Para llegar al final de esta breve reseña de los Rapa Nuis es necesario ubicarnos en el tiempo. Según Diamond, la tradición oral de los antiguos habitantes de la isla de Pascua señala que el último Moái fue erigido alrededor de 1620 y que entre los años 1600 y 1680 fueron abandonadas progresivamente las últimas parcelas agrícolas de las tierras altas e interiores de la isla. Un detalle interesante apuntado por Diamond es que —paradójicamente— los últimos Moáis erigidos eran los más altos, es decir, los que deben haber demandado más trabajo (y recursos naturales), tanto para tallarlos, como para trasladarlos.
Según el autor estadounidense, el aumento del tamaño podría deberse a dos motivos, o bien indicaba la creciente rivalidad entre los jefes rivales por demostrar su poderío o se podría tratar de las evocaciones desesperadas a los dioses pidiendo que se solucione la inminente crisis medioambiental que enfrentaban los isleños. No se sabe a ciencia cierta cuál fue el motivo que los llevó a erigir (en general) las grandes estatuas, pero ya para 1680 se registró el clímax de las guerras civiles y los Rapa Nuis pasaron de construir Moáis a derribarlos. Todo esto sucedió cuando la sociedad isleña alcanzó su mayor población.
Diamond apunta que recién con la visita a la isla del capitán Cook en 1774 se pudo comprobar que varios Moáis fueron derribados y que aún quedaban algunos en píe. Las últimas referencias de navegantes europeos sobre la única estatua erecta prevaleciente en la isla, apuntan al año 1868, mientras que las tradiciones orales se remontan al año 1840. Tal fue el grado de desesperación que las plataformas que albergaban a los Moáis —los Ahus— fueron desmanteladas para construir cámaras mortuorias y muros para proteger los huertos (manavai).
El declive
Como Diamond presume, los Rapa Nuis debieron guardar un enorme resentimiento hacia sus líderes, pues solo así se podría explicar el derrumbamiento intencionado de las estatuas. Es posible que los opositores o matatoas hayan exigido tumbarse a los Moáis para dejar claro que se había acabado el tiempo de los engaños. La situación en la isla fue posiblemente la reacción lógica a una opresión desenmascarada y evidenciada por una crisis medioambiental severa. Tal vez, si hubiese habido a donde ir (o hubiese habido madera para construir embarcaciones y poder migrar) los Moáis hubiesen sido sencillamente abandonados a su suerte. No obstante, los antiguos isleños lograron, a pesar de todo, adaptarse de la mejor manera a un ambiente casi infernal.
A partir del año 1650, el canibalismo y las granjas de pollos fueron las principales fuentes de alimento de los isleños. Asimismo, con el reinado de los matatoas, el dios Makemake fue el nuevo “rector” de la cultura Rapa Nui, luego de que esta divinidad había sido una más del panteón isleño. Así, todo el culto religioso se polarizó en la aldea de Orongo, al borde del cráter del volcán Rano Kau. A partir de ese entonces los antiguos isleños se dedicaron a impulsar la realización de petroglifos con representaciones de aves marinas, hombres pájaros y de órganos genitales femeninos.
En esos años se organizaba una carrera masculina de natación y resistencia a los tres islotes que distan a un kilómetro de la isla mayor para recoger el primer huevo depositado por las aves marinas. Atravesar a nado el mar hasta las islas es una actividad riesgosa pues las aguas frías y bravas están repletas de tiburones. El primer Rapa Nui que regresaba a la isla con el trofeo intacto era declarado “hombre pájaro” hasta el año siguiente, lo cual implicaba que era una autoridad y una figura respetada. Según Diamond, la última de estas ceremonias fue celebrada en 1867 y vista por misioneros católicos. Mientras tanto, el mundo exterior terminaba de aniquilar lo que quedaba de la isla.
Tras la visita a la isla del capitán Hook en 1774, se intensificó la llegada de europeos trayendo consigo varias enfermedades mortales para los isleños. Alrededor del año 1836 se presume que se dio la primera gran epidemia de viruela que exterminó a muchos isleños. A eso se le debe sumar la amenaza de los cazadores de esclavos que no dudaron en raptar a los Rapa Nuis. A partir de 1805 se inició este nuevo flagelo llegando a su punto máximo cuando una docena de barcos peruanos llegaron a la isla entre los años 1862 y 1863 para raptar a más de 1500 isleños y llevarlos como esclavos a trabajar en las islas guaneras. Posteriormente fueron repatriados tan solo una docena de cautivos que trajeron consigo otra epidemia de viruela. En 1872 quedaban únicamente 111 isleños originales.
