En los últimos meses hemos sido testigos de varias noticias sobre diversas especies de ballenas que fueron varadas por el mar. Muchas de ellas pudieron ser devueltas al océano, sin embargo, otras murieron irremediablemente. ¿A qué se debe esta situación? Al parecer, el causante de estas muertes es nada más y nada menos que un viejo conocido: el dióxido de carbono, es decir, el famoso CO2. Y como ya lo he comentado en varios artículos, la presencia en demasía de este gas en la atmósfera origina el calentamiento global del planeta —con el consecuente cambio climático— y la acidificación de los mares.
Pero eso no queda ahí. Ya que los mares absorben una gran cantidad de CO2, el agua salada se va acidificando poniendo en riesgo animales con caparazones formadas por carbonatos de calcio, tales como moluscos, caracoles, estrellas de mar y los tan preciados arrecifes. Adicionalmente, existe otro gran problema generado por la modificación de la estructura química del agua en los océanos: la transmisión del sonido en aguas marinas es más fácil e intensa en aguas ácidas. Es decir, las ondas sonoras recorren mayores distancias y son más penetrantes en un medio ácido.
Tal situación puede estar ocasionando que las ballenas pierdan la orientación debido a que reciben ondas sonoras que las confunden. Estas interferencias podrían explicar por qué algunos de estos grandes mamíferos terminan sus días en las playas tras ser varados por el mar. Se sabe que estas especies necesitan grandes profundidades para movilizarse y al confundirse o atender ciertos ruidos se acercan mucho a la costa sin posibilidad de regresar a altamar.
Algunos estudios científicos afirman que, dicho de manera sencilla, los mares son cada vez más ruidosos. Los tonos graves, es decir aquellos con una baja frecuencia de onda, son generados de manera natural en el mar debido a las lluvias, las olas y a la actividad de animales marinos. Sin embargo, a este repertorio se le suma el sonido producido por los barcos y por otras actividades humanas. Pese a que este tema fue abordado en Copenhagen sin resultado alguno, varios científicos insisten en anunciar cambios dramáticos para la fauna marina, en especial, para los grandes mamíferos como ballenas, delfines, orcas y otros.
Adicionalmente, la comunicación que existe entre estos animales, basada en un complejo sistema de sonidos, puede verse afectada por estos cambios en las aguas marinas. Dicha situación trae consigo modificaciones en la conducta con algunas consecuencias negativas. Asimismo, los delfines pueden perder o ver disminuido severamente su capacidad auditiva si es que en las aguas marinas los sonidos se agudizan y se hacen más intensos. Las zonas más amenazadas por esta situación son el Atlántico y el Pacífico norte, las regiones subtropicales como Hawai, así como las aguas marinas cerca al canal de Panamá y a la costa japonesa. Estamos advertidos.
Reflexiones en torno al terremoto en Haití
Uno de los países más pobres del continente, si no el más pobre, ha sido devastado por un letal terremoto. No entraré en detalles sobre esta tragedia, sin embargo, en base a diversas notas recogidas lanzaré algunos comentarios para reflexionar al respecto. Según algunos medios de prensa, dicho país ya estaba advertido de que un terremoto así sería sumamente devastador. Y es que la situación política, social y económica del país, donde el gobierno de turno es incapaz de tomar medidas preventivas, es el escenario perfecto para que una tragedia de esta magnitud se cobre tantas vidas. Si la política estatal hubiese tomado en cuenta reglas básicas y sencillas de construcción, posiblemente se hubiese podido salvar miles de vidas.
Un terremoto de esta magnitud en Japón o en los Estado Unidos no habría cobrado tantas vidas, pese a que también son zonas expuestas a estos eventos naturales impredecibles. La diferencia está en la cantidad de dinero que invierten estas naciones del “primer mundo” en construcciones especialmente diseñadas para afrontar terremotos y otras desgracias; y en capacitar a sus ciudadanos. Para los países pobres, dichas medidas no figuran en la lista de prioridades. Además, como es común en nuestra realidad, muchas construcciones son hechas a la “criolla”, es decir, son construidas sin seguir las normas básicas de ingeniería, ahorrando (o robando) material (acero, cemento) o utilizando mezclas alteradas para sacarle la vuelta a lo que debería ser un acto responsable.
