sábado, 30 de julio de 2022

SIN CIENCIA NO HAY PARAÍSO

Gráfico 1. 
¿Extraña situación? 
¿Por qué sería extraña?
Va el segundo intento. Me demoré más de la cuenta en escribir estas cortas líneas que debían responder a la siguiente pregunta: ¿Por qué es necesario evitar distorsiones en la divulgación de información científica? Al final, no sé si logré responder lo que el “profe” nos encargó. Lo que sí sé es que pude presentar el trabajo a pocos minutos de la hora pactada y desesperado por retomar la serie Peaky Blinders. Espero que la nota que vaya a recibir refleje las horas de dedicación y esfuerzo que usé para entremezclar la escritura, con la vida de los Shelby y las aventuras de mi mentor Charlie Harper.

Si consultamos la página web del diccionario de la lengua española de la Real Academia Española (RAE) para saber qué significa la palabra distorsión[1] encontramos las siguientes definiciones: (…)

2. f. Deformación de imágenes, sonidos, señales, etc., producida en su transmisión o reproducción.

3. f. Acción de torcer o desequilibrar la disposición de figuras en general o de elementos artísticos, o de presentar o interpretar hechos, intenciones, etc., deformándolos de modo intencionado.

Así, asumiendo que, en el caso de la información, la distorsión se refiere a la deformación de esta, producida en su transmisión o reproducción, lo que a su vez desequilibra la disposición de la misma, de tal manera que esta sea presentada para que los hechos sean interpretados de una manera intencionada, es decir, se “acomoda” la información adrede para que el receptor la entienda de una manera tal que beneficie a algunos, oculte algo o busque incidir en algún tema específico, estamos frente a un (gran) problema.

En especial, frente al gran “público de a pie”, dado que, en el caso de que se trate de información científica para la toma de decisiones o cambio de actitud frente a algún problema y dado que no necesariamente este público tiene un conocimiento previo del tema, se puede inducir a un error de percepción o de interpretación de manera intencionada o por desconocimiento completo del tema.

En el primer caso, es decir, cuando se desea que el público reciba la información “deformada” para apañar algo, ocultar una verdad, desviar la mirada o por alguna otra razón, deben saltar las alarmas. Eso no debería suceder. Ahora, si el que divulga actúa y suelta información sin saber realmente de qué se trata o lanza teorías que se basan en meros supuestos no probados, es también otro problema que debemos evitar.

Debemos diferenciar también que no es lo mismo actuar por desconocimiento que actuar con un conocimiento previo, el mismo que puede estar errado o que puede haber sido adquirido mediante algún canal, pero con información alterada, errónea o manipulada con fines determinados, no todos para algo bueno. Por eso, informar a un público masivo implica tener cierta responsabilidad para con el destinatario.

Es preciso también diferenciar entre datos, información, conocimiento y sabiduría. Y es que a veces se suele entremezclar los significados y se puede prestar a la confusión el uso de estos términos sin tener clara la diferencia y el alcance. Partamos de los datos como “materia prima” para formar o entregar información. Es decir, solo con datos que a veces parecen inconexos, dispersos, innecesarios e incluso abundantes, no podemos hacer mucho o no nos ofrecen lo que realmente queremos o debemos saber. Un grupo de datos sin conexión lógica, sin un contexto definido y sin haber sido constatados, ordenados, sistematizados y presentados de manera ordenada, no tienen mucho impacto.

Y si los datos, así sean exactos o inexactos, falsos o verdaderos, comprobados o no, son cohesionados intencionalmente para formar un conocimiento sobre algo, podríamos afirmar que ese conocimiento ya está distorsionado. Por lo tanto, es importante contar con datos e información científica que soporten un análisis para comprobar su validez y que estos estén prestos a poder ser comprobados.

Al momento, de presentar la información surge otra variante la subjetividad. Afirmar que existe la objetividad en el manejo y presentación de la información, dista de ser cierto. Siempre existe o se presenta una carga subjetiva en la información que se ofrece al emisor. Ya sea, también, por desconocimiento o de manera intencionada, la subjetividad puede influir de manera significativa en el impacto que genere la información que se difunda; esto, ya sea para bien o para mal. Si hablamos de información científica, deberíamos asumir que esta es objetiva. No obstante, los resultados, al momento de ser presentados, pueden recibir una carga subjetiva, para bien o para mal.