Del mal en peor
Para acelerar el proceso de deterioro ambiental, los europeos introdujeron ovejas allá por el año 1870. Posteriormente, en 1888, la isla de Pascua pasó a formar parte de Chile (pero recién en 1966 los isleños fueron reconocidos como ciudadanos chilenos) y el gobierno mapocho fomentó la industria ovejera (de capital escocés) a gran escala en sus nuevos dominios. Tal situación obligó a que todos los isleños sobrevivientes fueran confinados a un solo poblado donde eran pagados con abarrotes (en vez de dinero). Esto hizo que los Rapa Nuis se sublevaran y que en 1914, el gobierno chileno mandará una flota para “poner orden”. Y como era de esperar, las ovejas, cabras y los caballos de la empresa europea terminaron de erosionar y empobrecer el suelo isleño. En 1934 desaparecieron los últimos árboles de hau y de toromiro, especies autóctonas de la isla.
El deterioro ambiental en el que se vio sumida la isla fue evidente, no obstante, muchos isleños se resisten a aceptar que sus antepasados fueron capaces de llegar a esos extremos de explotación, opresión y mal manejo de sus recursos naturales. Y según Diamond, no solamente los descendientes Rapa Nuis niegan parte de su pasado, sino muchos especialistas no conciben y aceptan que esa “amable gente” haya hecho añicos su propia isla. Algunos de estos últimos le echan la culpa a severas alteraciones medioambientales.
En el ínterin de esta discusión, se tiene tres postulados. Se ha sugerido que la deforestación de la isla no se debió únicamente a la acción de los isleños, sino también a la llegada clandestina y no reportada de europeos. Tal planteamiento se basa en que en dicha época, varios galeones españoles transitaban por el océano Pacífico. Además, según los primeros europeos que documentaron su llegada a la isla, los Rapa Nuis reaccionaron con la mayor naturalidad ante los visitantes, casi como si estuviesen acostumbrados a dichas visitas.
El segundo postulado afirma que la deforestación fue producto de eventos naturales —como el del Niño— y de bruscos cambios climáticos. Diversos estudios han demostrado —a través de los restos de antiguas palmeras— que estas y otras especies sobrevivieron cientos de miles de años en la isla. Y si bien, se ha podido demostrar que la isla pasó periodos inusuales de frío y de sequía, la masa forestal sobrevivió a estos desordenes climáticos. Por último, se piensa que los propios isleños no pudieron ser tan ciegos para aniquilar sus recursos y que todo fue el resultado de la suma de varios factores (conocidos y desconocidos).
Pero, ¿por qué?
¿Por qué se dio una deforestación absoluta en la isla de Pascua? Diamond ensaya una respuesta en base al análisis de la situación de 81 islas similares en el océano Pacífico en cuanto a diversos factores físicos. Entre ellos, compara las islas secas y húmedas; las islas en el Ecuador (calientes) y las subtropicales (frías); las islas volcánicas antiguas y las recientes; las islas con poca y con mucha altitud; las islas pequeñas y las grandes; y aquellas que reciben cenizas volcánicas con aquellas que no. En dicho análisis, los factores más importantes son, sin duda, la pluviosidad y la latitud.
Es decir, las islas secas y las más frías y más distantes del Ecuador (a una mayor latitud) acabaron en los últimos años más deforestadas que las islas ecuatoriales más húmedas. La tasa de crecimiento de la vegetación aumenta con la pluviosidad y con la temperatura. Con una tala moderada, la vegetación en este tipo de islas se puede regenerar. Otro factor a tener en cuenta es la antigüedad de la isla. Aquellas que son muy antiguas y que no han sufrido actividad volcánica en el último millón de años, acaban más deforestadas que aquellas que han tenido eventos volcánicos recientes. Y es que el suelo procedente de lava y de cenizas reciente es mucho más fértil. En las islas antiguas, la lluvia elimina todo ese polvo rico en nutrientes.
La isla de Pascua tiene la tercera latitud más alta (es decir, se encuentra bien alejada del Ecuador), tiene una baja pluviosidad, recibe pocas cenizas volcánicas y es la segunda isla que a mayor distancia se encuentra de una isla vecina en el océano Pacífico. Este último punto tiene que ver con el aislamiento de los isleños, el cual los obligó a agotar todos sus recursos. Además, es pequeña y de baja altitud, lo que la hace más fácil de ser deforestada. Además, Rapa Nui posee volcanes de relativa antigüedad. El volcán Poike, el más antiguo de la isla, es el más deforestado y erosionado.