Pensando en toda la masa de cemento que invade Lima, no quiero ni imaginarme un terremoto similar en esta ciudad (o en cualquier lugar del país). ¿Quién supervisa todas las construcciones?, ¿Somos los suficientemente responsables para pensar que lo barato sale caro? ¡Qué miedo! Construir de tal manera que se tome medidas preventivas para posibles movimientos telúricos no debería ser tampoco tan caro. Pero claro, más importante es tener aunque sea un techo, que ponerse a pensar en cómo construir tomando ciertas previsiones para el futuro. Sin un Estado (y/o una sociedad civil atenta) que fiscalice las construcciones y que imparta conocimientos y enseñanzas sobre prevención y defensa civil, poco se puede hacer.
Sumergidos en un mundo donde solo importa sobrevivir o generar más riqueza, lograr una cultura de la prevención es casi imposible. Todo esto se agrava cuando el último terremoto de grandes magnitudes se dio muchos años atrás (aunque en el Perú con lo sucedido en Pisco y anteriormente en Arequipa, deberíamos estar prevenidos, al margen de la inoperancia estatal). En el país somos expertos en reaccionar solo después (y “a media caña”) tras las desgracias.
Existen algunas reglas básicas de construcción que pueden ahorrarnos momentos amargos, tales como privilegiar construcciones ovaladas y dirigir el punto de gravedad hacia abajo. Las construcciones que buscan la simetría, y cuyo punto de gravedad se ubica principalmente cerca del suelo, son más estables. Por otro lado, se debería evitar el uso de balcones, cúpulas y de otros elementos ornamentales que podrían ocasionar daños colaterales lamentables, a menos que se construya bajo una supervisión y asesoría técnica. Crecer como país no significa únicamente intentar salir de la pobreza, sino también, fomentar una cultura de responsabilidad social. No podemos enfrentar a la naturaleza, pero sí podemos mitigar los efectos de este tipo de situaciones y sobre todo, podemos (y debemos) respetarla.
El caribe ha vuelto a temblar y no hemos llegado a nada concreto en Copenhagen. No sé quién está más jodido: ¿nosotros o las ballenas?
Artículo publicado el 15 de enero de 2010 en la versión online de la Revista Viajeros:
http://www.viajerosperu.com/articulo.asp?cod_cat=11&cod_art=1572
Pero eso no queda ahí. Ya que los mares absorben una gran cantidad de CO2, el agua salada se va acidificando poniendo en riesgo animales con caparazones formadas por carbonatos de calcio, tales como moluscos, caracoles, estrellas de mar y los tan preciados arrecifes. Adicionalmente, existe otro gran problema generado por la modificación de la estructura química del agua en los océanos: la transmisión del sonido en aguas marinas es más fácil e intensa en aguas ácidas. Es decir, las ondas sonoras recorren mayores distancias y son más penetrantes en un medio ácido.
Tal situación puede estar ocasionando que las ballenas pierdan la orientación debido a que reciben ondas sonoras que las confunden. Estas interferencias podrían explicar por qué algunos de estos grandes mamíferos terminan sus días en las playas tras ser varados por el mar. Se sabe que estas especies necesitan grandes profundidades para movilizarse y al confundirse o atender ciertos ruidos se acercan mucho a la costa sin posibilidad de regresar a altamar.
Algunos estudios científicos afirman que, dicho de manera sencilla, los mares son cada vez más ruidosos. Los tonos graves, es decir aquellos con una baja frecuencia de onda, son generados de manera natural en el mar debido a las lluvias, las olas y a la actividad de animales marinos. Sin embargo, a este repertorio se le suma el sonido producido por los barcos y por otras actividades humanas. Pese a que este tema fue abordado en Copenhagen sin resultado alguno, varios científicos insisten en anunciar cambios dramáticos para la fauna marina, en especial, para los grandes mamíferos como ballenas, delfines, orcas y otros.