Por eso, es necesario combatir la falta de información científica sobre, por ejemplo, la gestión sostenible del patrimonio forestal y de fauna silvestre, de tal manera que el público objetivo tome mayor conciencia sobre algunos de los problemas que se tiene como el comercio ilegal de especies silvestres, la introducción de especies exóticas invasoras, manejo ilegal, entre otros. De esta forma, mediante el conocimiento, el entendimiento y la interiorización del problema, se puede tomar mejores decisiones.

Divulgar el conocimiento científico contribuye a persuadir a un público determinado, en este caso a la ciudadanía en general, a que realice acciones específicas, dentro de un marco conceptual acorde con la normativa y las buenas prácticas. En ese entendido, para buscar efectos en el público objetivo, se requiere elaborar mensajes en base a información científica y técnica, consensuada y procesada, de tal manera que sea fácil de asimilar. Así, lo que se pretende es que la divulgación científica se convierta en una herramienta más de gestión que esté orientada a conocer el rol y el valor de nuestro patrimonio natural y de generar políticas y conductas que permitan asegurar su conservación.

Evitar la distorsión

En base a lo anterior y a una noticia aparecida el jueves 23 de junio de 2022 en Pimentel, Lambayeque (Ver Gráfico 1) es necesario aclarar por qué es necesario evitar la distorsión de los mensajes que se difunde a través de los medios de comunicación. En este caso, se difunde información y por desconocimiento se puede crear una situación alarmista que podría originar que se tenga una falsa percepción de lo que realmente en nuestro entorno natural. Vamos por partes. En primer lugar, el ave que se muestra es un ejemplar joven de, presuntamente, de piquero peruano (Sula variegata). Es joven por el color del plumaje y del pico.

Gráfico 2. Gestión del conocimiento.

El ejemplar de la foto, en su condición de juvenil, debe iniciarse en el arte de cazar (en este caso) pescar, para lo cual, como es típico de esta y otras especies de aves marinas, debe lanzarse en picada al mar para obtener peces. En esos intentos, varios especímenes juveniles fallan, ya sea por inexperiencia, por condiciones ambientales adversas (vientos, oleaje) y no calculan bien el ángulo de impacto y pueden romperse un ala o tener graves lesiones. Es decir, muchos de ellos “no pasan la prueba” y terminan varando en las orillas de la costa peruana; y finalmente, muchos de ellos mueren.

De esta forma, la selección natural y el ciclo de la vida y muerte se manifiestan claramente. Los individuos más débiles y no aptos mueren y sirven de alimento a otras especies como zorros y gallinazos. Ahora, esta situación es “normal” en toda la costa peruana, solo que —y he ahí uno de los problemas— se da en un lugar urbano, donde el hecho puede ser documentado. Adicionalmente, al ser presentada la información de tal forma que se presta a la especulación al adicionar la afirmación “extraña situación”, se difunde un mensaje que distorsiona lo que se quiere o debe informar.

Y esto ¿por qué? Porque se podría empezar a sacar conclusiones, como por ejemplo que este caso es “masivo” (¿cuántos ejemplares deberían pasar por eso para ser calificado como tal?), es “anormal” (¿qué es lo normal?) y que se debería a presuntamente, el derrame de petróleo, a los pescadores, al “cambio climático” o a otros factores producidos por los humanos. No está descartado que esto último suceda, pero no existen pruebas ni una evaluación del caso.

No obstante, ¿qué puede generar este tipo de publicaciones alarmistas? En principio, generan desinformación y alertan sobre presunciones no probadas. Esto hace que muchos ciudadanos acudan rápidamente a las autoridades para que tomen cartas en el asunto y “atrapen” a los culpables o esclarezcan los hechos, cuando a veces ni las mismas autoridades entienden los hechos. Por otro lado, se les exige a las autoridades que rescaten a las aves y que las “curen” para que regresen a su hábitat natural, “como corresponde”.

Acá viene otro problema, de ser el caso que las autoridades rescaten a estas aves y que además estas puedan ser recuperadas, es poco probable que pueda regresar a su hábitat natural por ser juveniles inexpertos. Liberarlos después de un tiempo, si es que realmente están sanas y sin enfermedades, virus o bacterias que podrían infectar a poblaciones naturales, podría ser un problema. Primero porque tal vez ya no puedan pescar y segundo porque podrían ser transmisores de enfermedades. A veces, es mejor dejar que las cosas discurran y que la “naturaleza haga lo suyo”, es decir, si estas aves, deben morir, que lo hagan, es parte, aunque suene contradictorio, de la vida.
Para saber que este es un problema, 
debemos saber por qué lo es. 

