes). En algunos lugares, los caninos que fueron poco a poco alejándose
del que lo considera su mejor amigo —es decir, del hombre— se han convertido en
una amenaza para algunos animales silvestres. Por eso, algo debemos hacer al
respecto.
Es
casi imposible imaginar un mundo sin perros. Ya sea un San Bernardo o un
Chihuahua; o un Pastor Alemán o un Bulldog Francés, estos incomparables
mamíferos son los mejores amigos del hombre. El Perro Doméstico (Canis familiaris) ha acompañado al ser
humano desde hace ya más de 15,000 años. Para ello, los primeros hombres tuvieron
que domesticarlo; y en el ínterin, lo han llevado consigo a todos los rincones
del planeta. Hoy en día, el perro es el canido más abundante en el mundo y su
distribución es cosmopolita. Su “mejor amigo” de dos patas lo hizo dependiente
de él y lo ha tratado de diversas maneras. Por supuesto existen los que aman a
los perros y los que los maltratan.
Sin
embargo, en algunas ocasiones, existe un comportamiento humano casi enfermizo
de sobreprotección al perro (y a otros animales) que, para mí, linda ya con la
exageración y con una mirada poco objetiva de la realidad. Yo defiendo a
ultranza la vida silvestre, pero en algunos casos, se debe hacer algunos
sacrificios (en varios sentidos) y actuar con sangre fría. No es cuerdo pensar
que el hecho de tener que sacrificar a algunos animales nos convierta en unas
bestias sanguinarias e insensibles. En determinadas ocasiones, esta medida se
torna justificada, ya sea porque una especie animal puede haberse convertido en
una plaga o en un depredador de especies locales; o porque son vectores de
enfermedades o porque podrían poner en peligro el equilibrio natural.
Para
declarar a algunos animales como amenazas al entorno deben existir —claro está—
suficientes argumentos científicos que avalen la puesta en marcha de acciones para
eliminarlos, ya sea cazándolos, con trampas, con medidas de control biológico
(aunque esto a veces es más dañino que la enfermedad) o con algún otro
artificio. Existen diversos ejemplos que evidencian que tales medidas son necesarias.
Y ojo, no confundamos lo que acá se plantea con el maltrato y la violencia
innecesaria con los animales. Una cosa es tener que sacrificar a algunas
especies animales de la manera menos dolorosa y con medidas bien planificadas;
y otra totalmente distinta es ejercer un trato repudiable contra los animales.
Esto último parece obvio, pero para muchos, no lo es.
Los perritos
Existen
algunos detalles que podemos conocer sobre los perritos para entender mejor qué
es lo que esta pasando. Según el libro “Zoología Pintoresca” de Ángel
Cabrera[1],
en cuanto al perro, “lo evidente es que se trata del primer animal domesticado
por el hombre, pues su imagen, como auxiliar en la caza, aparece ya en las
pinturas prehistóricas del sudeste de España, y hallazgos hechos en las
antiguas poblaciones lacustres de Suiza revelan que en la Edad de Bronce ya
existían distintas razas, lo que parece indicar que su domesticación hubo de
ser muy anterior. Es igualmente indudable que alguno de los pueblos primitivos
que desde Asia pasaron a poblar América en los tiempos prehistóricos, llevaban
ya el perro consigo, pues cuando los españoles descubrieron y conquistaron el
Nuevo Mundo encontraron ya en poder de los diferentes pueblos indígenas perros
con las mismas variaciones raciales que presentan los del Antiguo Mundo, con la
única diferencia que no saben ladrar”.
Continúa
Cabrera afirmando que “hay quien dice que tampoco ladraban los perros
cimarrones[2]
que, hasta no hace muchos años pululaban en algunos puntos de las pampas argentinas,
siendo el terror del ganado y de los viajeros perdidos. No se conoce bien el
origen de estos perros; según unos autores, descendían de los que se le
escapaban a los pobladores españoles, pero es igualmente posible que
procediesen de los que dejaban abandonados los indios de las pampas al ir
desapareciendo sus tolderías ante el lento avance de la civilización”. Este
testimonio revela que han existido perros salvajes desde hace siglos y que eran
una amenaza latente para otros animales y para los humanos.
Perros salvajes devorando un guanaco en Chile. |
Adicionalmente,
Charles Darwin, en su obra “Viaje de un naturalista alrededor del
mundo”, nos narra en uno de los capítulos de su travesía desde Chile
septentrional hacia el Perú (del 11 de junio de 1835) que en el valle de Copiapó en Chile (cerca al
desierto de Atacama), “se acababa de ordenar que todos los perros vagabundos
fuesen muertos y vi un gran número de cadáveres de ellos en el camino. Muchos
perros habían sido atacados por hidrofobia (rabia) y no pocas personas habían
sido mordidas y sucumbieron a tan horrible enfermedad. (…) Esa enfermedad llegó
a Arequipa en 1807 (…) en Ica, cuarenta y dos personas perecieron
desgraciadamente”.
Según
el testimonio de Darwin, ya existía un conflicto entre el hombre y su mejor
amigo, lo que ocasionó que se tuviera que hacer una matanza de perros enfermos
para evitar (más) desgracias. Claro, las condiciones de salubridad no eran las
mismas que las actuales, sin embargo, en algunos casos, la historia se repite.
