Cóndor andino macho adulto en el Zoológico La Totorilla, en Huamanga. |
Regresé al valle
ayacuchano del Sondondo. Esta vez tomé otra ruta. Me fui por avión a Huamanga,
para de ahí enrumbar por carretera hacia Cangallo y a Querobamba (en la parte
alta del valle) y luego a Andamarca (en la parte baja). Pude conocer así una
zona realmente hermosa e interesante del departamento de Ayacucho y recogí, en
la parte alta, impresiones de gente que también interactúa con el cóndor andino (Vultur gryphus) del valle del Sondondo. Con ello, ya cuento con dos miradas distintas
en torno su conservación en esta magnífica parte del país.
Pude volver a este valle interandino gracias al apoyo del
Programa de Desarrollo Económico Sostenible y Gestión Estratégica de los
Recursos Naturales en las regiones de Ayacucho, Apurímac, Huancavelica, Junín y
Pasco (PRODERN). Esta vez hice el viaje con Doris Rodríguez, especialista del
Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR), con Emilio Cruzado,
especialista de PRODERN y con William Ayala, director de la Dirección Forestal
y de Fauna Silvestre del Gobierno Regional de Ayacucho.
Tras aterrizar en Huamanga, nos fuimos al Zoológico La
Totorilla de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional San
Cristóbal de Huamanga. La idea era ver cómo le iba a un ejemplar de cóndor
andino hembra joven que estaba allí en cuarentena, dado que fue rescatado a
mediados de junio, justamente cerca del anexo de Mayobamba, en el distrito de Chipao,
donde realizamos el primer taller para la conservación de esta ave. El ejemplar
fue encontrado aturdido a orillas del río Mayobamba y fue puesto a buen recaudo
por pobladores locales.
En un inicio se pensó que había sido envenenado, pero
luego se determinó que se habría estrellado contra los cables de media tensión
que están en el valle en la zona del mirador. Felizmente, el ave goza de buena
salud y debería ser liberada pronto. En el zoológico ha recibido una muy buena
atención y tal como vi, ya está esperando el momento de regresar con los suyos.
Aprovechamos para recorrer este recinto ayacuchano que alberga también en
cuarentena a diversos especímenes de nuestra fauna silvestre que han sido
decomisados por tenencia ilegal.
Río Pampas, muy cerca a Cangallo. |
Esos loros, búhos, zorros, pumas, halcones, monos y
otros ejemplares nos muestran que el tráfico ilegal de fauna silvestre atenta
contra nuestra diversidad biológica y que los zoológicos cumplen un rol
importante en la gestión de fauna silvestre, pues, entre otros y con su escaso
presupuesto, permiten albergar animales hasta que se decida su suerte. Muchos
de ellos (por no decir, casi todos) no podrán regresar a su hábitat natural.
Algunos tal vez se queden ahí y el resto se irá a centros de rescate,
zoocriaderos u otros. Verlos en ese momento y saber que han sido extraídos de
su entorno natural nos recuerda el siguiente mensaje: no compres ni vendas
animales silvestres de origen ilegal, no seas cómplice de su extinción.
El bosque seco
del valle del río Pampas
Dejamos Huamanga y salimos en dirección a Cangallo,
una ciudad ubicada a 2570 metros (m) de altitud y capital de la provincia
ayacuchana del mismo nombre, asentada a orillas del río Pampas que es a su vez la
frontera natural con la provincia de Víctor Fajardo y que desemboca en el río
Apurímac. De Cangallo seguimos hacia el distrito de Querobamba —capital de la
provincia ayacuchana de Sucre— ubicado a 3500 m de altitud. Durante el camino estuvimos
bastante tiempo acompañados por este río que forma una muy interesante porción
de bosque seco que me hacía recordar al bosque seco del Marañón entre los
departamentos de Amazonas y Cajamarca.
Porción de bosque seco entre Cangallo y Sucre que hace recordar al del Marañón. |
Esta zona entre Cangallo y Querobamba en la provincia
de Víctor Fajardo y luego en la de Sucre es bastante accidentada y destaca por
sus cultivos agrícolas y por su actividad ganadera. En la parte alta se cría
camélidos sudamericanos y el comercio es bastante activo con el departamento
fronterizo de Apurímac y con ciudades como Chalhuanca, Abancay, Andahuaylas y
otras. Así, tras unas siete horas de haber salido de Huamanga llegamos a
Querobamba para pasar la noche. Es necesario anotar dos cosas: la zona forma
parte de la cuenca amazónica y en cada pueblo que atravesábamos no faltaba su
plaza de toros.
Querobamba City
Al día siguiente realizamos el taller sobre el cóndor
andino en el Instituto de Educación Superior Tecnológico Público Santo Domingo
de Guzmán con estudiantes, profesores y autoridades académicas y ediles. Nos
quedó claro que su mirada sobre el cóndor andino es otra con respecto a aquella
de la parte baja del valle de Sondondo. Y es que en la parte alta del valle,
los cóndores solo están de pasada y usan estos espacios de tránsito o para
alimentarse. Es decir, no los utilizan para anidar, dormir o como lugar de
residencia. A propósito, recordemos que en mayo de 2018 y muy cerca de allí, se
reportó la muerte de seis ejemplares de cóndor andino que fueron envenenados
porque se les “acusó” de ser los responsables de la muerte de ganado en la
zona.
