En una de las tantas aristas de la problemática ambiental me pareció interesante enterarme de lo siguiente: si toda la humanidad adoptara el estilo de vida americano, el planeta solo tendría espacio para 1,400 millones de personas, es decir estamos hablando de toda la población de China (1,200 millones de chinos) más un par más de terrícolas. En estas líneas está inmerso un mensaje oculto que debe salir a la luz: debemos cambiar nuestro estilo de vida para buscar mitigar los impactos del cambio climático y frenar a largo plazo el calentamiento global.
En los Estados Unidos viven cerca de 308 millones de “gringos” que generan un impacto terrible en el mundo. Tras Copenhagen ha quedado demostrado el poco compromiso del Tio Sam en dar un giro significativo al problema que nos perseguirá hasta el resto de nuestros días (por lo menos de los que leen este texto). La humanidad galopa aplicadamente hacia la meta de lograr un aumento de 3,5° C de la temperatura global en los siguientes años. Esta cifra es terrorífica ya que si la comparamos con aquel aumento que se registró luego de la época industrial, lo peor está aún por venir.
Y si bien muchas naciones se esfuerzan en mandar a las Naciones Unidas sus planes de acción para combatir el calentamiento global —ante la calamidad de Copenhagen—, la meta de reducir el aumento de la temperatura global se ve muy lejana. Las ¿buenas? intenciones políticas no son suficientes. Hace falta un cambio en nuestros “discos duros” si queremos hacer algo por el planeta. Según algunos estudios, ya a partir de 1987, la humanidad estampó firmemente su “huella ecológica” en el planeta, es decir, sus demandas energéticas sobrepasaron las capacidades de regeneración del medio ambiente. En otras palabras, se utiliza más recursos de los que podemos obtener de la naturaleza.
Consumistas a rabiar
El autor del estudio de la “Situación del Mundo” del Worldwatch Institute en Washington, Erik Assadourian, afirma que actualmente el planeta, además de que solo tendría lugar para 1,400 millones de “gringos”, podría albergar a 2,100 millones de hombres con el estilo de vida europeo. Y según el estilo de vida de un tailandés o de un egipcio (el cual es más similar al nuestro), la Tierra soportaría a 6,400 millones de humanos. En la actualidad viven en nuestro querido planeta 6,800 millones de personas. Las Naciones Unidas estiman que para el año 2050 seremos 9,000 millones de seres hambrientos, sedientos y hacinados en un medio hostil.
Un europeo promedio utiliza diariamente 43 kilos de materiales como metales, abarrotes o energía, mientras que un estadounidense utiliza 88 kilos. Dos perros ovejeros en Estados Unidos consumen más recursos que un ciudadano promedio de la India. Un niño inglés o estadounidense puede nombrar con más facilidad figuras de la televisión que especies de animales o plantas. Es por eso que no debe sorprendernos que el 19% de estos niños, menores de un año, ya tengan un televisor en su cuarto. Desde chiquitos ya consumen más energía y recursos que varios cientos de peruanos.
En Estados Unidos se ha registrado que el año pasado, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, la cantidad de autos chatarras descartados sobrepasa a los autos nuevos, es decir, el consumo de energía es brutal. Actualmente, se calcula que por cada cinco autos existen cuatro conductores. Ya en 1970 había más autos que conductores. Si bien en nuestro país estas comparaciones y cifras aún son lejanas, el creciente consumo y la aparente “buena racha” de nuestra economía están inflando las cifras. No estamos preparados para soportar un crecimiento acelerado del mercado automotriz y de las construcciones. Nuestra fiscalización ambiental y el manejo de residuos de todo tipo son incipientes.
Ayuda para la selva
Dada la complejidad del problema ambiental en el que está inmersa la humanidad, han salido a la luz propuestas con la mejor intención. Los países industrializados quieren aportar miles de millones de dólares para proteger los bosques tropicales. Sin embargo, debido a que no existen reglas claras en cuanto a la manera cómo es que se debe canalizar esta ayuda, este solidario intento podría traer más problemas que soluciones. Algunos expertos aseguran que el dinero podría caer en manos no deseadas. Los nativos y dueños del bosque deberían ser los que cuiden dichos territorios. Pero esta postura también es discutida. Al parecer no se sabe qué hacer, lo cual parece una broma de mal gusto.
Tras un pensamiento lógico y simple podemos deducir que, quien cuida el bosque, hace algo bueno por el clima mundial y por ende, por la humanidad. No obstante, dado que el cambio climático es difícil de ser cuantificado, la figura de la Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación (REDD) parece tener sentido, sin embargo, aún hay mucho por discutir al respecto. Esta iniciativa consiste, dicho de manera simple, en que los países industriales pagan para que los países en vías de desarrollo (como Perú) y cercanos a ser considerados como industrializados (como Brasil) protejan grandes extensiones de bosque.
