jueves, 22 de diciembre de 2022

LAS ISLAS GALÁPAGOS: UN PARAÍSO TERRENAL DIFÍCIL DE OLVIDAR (I)

Hace unas semanas, acompañé, junto a mi hermano, al Dr. Hans Langewiese a un viaje a las Islas Galápagos. Sin duda, el destino elegido es un lugar impresionante que todo amante de la naturaleza debe visitar. Caminar, bucear, andar en bicicleta, comer una pizza, pajarear, disfrutar del mar o simplemente ver el horizonte en ese archipiélago ecuatoriano es una experiencia magnífica e inolvidable. 

Salimos de Lima rumbo a Guayaquil. Nos alojamos en un hotel de dudosa reputación en un barrio algo movido de esta interesante ciudad ecuatoriana. No obstante, no hubo ningún incidente que reportar tras una noche sosegada caminando por el malecón a orillas del río Guayas. Al día siguiente salimos en la mañana para las islas Galápagos, justo un día antes de que la selección ecuatoriana enfrente al equipo de Senegal por el mundial de fútbol. Los polos amarillos de la selección abundaban por doquier y el ánimo futbolero se respiraba en cada esquina*. 

Enrique Angulo (EA): Dr. Langewiese, ¿qué espera de este viaje a las Islas Galápagos?

Hans Langewiese (HL): En realidad, espero poder entender por qué estas islas fueron el laboratorio del amigo Charles Darwin, ya que, como se sabe, el científico inglés recogió de las Galápagos los ingredientes para cocinar su teoría de la evolución. También espero por supuesto ver la mayor cantidad posible de fauna silvestre, conocer lo más que se pueda de estos territorios y como dicen ustedes “vacilar harto”.

Fernando Angulo (FA): ¿Cuál es la ruta que seguiremos? 

HL: Bueno, saldremos de Guayaquil en avión hacia la isla San Cristóbal y aterrizaremos en el aeropuerto del puerto Baquerizo Moreno. Desde ahí empieza la aventura. Luego iremos a la isla Santa Cruz, al puerto Ayora; y de ahí, nos iremos a la isla Isabela, la más grande del archipiélago, para quedarnos en puerto Villamil. Ya desde este último punto, regresaremos a San Cristóbal para tomar el avión y regresar a Lima, vía Guayaquil. 


A propósito, me quedé asombrado y debo reconocer que no sabía que en el archipiélago existen dos aeropuertos; el de la isla San Cristóbal y el otro, el aeropuerto Seymour, que está ubicado en la isla Baltra, ubicada a unos pocos kilómetros al norte de la isla Santa Cruz. Aterrizas y debes tomar un ferry para llegar a esta última isla. 

FA: Acabamos de aterrizar en la isla San Cristóbal, ¿cuáles son sus primeras impresiones?

HL: De arranque, no esperaba sentirme casi como en Piura, Tumbes o Lambayeque. El ecosistema predominante en tierra firme es similar al del bosque seco tropical estacionalmente seco del noroeste peruano. Me asombra además ver un ambiente bastante limpio, calmado, seco (aún no empiezan las lluvias), con poco sol (mejor, así podemos caminar sin un sol abrasador) y un clima, en general, templado y agradable. 

Ojo, un tema que es necesario saber: para entrar a las islas debes pagar 50$ en el aeropuerto de Guayaquil y 20$ en el aeropuerto de San Cristóbal. Asimismo, para usar cada uno de los puertos debes pagar “one dollar” al ab
ordar y desembarcar de cada bote que uses para ir de isla a isla; y a ello le debes sumar “one dollar” más por el uso del taxi acuático para ir del muelle a cada embarcación”. Ya saben, lleven hartos dólares.

EA: Llevamos ya toda una tarde en las Galápagos. Nos hemos dado cuenta de un detalle interesante, no hemos visto a ninguna ave carroñera. Asumimos que en todo el archipiélago pasa lo mismo. ¿A qué se debe?

HL: Es cierto, no hemos visto aún a alguna ave de la familia Cathartidae. Es extraño, pero también, el hecho reviste cierta lógica. En primer lugar, en las islas no existiría una gran cantidad de especies biológicas ni de individuos, en comparación con el continente, por lo que no habría muchos cadáveres que “comer”. Además, ya existe una legión de animales carroñeros en la isla, tanto en la zona costera como tierra adentro. 

Entre estos animales que cumplen este rol fundamental en el ecosistema, tenemos a las iguanas y tortugas terrestres, a los cangrejos (Grapsus grapsus), arañas de mar, al gavilán de las Galápagos (Buteo galapagoensis) —ave que finalmente no pudimos ver por más que la buscamos en varios lugares— y a algunas gaviotas oportunistas. Es resaltante notar que las playas lucen bastante limpias, tanto de residuos sólidos de origen antrópico, como de restos de animales muertos. También debemos recordar que estamos dentro del Parque Nacional Galápagos que cubre casi el 97% del territorio terrestre de este archipiélago y que existe un trabajo continuo de vigilancia y monitoreo de estos espacios naturales. 

