viernes, 13 de agosto de 2021

HOY MÁS QUE NUNCA, HAY QUE SALIR DEL CLÓSET (POLÍTICO) (II)

 

En la entrega anterior lapidé mi prometedora vida política. Así, tras hacer la siguiente confesión: “Me he vuelto un anticomunista, parezca o no. Pero a lo que le he agarrado total turra o fobia es a ese grupo de personas que cree ser la reserva moral del país”, algunas puertas se han cerrado para mí. Asimismo, varios adalides del pensamiento zurdo, crítico y por supuesto exclusivo y certero de lo que se necesita para el país, me han negado el voto de confianza. Profundamente dolido y consternado y tras una pequeña crisis nerviosa, me vi tentado a repensar lo dicho y reflexionar al respecto, porque yo también debería ser una reserva moral y ética para el país y el mundo como ellos, pero al final, me puse a ver mi serie en Netflix y se me pasó.

 

Recuerdo claramente cómo, en las elecciones municipales del año 2010, cuando la votación debería definir si asumía el sillón de Pizarro una candidata de derecha o una de izquierda, comenté abiertamente que votaría por la primera. En esos días de octubre, las puyas en las redes sociales no eran nada, en comparación con las de ahora. Y al conversar telefónicamente con una amiga claramente izquierdista, fue inevitable platicar sobre el momento electoral de ese entonces y fue ahí cuando me dijo: “¿vas a votar por Lourdes?, ¡Asuuuu!”. Así, tras sentir cómo el tono de la conversación se fue haciendo más áspero, cerramos la conversa y tras una fría despedida, colgué el teléfono (¿o ella me colgó?).

 

Para el lector, posiblemente, no haya nada extraño en esta pequeña narración. No obstante, el tono soberbio del comentario por mi decisión electoral, las circunstancias en el que se dio y el hecho de que cada uno sabía cuál es la postura política de su interlocutor, me dejaron en claro lo siguiente: si no piensas como ellos, estás fuera de foco, eres bruto, achorado, inmoral y un “apestado” político. Claro está que esa supuesta superioridad moral no se restringe a una sola persona. Esa argolla ideológica es típica de aquellos denominados por muchos como “caviares”, progres, social confusos, comunistas de ventana y otros apelativos.

 

Las personas de este rubro son fáciles de identificar. Todo les preocupa, sobre todo, lo relacionado a los derechos humanos, a los “pobres” indígenas y a los hombres del campo explotados, a la igualdad (¿qué es eso?, no lo entiendo) y a todo a lo que a este privilegiado grupo burgués la parece injusto o de tufo derechista. Claro, siempre y cuando, el pronunciarse por lo que ellos creen que es lo correcto, no les perjudique ni los deje sin trabajo. Desde cómodas casas veraniegas, extensos jardines citadinos, restaurantes lujosos; y para los más jóvenes de esta estirpe, desde cafés de moda (por no decir, desde el imperialista Starbucks) e “inclusivos que resaltan el valor del productor oprimido” y desde sus laptops con su sticker del Che Guevara, defender todo lo que creen “justo”; y envalentonados por sus camaradas, es fácil y para nada, contradictorio. Total, en casa no les falta nada y está todo bien.

 

Estos conciudadanos por supuesto piensan que el Estado debe tener más control en temas como educación, energía, servicios, cultura, etc.; le hacen guiños al terrorismo (¿o a la confrontación y reivindicación de las clases oprimidas?) y a los luchadores sociales que, según ellos, no merecerían ser tratados de tal manera, que se atente contra sus derechos humanos, porque lo que habrían hecho, lo hicieron para ayudar al pueblo, a las masas, a la plebe, sin saber exactamente si eso era lo que estas deseaban. Este último punto de discusión es uno de los más severos entre los de derecha e izquierda. No ahondaré al respecto. No obstante, una de las cosas que más me irrita es que estas personas, creen ser las llamadas a convertirse en la reserva moral del país, porque, según ellos, siempre defienden lo justo y “lo socialmente correcto”.