En conclusión, no es recomendable difundir información relacionada, en este caso, a la fauna silvestre, sin verificar qué es lo que realmente sucede y especular al respecto. Ello conlleva a posibles interpretaciones falsas o infundadas que, extrapoladas o llevadas a otros campos, pueden ser perjudiciales o tener efectos negativos, contrarios a los que realmente se habría buscado. Sin duda, distorsionar la información, con o sin intención es un riesgo que debemos evitar.

¿Información 1 + información 2 = conocimiento?

Hace ya varios años escribí un artículo para mi blog Mi Tambor de Hojalata titulado “¿Es toda forma de conocimiento, conocimiento científico?[2], en donde figura que “en el discurso científico no se encuentra definiciones concretas y reconocidas para el concepto de conocimiento. En este campo encontramos diversas definiciones que suenan similares entre sí, pero en donde cada una depende del punto de referencia desde donde se plantee. Una pequeña reflexión sobre las diversas perspectivas del conocimiento nos puede llevar a tres puntos en común de todo tipo de conocimiento:

i. El conocimiento se basa y se sustenta en información.

ii. Esta información debe estar referida a situaciones entrelazadas entre sí y a su vez debe concordar con la realidad. Debe de haber coherencia.

iii. Además de la concordancia en la información, el conocimiento debe estar en concordancia con las condiciones palpantes de nuestro entorno”.

En base a los tres items y a lo expuesto en el Gráfico 2, la información no debería presentar una distorsión o en todo caso se debería evitar que esto se dé. Si la información es distorsionada, su posterior emisión y asimilación nos puede llevar por caminos no deseados, sobre todo si nos importa promover la gestión del conocimiento para una mejor toma de decisiones y construcción de políticas públicas. Si la información es errónea o mal presentada, el conocimiento ya se ve alterado.

Por lo tanto, dado que estamos ante la necesidad de promover la divulgación científica, es necesario evitar la distorsión, para lo cual se debe verificar siempre las fuentes y no conformarse con lo que nos ofrecen los medios de comunicación. Es necesario también verificar siempre la certeza, actualidad y pertinencia de la información y evitar que nos sorprendan.

Para informar, hay que saber de qué
estamos hablando.
En ese sentido, “¿Es toda forma de conocimiento, conocimiento científico? llegamos a una respuesta: NO. Si bien todo tipo de conocimiento es una dependencia entre las partes que lo conforman en donde aparecen dos términos que se relacionan, es decir el que observa (o conocedor) y el objeto por observar (o conocer), el conocimiento científico va más allá de la simple percepción y ahí radica la diferencia.

No es lo mismo saber por ejemplo que un cuerpo al ser soltado “se cae al piso” que saber que esto se debe a la gravedad. El conocimiento que nos proporciona la realidad nos permite adaptarnos y sobrevivir en nuestro entorno. Asimismo, nos muestra de una manera simple todo lo que nos rodea. Sin embargo, es el conocimiento científico el que nos permite entender a cabalidad los diferentes fenómenos y hechos del entorno. Es a través de la ciencia que encontramos explicación a todo (o casi todo), y son las teorías e hipótesis que se van perfeccionando para intentar explicar cada vez mejor el mundo”.

Por ende, si deseamos cambiar actitudes, ampliar el conocimiento y apuntar hacia la sabiduría, debemos partir de una base científica sólida, la misma que debe poder ser divulgada en un lenguaje adaptado al público objetivo sin caer en tecnicismos ni en un lenguaje muy sencillo y plano.

En conclusión, en la materia que nos concierne, el conocimiento científico trasciende al conocimiento general o simple. Esto implica por lo tanto que la información que vamos a divulgar debe haber atravesado toda la dinámica del método científico y debe tener como valor agregado que, la información que se emita debe tener también cualidades para ser atractiva, amena y que genere o propicie la acción.

Finalmente, lo que se desea es que la divulgación científica ayude a generar cambios mediante la valoración de, en este caso, nuestro patrimonio forestal y de fauna silvestre. Con información científica amena, entretenida y precisa, se puede generar las bases para que percibamos nuestro patrimonio natural de una manera tal que entendamos su importancia, sus amenazas, los beneficios que nos ofrecen y cómo podemos aportar a su gestión sostenible. Sin ciencia, no hay paraíso.

