jueves, 25 de marzo de 2010

EL POLVO NUESTRO DE CADA DÍA

El polvo, ese enemigo tan familiar al que nunca podemos eliminar por completo, es uno de los componentes omnipotentes de nuestro entorno y un portador de varias sorpresas. Dicen por ahí que del polvo venimos y que así terminaremos. Si esto es así (en especial lo primero), conozcamos más acerca de este fiel compañero de la humanidad. Miles de millones de toneladas de estas partículas minúsculas se dispersan anualmente por todo el planeta y dichas cantidades están aumentando considerablemente. Tal situación puede tener consecuencias dramáticas para el clima, la flora y la fauna y en especial para la salud humana. Pero también existen efectos positivos en cuanto a la presencia del polvo, entonces, ¿en qué quedamos?

El polvo que circula por nuestros territorios proviene del desierto africano (el 50% aproximadamente), de volcanes y de las actividades humanas. Estas partículas se trasladan cientos y miles de kilómetros constantemente. Incluso, desde los satélites, se reporta ocasionalmente la presencia en la superficie terrestre de nubes imparables de polvo que no conocen fronteras políticas y geográficas. Su importancia es, según los científicos, enorme ya que su presencia influye en diversos factores climáticos e incide en todos los seres vivos de la Tierra. El gran reto es determinar claramente cómo es que se da esa incidencia.

En las últimas décadas se ha determinado que, pese al incremento de las lluvias en algunos lugares, la cantidad de polvo aumenta considerablemente. En los años sesenta era fácil estimar su presencia pues bastaba saber si en las zonas áridas africanas llovía o no. Si había precipitaciones, las cantidades de polvo disminuían, si por el contrario no llovía, se podían formar tormentas de largo alcance o se hacía evidente la presencia de una ligera capa de polvo en muchos lugares alejados. A partir de los años setenta y debido al aumento de las sequías en territorio africano, la cantidad de polvo en el planeta aumentó dramáticamente.

Según científicos de la Universidad de Miami, la estrecha relación entre las lluvias y el polvo ha desaparecido a partir de los años noventa. Es decir, ya no juega un rol preponderante la presencia o ausencia de lluvias para analizar la cantidad de polvo que se traslada en el planeta. A través de diversos experimentos en la isla centroamericana de Barbados, se ha determinado que, desde 1965, la cantidad de polvo captada aumentó entre cuatro y cinco veces. Adicionalmente, se sabe que las regiones del hemisferio norte que habían permanecido de alguna manera "con poco polvo" ya sufren del embiste de este visitante. Ni el polo ártico se salva.

El hombre y el polvo

Existen muchas interrogantes y debates sobre la relación entre el polvo y el hombre. Más de la mitad de las partículas que lo conforman, y que provienen del África, tienen un diámetro menor a 2,5 micrómetros (medida que equivale a la millonésima parte de un metro) por lo que pueden introducirse dentro del cuerpo humano a través de la respiración. El polvo natural no está compuesto solo por minerales, sino también incluye hongos, bacterias y microbios. Es por eso que también es considerado como posible agente de enfermedades, pese a no existir pruebas contundentes que demuestren este hecho. Dicha situación enfrenta a científicos. Algunos de ellos afirman que el claro ejemplo de esto es la existencia de la “fiebre del polvo”.

Esta enfermedad —que puede acabar en la muerte— es producida por un hongo llamado Coccidioides immitis que habita principalmente en los suelos y que ingresa al organismo a través del aparato respiratorio. El mal es reportado en las partes áridas del África y en el suroeste de los Estados Unidos. En todo esto debe quedar clara la diferenciación entre el polvo natural y aquel que recibe el mismo nombre, pero que sin embargo, está conformado además por productos como los gases tóxicos de los autos y otras maquinarias, el asbesto de las construcciones y la ceniza producto de chimeneas y hornos. El polvo natural siempre ha sido dejado de lado como posible agente patógeno, lo cual al parecer, es un grave error.

Otra de las consecuencias conocidas, producto de la inhalación del polvo, es el asma. El número de afectados por este mal aumenta de manera alarmante en el planeta. Por otro lado, para el medio ambiente, las grandes cantidades de polvo pueden tener efectos, tanto positivos, como negativos, en especial en lo referente al clima mundial. En los espacios “oscuros” como los océanos y los bosques que absorben mucha energía solar, el polvo tiene un efecto refrigerante ya que refleja la luz solar en dirección contraria a la Tierra. En otros espacios puede tener un efecto contrario y es que su presencia “calienta” el ambiente.