Tras haber llegado a San Cristóbal, nos fuimos al Centro de Interpretación Ambiental Gianni Arismendy, ubicado a unos pocos minutos caminando del puerto. Al recorrer este espacio y las playas aledañas notamos que los famosos pinzones de Darwin pululan por doquier y sin ningún temor al ser humano. Algunos individuos ya se pasan de confianzudos. Dentro de mi pensaba “Darwin la tuvo fácil con estos pinzones”. Ya luego hablaremos al respecto. 

FA: En estos días que estamos recorriendo estos fabulosos espacios, es notorio cómo los animales silvestres casi ni se inmutan ante la presencia humana. Es asombroso ver cómo los leones y lobos marinos, las iguanas, los pinzones y otras aves marinas no se sienten perturbadas por la presencia humana. ¿A qué se debería eso?

HL: Tal situación tendría la siguiente explicación: estas islas fueron descubiertas en el año 1535, por el Fray Tómas de Berlanga, cuando, de manera casual, terminó varado, en una de sus playas. El religioso español y obispo de Panamá se dirigía al Perú desde España por orden de Carlos V, pero las corrientes marinas ocasionaron que llegue a las Galápagos. Luego de aquel suceso, el religioso informó a la corona española de la gran riqueza y de la abundancia de las pacíficas y enormes tortugas terrestres en estos territorios inexplorados y sin seres humanos.

Seguidamente, en el año 1546, el capitán español Diego Rivadeneira visitó el archipiélago y le puso de nombre: “Islas Encantadas” porque las divisó cubiertas de nubes y pensaba que estas “flotaban” en el agua. Además, su acceso era difícil por las corrientes marinas, lo que les daba cierto toque de misterio. Ya luego, estas islas fueron un punto de parada para piratas y cazadores de ballenas ingleses, quienes se dedicaban también a cazar a las tortugas terrestres, principalmente por su carne y grasa. 

Hasta ese entonces, no había una población humana estable en las islas. Es decir, la fauna silvestre no fue depredada (o mal usada) por el hombre hasta su “descubrimiento”. Ya luego, para variar, el ser humano casi aniquiló a las tortugas terrestres, no obstante, “dejó en paz” a las demás especies silvestres. Por eso, estas estarían acostumbradas a tolerar la presencia humana, pue no ven al hombre como amenaza. Adicionalmente, me parece que se ha seguido una buena campaña de sensibilización interna para que los pobladores locales aprendan a convivir de manera pacífica con la fauna silvestre. Ambos “bandos” se benefician de ello. Además, debemos tener en cuenta que la principal actividad económica del poblador de este archipiélago es el turismo de naturaleza.

En resumen, las islas han convivido muy poco tiempo el hombre, el cual, en un inicio, solo “le puso la puntería” a las tortugas terrestres. Todo lo demás, no fue motivo de depredación, por lo que siguió su rumbo con normalidad. 

EA: Dr. Langewiese, ¿cómo explicar el hecho de que en estas islas se cultive café? ¿Se imaginó que esto era posible?

HL: En realidad me quedé sorprendido de que en las Galápagos se cultive café. No me lo esperaba realmente. No obstante, a pesar de que probé el café y me pareció de mediana calidad, me parece fabuloso constatar este hecho. Hemos visto cafetales en las islas San Cristóbal e Isabela en áreas que de ninguna forma pensaría que hubiese encontrado en estas islas. 

La humedad, la altitud y diversos factores geográficos hacen posible que se pueda cultivar una serie de productos agrícolas que permiten que estas islas se desarrollen y abastezcan sin depender mucho del continente. A ello se le debe sumar la pesca y la ganadería como actividades adicionales que sustentan la alimentación humana en estos fabulosos espacios. Claro, muchas cosas llegan del continente, incluso del Perú, como unas galletas que compramos en la isla Isabela. 

En este “pequeño espacio” se da una fascinante conjunción de abundancia natural, de endemismos, de vida silvestre que está dispuesta a sobrevivir a los embistes del ser humano y de misterios aún por resolver. Es fabuloso visitar estas islas de origen volcánico que albergan a poco más de 25 000 habitantes, según el censo realizado por el Estado ecuatoriano en el año 2015. 

Alentando a Ecuador. Foto: Fernando Angulo.
Y si bien el archipiélago tiene una extensión de 8010 kilómetros cuadrados —lo cual en una primera impresión no es mucho pues estaríamos hablando de 801 000 hectáreas (lo que equivale casi a tres veces la extensión de la provincia de Lima)—, en estas tierras existe magia, una magia que nos hace pensar que el tiempo no ha pasado por estas islas; y que estaríamos en un espacio que tuvo un destino distinto a otros lugares en el planeta. ¿Respondí a la pregunta?

En la siguiente entrega, el Dr. Langewiese ahondará un poco más sobre la flora y fauna silvestre presentes y sobre otros detalles de este archipiélago que fue nombrado en el año
1984 Reserva de Biosfera Archipiélago de Colón – Galápagos. 

    * Nota del editor: Pese a que el día del partido entre Ecuador y Senegal, esta pequeña comitiva alentó rabiosamente al equipo ecuatoriano en un pequeño local, cerca de la playa de puerto El Chino, en el poblado de San José de Cerro Verde, en la isla San Cristóbal, los ecuatorianos se quedaron ese día fuera del Mundial. Nuestro aliento, creo yo, fue más por la emoción de estar en ese espacio que por algún tema de solidaridad regional. 


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