Los hechos
He
escuchado diversos testimonios y comentarios de expertos que mencionan la
existencia de perros salvajes en algunos lugares del país. Agrupados en
jaurías, estos carnívoros estarían cazando venados, zorros, camélidos y otros
animales. Si bien no tengo una prueba fotográfica de ello, si es que sobreviven,
es porque algo deben estar cazando para alimentarse. Su presencia, en el país y
bajo estas condiciones, estaría poniendo en riesgo parte de la fauna local, ya
sea por ser “nuevos” depredadores de especies que no están acostumbrados a
ellos, lo que les confiere cierta ventaja; por competir por el acceso al
alimento con los depredadores locales; porque estarían interrumpiendo el ciclo
reproductivo de algunas aves que anidan en el piso o en lugares accesibles para
los perros; por ser especies agresivas, lo que hace que desplacen a otras
especies; y tal vez porque, como los perros son bastante resistentes, pueden
comer carroña, basura y otros desperdicios, lo que los hace inmunes a la
escasez permanente o temporal de alimento.
Así
por ejemplo, según la nota científica “Amenazas de perros domésticos en la
conservación del cóndor, el zorro y el puma en las tierras altas bolivianas”[3]
de Aliaga-Roseel et al. (2012),
aparecida en la Revista Latinoamericana de Conservación, la existencia de
perros asilvestrados o silvestres en
áreas periurbanas y rurales (en general) “es un tema de preocupación, no solo
en términos de salud humana, sino también en temas de conservación, ya que son
numerosos los efectos negativos de estos animales a la vida silvestre, como
son: la competencia por recursos con otros carnívoros; la depredación sobre
pequeños vertebrados nativos; o también la transmisión de enfermedades como la
rabia, el parvovirus, el distemper canino y los parásitos externos (ej. garrapatas,
pulgas, piojos, sarna) e internos (ej. nematodos, echinococcus y otros)…”.
El
trabajo anterior reporta observaciones casuales entre perros (que serían
asilvestrados) con Cóndores Andinos (Vultur
gryphus) y con el Zorro Andino (Lycalopex
culpaeus). Las observaciones fueron hechas entre julio y setiembre del 2005
dentro del Parque Nacional Madidi y del Área de Manejo Integrado Apolobamba al
noreste de Bolivia. En él se indica que “en todas las interacciones observadas
(entre perros y cóndores), los perros fueron muy agresivos, aproximándose de
manera violenta, espantando a los cóndores con ladridos y persecuciones, con el
fin de apoderarse de la carroña y alimentarse de esta, impidiendo acercarse a
cualquier otro animal, con un constante y agresivo acoso, causando que todos
los cóndores se alejaran de la zona”.
En
el mismo reporte se indica también que se registró las interacciones entre el
Zorro Andino y el Cóndor Andino, donde estas “fueron muy poco agresivas. No se
observó comportamiento violento, ambas especies se limitaban a mantener cierta
distancia y a alimentarse de la carroña en forma intercalada (…) Estas
interacciones no violentas (…) sugieren que ambos animales, al haber
coevolucionado en los mismos ecosistemas (…) podrían ser más tolerantes (…)
aunque no se descarta que ocurran ataques de manera natural (…)”.
Por
otro lado, según Daniel Cossíos (2010)[4],
puede ser que ya haya habido casos de perros asilvestrados desde “tiempos
prehistóricos”, pues no debemos olvidar que cuando los españoles llegaron a
nuestro continente, ya habían perros por estos lares. Sin embargo, según
Cossíos, con los españoles también vinieron estos caninos como animales
domésticos. Además, indica que “se ha registrado perros probablemente
asilvestrados en los alrededores de la Reserva Nacional de Lachay, en Lima (…)
pero no se ha demostrado aún su reproducción en libertad”.
Todo
lo anterior (y lo que viene en la segunda entrega) nos indica que la relación
que tenemos con los adorables perrunos y estos a su vez con el entorno puede
verse alterada bajo algunas circunstancias. Si bien no podemos hablar de un
problema ambiental de grandes magnitudes, es necesario que conozcamos esta
problemática, que entendamos lo que está sucediendo y que analicemos qué es lo
que deberíamos hacer.
Mayo 2014
Artículo publicado en la versión online de la Revista Rumbos: http://www.rumbosdelperu.com/los-perros-demasiado-hambrientos-i-V1613.html
[2]
Según la Real Academia de la Lengua Española, una de
las acepciones para cimarrón es “un animal doméstico que huye al campo y se
hace montaraz”.
[3]
Aliaga-Rossel E., Ríos-Uzeda B. & Ticona H. 2012. Amenazas de perros
domésticos en la conservación del cóndor, el zorro y el puma en las tierras
altas de Bolivia. Revista Latinoamericana de Conservación 2 (2) – 3(1): 78-81.
[4] Cossíos,
Daniel E. 2010. Vertebrados naturalizados en el Perú: historia y estado del
conocimiento. Revista Peruana de Biología. 17(2): 179-189. Lima.
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