Con mucha sorpresa y
esperanzado en sacar a relucir nuestra sangre monárquica en el país, me enteré
de que el controvertido Príncipe de Gales, Carlos, el hijo mayor de la
simpática Reina de Inglaterra, mandó a sacrificar a cientos de ardillas en sus
dominios (1) para controlar la
población de estos roedores. Y es que estos animalitos tan simpáticos son una
plaga endemoniada a la que se debe controlar por varios motivos. Por eso, no es
mala idea esta propuesta real. No tengamos miedo a pensar que en algunos casos
se le debe quitar la vida a ciertas especies de animales (y de plantas), debido
a que su presencia no deseada en lugares donde no pertenecen pone en peligro a
las especies que ya estaban antes que ellas. Me refiero a las especies exóticas
y/o invasoras. Sin entrar en discusiones epistemológicas ni éticas, veamos qué
razones fueron las que ocasionaron que el noble inglés tome esta medida.
Dejemos de lado el fanatismo y el romanticismo. Si hay que hacerlo, hay que
hacerlo. No hay otra. God save the Queen! A partir de hoy seguiré de cerca la
vida de los reyes y los nobles de Europa.
La Ardilla de las Carolinas o Ardilla Gris (Sciurus carolinensis), originaria de
América del Norte, llegó a Gran Bretaña alrededor del año 1870, seguramente
como una tierna mascota. Y en 1876, un correcto y piadoso inglés, impulsado por
la ternura que estos animalitos pueden ejercer en los humanos, liberó un par de
estas ardillas sin saber qué consecuencias podría traer este acto tan
caritativo y “humano”. Seguramente, este personaje anónimo no pudo negarle a
este mamífero su libertad y se dejó llevar por la dulce mirada que ejercen con sus
enormes ojos negros que parecen dos botones gigantes. Así, en el año 1900 del
siglo pasado, la situación no era muy dramática en la isla, pese a que ya
empezaban a aparecer en grandes cantidades.
En esos años, la especie de
ardilla oriunda de Gran Bretaña, la Ardilla Roja o Común (Sciurus vulgaris), era considerada una plaga en Inglaterra. Por
ello, se decidió reducir su población a punta de balazos. Hoy en día, esta
ardilla está altamente amenazada y ha desaparecido casi totalmente de los
bosques ingleses, pero no tanto por la anterior medida, sino por la presencia
de la Ardilla Gris. Sus parientes “grises” han tomado posesión de casi todos
los espacios de la ardilla “inglesa y colorada”. Adicionalmente, se estima que,
según la autoridad forestal local (2),
existirían cerca de 140,000 ardillas rojas frente a más de 2,5 millones de
ardillas grises. Sin lugar a dudas, esta es una “guerra” altamente
desbalanceada, en la cual, la especie local tiene todas las de perder.
Y una de las razones de la actual
situación de estos mamíferos es la presencia del virus Parapox en las ardillas grises, las mismas que son inmunes al
virus, pero que se lo transmiten a sus primas, las ardillas rojas,
ocasionándoles casi siempre la muerte. Adicionalmente, las ardillas grises
pesan casi el doble que sus primas y pueden acceder a frutos más grandes, por
lo que están mucho mejor alimentadas, son más robustas y a su vez más resistentes
a las condiciones locales. Y en el colmo de la desfachatez, se ha observado que
las ardillas grises se roban las provisiones de nueces y semillas que con tanto
esfuerzo recolectan sus parientes. Con ello, las ardillas rojas se alimentan
mucho menos que las grises y sobreviven con bastante dificultad los duros meses
de otoño e invierno, por lo que llegan a la primavera bastante debilitadas y
susceptibles a enfermedades.
¿Príncipe ecologista?
El Príncipe Carlos es miembro, honorario por supuesto, de la
organización Red Squirre Survival, dedicada a conservar a la Ardilla Roja. Por
eso, el noble inglés se preocupa de que se tome las medidas del caso para
sacrificar a las ardillas grises sin alterar los bosques donde las ardillas
rojas deben sobrevivir para repoblar sus antiguos territorios. Así, tras un
estudio científico realizado por la Zoological Society of London, posiblemente
a pedido del Príncipe, se cree que algunos individuos de la Ardilla Roja han
desarrollado los anticuerpos necesarios para volverse inmunes al virus Parapox.
Con ello, las posibilidades de recuperación de la especie aumentan
considerablemente.
A todo esto, la Ardilla Gris no solo ha hecho estragos en Inglaterra,
sino también en el norte de Italia. Allá, en 1940, políticos italianos llevaron
algunos ejemplares de la Ardilla Gris al país con forma de bota y los soltaron
poco tiempo después. La historia es la misma: los animalitos se convirtieron en
plaga. Adicionalmente, Alemania también podría ser invadida por las vandálicas ardillas
grises. Los teutones ya la tienen fichada. Estos simpáticos roedores ya han
ocasionado varios cortocircuitos y diversas situaciones caóticas en la red germana
de trenes, ya que, por alguna extraña razón, les gusta comerse el plástico que
protege los cables eléctricos.