Junio 2022


[1] https://dle.rae.es/distorsi%C3%B3n?m=form

[2] https://mitambordehojalata.blogspot.com/2010/10/es-toda-forma-de-conocimiento.html


jueves, 14 de julio de 2022

¡QUÉ NO PANDA EL CÚNICO! INFORMA E INFÓRMATE BIEN

Rana del Lago Titicaca. Foto: SERFOR.

Por un corto periodo de tiempo he regresado a las aulas. Debido a ello, he debido desempolvar la pluma para escribir algunos ensayos y hacer mi tarea del colegio. Debo reconocer con poca vergüenza que soy un estudiante flojo, relajado, disperso y sobre todo, divagante. En vez de escribir estas líneas en un periodo de tiempo razonable, me demoro más de lo necesario por dedicarme a ver Netflix, Poné a Francella, El Bananero, Two and a Half Men y otras series, dejando de lado, de manera descarada y sin culpa, mis obligaciones. Además, claro está, la calidad de lo escrito va descendiendo conforme avanzo. Dicho esto, acá les dejo una primera muestra.  

El Perú es considerado un país megadiverso y está entre los diez en esta lista de orden mundial, junto a México, Colombia, Madagascar, Indonesia, Ecuador, Congo, etc. Esto se debe a que alberga una muy alta diversidad biológica que se cristaliza en un gran número de especies biológicas (diversidad de especies), de diversidad genética y de diversidad de ecosistemas. A esta diversidad, algunos autores le suman la diversidad cultural, la misma que habría permitido que el ser humano “use” la flora y fauna silvestre a su favor y para su supervivencia, a través de la domesticación, por ejemplo. En el caso de Perú, los antiguos peruanos lograron domesticar especies como la llama y la alpaca —en base a camélidos sudamericanos como la vicuña y el guanaco—, el cuy, pato criollo, entre otras.

En esa dirección, el Perú reúne diversos factores geográficos que condicionan que tenga una alta diversidad biológica, tales como, en resumen, estar cerca de la línea ecuatorial, tener a la Cordillera de los Andes y dos corrientes marinas (la de Humboldt y la de El Niño), ser el origen de la cuenca amazónica, así como tener una diversidad de pisos ecológicos. Todo ello favorece la formación de una serie de hábitats en diversos pisos altitudinales que albergan a un gran número de especies biológicas. 

Adicionalmente, los ecosistemas en el país presentan, en términos generales, un buen estado de conservación. En vista de ello, el Perú es el segundo país, en el planeta, en cuanto al número de especies de aves, tercero en mamíferos, tercero en anfibios, tercero en mariposas y es considerado el centro de origen de la papa, el cacao, entre otros productos vegetales.

Foto: Michael & Patricia Fogden, CORBIS.
No es difícil, en base a lo anterior, imaginar que debamos convivir con un gran número de especies de fauna silvestre en todo el país, incluso en las ciudades. Es por eso por lo que el manejo de la información científica sobre las especies, en este caso, de animales silvestres, sea parcialmente desconocida para el ciudadano de a pie, lo que ocasiona que existan conflictos entre seres humanos y la fauna silvestre. Y en especial, es inevitable que se cree una falsa concepción de algunos grupos de animales, como serpientes, murciélagos, zorros, osos de anteojos, entre otros. 

A todo ello se suman diversos problemas que acarrean el crecimiento demográfico y la consecuente necesidad de acceder a nuevas tierras para realizar actividades productivas como la minería, agricultura, ganadería y otras. Esta situación ocasiona que la población use terrenos que son hábitat natural de la fauna silvestre, por lo que la frontera, en muchos casos, entre lo “urbano” y “el campo o el monte” es difusa. Esto genera encuentros más comunes entre la gente y la fauna silvestre, en los cuales se menciona que “los animales invaden los terrenos ocupados por las personas”, cuando en realidad es todo lo contrario. Ellos siempre estuvieron ahí. 

Así, por ejemplo, en julio de 2014, en la versión regional (Loreto) del diario Correo, apareció una noticia que llevaba el siguiente título: “Serpientes venenosas atacan a vecinos en Iquitos”. A lo largo del artículo aparecen frase como: “Los vecinos del distrito de Prolongación Sucre en Iquitos sufrieron el ataque de un grupo de víboras asesinas de distintas especies”. Las madres de familia denunciaron que cada día matan decenas de estos reptiles que atacan a sus hijos y que las autoridades locales no hacen nada por ayudarlos”.

