jueves, 14 de julio de 2022

¡QUÉ NO PANDA EL CÚNICO! INFORMA E INFÓRMATE BIEN

Rana del Lago Titicaca. Foto: SERFOR.

Por un corto periodo de tiempo he regresado a las aulas. Debido a ello, he debido desempolvar la pluma para escribir algunos ensayos y hacer mi tarea del colegio. Debo reconocer con poca vergüenza que soy un estudiante flojo, relajado, disperso y sobre todo, divagante. En vez de escribir estas líneas en un periodo de tiempo razonable, me demoro más de lo necesario por dedicarme a ver Netflix, Poné a Francella, El Bananero, Two and a Half Men y otras series, dejando de lado, de manera descarada y sin culpa, mis obligaciones. Además, claro está, la calidad de lo escrito va descendiendo conforme avanzo. Dicho esto, acá les dejo una primera muestra.  

El Perú es considerado un país megadiverso y está entre los diez en esta lista de orden mundial, junto a México, Colombia, Madagascar, Indonesia, Ecuador, Congo, etc. Esto se debe a que alberga una muy alta diversidad biológica que se cristaliza en un gran número de especies biológicas (diversidad de especies), de diversidad genética y de diversidad de ecosistemas. A esta diversidad, algunos autores le suman la diversidad cultural, la misma que habría permitido que el ser humano “use” la flora y fauna silvestre a su favor y para su supervivencia, a través de la domesticación, por ejemplo. En el caso de Perú, los antiguos peruanos lograron domesticar especies como la llama y la alpaca —en base a camélidos sudamericanos como la vicuña y el guanaco—, el cuy, pato criollo, entre otras.

En esa dirección, el Perú reúne diversos factores geográficos que condicionan que tenga una alta diversidad biológica, tales como, en resumen, estar cerca de la línea ecuatorial, tener a la Cordillera de los Andes y dos corrientes marinas (la de Humboldt y la de El Niño), ser el origen de la cuenca amazónica, así como tener una diversidad de pisos ecológicos. Todo ello favorece la formación de una serie de hábitats en diversos pisos altitudinales que albergan a un gran número de especies biológicas. 

Adicionalmente, los ecosistemas en el país presentan, en términos generales, un buen estado de conservación. En vista de ello, el Perú es el segundo país, en el planeta, en cuanto al número de especies de aves, tercero en mamíferos, tercero en anfibios, tercero en mariposas y es considerado el centro de origen de la papa, el cacao, entre otros productos vegetales.

Foto: Michael & Patricia Fogden, CORBIS.
No es difícil, en base a lo anterior, imaginar que debamos convivir con un gran número de especies de fauna silvestre en todo el país, incluso en las ciudades. Es por eso por lo que el manejo de la información científica sobre las especies, en este caso, de animales silvestres, sea parcialmente desconocida para el ciudadano de a pie, lo que ocasiona que existan conflictos entre seres humanos y la fauna silvestre. Y en especial, es inevitable que se cree una falsa concepción de algunos grupos de animales, como serpientes, murciélagos, zorros, osos de anteojos, entre otros. 

A todo ello se suman diversos problemas que acarrean el crecimiento demográfico y la consecuente necesidad de acceder a nuevas tierras para realizar actividades productivas como la minería, agricultura, ganadería y otras. Esta situación ocasiona que la población use terrenos que son hábitat natural de la fauna silvestre, por lo que la frontera, en muchos casos, entre lo “urbano” y “el campo o el monte” es difusa. Esto genera encuentros más comunes entre la gente y la fauna silvestre, en los cuales se menciona que “los animales invaden los terrenos ocupados por las personas”, cuando en realidad es todo lo contrario. Ellos siempre estuvieron ahí. 

Así, por ejemplo, en julio de 2014, en la versión regional (Loreto) del diario Correo, apareció una noticia que llevaba el siguiente título: “Serpientes venenosas atacan a vecinos en Iquitos”. A lo largo del artículo aparecen frase como: “Los vecinos del distrito de Prolongación Sucre en Iquitos sufrieron el ataque de un grupo de víboras asesinas de distintas especies”. Las madres de familia denunciaron que cada día matan decenas de estos reptiles que atacan a sus hijos y que las autoridades locales no hacen nada por ayudarlos”.