Qué tal polvo

Para algunas plantas, el polvo puede ser beneficioso pues traslada minerales y algunos nutrientes. Así por ejemplo, toda la región amazónica recibe este elemento procedente del desierto africano. Su presencia ha sido registrada hasta en Hawai, una de las regiones más pobres en polvo natural (no confundir con el polvo de origen volcánico). Allí también se registra que muchos bosques han recibido sustancias con contenido fosfórico procedente de tierras africanas. No obstante, el polvo puede llegar hasta lugares ya de por sí secos, perjudicando a la flora local y acelerando su desertificación.

Otro de los enigmas en torno al polvo es saber cómo se realizará su distribución en la Tierra en las siguientes décadas en un escenario de diversos cambios climáticos. Asumiendo que muchas zonas subtropicales están expuestas a procesos de desertificación, se debe determinar cuál es su rol en estos procesos que parecen irreversibles. Ante la evidencia de diversas manifestaciones climáticas más severas (y por ende, más destructivas), productos del calentamiento global, es necesario reunir la mayor cantidad de elementos a tomar en cuenta en este complejo sistema llamado Tierra.

Considerada como uno de los problemas ambientales más severos que debemos enfrentar, la ya mencionada desertificación avanza irremediablemente a pasos agigantados. El principal causante de esto es el ser humano. Si bien, las sequías aceleran este proceso y el cambio climático también incide en el avance del desierto, la sobrepoblación es el principal agente de esta amenaza, la cual es irreversible e imparable en la mayoría de los casos. A más desiertos, más polvo y más pobreza ambiental.

Al concentrarse crecientes masas humanas buscando acceso al agua (subterránea o de los ríos y lagunas) y al introducir ganado (en especial caprino) se inicia un círculo vicioso. Las plantas escasean y sus raíces ya no fijan el suelo. El viento dispersa las partículas del suelo que ya no reciben sombra y por lo tanto no pueden mantener cierto grado de humedad, lo cual facilita su dispersión. Además, la poca agua que existe se seca y deja sales en la superficie terrestre que aceleran la desertificación dejando a la merced del viento más polvo. Estemos atentos ante el crecimiento de la humanidad y en especial al de la industria agroalimentaria en zonas costeras que demandan más espacios y “verdean” el desierto explotando la poca agua en ese ecosistema.

Los chinos y sus polvos

El escenario descrito anteriormente se encuentra en nuestro país sin ninguna dificultad y en aumento. Sin embargo, veremos qué sucede en China, un país que cada día da un paso más para coronarse como “la” potencia mundial. Según algunas cifras, los chinos pierden anualmente 3400 kilómetros cuadrados frente al desierto. Actualmente, la cuarta parte del país está cubierta de arena perjudicando a más de 4 millones de habitantes (lo cual no es mucho si tomamos en cuenta que hay más de 1200 millones de chinos). Desde Mongolia, el desierto amenaza a la capital china, Beijing. En marzo del 2002, el cielo pekinés se oscureció casi por dos días debido a una tormenta de arena que trajo consigo 30,000 toneladas de arena, es decir, cerca de 2 kilos por habitante.

El gobierno chino se ha dado cuenta de que solo, no puede contrarrestar este problema. Ante este y otros eventos que demuestran el avance del desierto, han surgido diversas iniciativas ciudadanas para enfrentar esta situación. No obstante, esto trae consigo problemas políticos, pues estos intentos —apoyados en muchos casos por ONG internacionales— son un dolor de cabeza para el régimen comunista, el cual teme que la presencia de iniciativas extranjeras se inmiscuya en sus políticas. De esta manera, la guerra contra el desierto y el polvo en el país más poblado del mundo tiene diversas aristas que enfrenta al gobierno con los ciudadanos. Mientras ambos lados pugnan por solucionar el problema, el avance silencioso de las tierras áridas no se detiene.

¿Y en el Perú? Todo bien, no pasa nada. La desertificación avanza, pero ¿a quién le importa?

Artículo publicado el 25 de marzo de 2010 en la versión online de la Revista Viajeros:
http://www.viajerosperu.com/articulo.asp?cod_cat=11&cod_art=1621

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