Recuerdo con claridad cuando entré al Servicio
Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR). El día exacto en el que esta aventura
empezó fue el 24 de agosto de 2015. No pensé quedarme tanto tiempo, aunque en
realidad, dudo si realmente pensé eso. Sea cierto o no, el tema es que estoy
por cumplir nueve años en esta institución que he aprendido a querer y a la
que, aún, voy día a día con ganas de aportar, pese, por supuesto, a algunos
altibajos y situaciones que a veces me dejan un sinsabor. Pero como un amigo me
dijo hace ya más de tres lustros, “si pierdes el entusiasmo, mejor deja de
trabajar en lo que crees que te gusta”. Felizmente, ese entusiasmo no lo he
perdido aún.
El pasado 26 de julio de 2024, el SERFOR cumplió diez años de vida institucional. Para la Autoridad Nacional Forestal y de Fauna Silvestre, una década es bastante y poco a la vez. Esa ambigüedad parece contradecirse con el hecho de que, si bien se ha avanzado en construir una normatividad contundente para regir el destino de nuestra flora y fauna silvestre, aún existen vacíos y contradicciones para su correcta aplicación, salen a flote demasiada verborrea y tramitología a las que debemos vencer y a veces nos invade una visión muy “controlista” de nuestro patrimonio natural. Pero estas breves líneas no intentan armar una discusión bizantina sobre el accionar de esta institución. No, por ahora no. Quiero, tan solo, detenerme unos minutos y celebrar el aporte del gran equipo humano que en ella labora.
Creo que fue en abril del 2018 que fuimos a la Reserva Paisajística Noy Yauyos Cochas a liberar a este especímen de cóndor andino. El chofer fue mi recordado amigo Héctor Cordero (QEPD). |
Cuando entré al SERFOR, debo confesar, pensé dos cosas: voy a toparme con mucha gente “antigua” que seguramente viene desde el ex Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA) —institución que hasta ahora forma parte del léxico y recuerdo de muchas personas— y de la extinta Dirección General Forestal y de Fauna Silvestre; y seguro me ahogaré en la burocracia de la que tantas veces reniego y que genera anticuerpos en casi todas y todos los peruanos.
Efectivamente, encontré servidores añejos, pero, para sorpresa mía,
encontré también bastante “juventud”. Es decir, conocí a muchas y muchos
colaboradores jóvenes que impregnaban (y lo siguen haciendo, pese cierto
cansancio innegable y a los CAS permanentes —ustedes saben a qué me refiero—)
vitalidad, empuje y (asumo) el ya nombrado entusiasmo. Por supuesto también enriquecen
a la institución con conocimientos y experiencias previas. Su presencia, en
conjunción con las “viejas glorias”, parece ser una buena jugada para pasar a ser
la combinación perfecta, la misma que está destinada a sacarle lustre a una
institución “nueva” que fue ensamblada y compuesta por partes de instituciones
extintas. Si bien, personalmente, creo que ese ensamblaje pecó de mucha “consulta
social” y de decisiones políticas discutibles, fue así como, en resumen, nació
mi querido SERFOR.
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Con la gente brava de Comunicaciones (Lima y ATFFS), julio 2024. |
Laborar en el SERFOR es para mí una gran satisfacción porque, como muchos
saben, estoy “en mi salsa”, en esa misma en la que estoy ya más de 20 años o
más. Una de las cosas que me gusta es que cada día conozco a más personas
comprometidas hasta el tuétano con la causa, pese a diversas carencias presupuestales
y al accionar, a veces, kafkiano del aparato estatal. Esa causa que parecería
simple, si la plasmo acá como: gestionar inteligentemente (para no decir, como
siempre, de manera sostenible) lo que nos queda de patrimonio forestal y de
fauna silvestre es bastante compleja de realizar en un país como el nuestro.
Debemos evitar las posiciones y miradas muy “parquistas”, “conservacionistas a
ultranza”, “animalistas” y aquellas que solo se refieren a la “cosmovisión” de
unos como la panacea y la única manera de salvar al planeta.