Adicionalmente, la comunicación que existe entre estos animales, basada en un complejo sistema de sonidos, puede verse afectada por estos cambios en las aguas marinas. Dicha situación trae consigo modificaciones en la conducta con algunas consecuencias negativas. Asimismo, los delfines pueden perder o ver disminuido severamente su capacidad auditiva si es que en las aguas marinas los sonidos se agudizan y se hacen más intensos. Las zonas más amenazadas por esta situación son el Atlántico y el Pacífico norte, las regiones subtropicales como Hawai, así como las aguas marinas cerca al canal de Panamá y a la costa japonesa. Estamos advertidos.
Reflexiones en torno al terremoto en Haití
Uno de los países más pobres del continente, si no el más pobre, ha sido devastado por un letal terremoto. No entraré en detalles sobre esta tragedia, sin embargo, en base a diversas notas recogidas lanzaré algunos comentarios para reflexionar al respecto. Según algunos medios de prensa, dicho país ya estaba advertido de que un terremoto así sería sumamente devastador. Y es que la situación política, social y económica del país, donde el gobierno de turno es incapaz de tomar medidas preventivas, es el escenario perfecto para que una tragedia de esta magnitud se cobre tantas vidas. Si la política estatal hubiese tomado en cuenta reglas básicas y sencillas de construcción, posiblemente se hubiese podido salvar miles de vidas.
Un terremoto de esta magnitud en Japón o en los Estado Unidos no habría cobrado tantas vidas, pese a que también son zonas expuestas a estos eventos naturales impredecibles. La diferencia está en la cantidad de dinero que invierten estas naciones del “primer mundo” en construcciones especialmente diseñadas para afrontar terremotos y otras desgracias; y en capacitar a sus ciudadanos. Para los países pobres, dichas medidas no figuran en la lista de prioridades. Además, como es común en nuestra realidad, muchas construcciones son hechas a la “criolla”, es decir, son construidas sin seguir las normas básicas de ingeniería, ahorrando (o robando) material (acero, cemento) o utilizando mezclas alteradas para sacarle la vuelta a lo que debería ser un acto responsable.
Pensando en toda la masa de cemento que invade Lima, no quiero ni imaginarme un terremoto similar en esta ciudad (o en cualquier lugar del país). ¿Quién supervisa todas las construcciones?, ¿Somos los suficientemente responsables para pensar que lo barato sale caro? ¡Qué miedo! Construir de tal manera que se tome medidas preventivas para posibles movimientos telúricos no debería ser tampoco tan caro. Pero claro, más importante es tener aunque sea un techo, que ponerse a pensar en cómo construir tomando ciertas previsiones para el futuro. Sin un Estado (y/o una sociedad civil atenta) que fiscalice las construcciones y que imparta conocimientos y enseñanzas sobre prevención y defensa civil, poco se puede hacer.
Sumergidos en un mundo donde solo importa sobrevivir o generar más riqueza, lograr una cultura de la prevención es casi imposible. Todo esto se agrava cuando el último terremoto de grandes magnitudes se dio muchos años atrás (aunque en el Perú con lo sucedido en Pisco y anteriormente en Arequipa, deberíamos estar prevenidos, al margen de la inoperancia estatal). En el país somos expertos en reaccionar solo después (y “a media caña”) tras las desgracias.
Existen algunas reglas básicas de construcción que pueden ahorrarnos momentos amargos, tales como privilegiar construcciones ovaladas y dirigir el punto de gravedad hacia abajo. Las construcciones que buscan la simetría, y cuyo punto de gravedad se ubica principalmente cerca del suelo, son más estables. Por otro lado, se debería evitar el uso de balcones, cúpulas y de otros elementos ornamentales que podrían ocasionar daños colaterales lamentables, a menos que se construya bajo una supervisión y asesoría técnica. Crecer como país no significa únicamente intentar salir de la pobreza, sino también, fomentar una cultura de responsabilidad social. No podemos enfrentar a la naturaleza, pero sí podemos mitigar los efectos de este tipo de situaciones y sobre todo, podemos (y debemos) respetarla.