Para Diamond, la alta deforestación de la isla de Pascua no se debe exclusivamente a que los isleños fueron unos imprudentes con su entorno, sino que tuvieron la mala suerte de vivir en uno de los lugares del Pacífico más frágiles y con un alto riesgo de deforestación debido a los aspectos físicos y geológicos de la isla. Sin embargo, Diamond sostiene también que su aislamiento “hace de ella el ejemplo más claro de una sociedad que se destruyó a sí misma sobreexplotando sus recursos”.
Para culminar esta triste historia, se puede explicar resumidamente el colapso de Pascua a través de dos factores principales: el impacto medioambiental del ser humano, básicamente mediante la deforestación y el exterminio de la fauna local; y los impactos de los hechos políticos, sociales y religiosos. A eso se le debe sumar la imposibilidad de escapar de la isla. Asimismo, no es posible dejar de mencionar el afán de los antiguos Rapa Nuis por construir los famosos Moáis, las peleas entre clanes y la exigencia para construir estatuas cada vez más grandes, lo cual exigía cada vez más madera y alimento.
Diamond presenta una metáfora “imperfecta” pero con mucho de verdad. ¿Qué pasará cuando la Tierra se vea en la misma situación que la isla de Pascua? Está claro, que las diferencias son evidentes y que la situación actual de la humanidad en su conjunto difiere de la de los Rapa Nuis del siglo XVII. El caso de esta antigua civilización es un ejemplo claro, bajo mi punto de vista, de un mal manejo del entorno. Pero claro, ¿cómo iban a saberlo los antiguos isleños?, ¿lo sabemos nosotros?
Con todo lo expuesto en estas líneas podemos sacar algunas conclusiones. El medio ambiente es frágil, finito y susceptible a las embestidas de los seres humanos y de especies (animales y vegetales) introducidas, por lo que está en nuestras manos analizar bien cómo podemos obtener ventajas de nuestro entorno sin llevarlo al ocaso y con eso, a nuestra propia destrucción. Así también, existen actualmente poblaciones aisladas (ecosistemas, especies e incluso comunidades nativas) en inminente peligro de extinción. Si no se controla su situación actual, su único destino es la desaparición.
Empecinarnos en mantener un estilo de vida que le da la espalda a la conservación y al buen uso del medio ambiente es una postura que tarde o temprano nos pasará la factura (y ya lo está haciendo). No en vano se está secando la Amazonía, se intensifican los desvaríos climáticos en todo el planeta, se empobrece y contamina los mares, se aniquila directa e indirectamente miles de especies de flora y fauna, degradamos el entorno y seguimos pensando que “no pasa nada”.
¡Qué la suerte y la sabiduría nos acompañen! El colapso podría estar más cerca de lo que pensamos.
Según el autor estadounidense, el aumento del tamaño podría deberse a dos motivos, o bien indicaba la creciente rivalidad entre los jefes rivales por demostrar su poderío o se podría tratar de las evocaciones desesperadas a los dioses pidiendo que se solucione la inminente crisis medioambiental que enfrentaban los isleños. No se sabe a ciencia cierta cuál fue el motivo que los llevó a erigir (en general) las grandes estatuas, pero ya para 1680 se registró el clímax de las guerras civiles y los Rapa Nuis pasaron de construir Moáis a derribarlos. Todo esto sucedió cuando la sociedad isleña alcanzó su mayor población.
Diamond apunta que recién con la visita a la isla del capitán Cook en 1774 se pudo comprobar que varios Moáis fueron derribados y que aún quedaban algunos en píe. Las últimas referencias de navegantes europeos sobre la única estatua erecta prevaleciente en la isla, apuntan al año 1868, mientras que las tradiciones orales se remontan al año 1840. Tal fue el grado de desesperación que las plataformas que albergaban a los Moáis —los Ahus— fueron desmanteladas para construir cámaras mortuorias y muros para proteger los huertos (manavai).
El declive
Como Diamond presume, los Rapa Nuis debieron guardar un enorme resentimiento hacia sus líderes, pues solo así se podría explicar el derrumbamiento intencionado de las estatuas. Es posible que los opositores o matatoas hayan exigido tumbarse a los Moáis para dejar claro que se había acabado el tiempo de los engaños. La situación en la isla fue posiblemente la reacción lógica a una opresión desenmascarada y evidenciada por una crisis medioambiental severa. Tal vez, si hubiese habido a donde ir (o hubiese habido madera para construir embarcaciones y poder migrar) los Moáis hubiesen sido sencillamente abandonados a su suerte. No obstante, los antiguos isleños lograron, a pesar de todo, adaptarse de la mejor manera a un ambiente casi infernal.