Según Andy White, jefe de la Rights and Resources Initiative (RRI) —a la cual pertenece, entre otras, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)— ,“los Estados han prometido bastante dinero pero no se han puesto de acuerdo en cuanto a la estructura y funcionamiento del mecanismo REDD”. Esto es aún más evidente tras Copenhagen, ya que no hay reglas y procedimientos claros para traducir esta iniciativa a acciones concretas que realmente funcionen y que satisfagan a todos. Muchos científicos ya “han puesto el parche” estimando que algunos Gobiernos de los países donde se implementaría tal mecanismo podrían pisotear los derechos de los pueblos indígenas para recibir, como niños buenos comprometidos con la naturaleza, grandes cantidades de dinero.
Y no es poco dinero el que está en juego. Estados Unidos, Australia, Inglaterra, Francia, Noruega y Japón han prometido aportar más de 3,500 millones de dólares hasta el 2012. Además, es muy probable que este “pozo” siga aumentando. Es seguro que otros países se irán sumando a esta iniciativa dado que para muchas naciones, REDD es una manera efectiva de propiciar la conservación de las grandes masas forestales. Además, dicho esfuerzo les otorgaría una “buena reputación” que facilitaría su figuración como países comprometidos con el planeta y haría que queden bien ante las tribunas. Asimismo, esto los haría ver como países “verdes” para, tal vez, buscar futuras inversiones en otros lugares (se las saben todas). Adicionalmente, REDD podría poner en jaque a actuales proyectos millonarios de canje de deuda por conservación, lo cual pone nervioso a los que dirigen diversas iniciativas que ya están en marcha.
Faltan reglas
Para White, las reglas de financiamiento de REDD no están nada claras y eso podría traer problemas si no se norma este aspecto. Temas como la corrupción, la discriminación y el retiro de derechos a los pueblos indígenas podrían agravarse. Toda esta normativa debería proceder de un acuerdo climático global (Copenhagen), pero este no es el caso y quién sabe si algún día habrá un acuerdo de este tipo. Pese a todo, ya existen algunos esfuerzos aislados para buscar consensos como las propuestas hechas por Francia y Noruega, a fin de regular la protección de las selvas tropicales. Si bien estas no serían de alcance universal, dichos intentos podrían aportar pautas interesantes para actuar de manera rápida y efectiva. Países como Indonesia y Brasil están interesados en pasar de una vez a la acción.
Para los expertos de la RRI, solo un trabajo coordinado podrá hacer efectivo esta iniciativa. Asimismo plantean que las organizaciones locales deben ser fortalecidas y proactivas, es decir, se debe fomentar un sistema ágil y no burocrático. White afirma que “en las áreas forestales manejadas por los gobiernos se registra la mayor deforestación”. Muy por el contrario, “en las zonas manejadas por asociaciones comunales, existe menos tala”. Bajo este último modelo, al parecer, la deforestación en Brasil ha disminuido ya que muchos pueblos han determinado que ellos mismos protegerán sus bosques. Esperemos que realmente sea así.
Se escuchan voces que anuncian que pronto se podrá reglamentar la iniciativa REDD. Si bien esta propuesta podría aportar enormemente a la protección de los bosques tropicales, debemos estar atentos a las posibles consecuencias y reacciones que se originen. Un ejemplo que nos puede dar una idea de la necesidad de actuar rápido es el de Ecuador. Hace poco, su presidente, Rafael Correa, determinó que no se debe cerrar el proyecto petrolero estatal de Ishpingo-Tambococha-Tiputini en la selva amazónica, pese a que el Gobierno podría haber recibido una indemnización de cerca de 3,500 millones de dólares en 10 años. Sin embargo, Correa dijo que los países industrializados solo quieren que en el bosque vivan los pajaritos felices y contentos mientras que el pueblo se muere de hambre.
La empresa estatal PetroEcuador debe presentar el estado de las reservas petroleras para “salir” al mercado. La firma china Sinopec y la empresa brasilera competidora de Petrobras ya están interesadas. Queremos desarrollo, la pregunta es: ¿Cómo?, ¿Y la planificación? Bien gracias, o mejor dicho: no hay (gracias).
En los Estados Unidos viven cerca de 308 millones de “gringos” que generan un impacto terrible en el mundo. Tras Copenhagen ha quedado demostrado el poco compromiso del Tio Sam en dar un giro significativo al problema que nos perseguirá hasta el resto de nuestros días (por lo menos de los que leen este texto). La humanidad galopa aplicadamente hacia la meta de lograr un aumento de 3,5° C de la temperatura global en los siguientes años. Esta cifra es terrorífica ya que si la comparamos con aquel aumento que se registró luego de la época industrial, lo peor está aún por venir.
