miércoles, 8 de julio de 2015

¡ESCRIBIR O MORIR EN EL INTENTO! (I)

Por cuestiones de espacio, al título del presente artículo le suprimí lo siguiente: ¡necesitamos escribir y publicar más artículos científicos y sobre todo hacer que sirvan para algo! Si bien pude haber borrado la frase, no lo hice porque resume lo que quiero decir. Ambos puntos son necesarios, es decir, escribir y publicar, por un lado y por el otro, lograr que lo escrito sea utilizado para mejorar como sociedad. En mi opinión, lo segundo es trascendental. Pero, ¿a qué viene todo esto? Es una explicación algo larga, pero en resumen se trata de lo siguiente: estoy convencido de que nos urge, como país, producir más información, documentarla, publicarla y hacer el esfuerzo para buscar que lo que es publicado en revistas que leen cinco gatos reciba un tratamiento especializado y abandone el complejo y (a veces conflictivo) mundo científico y académico para poder ingresar, tanto al desenfrenado y mundano mundo “de  la calle y del ciudadano de a pie”, como al tan venido a menos y carroñero mundo político. Hace tiempo quería escribir y publicar esto, ahora, lo importante es que sirva para algo.

Esperando entonces que estas líneas sirvan para algo, paso a sustentar algunas ideas. Para ello, debo informar que hace unos meses llegó a mis manos el artículo de Oscar Gonzalez[1] titulado: “Sobre la producción y revisión de artículos en revistas científicas”, publicado en el 2012 en la revista peruana The Biologist. En este manuscrito, el autor lanza algunos argumentos que justifican, según su punto de vista, la importancia de producir, publicar y revisar literatura científica desde la visión de la biología; e intenta alertar sobre algunos conflictos de intereses que surgen en el camino. Gonzalez trae a colación una frase que parece ser cierta en el mundo científico: “publish or perish”, es decir, ¡Publica o pereces! Y al parecer, si te dedicas a las ciencias (en este caso, a las naturales) y no tienes publicaciones, no eres nadie. Por ende, muchas veces, bajo esa presión y esa premisa, algunos estarían tentados a publicar textos de pobre calidad y lo peor es que estarían sucumbiendo a esa tentación.

Así también, Gonzalez indica que “es por esto que los resultados de una investigación se deben presentar con calidad e integridad. No es lo mismo una publicación científica que una publicación periodística; la cual puede ser espuria, falsa, injuriosa y totalmente deleznable. Lamentablemente ha habido casos y puede seguir habiéndolos de publicaciones científicas sin calidad alguna, repitiendo y hasta copiando información sin reconocer su fuente, inventando datos, forzando la estadística para producir resultados predeterminados que favorezcan a ciertos grupos o para ganar reputación”.

En teoría, debería entrar en cólera y arremeter contra este señor que deja al periodismo mal parado y como un vil oficio, pero no es esa la intención de estas líneas. No voy a hacer un escándalo por eso (aunque, ¿debería?). El tema acá es que, según indica Gonzalez, existirían científicos que estarían incurriendo en malas prácticas. Y es que en todos los rincones del planeta se “cuecen habas”. Gonzalez añade que “lamentablemente estas críticas pueden interpretarse como injurias personales; fue muy sonado el caso en nuestro país el caso de un biólogo llevando a juicio a un colega por, según una parte, criticar un resultado científico y por la otra parte por difamación (…)[2].    

Dicho lo anterior, en este “mundito” de las ciencias peruanas (naturales, pues no conozco lo que sucede en las ciencias sociales), existirían algunas pugnas y broncas menores que irían alejando a los involucrados de los fines que, creo yo, deberían ser puestos por encima de todo. Es decir, debemos lograr que los resultados y los nuevos conocimientos generados puedan ser incorporados a las políticas públicas destinadas a la conservación y al uso sostenible de nuestra diversidad biológica y en general, a todo el engranaje del sector público y privado que decide y dirige nuestros destinos. Me parece que a veces, el fin supremo de todo esto es publicar, hacer que se conozca el trabajo realizado (lo cual, no está mal), enrostrarle lo escrito a los colegas y sumar publicaciones como trofeos de guerra o galeones en el uniforme militar, sin dedicar esfuerzos para buscar que lo escrito sea asumido por los que toman decisiones trascendentales para el resto de los mortales.