A partir del año 1650, el canibalismo y las granjas de pollos fueron las principales fuentes de alimento de los isleños. Asimismo, con el reinado de los matatoas, el dios Makemake fue el nuevo “rector” de la cultura Rapa Nui, luego de que esta divinidad había sido una más del panteón isleño. Así, todo el culto religioso se polarizó en la aldea de Orongo, al borde del cráter del volcán Rano Kau. A partir de ese entonces los antiguos isleños se dedicaron a impulsar la realización de petroglifos con representaciones de aves marinas, hombres pájaros y de órganos genitales femeninos.
En esos años se organizaba una carrera masculina de natación y resistencia a los tres islotes que distan a un kilómetro de la isla mayor para recoger el primer huevo depositado por las aves marinas. Atravesar a nado el mar hasta las islas es una actividad riesgosa pues las aguas frías y bravas están repletas de tiburones. El primer Rapa Nui que regresaba a la isla con el trofeo intacto era declarado “hombre pájaro” hasta el año siguiente, lo cual implicaba que era una autoridad y una figura respetada. Según Diamond, la última de estas ceremonias fue celebrada en 1867 y vista por misioneros católicos. Mientras tanto, el mundo exterior terminaba de aniquilar lo que quedaba de la isla.
Tras la visita a la isla del capitán Hook en 1774, se intensificó la llegada de europeos trayendo consigo varias enfermedades mortales para los isleños. Alrededor del año 1836 se presume que se dio la primera gran epidemia de viruela que exterminó a muchos isleños. A eso se le debe sumar la amenaza de los cazadores de esclavos que no dudaron en raptar a los Rapa Nuis. A partir de 1805 se inició este nuevo flagelo llegando a su punto máximo cuando una docena de barcos peruanos llegaron a la isla entre los años 1862 y 1863 para raptar a más de 1500 isleños y llevarlos como esclavos a trabajar en las islas guaneras. Posteriormente fueron repatriados tan solo una docena de cautivos que trajeron consigo otra epidemia de viruela. En 1872 quedaban únicamente 111 isleños originales.
Del mal en peor
Para acelerar el proceso de deterioro ambiental, los europeos introdujeron ovejas allá por el año 1870. Posteriormente, en 1888, la isla de Pascua pasó a formar parte de Chile (pero recién en 1966 los isleños fueron reconocidos como ciudadanos chilenos) y el gobierno mapocho fomentó la industria ovejera (de capital escocés) a gran escala en sus nuevos dominios. Tal situación obligó a que todos los isleños sobrevivientes fueran confinados a un solo poblado donde eran pagados con abarrotes (en vez de dinero). Esto hizo que los Rapa Nuis se sublevaran y que en 1914, el gobierno chileno mandará una flota para “poner orden”. Y como era de esperar, las ovejas, cabras y los caballos de la empresa europea terminaron de erosionar y empobrecer el suelo isleño. En 1934 desaparecieron los últimos árboles de hau y de toromiro, especies autóctonas de la isla.
El deterioro ambiental en el que se vio sumida la isla fue evidente, no obstante, muchos isleños se resisten a aceptar que sus antepasados fueron capaces de llegar a esos extremos de explotación, opresión y mal manejo de sus recursos naturales. Y según Diamond, no solamente los descendientes Rapa Nuis niegan parte de su pasado, sino muchos especialistas no conciben y aceptan que esa “amable gente” haya hecho añicos su propia isla. Algunos de estos últimos le echan la culpa a severas alteraciones medioambientales.
En el ínterin de esta discusión, se tiene tres postulados. Se ha sugerido que la deforestación de la isla no se debió únicamente a la acción de los isleños, sino también a la llegada clandestina y no reportada de europeos. Tal planteamiento se basa en que en dicha época, varios galeones españoles transitaban por el océano Pacífico. Además, según los primeros europeos que documentaron su llegada a la isla, los Rapa Nuis reaccionaron con la mayor naturalidad ante los visitantes, casi como si estuviesen acostumbrados a dichas visitas.
El segundo postulado afirma que la deforestación fue producto de eventos naturales —como el del Niño— y de bruscos cambios climáticos. Diversos estudios han demostrado —a través de los restos de antiguas palmeras— que estas y otras especies sobrevivieron cientos de miles de años en la isla. Y si bien, se ha podido demostrar que la isla pasó periodos inusuales de frío y de sequía, la masa forestal sobrevivió a estos desordenes climáticos. Por último, se piensa que los propios isleños no pudieron ser tan ciegos para aniquilar sus recursos y que todo fue el resultado de la suma de varios factores (conocidos y desconocidos).
Pero, ¿por qué?