Una de las cosas que me parecen fabulosas del SERFOR es la presencia de especialistas
de diversas profesiones, con los que me topo, bromeo y me agarro casi a golpes
en discusiones de alto nivel intelectual. Si bien cada uno puede hablar su
propio idioma, al final todos caen por un embudo hacia un mismo fin. De esta
forma, en las incontables reuniones, en las que he participado y participo, afloran
diversas posturas ideológicas (inevitables), argumentos técnicos válidos,
experiencia profesional acumulada y una carga subjetiva a veces ya muy evidente.
Todo ello en su conjunto enriquece una reunión, pero también puede llevarnos a
la nada o a una dilatación cuestionable para la toma de decisiones. No obstante,
esa diversidad de opiniones enriquece nuestro accionar y parezca o no, es
necesario y útil si se regula. Al final, el balance es positivo.
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El camino así es. Lo dije durante la XXI Reunión de la Comisión Técnico - Administradora del Convenio para la conservación y manejo de la vicuña, en mayo de 2024. |
Lo que sí me queda claro y debería ser algo evidente en cada uno de los
que estamos en el SERFOR, es el hecho de que, reneguemos o no, somos
funcionarios públicos. Es decir, trabajamos para el colectivo nacional.
Servimos al país por si a alguien se le olvido. Y es que ¡alguien debe hacerlo!
Y bajo esa premisa, me toca a mí y por eso estoy en el SERFOR. No me arrepiento
en lo más mínimo ser un funcionario del Estado y recibir golpes de la ciudadanía
que nos tilda de “lentos”, “inoperantes”, “corruptos”, “insensibles con los
animalitos” y de varias cosas más.
Así, otra de las cosas que me gusta y me retiene en el SERFOR, es la extensa
paleta de tópicos que veo y atiendo; claro, pese a los temas administrativos y
programáticos de los que no puedo escapar. Estas dos últimas tareas pueden ser
tediosas, sobre todo porque no son mi especialidad, pero las considero fundamentales
e ineludibles. Sin ellas no somos nada. Va mi saludo para todas y todos mis
amigos de las oficinas generales de administración y de planeamiento y presupuesto.
Me hacen renegar a veces, pero valoro y reconozco sinceramente su trabajo.
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Con las vicuñeras. Abril 2024. |
En la tarde, me debo avocar a revisar y mandar mis aportes en torno a la
propuesta del Plan de Continuidad Operativa (para afrontar los eventos que
pongan en riesgo la continuidad de las operaciones de la entidad y del cual no
tenía ni idea que existía), revisar una cartilla para la identificación
anatómica de la madera de las especies de los géneros Dipteryx (shihuahuaco) y
Handroanthus (tahuarí) en el Perú y la Guía de identificación y cuidados
iniciales de animales silvestres decomisados o hallados en abandono, validar un
informe sobre la participación de la Oficina de Comunicaciones en un proyecto
que financió la Organización Internacional de las Maderas Tropicales (OIMT o
ITTO por sus siglas en ingles) para la “Prevención y Respuesta a Incendios
Forestales en Bosques Tropicales y Plantaciones Forestales en Perú”, preparar
mi ppt para un taller con los comunicadores del SERFOR, para acabar el día
atormentado por revisar más documentos, entre ellos, varias propuestas para las
redes sociales. Y así es todos los días, felizmente.
No voy a entrar en frases como “Feliz aniversario familia SERFOR”, “Vamos
por más”, “Vamos con todo”, “Orgullosos de nuestro país”, “Diez años y qué sean
muchos más” y cosas por el estilo. No. No hemos ganado nada aún. Nos quedan
muchas responsabilidades por delante. Es cierto, merecemos celebrar. Celebremos,
pero no perdamos de vista el importante rol que cumplimos cada uno de los
aburridos y burocráticos funcionarios del SERFOR. No perdamos las ganas de
seguir aportando beneficios al país; y no dejemos de tener entusiasmos por lo
que hacemos. Si no lo tienes, empezamos mal esta siguiente década.
Julio 2024
Felicidades!!!! Ya 10 años, yo estuve ahí para su nacimiento, justo en la transición. Grandes personas, grandes recuerdos.
ResponderEliminarSaludos Enzo!! Ahí seguimos, dándole duro. Un abrazo.
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