En este punto podríamos hablar de dos culpables. Por un lado están los científicos e investigadores que se manejan muchas veces como una cofradía y que no quieren hacer el esfuerzo por difundir sus resultados a un público más amplio porque temen que no se les entienda o dudan que los “otros” puedan hacer algo con “sus” conocimientos. Y por otro lado están los flojos, facilistas y algo ignorantes periodistas o comunicadores que prefieren temas más banales o que todo les llegue “masticado” para no tener que investigar, procesar y pensar. Es cierto, a veces estos temas científicos “no venden” y se debe lidiar con verdaderos “plomazos” bastante aburridos. Pero también tenemos el caso de periodistas a los que les interesa un pepino estos temas porque no entienden nada. Por eso, todo esto debe cambiar por los clavos de Cristo.  

Ahora, antes de continuar, es necesario velar para que los artículos científicos a ser publicados, pasen por una buena, objetiva y seria revisión, la cual a su vez, deje de lado las pasiones, odios y favoritismos. Para ello, Gonzalez anota que “el proceso de revisión de artículos científicos por peritos en el tema (“peer review”) se supone debería ser independiente pero en nuestro caso, con lo pequeña que es la comunidad científica en nuestro país, puede que no lo sea”. Esto es cierto. Falta potenciar este tema en el país, pero felizmente vamos mejorando día a día. Sin lugar a dudas, este es un camino tortuoso que debe motivarnos a seguir bregando para que los profesionales de todas las ciencias (naturales y sociales) sigan aumentando en número (y en calidad) y dejen un legado contundente para los que vienen más adelante y para que, vuelvo a repetir, sea entendido y adoptado por los que dirigen el destino del país.

Revisión por pares

Para detenerme en lo referido a la revisión de los artículos científicos y en un acto de “auto plagio”, de flojera, de boicot personal, de propaganda para el Boletín de la Unión de Ornitólogos del Perú (que usted puede leer acá[3]) e incluso de falta de elegancia y estilo por “autocitarme”, reproduciré parte del editorial del último número (Volumen 10 Nº 1 – 2015) del mencionado boletín. Este acto cuestionable y bochornoso tiene una explicación. Y es que quiero abordar tangencialmente la modalidad más usada para estos fines, la misma que es también utilizada en el Boletín de la UNOP. 

Y dice así, “para llegar a sacar un nuevo número del boletín, a veces no se sabe cuánto trabajo hay detrás de todo el proceso de revisión y corrección de los artículos científicos bajo la modalidad de la revisión por pares (peer review) que es la que utilizamos en el Boletín UNOP. En algunos casos, la revisión puede tardar meses, varios meses. La revisión peer review asegura la calidad de los artículos mediante una revisión a cargo de los “colegas”. Con ello, se supone que se mantienen los estándares internacionales y la rigurosidad científica. Sin embargo, las demoras y los vaivenes ya han causado miles de dolores de cabeza. Además, se debe tomar en cuenta que este trabajo es casi siempre ad honorem”.

Tras este bochornoso incidente del cual soy yo el único culpable, quiero apuntar lo siguiente: ¿qué es lo que se debe evaluar para obtener un buen artículo científico? Al respecto, existen varias respuestas y discusiones. Los revisores científicos anotan que se debe revisar, entre otros, los métodos utilizados para llegar a los resultados, analizar la hipótesis o enunciados que se quiere demostrar o sobre los cuales se parte, identificar si se ha utilizado todas las referencias y trabajos previos existentes sobre el tema, definir si el tema es relevante o no y si aporta al conocimiento científico y otros detalles que mejoran el producto. Asimismo, se debe poner énfasis en los resultados, conclusiones y en las recomendaciones para redondear un producto de calidad.

