domingo, 5 de septiembre de 2010

DE BOSQUES QUE SE RECUPERAN Y DE DELFINES ROSADOS COMO CEBO PARA PECES

Revisando algunas noticias me doy con la sorpresa de que en Europa se informa que la tala ilegal en los bosques tropicales (dentro de ellos el amazónico) ha retrocedido. Si bien se afirma que todavía se sigue deforestando grandes extensiones de bosques, debido en parte a que los europeos aún compran madera de procedencia dudosa, se espera que esta situación cese en un futuro no muy lejano. Al parecer, a partir del 2002 la cantidad de madera ilegal extraída de los países tropicales ha disminuido casi en un 25%. La principal razón de esto son las nuevas y más estrictas leyes referidas a la obtención de madera en el viejo continente.

Así por ejemplo, en el caso de Camerún, la extracción de madera ilegal disminuyó casi en un 50%, en la parte brasileña de la selva amazónica se registra un descenso entre el 50% y 75% y en Indonesia se tiene una disminución de un 75%. Lo triste es que esta buena noticia no se debe necesariamente a lo realizado en los países tropicales, sino a los estrictos controles en Europa. Es decir, dado que los europeos sí toman cartas en el asunto, la deforestación podría disminuir en el trópico. Sin embargo, para tal fin, los países poseedores de grandes extensiones de bosques poco o nada han hecho para detener la tala ilegal.

En el 2008, empresas de Japón, Estados Unidos, Francia, del Reino Unido y de los Países Bajos le compraron a China cerca de 17 millones de metros cúbicos de madera (y de productos derivados) de procedencia ilegal. Dado el gran crecimiento que experimenta el país asiático y la mano de obra barata que tiene (además del poco control que parece existir), la madera ilegalmente extraída es transformada en muebles y otros accesorios para ser exportados. Uno de los “mejores” mercados para este negocio es el europeo. No obstante, al parecer, dicha situación terminará pronto.

El Parlamento de la Unión Europea ha prohibido la compra de madera de procedencia ilegal a partir del año 2012. Las empresas que comercialicen estos productos deben demostrar que la madera que utilizan proviene de bosques manejados y tienen un origen legal. En Estados Unidos existe algo similar. Los “gringos” tienen una ley conocida como “Lacey Act” que busca que solo ingrese y se utilice madera certificada en su país.

Lo que me llama la atención es que estas medidas adoptadas por los países “billetones” pueden reducir efectivamente la tala ilegal de bosques tropicales, pero esto es solo una parte de la solución. En nuestro caso, no solo se tala para extraer especies maderables, sino para generar espacios destinados a actividades agrícolas y ganaderas sin ningún tipo de planificación ni ordenamiento del territorio. Y esto no solo es hecho por pobladores colonos (y nativos) en busca de ingresos económicos para subsistir, sino por grandes grupos económicos.

Es innegable que los bosques tropicales —y en mayor grado, la gran llanura amazónica por su gran extensión— son grandes “absorbedores” de CO2; pero no solamente por eso son importantes (los océanos al parecer absorben mayores cantidades de este gas), sino por su papel fundamental en el clima mundial ¡y en especial, el clima local! Lo vemos ya con lo que viene sucediendo en nuestro país. La disminución de las lluvias en la selva se debe a cambios climáticos producto, en parte, por la menor captación de humedad por las grandes masas forestales.

No podemos estar desatentos de esta situación. Proteger nuestros bosques no solo traerá una mayor disminución de CO2, sino permitirá que todo ese complejo sistema climático que nos bendice y beneficia (en condiciones normales) se mantenga. No limitemos nuestro pensamiento a que nuestros bosques son los “pulmones del mundo”. Su permanencia permite que se dé la evotranspiración, la cual evita que la temperatura aumente y que se produzca incendios en los bosques remanentes.