Estudiante querobambina diserta sobre el cóndor andino en su región. |
No obstante, se determinó que el veneno habría tenido
otro destino: pumas. Pero como se sabe, este felino, en base a su traumática
necesidad de tener que convivir con los humanos y de saber de sus torpes
acciones, es bastante hábil para no regresar al mismo lugar a cazar, por lo
menos, por un buen tiempo. Así que los cóndores bajaron a comer ganado
envenenado que nadie solicitaba y se fueron a la otra. Se podría inferir entonces
que en esta zona, los cóndores serían vistos como una amenaza y que estarían
expuestos a ser capturados para ser usados en el conocido Yawar Fiesta. Y si
bien nos contaron que se habría reducido bastante el uso de esta ave para tal
fin “cultutral”, aún no se puede cantar victoria porque todavía es bastante
usual y arraigada esta práctica en diversos poblados, principalmente, del
departamento de Apurímac.
Por otro lado, dialogar con los querobambinos nos
permitió saber que, por ejemplo, en esta región no se percibe al turismo como una
opción inmediata de desarrollo, por lo que no hay mucha ilusión al respecto, a
diferencia de la parte baja del valle. En una primera y rápida impresión, esta
zona es más dinámica y “comercial” que la parte baja. Y en cuanto a la
presencia del cóndor andino en el colectivo local, por ejemplo, en la Plaza de
Armas de Querobamba el cóndor andino tiene su estatua y aparece bastante
seguido en iconografía y en manifestaciones de todo tipo.
Plaza de Armas de Qurobamba. |
Entonces, se reconoce la presencia del cóndor, se sabe
que podría ser una opción mediata para el turismo, que es importante
biológicamente y que es una especie emblemática y ancestral. Sin embargo, aún
falta bastante para lograr armonizar la convivencia entre el hombre y estas
aves. Muchos de estos problemas entre ambos actores se deben a la expansión
humana, es decir, a la necesidad de “colonizar” nuevos espacios, de trabajarlos
(agricultura, ganadería, previa tala de la cobertura vegetal original), de satisfacer
demandas (minería); también al desconocimiento de su naturaleza (envenenamiento),
a malas prácticas ambientales (basura, contaminación) y culturales
(celebraciones, artesanía), entre otros aspectos. A eso se suma la falta de
información sobre esta ave y diversos factores (perros asilvestrados, por
ejemplo) que amenazan a los cóndores andinos y a nuestro patrimonio natural.
De esta manera, en Querobamba pudimos también conocer pinceladas
sobre la dinámica económica y cultural de esta pujante parte del valle. Sin
duda, las ganas de salir adelante están ahí. Esperemos que sea así y que el
cóndor andino acompañe a toda la región y se quede por siempre en todos los
espacios incluidos dentro de su rango de distribución por estos lares.
Cerrando el
círculo
Cóndor andino macho ve con buenos ojos el futuro. |
Tras la incursión en Querobamba, regresamos a la parte
baja para reunirnos en Andamarca con pobladores y autoridades, a fin de pactar la
ejecución de actividades que ayudarán a la gestión sostenible de la población
del cóndor andino en el valle. Antes de ello recorrimos otra porción de esta
interesante y accidentada región ayacuchana. Tras cruzar el río Sondondo y
disfrutar de hermosos paisajes, llegamos al pintoresco pueblo de Aucará con su
hermosa laguna, para luego pasar por Cabana Sur y llegar a nuestro destino.
Después de estas dos incursiones al valle, concluyo que
hay todavía mucho por hacer. Es imperante insistir con la reubicación de los
cables de media tensión en la parte baja del valle del Sondondo para evitar más
accidentes aéreos y realzar la belleza paisajística del mirador de cóndores.
Asimismo, es necesario seguir apostando por un desarrollo turístico ordenado,
de tal manera que esta actividad genere oportunidades de mejora en la calidad
de vida de sus pobladores sin que se tenga que sacrificar la identidad cultural
local y sin caer en improvisaciones ni en el desorden. Sin duda, el camino es
complicado, pero ahí está el reto: hacer que el valle se convierta en un polo
magnético para el turismo.
Las distancias no ayudan y la infraestructura todavía
no alza vuelo. Así también, falta promocionar más este destino que debería
empezar a estar en la agenda de más peruanos y extranjeros. Esperemos que esto
suceda. Por eso, regresaré una vez más al valle a dejar algo de información
para apoyar, mediante la conservación del cóndor andino, la consolidación de
una apuesta de desarrollo que debe ser integral; es decir, unir los aspectos
sociales, culturales, ambientales y hasta políticos para hacerlos caminar y que
converjan en un mismo fin.
Se conserva lo que se conoce, se entiende, se valora y
se usa para mejorar y ofrecer un mejor futuro. Por eso, lo que sí sé es que
este valle no puede alzar vuelo sin el acompañamiento y permanencia del ser
alado que domina estos territorios: el cóndor andino.
P.D. Agradezco a
Andrés Medina, conductor de vehículos de PRODERN, con quien viajé las dos veces
que estuve por allá, por el aplomo y la profesionalidad de su trabajo.
Agosto 2019