miércoles, 9 de septiembre de 2020

¡ADIÓS LOBO!, ¡ADIÓS, MI QUERIDO AMIGO!


Lobo en campo.
Foto: Jeanne Barreto 

Debería estar haciendo ahora mismo una presentación para mañana sobre árboles patrimoniales, mandando unos comentarios a una estrategia de comunicaciones; y viendo otros temas, pero ahora mismo, no puedo. Se fue “mi alumno”, Fernando Méndez Huamán, más conocido como “Chobys” o como “Lobo”. Me ha chocado mucho saber que ya no va a estar con nosotros. El lobo era una de esas personas que te devuelve la fe en el funcionario del Estado, en las personas que valoran lo que tienen y que luchan pese a todo. Siempre atento, siempre optimista y seguro de que el trabajo va a salir bien, lo vamos a extrañar enormemente. Una gran persona nos ha dejado, un amigo, un luchador que se recorría la puna siempre sonriente y alegre para trabajar por las vicuñas, su pasión. Te vamos a recordar por siempre, mi querido amigo.

 

Recuerdo cuando hace dos años aproximadamente, sufrió para obtener unos materiales destinados a una reunión sobre vicuñas en Arequipa. Consiguió “una platita” para sus afiches, posters y no sé qué más y mandó a hacer millares de afiches. Sin saber cuánto pesaba todo el bodoque de material impreso, me dijo: “profesor, llevas los afiches a Arequipa, te los van a dejar en tu casa”. Bueno dije, no hay problema, cuando llagaron a dejarme los afiches, casi me rompo la columna intentando cargar el bulto que pesaba una tonelada. Al final, por el peso, solo pude llevar el 25% de todo el paquetón.

 

De izq. a der.: Christian Abramonte, yo y el lobo.
Foto: David Piaggio 

Pese a eso, Chobys, cuando nos vimos ya en Arequipa y a unas horas del evento, solo me dijo, “qué importa amigo, todo tiene solución”. Siempre que nos veíamos en el trabajo, no podía dejar de hablarme de todo lo que hacía y tenía planificado hacer a favor de las vicuñas, sus amados camélidos sudamericanos. Lobo era una clara muestra de que pese a todo, siempre mostraba entusiasmo, energía y que no se doblegaba por nada y ante nada. Hasta las bromas que le hacíamos en el grupo de Whatsapp, las asimilaba de la mejor manera; siempre con temple, con energía, con estoicismo, porque sabía que en el grupo le teníamos mucho cariño. Lamentablemente nos dejó muy pronto.


Nos hemos reído mucho con sus frases imborrables, tales como: “¿quién agarró mi celular?”, “¡Cállate Milechi!”, “¡Profesor, un café!”, “Sin molestarse” y muchas más que nos hacían el día en el trabajo y que hacían la jornada laboral mucho más amigable. Cuando llegué a Arequipa para el encuentro sobre vicuñas, recuerdo que lo vi en su cuarto preparándose para ese gran día, donde frente a más de un ciento de personas, comentó parte de los esfuerzos que en SERFOR hacemos para proteger a esta emblemática especie.

 Y pese a que por supuesto nunca se puede satisfacer todas las demandas, el lobo no evadía ni “toreaba” los retos, pendientes, falencias, carencias, etc. Con energía y convencido de sí mismo, explicaba qué sucedía realmente y si había que encajar un golpe, lo hacía, pero nunca dejaba de sonreír y de anunciar que hay mucho para hacer, pero que estamos en eso y que “por eso estamos acá”.

Después de su perorata me preguntó si le había tomado fotos, le dije en broma que no, que no tenía batería. Me dijo, no te preocupes, yo lo solucionó y se confundió entre los participantes y usuarios de estos recursos de fauna silvestre (vicuña y guanaco). Luego le enseñé las fotos que había tomado y me dijo, pásame para mandárselas a mis hijas. Le dije, “como no compadre, pero ¿las ves?”. Luego de acercarse a la cámara para verlas, me dijo algo que siempre recuerdo: “yo trabajo por las vicuñas, por mi familia y porque creo en lo que hago. Por eso estamos acá profesor”. Es verdad, mi querido lobo. Siempre te recordaré con ese ahínco, pundonor y fraternidad.  

Lobo era un hombre de campo, un gran “vicuñólogo”, un apasionado de las vicuñas que creía firmemente que desde el Estado sí podemos hacer cosas buenas. Siempre me decía que hay que seguir para adelante y trabajar duro para hacer este terruño mejor de lo que lo hemos encontrado. Lobo venía del extinto Consejo Nacional de Camélidos Sudamericanos (CONACS) y era ingeniero zootecnista de profesión.

Y me decía profesor porque me tocó dar una clase en un diplomado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en el quél era alumno. Recuerdo que el día que me tocó dictar, nos fuimos desde el trabajo, juntos en el taxi, con Karina Santti. En el trayecto nos reíamos y vacilábamos de todo. Yo lo paraba fastidiando que si se quedaba dormido lo jalaba sin compasión. Chobys ni pestañeó durante toda la clase. Aunque ahora dudo si con la miopía que tenía vio mi presentación o lo que anoté en la pizarra. Solo tú lo sabes, mi querido alumno. Por lo menos pude enseñarte algo de lo que sé y sé también que sí lo valoraste.  

Y claro, pese a qumi “compare” era medio “zegarra”, muchas veces lo veía leyendo sus notas una y otra vez, revisando sus números y sus apuntes de campo. Lo que nunca entendí es cómo así llegó a ser fedatario. Le dije que debe revisar todo al pie de la letra, no vaya a ser que le hagan firmar un hijo, me dijo “sí profesor, tienes razón”. Por eso, siempre lo veía leyendo cerros de papeles a los que luego certificaba que era copia legal del original. Lo único original es que fuiste un gran amigo, mi querido alumno. Te voy a extrañar y recordar siempre. Descansa en paz lobito.


 

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