Y si bien muchas naciones se esfuerzan en mandar a las Naciones Unidas sus planes de acción para combatir el calentamiento global —ante la calamidad de Copenhagen—, la meta de reducir el aumento de la temperatura global se ve muy lejana. Las ¿buenas? intenciones políticas no son suficientes. Hace falta un cambio en nuestros “discos duros” si queremos hacer algo por el planeta. Según algunos estudios, ya a partir de 1987, la humanidad estampó firmemente su “huella ecológica” en el planeta, es decir, sus demandas energéticas sobrepasaron las capacidades de regeneración del medio ambiente. En otras palabras, se utiliza más recursos de los que podemos obtener de la naturaleza.
Consumistas a rabiar
El autor del estudio de la “Situación del Mundo” del Worldwatch Institute en Washington, Erik Assadourian, afirma que actualmente el planeta, además de que solo tendría lugar para 1,400 millones de “gringos”, podría albergar a 2,100 millones de hombres con el estilo de vida europeo. Y según el estilo de vida de un tailandés o de un egipcio (el cual es más similar al nuestro), la Tierra soportaría a 6,400 millones de humanos. En la actualidad viven en nuestro querido planeta 6,800 millones de personas. Las Naciones Unidas estiman que para el año 2050 seremos 9,000 millones de seres hambrientos, sedientos y hacinados en un medio hostil.
Un europeo promedio utiliza diariamente 43 kilos de materiales como metales, abarrotes o energía, mientras que un estadounidense utiliza 88 kilos. Dos perros ovejeros en Estados Unidos consumen más recursos que un ciudadano promedio de la India. Un niño inglés o estadounidense puede nombrar con más facilidad figuras de la televisión que especies de animales o plantas. Es por eso que no debe sorprendernos que el 19% de estos niños, menores de un año, ya tengan un televisor en su cuarto. Desde chiquitos ya consumen más energía y recursos que varios cientos de peruanos.
En Estados Unidos se ha registrado que el año pasado, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, la cantidad de autos chatarras descartados sobrepasa a los autos nuevos, es decir, el consumo de energía es brutal. Actualmente, se calcula que por cada cinco autos existen cuatro conductores. Ya en 1970 había más autos que conductores. Si bien en nuestro país estas comparaciones y cifras aún son lejanas, el creciente consumo y la aparente “buena racha” de nuestra economía están inflando las cifras. No estamos preparados para soportar un crecimiento acelerado del mercado automotriz y de las construcciones. Nuestra fiscalización ambiental y el manejo de residuos de todo tipo son incipientes.
Ayuda para la selva
Dada la complejidad del problema ambiental en el que está inmersa la humanidad, han salido a la luz propuestas con la mejor intención. Los países industrializados quieren aportar miles de millones de dólares para proteger los bosques tropicales. Sin embargo, debido a que no existen reglas claras en cuanto a la manera cómo es que se debe canalizar esta ayuda, este solidario intento podría traer más problemas que soluciones. Algunos expertos aseguran que el dinero podría caer en manos no deseadas. Los nativos y dueños del bosque deberían ser los que cuiden dichos territorios. Pero esta postura también es discutida. Al parecer no se sabe qué hacer, lo cual parece una broma de mal gusto.
Tras un pensamiento lógico y simple podemos deducir que, quien cuida el bosque, hace algo bueno por el clima mundial y por ende, por la humanidad. No obstante, dado que el cambio climático es difícil de ser cuantificado, la figura de la Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación (REDD) parece tener sentido, sin embargo, aún hay mucho por discutir al respecto. Esta iniciativa consiste, dicho de manera simple, en que los países industriales pagan para que los países en vías de desarrollo (como Perú) y cercanos a ser considerados como industrializados (como Brasil) protejan grandes extensiones de bosque.
Según Andy White, jefe de la Rights and Resources Initiative (RRI) —a la cual pertenece, entre otras, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)— ,“los Estados han prometido bastante dinero pero no se han puesto de acuerdo en cuanto a la estructura y funcionamiento del mecanismo REDD”. Esto es aún más evidente tras Copenhagen, ya que no hay reglas y procedimientos claros para traducir esta iniciativa a acciones concretas que realmente funcionen y que satisfagan a todos. Muchos científicos ya “han puesto el parche” estimando que algunos Gobiernos de los países donde se implementaría tal mecanismo podrían pisotear los derechos de los pueblos indígenas para recibir, como niños buenos comprometidos con la naturaleza, grandes cantidades de dinero.