Además, claro está, estos espacios albergan una diversidad biológica muy alta y única. Como país no podemos hacer mucho frente al calentamiento global, pero sí podemos y debemos reorientar nuestro accionar a mitigar los impactos innegables —en su mayoría, negativos— del cambio climático originado por la situación actual del planeta.

Los delfines amazónicos como sebo y carnada

Con mucho repudio fuimos testigos hace ya varias semanas del vil asesinato de ejemplares del delfín amazónico o rosado (Inia geoffrensis). Estos simpáticos mamíferos están severamente amenazados debido a que son asesinados para convertirlos en sebo y carnada. Si no se detiene esta situación, su existencia pende de un hilo (de pescar). La mayor especie de delfín de río del mundo —con 2.5 metros y cerca de 180 kilos en promedio— tiene una carne grasosa y eso es parte de su maldición. ¿Por qué? Porque al bagre conocido como “Piracatinga” (Calophysus macropterus) le gusta, justamente, la carne con bastante grasa. Y a su vez, a los seres humanos les encanta este pez de 40 centímetros originario de las cuencas del Amazonas y del Orinoco.

Y cuando hablo de seres humanos me refiero en este caso a comensales colombianos que se deleitan con este bagre también conocido como pez gato. Esto ha ocasionado que la exportación del Piracatinga de Brasil a Colombia se haya triplicado en los últimos tres años. Al parecer, o nuestros compatriotas “ya la vieron” y se están animando a capturar estos peces para venderlos o simplemente nos están invadiendo pescadores brasileros en busca de poblaciones de delfines en buen estado de conservación. Estos mamíferos son presa fácil, pues (aún) toleran la presencia humana, ya que en nuestros territorios todavía no son cazados (por lo menos eso es lo que se sabe).

Los delfines son curiosos y se acercan cuando ven a los humanos navegar por los ríos. Esta es otra la otra parte de su maldición ya que cada vez hay más pescadores inescrupulosos que se confunden entre los navegantes para matarlos. Según la científica Vera da Silva del Instituto Nacional de Pesquisas da Amazonía (INPA) del Brasil, la caza de este mamífero para convertirse en cebo es la principal causa de su casi extinción. Da Silva estudia al delfín hace 17 años por encargo del Gobierno brasileño y anota que su población disminuye anualmente.

Si bien el problema ya ha sido identificado claramente en el país vecino (al parecer, muy al contrario de lo que tenemos acá), se ha hecho poco para detener esta matanza. Para Andrey Silva del Instituto Brasileiro do Meio Ambiente e dos Recursos Naturais Renováveis (Ibama), las prioridades actuales del Gobierno brasilero recaen en detener la deforestación de la selva amazónica. Otro de los problemas con respecto al delfín es que no se tiene mucha información sobre la especie.

Según la Unión Internacional para la Conservación de la Natural (UICN), el delfín rosado fue clasificado el 2008 en la lista roja de especies amenazadas como en estado DD, es decir, con datos insuficientes. En nuestro caso, en el Decreto Supremo N° 034 del año 2004 que aprueba las categorías de amenaza de las especies de flora y fauna del Perú (utilizando como base los criterios de la UICN), el delfín rosado no aparece en la lista de las 301 especies de aves, mamíferos, reptiles y anfibios amenazados en el país según el Estado peruano. Se podría asumir que en nuestro país estos mamíferos están aún a salvo, pero no nos confiemos.

Es posible que estemos frente a una disminución de las poblaciones de delfines solo que esta no es percibida ni existe un registro exacto sobre su magnitud e implicancia. Dicha situación se da porque no sabemos con claridad qué ni cuánto tenemos. Además, como no nos afecta por ahora, ¿a quién le importa? No obstante, podemos echarles la culpa a los comensales colombianos y a los pescadores brasileros, sin embargo, nosotros no quedamos bien librados de esto, pues si no tomamos cartas en el asunto y no nos informamos al respecto para detener una “muerte avisada”, estaremos avalando otra desgracia.

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