Obsesionado con
terminar el año escribiendo algo, dado que la producción de artículos ha sido
bastante pobre en estos doce meses, decidí inmiscuirme —otra vez— en el mundo
de las aves. De un cerro de “papers” arrinconados en mi mesa, me incliné por el
que leerán líneas abajo sobre dos aspectos importantes de la avifauna. ¿Y por
qué escribir sobre esos dos puntos? No tengo la menor idea. Lo cierto es que
ahí va. Y si bien este año que nos deja ha sido bastante “movido” en todos los
aspectos (para bien o para mal), no perdamos la esperanza de que el 2018 sea mejor.
Y si no es así, no se preocupen ni se depriman, en abril viene Radiohead, en
junio, el Perú jugará en el mundial de fútbol en Rusia, en noviembre viene
Roger Waters y en diciembre, Maya cumplirá cuatro años.
Las aves son una
caja de sorpresas. Así por ejemplo se ha determinado que algunas aves están a predisposición
de los cantos de los de su misma especie, pero bajo determinadas condiciones.
Algunos pájaros cantores tienen una marcada preferencia por los sonidos que emiten
sus vecinos y cuando se trata de otros tonos ajenos a su localidad, se sienten
confundidos e incluso no reconocen algunos cantos. Es como decir que a algunas
aves solo les gusta la música local y que no disfrutan de éxitos
internacionales.
Es sabido que el
canto de las aves juega un rol muy importante al momento de buscar y encontrar
una pareja para el apareamiento, con el fin de traer descendencia al mundo y
asegurar la continuidad de la especie. Así, dentro de un mismo género se ha identificado
diversos dialectos, es decir, diversas variaciones de un mismo canto con un
marcado estilo según la
localidad. La bióloga Elizabeth Derryberry de la Universidad Duke
en Durham, Carolina del Norte en Estados Unidos ha establecido que algunas aves
pref
ieren los cantos de sus congéneres locales para el momento del
apareamiento. Esto influye en su conducta y en los niveles de reproducción.
Derryberry presentó
los resultados de su investigación en la revista especializada “Biology
Letters”: (http://rsbl.royalsocietypublishing.org/content/early/2010/07/31/rsbl.2010.0519.abstract),
en base a los estudios en una especie de gorrión originario de Estados Unidos (Zonotrichia
leucophrys). En su investigación, la bióloga determinó qué tan exacto y con
qué velocidad se dan las diferencias de canto entre poblaciones de diversas
localidades. Los machos de este gorrión tienen una misma melodía sin ninguna
variación de tono, es decir, cantan siempre lo mismo. Sin embargo, al
investigar otras poblaciones se pudo determinar que los tonos siempre son
constantes durante décadas, pero el tiempo y la frecuencia varían según las
diferentes localidades.
La investigadora
grabó diferentes cantos correspondientes a machos de diversas localidades y los
repitió en otros lugares ajenos de donde provenían para identificar las
reacciones de los otros machos. Para las investigaciones se utilizó cantos de
poblaciones alejadas, aproximadamente cada 600 kilómetros , de
poblaciones vecinas y de los cantos de su misma población. Adicionalmente, las
aves fueron expuestas a grabaciones de sus mismas poblaciones hechas en los
años 1970, 1978 y 1996. Se esperaba una reacción violenta de las aves de cada
localidad por defender su territorio ante una posible “presencia enemiga”
manifestada a través de los cantos foráneos. Sin embargo, el resultado fue que
los machos reaccionaron más ante la presencia de los cantos actuales de su
propio territorio.
Zonotrichia leucophrys. |
Ante los cantos
antiguos de la misma zona y ante aquellos de poblaciones vecinas casi no hubo
alguna respuesta. Frente a los cantos de las poblaciones de la misma especie alejadas
600 kilómetros ,
tampoco hubo respuesta. Lo que presume Derrybery es que los machos reaccionan
en base a cuánto se diferencian los otros cantos de los propios. La divergencia
en los cantos de las poblaciones vecinas en comparación con aquellas de hace 30
años de la misma población no es muy grande, por lo que de eso se deriva que
solo hay un cambio con el transcurso del tiempo. Según Derriberry, “los cambios
en los cantos se dan en un breve periodo de tiempo que implica de 12 a 14
generaciones en las aves”. Es decir, dichas modificaciones suceden entre 20 y
40 años.
Las aves citadinas tendrían un cerebro más
grande que las aves de campo
Científicos daneses
y españoles han publicado hace poco en el "Journal of the Royal Society
Biology Letters" que, por lo menos en algunas especies de gorriones,
aquellos ejemplares que viven en las ciudades, tienen un cerebro más
desarrollado que sus congéneres del campo. Dicha afirmación la dieron después
de haber estudiado a varios tipos de aves en 12 ciudades europeas y en sus
correspondientes alrededores. Al parecer, tener un mayor cerebro proviene de
las diversas adaptaciones a los riesgos y a los cambios a los cuales debe adaptarse
el ave en las urbes. Al parecer, es más peligroso adaptarse y sobrevivir en la
ciudad que en el campo. En el caso de un gorrión, ¿cuál es su medio natural? ¿A
cuál debe adaptarse de tal manera que necesita “más” neuronas?
Los investigadores estiman
que existiría la posibilidad de que en las ciudades habría una “presión” directa
a la selección natural, lo que influenciaría en el desarrollo del tamaño del
cerebro de las aves. Si bien para estos experimentos han sido utilizados gorriones
en ciudades europeas y en sus alrededores, ya se estaría trabajando con otras
aves y en otras regiones para ver si el patrón es general y si es que se da
también en otros lugares. Las aves que anidan en las ciudades, por lo tanto,
tendrían un cerebro algo más desarrollado que sus paisanos en el campo. Al
parecer, hay más peligros y la situación es más compleja, lo que las obligaría
a desarrollar más su masa gris.
En el caso de los
humanos, ¿se podría afirmar lo mismo? ¿Tendía un citadino un cerebro más grande
o desarrollado que el de un poblador rural? ¿Tiene que ver necesariamente el
tamaño del cerebro con el desarrollo del mismo? ¿Qué aspecto marcaría la
diferencia para afirmar que un cerebro es más desarrollado que el otro? Habrá
que investigar más. Si incluimos dentro de los humanos citadinos a algunos
políticos, farsantes de la ciencia, animalistas y otros seres similares que
supuestamente habrían desarrollado una mayor masa cerebral que otros, esta
teoría podría irse al tacho, pues es justamente lo contrario, su masa cerebral
va en disminución en proporción a su procedencia. Ya se les llamará para que
formen parte de un estudio al respecto.
Y regresando a las
aves, me imagino rápidamente a un gorrión en medio de nuestra caótica ciudad
luchando para sobrevivir en la selva de cemento, frente a aves exóticas
invasoras, a gatos, ardillas, ratas y a la terquedad del humano en su afán
destructor; y claro, la teoría tiene lógica. Habrá que esperar más resultados.
Diciembre 2017
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