Asimismo, se indica en el artículo que “(…) Según reporte del corresponsal de Correo en Iquitos los animales van en busca de lugares calientes por lo que muchas veces ingresan a las viviendas de las personas para refugiarse en las salas, cuartos, al pie de las camas, poniendo en constante peligro la vida de los ciudadanos. Los más expuestos a estos ataques son los niños que juegan en la casa y podrían encontrarse con alguno de estos animales y sufrir una mordedura mortal”.

A los pocos días, apareció un artículo, en la revista Velaverde, en alusión a la nota aparecida en el diario Correo, titulada: “Serpientes: entre la verdad y la ficción (periodística)”, escrito por Santiago Bullard, en el que se aclara diversos puntos al respecto. 

Parte de lo escrito anota que: “A lo largo de los años, los medios periodísticos han convertido a las serpientes en un malvado recurrente de noticias llenas de sensacionalismo. El año pasado una noticia de El Comercio llamaba “pitones” a dos boas constrictoras encontradas en pleno Centro de Lima; y, hace menos de un mes, una noticia de Correo vuelve a pecar de nulo rigor científico al acusar, en un artículo, de “víboras asesinas” a inofensivas culebras. La pregunta que surge es: ¿qué compromiso tienen los medios periodísticos con los datos científicos y qué consecuencias traería su incumplimiento? (…)”.

Adicionalmente, el artículo periodístico enuncia que “En principio, la noticia parece fiable: estando ubicada en plena selva amazónica, a nadie puede sorprenderle que en la ciudad de Iquitos de encuentre algún ofidio venenoso. El primer problema radica en lo que dice la nota como tal: “Los vecinos del distrito de Prolongación Sucre, en Iquitos, sufrieron el ataque de un grupo de víboras asesinas de diversas especies”. Ciertamente, tildar de “asesinas” a las serpientes no es muy científico, aunque sin duda consiga atraer la atención de los lectores. Sencillamente, porque en términos científicos no existe tal cosa como una serpiente “asesina”, pues las serpientes venenosas solo atacan a la gente en defensa propia. (…)”.

Finalmente, el periodista menciona que “La noticia, en internet, está acompañada por un video, una suerte de “reportaje” en el que se vuelve a recurrir a adjetivos que aporten cierto sensacionalismo a la nota. Para empezar, dan a entender que los reptiles estarían, de alguna manera, confabulando entre sí para atacar a las personas (lo que de¬mandaría un grado de organización del que las serpientes, criaturas esencial¬mente solitarias, carecen). Pero lo que más evidencia la falta de rigor científico de la nota es que, de hecho, las serpientes que aparecen en el video no solo no son víboras, sino que ni siquiera son, técnicamente, serpientes venenosas”. 

Bullard agrega además que “El herpetólogo –especialista en anfibios y reptiles– Pablo Venegas identificó a las supuestas asesinas como Helicops angulatus, una especie de colúbrido de hábitos semiacuáticos que se alimenta fundamentalmente de peces y ranas, a los que captura recurriendo a una toxina sumamente leve que, si bien es letal para sus presas, no representa ninguna amenaza para las personas. La pregunta, ahora, es si estamos ante un resbalón periodístico o ante una actitud generalizada que evidencia un vicio recurrente de los medios (…)”.

Ejemplos en el Perú del tratamiento desacertado de temas relacionados a la fauna silvestre hay varios. Principalmente, estos se centran en la percepción que se tiene sobre los posibles daños y peligros que le puede ocasionar al hombre la presencia de animales silvestres en zonas periurbanas. En ese sentido, es necesario que se vierta información científica a la ciudadanía para prevenir posibles conflictos entre humanos y la fauna silvestre. De esta forma se podrá contribuir a, por un lado, evitar la muerte innecesaria especímenes animales y contribuir a la conservación de la diversidad biológica; y, por otro lado, a evitar casos de afectación a la salud humana por desconocimiento y malas prácticas. 

Sancarranca. Foto: Pablo J. Venegas.
Conocer realmente qué sucede con la fauna silvestre, dónde está presente, qué animales podría uno toparse en su entorno, qué características posee, además de saber cuál es su rol en la naturaleza, ayudaría mucho a evitar casos innecesarios de querer matar animales a diestra y siniestra; y desmitificaría diversos aspectos que conducen a diversos sectores de la población a tomar acciones por su propia cuenta que pueden ser riesgosas y desproporcionadas. 