Asimismo, se indica en el artículo que “(…) Según reporte del corresponsal de Correo en Iquitos los animales van en busca de lugares calientes por lo que muchas veces ingresan a las viviendas de las personas para refugiarse en las salas, cuartos, al pie de las camas, poniendo en constante peligro la vida de los ciudadanos. Los más expuestos a estos ataques son los niños que juegan en la casa y podrían encontrarse con alguno de estos animales y sufrir una mordedura mortal”.

A los pocos días, apareció un artículo, en la revista Velaverde, en alusión a la nota aparecida en el diario Correo, titulada: “Serpientes: entre la verdad y la ficción (periodística)”, escrito por Santiago Bullard, en el que se aclara diversos puntos al respecto. 

Parte de lo escrito anota que: “A lo largo de los años, los medios periodísticos han convertido a las serpientes en un malvado recurrente de noticias llenas de sensacionalismo. El año pasado una noticia de El Comercio llamaba “pitones” a dos boas constrictoras encontradas en pleno Centro de Lima; y, hace menos de un mes, una noticia de Correo vuelve a pecar de nulo rigor científico al acusar, en un artículo, de “víboras asesinas” a inofensivas culebras. La pregunta que surge es: ¿qué compromiso tienen los medios periodísticos con los datos científicos y qué consecuencias traería su incumplimiento? (…)”.

Adicionalmente, el artículo periodístico enuncia que “En principio, la noticia parece fiable: estando ubicada en plena selva amazónica, a nadie puede sorprenderle que en la ciudad de Iquitos de encuentre algún ofidio venenoso. El primer problema radica en lo que dice la nota como tal: “Los vecinos del distrito de Prolongación Sucre, en Iquitos, sufrieron el ataque de un grupo de víboras asesinas de diversas especies”. Ciertamente, tildar de “asesinas” a las serpientes no es muy científico, aunque sin duda consiga atraer la atención de los lectores. Sencillamente, porque en términos científicos no existe tal cosa como una serpiente “asesina”, pues las serpientes venenosas solo atacan a la gente en defensa propia. (…)”.

Finalmente, el periodista menciona que “La noticia, en internet, está acompañada por un video, una suerte de “reportaje” en el que se vuelve a recurrir a adjetivos que aporten cierto sensacionalismo a la nota. Para empezar, dan a entender que los reptiles estarían, de alguna manera, confabulando entre sí para atacar a las personas (lo que de¬mandaría un grado de organización del que las serpientes, criaturas esencial¬mente solitarias, carecen). Pero lo que más evidencia la falta de rigor científico de la nota es que, de hecho, las serpientes que aparecen en el video no solo no son víboras, sino que ni siquiera son, técnicamente, serpientes venenosas”. 

Bullard agrega además que “El herpetólogo –especialista en anfibios y reptiles– Pablo Venegas identificó a las supuestas asesinas como Helicops angulatus, una especie de colúbrido de hábitos semiacuáticos que se alimenta fundamentalmente de peces y ranas, a los que captura recurriendo a una toxina sumamente leve que, si bien es letal para sus presas, no representa ninguna amenaza para las personas. La pregunta, ahora, es si estamos ante un resbalón periodístico o ante una actitud generalizada que evidencia un vicio recurrente de los medios (…)”.

Ejemplos en el Perú del tratamiento desacertado de temas relacionados a la fauna silvestre hay varios. Principalmente, estos se centran en la percepción que se tiene sobre los posibles daños y peligros que le puede ocasionar al hombre la presencia de animales silvestres en zonas periurbanas. En ese sentido, es necesario que se vierta información científica a la ciudadanía para prevenir posibles conflictos entre humanos y la fauna silvestre. De esta forma se podrá contribuir a, por un lado, evitar la muerte innecesaria especímenes animales y contribuir a la conservación de la diversidad biológica; y, por otro lado, a evitar casos de afectación a la salud humana por desconocimiento y malas prácticas. 

Sancarranca. Foto: Pablo J. Venegas.
Conocer realmente qué sucede con la fauna silvestre, dónde está presente, qué animales podría uno toparse en su entorno, qué características posee, además de saber cuál es su rol en la naturaleza, ayudaría mucho a evitar casos innecesarios de querer matar animales a diestra y siniestra; y desmitificaría diversos aspectos que conducen a diversos sectores de la población a tomar acciones por su propia cuenta que pueden ser riesgosas y desproporcionadas. 