Y justamente en el caso de las recomendaciones, creo yo, se podría ahondar un poco más. Sin embargo, sé que los autores alegan generalmente que no sería parte de su responsabilidad proponer medidas para utilizar la información entregada, dado que ellos “ya cumplieron” con presentarla. Puede ser que en parte tengan razón. El solo hecho de producir estos textos es ya un gran esfuerzo. En la mayoría de los casos, se debe trabajar contra el tiempo, sacrificando horas de ocio e invirtiendo incluso dinero propio, pues, para variar, son pocos los que reciben un estipendio económico para dedicarse exclusivamente a este rubro.

¿Cómo haríamos?

No pretendo presentar un ensayo ni una disertación al respecto, pero sí creo que debemos buscar la manera de, insisto, “llevar” los resultados científicos a terrenos menos técnicos y (lamentablemente) más políticos. Por ejemplo, cómo podemos hacer para que un trabajo que reporta el aumento del rango de distribución en el país de determinadas especies ornitológicas que ocupan y aprovechan lugares deforestados e intervenidos por el hombre, pueda ser trascendente para tomar medidas contra el cambio del uso del suelo en la Amazonía peruana. Por un lado, estarán los que opinen que tal vez es bueno que una especie de ave, que antes solo era registrada, por ejemplo, en Brasil en zonas deforestadas, ahora “entró” al Perú, porque en nuestro país encontró nuevos espacios (deforestados) para colonizar. ¡Es una nueva especie para el Perú! ¡Aleluya!

Es cierto, pero ¿qué implica este hecho? Implica, entre otros y en cristiano, que estamos destruyendo parte de nuestra Amazonía (esto no es nada nuevo) y potenciando los efectos del cambio climático en el planeta; y que siempre hay especies biológicas que se benefician y otras que se ven perjudicadas con el cambio climático. ¿Qué puede aportar el científico que reporta esta situación? En este caso, podría aportar muestras tangibles de que estamos

tumbándonos el monte de manera descontrolada, podría reportar tal vez algo sobre las especies que han sido perjudicadas con la deforestación (aunque eso sería material para otro trabajo) y podría tal vez hacer un llamado de alerta sobre el hecho y sugerir que se tome cartas en el asunto para detener el cambio de uso del suelo.

Por otro lado, ¿a quién corresponde hacer algo con la información presentada? Sin lugar a dudas, los llamados a hacer algo, en primera instancia, son las autoridades nacionales, regionales o locales, según el espacio donde se den los hechos. Es decir, en este caso, si hablamos de áreas naturales protegidas (fronterizas), el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP) debería enterarse de esto. Si estamos en terrenos establecidos para una concesión forestal, para conservación o para otros usos, el Servicio Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR) y el Organismo de Supervisión de los Recursos Forestales y de Fauna Silvestre (OSINFOR) deberían, por lo menos, saber qué está pasando. Y si son terrenos comunales o del Estado, los gobiernos regionales y locales (provinciales y distritales), según corresponda, deberían tomar cartas en el asunto.

Y si esto sucede en territorios indígenas o en reservas territoriales establecidas para poblaciones indígenas no contactadas o en aislamiento voluntario, el Ministerio de Cultura debería estar informado. Si esto sucede en terrenos privados, bueno a ponerse las pilas. Finalmente, el “simple” reporte de una nueva especie de ave en “nuevos” territorios puede (y debería) desencadenar una serie de medidas para saber qué está pasando, dónde, cómo, qué consecuencias trae el hecho consigo y poner a los responsables en autos para que no se les ocurra decir “yo no sabía nada”. La idea es entonces hacer una bola de nieve que empiece a rodar cuesta abajo con las consecuencias lógicas y necesarias.

Es decir, urge denunciar lo que haya que denunciar (aunque digan que no es función de los artículos científicos, sino del periodismo, pero no del que hace mención Gonzalez), aclarar y explicar lo que no se conoce, ofrecer cabos sueltos para futuras investigaciones, proporcionar información para construir y aplicar medidas de conservación y de desarrollo y finalmente, también para dar buenas noticias, pues no todo es negativo. Y bueno, lo siento mucho pero esto continuará en una siguiente entrega.


Julio 2015

Artículo publicado originalmente en la versión online de la Revista Rumbos:

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