Y en Escocia, la situación también es crítica. Los biólogos de ese
país temen que las ardillas grises, que vienen del sur de la isla (Inglaterra),
tomen por asalto sus territorios. Por supuesto, las fronteras (políticas) no son
impedimento para las especies biológicas. Estas solo podrían detenerse (temporalmente)
ante barreras geográficas inquebrantables, como grandes masas de agua o
ecosistemas a los que no pueden adaptarse. En el ínterin, el futuro Rey,
Carlos, justifica plenamente el uso de diversos métodos para matar ardillas
grises y librar a Gran Bretaña de estos simpáticos pero impopulares animales.
Adicionalmente, a todo esto, existe una cuestión de orgullo nacional,
pues ni los ingleses ni los escoceses quieren que su Ardilla Roja desaparezca,
debido a un invasor foráneo. Además, claro está, la preocupación también radica
en el ya mencionado tema fitosanitario en torno al virus Parapox que podría
afectar también a otros animales. Así, a mediados del año 2008, se inició una campaña
masiva para reducir la población de ardillas grises en Escocia, donde se estima
que vive el 75% de la población de la Ardilla Roja.
Adiós a las ardillas
El método elegido para mandar al más allá a miles de ardillas grises
fue el siguiente: los roedores eran cazados vivos mediante trampas y
posteriormente recibían una muerte digna y rápida mediante una bala o perdigón.
Y como era casi imposible realizar esta campaña en toda la isla, se determinó, mediante
diversos estudios científicos, que la incursión debería ser hecha, en primera
instancia, tan solo en un corredor de casi 25 kilómetros que atraviesa la isla
de oeste a este, para evitar que las ardillas grises y el virus se sigan
propagando de sur a norte sin parar. Se estimó también que en Escocia viven
cerca de 250,000 ardillas grises. Ya en el 2008 fueron sacrificadas 8000 ejemplares
y en los años posteriores estas cifras han ido creciendo significativamente. No
hay otra.
Lo interesante en todo esto es que el Ministro de Ambiente de ese
entonces, Mike Russel, apoyaba ciegamente estas medidas y manifestaba que eran
absolutamente necesarias. Otra vez, no hay otra. Sin lugar a dudas, un factor
importante es el envidiable orgullo nacional escocés (que no es lo mismo que el
huachafo y tercermundista chauvinismo nacionalista de nuestros lares). Para los
avezados insulares, famosos por sus faldas masculinas y sus gaitas, la Ardilla
Roja es una especie de alto valor y de gran belleza.
Por supuesto, esta situación no pasó desapercibida para los defensores
de los animales, quienes alzaron su voz de protesta. Así por ejemplo, en
Escocia, la organización Advocates for Animals manifestó que, como el hombre es
el culpable de este problema, se debe buscar una solución ética y a largo
plazo. Por otro lado, Richard Wales, de la organización Red Squirrels in South
Scotland, sostiene que “el hombre es el culpable del problema y este debe ser
resuelto por él mismo”. Personalmente, esperaba que se agarren a golpes como se
daría en una buena batalla escocesa, pero esto no sucedió. La razón primó y el
sacrificio de los roedores se impuso, como debe ser.
Así, a todo esto, es evidente que no se podrá exterminar completamente
de Gran Bretaña a la Ardilla Gris, pese a que ese es el deseo de la comunidad
científica local, pues se tiene al frente a una especie exótica e invasora
altamente dañina y peligrosa. Wales quisiera, tal como pregona Advocates for
Animals, una solución a largo plazo —como podría ser una vacuna contra el virus
Parapox—, pero, por ahora, no la hay. La única solución a corto plazo es el
sacrificio de las ardillas grises. No hay otra. Lo otro es especulación y
buenos deseos.
Perú exótico
A todo esto y para bien, el Ministerio del Ambiente, a través de la
Dirección General de Diversidad Biológica (DGDB), viene cocinando el Plan de
Acción para la Prevención, Control y Mitigación de Impactos de las Especies
Exóticas Invasoras. Para ello, tras una serie de reuniones con expertos de
varios sectores del Estado, de universidades, de organizaciones públicas y
privadas y con otros especialistas, la DGDB ha ido recogiendo impresiones y
aportes, con el fin de afinar y cristalizar esta herramienta que es muy
necesaria para combatir a esta cada vez más fuerte amenaza de la diversidad
biológica. El tema debe tomar más fuerza, dado que el Perú está expuesto a un
gran número de especies exóticas e invasoras.
Y como somos un país con una muy alta diversidad biológica, producto,
entre otros, de una gran oferta de ecosistemas a consecuencia de las diversas
condiciones climáticas y geográficas que tenemos, estamos expuestos y somos muy
vulnerables a este gran problema. Y lo peor de todo es que no estamos
preparados. Por eso, si un día de estos, en Lima o en otra localidad fuera de
la costa norte del país, vemos que nos ha invadido la Ardilla de Nuca Blanca (Sciurus stramineus),
sí esa simpática ardillita que revolotea ya por casi toda la capital del país,
ya saben qué hacer.
Noviembre 2014
Artículo publicado en la versión online de la Revista Rumbos:
http://www.rumbosdelperu.com/no-hay-que-ser-el-rey-de-inglaterra-para-mandar-a-matar-ardillas--V2034.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario