Alpaca devorada por perros silvestres en el distrito de Chachas,
provincia de Castilla, departamento de Arequipa.
Foto: Carlos Enrique Michaud.
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Como era
de esperar, he recibido comentarios de todo tipo y calibre por la entrega
anterior. ¡Excelente! Ese era uno de los objetivos de haberme metido en esto.
Sigamos con el tema y esperemos que algo se haga para frenar esta situación. Recordemos
también que los perros silvestres y asilvestrados, así como las especies
exóticas e invasoras no conocen fronteras políticas ni zonas de amortiguamiento
ni áreas naturales protegidas. Ellas y ellos siguen su camino buscando
sobrevivir y asegurar su descendencia. Ojalá que las autoridades no se tiren la
pelota y que las soluciones que se planteen para enfrentar este tema no sean
peor que la enfermedad. Recordemos además que no debemos perder de vista a algunos
mamíferos que ya llegaron al país para quedarse, como es el caso de la Liebre
Europea (Lepus europaeus).
Una
de las amenazas actuales sobre la conservación de la diversidad biológica en
nuestro medio es el impacto de perros domésticos (callejeros, vagos y
asilvestrados). Como especie invasora puede depredar, competir y transmitir
enfermedades a las especies nativas. Así, en base a la nota científica “Amenazas
de perros domésticos en la conservación del cóndor, el zorro y el puma en las
tierras altas bolivianas”[1]
de Aliaga-Roseel et al. (2012),
aparecida en la Revista Latinoamericana de Conservación, existen en Bolivia
algunos conflictos —ocasionados por los perros silvestres— entre depredadores
nativos, como el Zorro Andino (Licalopex
culpaeus) y el Puma (Puma concolor)
y los pobladores locales.
Según
Aliaga-Roseel et al., “en Bolivia se
ha registrado varios casos de muerte o de mutilaciones causadas por perros a
ciervos andinos (Hippocamelus sp.) y a
otros ungulados (animales con cascos o pezuñas) silvestres (…). También existen
registros dispersos de ataques a animales domésticos como ovejas, chivos,
burros y ganado vacuno, matando o dejando muy maltrechos a los mismos (…). Esto
ha ocasionado que el Cóndor, el Zorro y el Puma Andino sean culpados por las
comunidades locales de las pérdidas de sus animales domésticos”. Además, a
diferencia de otros predadores que cazan generalmente en solitario o en
pequeños grupos y que atacan al cuello y matan por asfixia a sus presas, los
perros silvestres atacan en jaurías y matan a su presa a mordiscos para
destriparlas y empezar a tragárselas por el abdomen. Por eso, es fácil detectar
cuando un animal es atacado por los canes.
Lo
mismo estaría sucediendo en el Perú, pues se le estaría echando la culpa a los
depredadores nativos de ser los malos de la película. Tal situación estaría
obligando a muchos pobladores a agarrar su escopeta y dispararles o a darles
veneno para evitar más pérdidas. Con esto se estaría mermando su población sin
saber que los culpables no son ellos, sino los perros silvestres o
asilvestrados.
Una manada de perros salvajes a punto de matar a un Buitre Leonado (Gyps fulvus) en Segovia, España. Foto: La Crónica Verde, por César Javier Palacios. |
Según
estos autores, “la información publicada sobre las implicaciones negativas de
los perros sobre fauna nativa en revistas científicas es casi inexistente, sin
embargo, son abundantes los registros de ataques por perros a la fauna nativa y
con diferentes categorías de amenaza en diversos lugares del mundo; por ejemplo
ataques de perros a Buitres Leonados (Gyps
fulvus) en España, ataques a ciervos en Estados Unidos (…); la depredación
de primates en Brasil (…) o ataques y daños ocasionados a tortugas, iguanas,
pingüinos, y otras aves de la frágil fauna en Galápagos, Ecuador (…)”. En el Perú no nos quedamos atrás.
El Perú y los perros
En
nuestro terruño, se habría reportado ataques a la fauna local por perros
silvestres en Sechura y en la Zona Reservada Illescas (a propósito, ¿cuándo
serán categorizadas Illescas y la Zona Reservada Sierra del Divisor? ¡ya es
hora!); en la Reserva Nacional San Fernando, donde los cánidos son la pesadilla
de los pocos guanacos que bajan a la costa; en Arequipa, donde también se ha
reportado la presencia de perros silvestres en zonas aledañas a la “Ciudad
Blanca”, los que estarían persiguiendo (y cazando) guanacos y posiblemente
interfiriendo con el anidamiento y descanso de algunas aves que utilizan los
desiertos y zonas remotas para tales fines; y en la Reserva Nacional de Lachay,
donde los zorros andinos y costeños estarían casi desapareciendo de la zona
ante su presencia y donde los proyectos de reintroducción del Venado de Cola
Blanca (Odocoileus virginianus) estarían
amenazados por su presencia pues ya han ingresado a la Reserva a hacer de las
suyas y a querer darle curso a los venados. Y seguramente hay más casos.
Como
también sostienen Aliaga-Roseel et al.,
“normalmente, los perros domésticos no solo atacan para alimentarse, los
ataques en jaurías usualmente llevan a la mutilación de sus víctimas. (…) Sin
embargo, la natural simpatía de los humanos hacia los perros domésticos (…)
impide la objetividad en casos de muertes, depredación y ataques sobre la fauna
nativa”. No es mi intención satanizar a los cánidos, pero creo que debemos
pensar en este problema y exigir a las autoridades que se haga algo al respecto.
Tampoco es que deben salir cuadrillas de cazadores improvisados e ilegales a
disparar al primer perro que se le aparezca en el campo. Se debe realizar una
investigación seria para determinar el grado de amenaza y cuáles serían las medida
a tomar y además ¡se debe publicar y comunicar los resultados!
Veamos el caso chileno
Recientemente
se ha desatado en Chile una interesante discusión en torno a un proyecto de ley
que permitiría que las personas puedan cazar perros silvestres en zonas rurales
o aisladas, bajo la premisa de que las jaurías de cánidos atentan contra las
especies nativas. Esto ha desencadenado un intercambio de ideas interminable
entre las autoridades y los grupos que defienden la vida animal. Para los
primeros, la presencia de perros silvestres puede llevar a la extinción (local
y/o global) de especies que ya se encuentran amenazadas y en bajas densidades. Y
debido a la irresponsabilidad en la tenencia de mascotas y a la débil
fiscalización en este aspecto, el número de perros abandonados ha aumentado
exponencialmente.
En
la otra esquina, los defensores de la vida animal argumentan que la mencionada
ley arruinaría y traería abajo todos los avances que se habrían dado en el país
sureño en cuanto a la protección animal y que se desataría una cacería
infernal. Además argumentan que ninguna especie debe ser cazada y que existen
opciones para mantener el equilibrio ambiental sin violar los derechos y la
libertad de los animales. El mencionado reglamento le daría luz verde a la caza
o captura en cualquier época del año de los llamados perros salvajes y de otras
especies calificadas como dañinas en todo el territorio chileno y sin
limitación de número de piezas o ejemplares.
Cría de Guanaco devorado por perros silvestres en Chile, en el Parque Nacional Pan de Azúcar. |
Continuando con la discusión en Chile, los que defienden a los animales traen a colación que se intenta incluir dentro del reglamento de caza a los perros asilvestrados, siendo este un concepto que no existe, pues los perros son animales domésticos y la ley busca controlar animales silvestres, con lo cual toda esta persecución sería ilegal. También se apela a un punto de vista ético, tildando a la caza como un método ineficiente que gran parte de la población rechaza, pues percibe que se trata de una matanza injustificada. Para ellos, la solución es la esterilización masiva de los cánidos y la educación basada en la tenencia responsable de animales.
También
se escuchan voces discrepantes que indican que los perros salvajes son los que
rompieron todo contacto con su mejor amigo bípedo y que se han aislado de
ellos, por lo que deben valerse por sí mismo y cazar para sobrevivir y asegurar
a sus cachorros. En ese sentido, es normal que los “animalistas” busquen evitar
la cacería de perros, pero los argumentos científicos en este caso son más
poderosos.
Uno
de los puntos que resalto de esa discusión mapocha es el hecho de la exigencia
de la opinión pública de tener que contar necesariamente con profesionales
competentes en estos temas tan complejos que requieren una cuota de
interdisciplinariedad. No es cuestión simplemente de agarrar a todos los perros
abandonados, vacunarlos, esterilizarlos y castrarlos o de reclutarlos en
refugios donde las condiciones son paupérrimas.
Por
todo lo anterior, es imprescindible que nuestras autoridades piensen en emprender
alguna campaña educativa en las zonas afectadas y en buscar alianzas para
emprender campañas de esterilización con estos perros. En el peor de los casos,
habrá que eliminar a muchos de ellos. Además, como en el Perú está de moda
hacer planes de conservación de especies, planes de acción y estrategias
nacionales de diversidad biológica, de humedales y otras, sería bueno
introducir este tema y no dejarlo de lado. ¿Qué opinan ustedes?
P.D. Quiero dedicar estas líneas, con mucho aprecio y
estima, a Javier Barrio Guede, investigador y mastozoólogo de CORBIDI, quien
está delicado de salud. Estoy seguro que se repondrá y que aportará mucho a
este tema. Javier es una de las voces más autorizadas en lo que se refiere a
mamíferos en el Perú. ¡Fuerza Lobo! Te esperamos para discutir al
respecto.
Mayo 2014
Artículo aparecido en la versión online de la Revista Rumbos:
[1]
Aliaga-Rossel E., Ríos-Uzeda B. & Ticona H. 2012. Amenazas de perros
domésticos en la conservación del cóndor, el zorro y el puma en las tierras
altas de Bolivia. Revista Latinoamericana de Conservación 2 (2) – 3(1): 78-81.
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