Y no es poco dinero el que está en juego. Estados Unidos, Australia, Inglaterra, Francia, Noruega y Japón han prometido aportar más de 3,500 millones de dólares hasta el 2012. Además, es muy probable que este “pozo” siga aumentando. Es seguro que otros países se irán sumando a esta iniciativa dado que para muchas naciones, REDD es una manera efectiva de propiciar la conservación de las grandes masas forestales. Además, dicho esfuerzo les otorgaría una “buena reputación” que facilitaría su figuración como países comprometidos con el planeta y haría que queden bien ante las tribunas. Asimismo, esto los haría ver como países “verdes” para, tal vez, buscar futuras inversiones en otros lugares (se las saben todas). Adicionalmente, REDD podría poner en jaque a actuales proyectos millonarios de canje de deuda por conservación, lo cual pone nervioso a los que dirigen diversas iniciativas que ya están en marcha.
Faltan reglas
Para White, las reglas de financiamiento de REDD no están nada claras y eso podría traer problemas si no se norma este aspecto. Temas como la corrupción, la discriminación y el retiro de derechos a los pueblos indígenas podrían agravarse. Toda esta normativa debería proceder de un acuerdo climático global (Copenhagen), pero este no es el caso y quién sabe si algún día habrá un acuerdo de este tipo. Pese a todo, ya existen algunos esfuerzos aislados para buscar consensos como las propuestas hechas por Francia y Noruega, a fin de regular la protección de las selvas tropicales. Si bien estas no serían de alcance universal, dichos intentos podrían aportar pautas interesantes para actuar de manera rápida y efectiva. Países como Indonesia y Brasil están interesados en pasar de una vez a la acción.
Para los expertos de la RRI, solo un trabajo coordinado podrá hacer efectivo esta iniciativa. Asimismo plantean que las organizaciones locales deben ser fortalecidas y proactivas, es decir, se debe fomentar un sistema ágil y no burocrático. White afirma que “en las áreas forestales manejadas por los gobiernos se registra la mayor deforestación”. Muy por el contrario, “en las zonas manejadas por asociaciones comunales, existe menos tala”. Bajo este último modelo, al parecer, la deforestación en Brasil ha disminuido ya que muchos pueblos han determinado que ellos mismos protegerán sus bosques. Esperemos que realmente sea así.
Se escuchan voces que anuncian que pronto se podrá reglamentar la iniciativa REDD. Si bien esta propuesta podría aportar enormemente a la protección de los bosques tropicales, debemos estar atentos a las posibles consecuencias y reacciones que se originen. Un ejemplo que nos puede dar una idea de la necesidad de actuar rápido es el de Ecuador. Hace poco, su presidente, Rafael Correa, determinó que no se debe cerrar el proyecto petrolero estatal de Ishpingo-Tambococha-Tiputini en la selva amazónica, pese a que el Gobierno podría haber recibido una indemnización de cerca de 3,500 millones de dólares en 10 años. Sin embargo, Correa dijo que los países industrializados solo quieren que en el bosque vivan los pajaritos felices y contentos mientras que el pueblo se muere de hambre.
La empresa estatal PetroEcuador debe presentar el estado de las reservas petroleras para “salir” al mercado. La firma china Sinopec y la empresa brasilera competidora de Petrobras ya están interesadas. Queremos desarrollo, la pregunta es: ¿Cómo?, ¿Y la planificación? Bien gracias, o mejor dicho: no hay (gracias).
Artículo publicado el 01 de febrero de 2009 en la versión online de la Revista Viajeros:
...¿le parece mucho dinero 3,500 millones de dólares para "salvar el mundo" cuando EE.UU. gastó en una primer desembolso nomás 400,000 mil para destruir Irak? ¿No le parece más bien una burla?
ResponderEliminarEl Perú podría recibir mucho más que esos ridículos 3,500 si las petroleras y mineras pagaran los impuestos como deben. Pero no. Aqui se favorece al amiguito o al "inversionista extranjero" por encima de la necesidad colectiva, mientras nos "entretienen" con cortinas de humo como los pleitos caseros de los ministros, congresistas, las fumadas de Bayli y cojudeces así. Nadie toca el tema de fondo.
Estamos cagados porque elegimos estar cagados. Miren nomás como la gorda Fujimori tienen más de 20% de intención de voto...¿"El mal menor" de nuevo?...por favor!...¿qué nos puede esperar así?
Felicitaciones por el artículo.
Saludos
M. Stucchi
Hola. Estamos en una situación (tanto en el Perú, como en el planeta)super jodida. Si no tomamos un rumbo distinto, nuestra permanencia en la Tierra será cada vez más perjudicial para nosotros mismos y para el planeta. Estoy seguro que el hombre en algún momento tendrá que migrar a otro planeta.
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