¿Por qué se dio una deforestación absoluta en la isla de Pascua? Diamond ensaya una respuesta en base al análisis de la situación de 81 islas similares en el océano Pacífico en cuanto a diversos factores físicos. Entre ellos, compara las islas secas y húmedas; las islas en el Ecuador (calientes) y las subtropicales (frías); las islas volcánicas antiguas y las recientes; las islas con poca y con mucha altitud; las islas pequeñas y las grandes; y aquellas que reciben cenizas volcánicas con aquellas que no. En dicho análisis, los factores más importantes son, sin duda, la pluviosidad y la latitud.
Es decir, las islas secas y las más frías y más distantes del Ecuador (a una mayor latitud) acabaron en los últimos años más deforestadas que las islas ecuatoriales más húmedas. La tasa de crecimiento de la vegetación aumenta con la pluviosidad y con la temperatura. Con una tala moderada, la vegetación en este tipo de islas se puede regenerar. Otro factor a tener en cuenta es la antigüedad de la isla. Aquellas que son muy antiguas y que no han sufrido actividad volcánica en el último millón de años, acaban más deforestadas que aquellas que han tenido eventos volcánicos recientes. Y es que el suelo procedente de lava y de cenizas reciente es mucho más fértil. En las islas antiguas, la lluvia elimina todo ese polvo rico en nutrientes.
La isla de Pascua tiene la tercera latitud más alta (es decir, se encuentra bien alejada del Ecuador), tiene una baja pluviosidad, recibe pocas cenizas volcánicas y es la segunda isla que a mayor distancia se encuentra de una isla vecina en el océano Pacífico. Este último punto tiene que ver con el aislamiento de los isleños, el cual los obligó a agotar todos sus recursos. Además, es pequeña y de baja altitud, lo que la hace más fácil de ser deforestada. Además, Rapa Nui posee volcanes de relativa antigüedad. El volcán Poike, el más antiguo de la isla, es el más deforestado y erosionado.
Para Diamond, la alta deforestación de la isla de Pascua no se debe exclusivamente a que los isleños fueron unos imprudentes con su entorno, sino que tuvieron la mala suerte de vivir en uno de los lugares del Pacífico más frágiles y con un alto riesgo de deforestación debido a los aspectos físicos y geológicos de la isla. Sin embargo, Diamond sostiene también que su aislamiento “hace de ella el ejemplo más claro de una sociedad que se destruyó a sí misma sobreexplotando sus recursos”.
Para culminar esta triste historia, se puede explicar resumidamente el colapso de Pascua a través de dos factores principales: el impacto medioambiental del ser humano, básicamente mediante la deforestación y el exterminio de la fauna local; y los impactos de los hechos políticos, sociales y religiosos. A eso se le debe sumar la imposibilidad de escapar de la isla. Asimismo, no es posible dejar de mencionar el afán de los antiguos Rapa Nuis por construir los famosos Moáis, las peleas entre clanes y la exigencia para construir estatuas cada vez más grandes, lo cual exigía cada vez más madera y alimento.
Diamond presenta una metáfora “imperfecta” pero con mucho de verdad. ¿Qué pasará cuando la Tierra se vea en la misma situación que la isla de Pascua? Está claro, que las diferencias son evidentes y que la situación actual de la humanidad en su conjunto difiere de la de los Rapa Nuis del siglo XVII. El caso de esta antigua civilización es un ejemplo claro, bajo mi punto de vista, de un mal manejo del entorno. Pero claro, ¿cómo iban a saberlo los antiguos isleños?, ¿lo sabemos nosotros?
Con todo lo expuesto en estas líneas podemos sacar algunas conclusiones. El medio ambiente es frágil, finito y susceptible a las embestidas de los seres humanos y de especies (animales y vegetales) introducidas, por lo que está en nuestras manos analizar bien cómo podemos obtener ventajas de nuestro entorno sin llevarlo al ocaso y con eso, a nuestra propia destrucción. Así también, existen actualmente poblaciones aisladas (ecosistemas, especies e incluso comunidades nativas) en inminente peligro de extinción. Si no se controla su situación actual, su único destino es la desaparición.
Empecinarnos en mantener un estilo de vida que le da la espalda a la conservación y al buen uso del medio ambiente es una postura que tarde o temprano nos pasará la factura (y ya lo está haciendo). No en vano se está secando la Amazonía, se intensifican los desvaríos climáticos en todo el planeta, se empobrece y contamina los mares, se aniquila directa e indirectamente miles de especies de flora y fauna, degradamos el entorno y seguimos pensando que “no pasa nada”.
¡Qué la suerte y la sabiduría nos acompañen! El colapso podría estar más cerca de lo que pensamos.
Febrero 2011
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