Para este fin, es necesario lograr, por un lado, que los medios de comunicación entiendan la necesidad de publicar información científica validada por profesionales (y no solamente usar la que se sospeche que es de este corte) en un lenguaje apropiado para el público masivo u objetivo al que se dirige; y por otro lado, asegurar que la comunidad científica exija que los medios de comunicación divulguen información verdadera, para lo cual debe poner de su parte y estar llanos para atender los pedidos de prensa. En ese escenario, urge contar con información científica actualizada adaptada a diversas realidades (y públicos), de tal forma que se pueda explicar, por ejemplo, que los murciélagos son especies benéficas para el ser humano, debido a que son polinizadores, dispersan semillas, controlan plagas (insectos), su excremento sirve como fertilizante y que, además, son inofensivos. No obstante, se piensa que muchas de estas especies son vampiros y se les atribuye ataques a las personas por lo que se les ha satanizado. Es necesario saber que en el planeta, solo tres especies de murciélago son hematófagas, es decir, se alimentan de una mínima cantidad de sangre animal y eventualmente humana.

Así por ejemplo, en marzo del 2020, en Cajamarca, pobladores atacaron con fuego a murciélagos porque pensaron que transmitían el coronavirus. Asimismo, en muchos lugares, al margen de este caso, se les caza e intenta eliminar por diversos tipos de creencia no fundamentados que tienen su origen, en parte, en creencias no fundamentadas. Algo similar sucede con el consumo humano de ranas gigantes del género Telmatobius, procedentes principalmente del Lago Titicaca, en el entendido que tienen propiedades vigorizantes y tonificantes. 

Fuente: SERFOR.
Este hecho ha generado que diversas especies de este anfibio se encuentren amenazadas y que se haya debido adoptar diversas acciones de control y fiscalización para detener la captura ilegal de esta especie. No obstante, estas acciones no son suficiente, sino se detiene la demanda, es decir, el consumo de estos anfibios. Para este fin se necesita principalmente información científica que permita argumentar que estos animales no ofrecen los beneficios que se les atribuye; y que además se corre el riesgo de contraer enfermedades, ocasionadas por diversos agentes patógenos que prosperan en las condiciones de insalubridad en las que estos animales son almacenados y criados en cautiverio. 

En este caso, se tiene identificado que el principal público que consume estos “batidos” está conformado por, en Lima, de migrantes provenientes principalmente del Ande peruano y que se dedican principalmente al transporte interprovincial. Este público específico no conoce seguramente (y, además, no le debe interesar saber) que estos anfibios son endémicos del Lago Titicaca y del lago de Junín y que son especies amenazadas y de distribución restringida.

Fuente: SERFOR. 
Otro caso similar es el que se da con la presencia de boas en algunos poblados del norte del Perú. Estos reptiles aparecen eventualmente en casas y causan zozobra entre la población. Y pese a que se ha intentado sensibilizar a las personas, a través del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR) en Piura, sobre el hecho de que son especies amenazadas, que no todas son venenosas y que ofrecen beneficios por ser un controlador de plagas; y que se ha ofrecido diversas recomendaciones como no dejar basura, ni animales domésticos sueltos, entre otros, falta aún mucho por hacer para cambiar la percepción que tiene la gente al respecto. 

Así, en base a este y otros casos, urge difundir información científica actualizada y verificada para públicos específicos que presente claramente aspectos necesarios que den a conocer características de la fauna silvestre que permitan valorar y conocerla, para luego adoptar medidas destinadas a su conservación y a desarrollar una convivencia armoniosa.

Finalmente, es necesario además, adaptar los mensajes a ofrecer, por un lado a públicos específicos para poder gestionar la información a ofrecer; y por otro lado, definir los canales y plataformas a usar, con el fin de tener mejores resultados. Se debería, además, evitar causar el pánico innecesario, evitar gastos innecesarios para intentar controlar incidentes que requieren un tratamiento pensado más a largo plazo y que vaya de la mano de acciones de educación. 

Esto último es imprescindible, si es que se desea cambiar conductas para beneficio del patrimonio de fauna silvestre del país; y consecuentemente de la ciudadanía. Es decir, no es necesario, en estos casos, circunscribirse solamente a un tema de información, sino trascender a ello y generar cambios en el accionar de la gente, en base a conocimientos científicos trabajados para ser usados en temas comunicacionales y educacionales. Si no se cuenta con una buena base científica y con información técnica actualizada, es difícil contribuir a tener una ciudadanía bien informada. 

Junio 2022

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