 

La postura política de este grupo humano —que se asume, muchas veces, como la supuesta reserva moral que está en la facultad de dictar cuál debe ser el destino político del país, porque lo que ellos pregonan y defienden, es lo que todos deben seguir— es, sin duda, el camino a la salvación. Por eso, muchos de estos camaradas pecan de soberbios. Esto último se ha hecho, en mi opinión, más intenso en estas últimas elecciones generales 2021, lo cual me reafirma lo que me llevó a escribir un texto que publiqué el año 2012 en este humilde blog, titulado: Polos opuestos, izquierda y derecha, Brecht y Flaubert. En él incluí unas líneas del querido y odiado Nobel peruano Mario Vargas Llosa (MVLL) que nos ofreció en su libro: La orgía perpetua. Flaubert y Madame Bovary. En resumen, MVLL indica que Brecht, amado por los zurdos, creo que más por inercia y “cliché” que, por haber entendido su obra, plasmaba sus textos de tal forma que “parece suponer el infantilismo o la ineptitud de su público: todo debe serle explicado y subrayado para no dar la menor oportunidad al equívoco, a la interpretación incorrecta”.

 

Por su lado, para MVLL, Flaubert, que era visto como alguien que le tenía cierto rencor a la humanidad, contradictoriamente tal vez, realizó “una obra que en la práctica supone (en la medida que las exige) la adultez y la libertad del lector: si hay una verdad en la obra literaria (porque es posible que haya varias y contradictorias), se halla escondida, disuelta en el entramado de elementos que constituye la ficción, y le corresponde al lector descubrirla, sacar por su cuenta y riesgo las conclusiones éticas, sociales y filosóficas de la historia que el autor ha puesto ante sus ojos. El arte de Flaubert respeta por sobre todas las cosas la iniciativa del lector”.

 

Esta comparación me sirvió para entender un poco más a esta camada izquierdosa, tras haber yo mismo, pasado por un trance de no pocos años en las telarañas zurdas, si es que eso existía en unas épocas de juventud en un país llamado Perú que estaba en el último lustro de los años noventa del siglo pasado al borde del abismo.

 

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Muchas y muchos de estos amigos caviares o progresistas son expertos en entornillarse en las organizaciones no gubernamentales de todo tipo e incluso en el Estado y en llamar a los suyos a desarrollar innumerables consultorías para intentar buscar la igualdad, la inclusión, la justicia social, la defensa de los indefendibles (¿les han preguntado a sus “beneficiarios” si quieren ser “salvados por los grandes intelectuales de escritorio”?) y circular y hacer que otros pasen por caja. Me extraña cómo, según sus conocimientos y cosmovisión de izquierda fácil y comodona, tienen la receta inequívoca para saber qué se debe hacer por las comunidades nativas y campesinas o por los más necesitados y olvidados, porque eso es lo que ellos quieren y necesitan. Aguanta tu coche: ¿tú cómo lo sabes? ¿vives con ellos? ¿eres uno de ellos? ¿o será tal vez que lo leíste en un manual de sociología en la biblioteca de tus papis?

 

Su supuesta superioridad moral y a veces gaseosa defensa de todos los valores de la humanidad hacen que estos ciudadanos se vean obligados a defender cualquier acto de injusticia y/o la toma de decisiones que no van con sus pensamientos o con su postura política atomizada de izquierda (por lo menos en el Perú). Cualquier alternativa que pueda ser efectiva para dar solución rápida, efectiva y real a problemas ambientales, sociales, culturales y otros, no va si no tiene su venía. Estos jueces morales de la humanidad deben certificar si alguna propuesta es válida y no atenta contra los principios sociales. Si por alguna razón no logran imponer su agenda, se indignan y exigen que todos se indignen. Pero si ven algo que criticaron o no apoyaron, pero que al fin de cuentas les es útil o les da chamba, ya no se indignan.

 

En resumen y ya para no hacer hígado, podrán existir algunos puntos ideológicos con los que podría comulgar con esta estirpe salvadora de la humanidad, pero con lo que sí no puedo tranzar es con la soberbia y la falsa creencia impuesta de que su postura es la única que salvará a la humanidad y que es lo único correcto para hacer. ¿Solo ellos pueden indignarse? Yo me acabo de indignar y no me siento caviar, pese a que muchos creen que sí lo soy y que sí me he indignado; y que otros piensan que no lo soy y que no me he indignado. Lo que sí sé es que intento ubicarme al centro y no avalar una derecha pro-naranja como salvadora de la economía de un puñado de gente; y menos avalar una izquierda esperpéntica que recibe loas por unos soberbios que pregonan una cosa y hacen otra.

 
Agosto 2021

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