Para este fin, es necesario lograr, por un lado, que los medios de comunicación entiendan la necesidad de publicar información científica validada por profesionales (y no solamente usar la que se sospeche que es de este corte) en un lenguaje apropiado para el público masivo u objetivo al que se dirige; y por otro lado, asegurar que la comunidad científica exija que los medios de comunicación divulguen información verdadera, para lo cual debe poner de su parte y estar llanos para atender los pedidos de prensa. En ese escenario, urge contar con información científica actualizada adaptada a diversas realidades (y públicos), de tal forma que se pueda explicar, por ejemplo, que los murciélagos son especies benéficas para el ser humano, debido a que son polinizadores, dispersan semillas, controlan plagas (insectos), su excremento sirve como fertilizante y que, además, son inofensivos. No obstante, se piensa que muchas de estas especies son vampiros y se les atribuye ataques a las personas por lo que se les ha satanizado. Es necesario saber que en el planeta, solo tres especies de murciélago son hematófagas, es decir, se alimentan de una mínima cantidad de sangre animal y eventualmente humana.

Así por ejemplo, en marzo del 2020, en Cajamarca, pobladores atacaron con fuego a murciélagos porque pensaron que transmitían el coronavirus. Asimismo, en muchos lugares, al margen de este caso, se les caza e intenta eliminar por diversos tipos de creencia no fundamentados que tienen su origen, en parte, en creencias no fundamentadas. Algo similar sucede con el consumo humano de ranas gigantes del género Telmatobius, procedentes principalmente del Lago Titicaca, en el entendido que tienen propiedades vigorizantes y tonificantes. 

Fuente: SERFOR.
Este hecho ha generado que diversas especies de este anfibio se encuentren amenazadas y que se haya debido adoptar diversas acciones de control y fiscalización para detener la captura ilegal de esta especie. No obstante, estas acciones no son suficiente, sino se detiene la demanda, es decir, el consumo de estos anfibios. Para este fin se necesita principalmente información científica que permita argumentar que estos animales no ofrecen los beneficios que se les atribuye; y que además se corre el riesgo de contraer enfermedades, ocasionadas por diversos agentes patógenos que prosperan en las condiciones de insalubridad en las que estos animales son almacenados y criados en cautiverio. 

En este caso, se tiene identificado que el principal público que consume estos “batidos” está conformado por, en Lima, de migrantes provenientes principalmente del Ande peruano y que se dedican principalmente al transporte interprovincial. Este público específico no conoce seguramente (y, además, no le debe interesar saber) que estos anfibios son endémicos del Lago Titicaca y del lago de Junín y que son especies amenazadas y de distribución restringida.

Fuente: SERFOR. 
Otro caso similar es el que se da con la presencia de boas en algunos poblados del norte del Perú. Estos reptiles aparecen eventualmente en casas y causan zozobra entre la población. Y pese a que se ha intentado sensibilizar a las personas, a través del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR) en Piura, sobre el hecho de que son especies amenazadas, que no todas son venenosas y que ofrecen beneficios por ser un controlador de plagas; y que se ha ofrecido diversas recomendaciones como no dejar basura, ni animales domésticos sueltos, entre otros, falta aún mucho por hacer para cambiar la percepción que tiene la gente al respecto. 

Así, en base a este y otros casos, urge difundir información científica actualizada y verificada para públicos específicos que presente claramente aspectos necesarios que den a conocer características de la fauna silvestre que permitan valorar y conocerla, para luego adoptar medidas destinadas a su conservación y a desarrollar una convivencia armoniosa.

Finalmente, es necesario además, adaptar los mensajes a ofrecer, por un lado a públicos específicos para poder gestionar la información a ofrecer; y por otro lado, definir los canales y plataformas a usar, con el fin de tener mejores resultados. Se debería, además, evitar causar el pánico innecesario, evitar gastos innecesarios para intentar controlar incidentes que requieren un tratamiento pensado más a largo plazo y que vaya de la mano de acciones de educación. 

Esto último es imprescindible, si es que se desea cambiar conductas para beneficio del patrimonio de fauna silvestre del país; y consecuentemente de la ciudadanía. Es decir, no es necesario, en estos casos, circunscribirse solamente a un tema de información, sino trascender a ello y generar cambios en el accionar de la gente, en base a conocimientos científicos trabajados para ser usados en temas comunicacionales y educacionales. Si no se cuenta con una buena base científica y con información técnica actualizada, es difícil contribuir a tener una ciudadanía bien informada. 

Junio 2022

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