El caribe ha vuelto a temblar y no hemos llegado a nada concreto en Copenhagen. No sé quién está más jodido: ¿nosotros o las ballenas?
Artículo publicado el 15 de enero de 2010 en la versión online de la Revista Viajeros:
http://www.viajerosperu.com/articulo.asp?cod_cat=11&cod_art=1572
Hola, discrepo de satanizar al Co2 como causante principal de varios eventos meteorológicos atípicos recientes. Recomiendo revisar posturas disidentes que ya circulan bastantes por la red.
ResponderEliminarLas revisaré, o mejor dicho ya las revisé. De hecho el metano y los gases derivados del nitrogeno y azufre tambíen tienne su "culpa", pero definitivamente el CO2 se lleva el premio. ahora, pueden haber eventos climáticos que responden a ciclos temporales, pero no creo que a estas alturas del partido podamos dudar de un cambio climático acelerado.
ResponderEliminarRecomiendo leer "La venganza de la Tierra" de James Lovelock, y discutir varios puntos interesantes que él desarrolla en su libro.
ResponderEliminarAlgunos comentarios propios:
Todos hablan de calentamiento global de los últimos cien años, yo tengo 4 dudas al respecto:
1. ¿Se usaban el mismo tipo de termómetros hace 100 años como para poder equiparar las medidas de ese entonces y las de ahora? Allí puede haber un sesgo (el uso de anillos en los árboles o esos tubos de hielo de la Antártida o el Artico para medir concentraciones de isótopos de O se usan para medir temperaturas más antiguas, y tampoco son comparables con las lecturas actuales).
2.¿Se medía la temperatura en el mismo número de puntos hace 100 años que ahora?. No, definitivamente con el tiempo se ha incrementado. Segundo punto donde puede haber un sesgo.
3. ¿Es lógico sacar un "promedio mundial" cuando en el Perú nomás puedes tener dos puntos en la misma latitud (Huancavelica-Pto. Maldonado) o con la misma longitud (Andahuaylas-Iquitos) y tener temperaturas absolutamente diferentes?...
4. Nadie menciona que entre los años 30 y 60 se dio más bien un "enfriamiento global", en el que todos pensaban que se venía una glaciacion!!...
Creo que las cosas se deben analizar con más detalle y calma. Hace aprox. 10 mil años se "dió por terminada" (oficialmente) la última glaciación, sin embargo, la temperatura de la tierra a venido subiendo desde hace 20 mil años. Estamos en un periodo interglacial, donde es lógico que la temperatura suba. Y este es un proceso lento, con "altos y bajos" (recuerden la "pequeña era glacial" de los siglos XVI a XVI, o el calentamiento de la edad media, por citar ejemplos fáciles de ubicar por internet).
Con esto no quiero decir que los humanos no "tenemos culpa alguna" de la situación actual. Solo que por culpa de amarillismos o ecologismos sin sustento, muchas veces no se puude aterrizar el tema y tratar como debía hacerse.
(Por citar un ejemplo de esta reunión de Copenague que Ud. cita varias veces en su página, recuerdo haber visto un informe de esta reunión en un noticiero, donde salían unas tipas vestidas de flores bailando alrededor de un globo terráqueo?...ya no me acuerdo alrededor de qué, pero como fuese...¿así se protege al mundo?...no, pues, eso es amarillismo...)
Finalmente, comento que no hay ninguna relación entre el terremoto de Haití o el de Chile con el "cambio climático". Estos son procesos geológicos.
Saludos
M. Stucchi
Mientras discutimos los efectos del cuestionado calentamiento global y el consecuente cambio climático qué nos queda, adaptarnos y mitigr sus efectos. No podemos caer en echarle la culpa a todo lo que sucede al calentamiento global, pero tampoco podemos negar que ya existen cambios claros que indican alteraciones en el clima. Los periodos humanos sonmuy cortos en comparación con los geológicos, pero no crees que podemos afirmar que la actividad humana viene modificando diversos procesos biológicos, por un lado para bien, por otro para mal.
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