En una rebobinada musical me puse a escuchar un cd de Silvio Rodriguez, específicamente Días y Flores, y me detuve a reflexionar en la canción Sueño con Serpientes que empieza con una frase de Bertolt Brecht; esa que dice: “hay hombres que luchan… y bla bla bla” (para lo cual debo decir que, tras escuchar de nuevo un par de cd del cubano, su letra me parece panfletaria y sosa, pero ese es otro tema que no tocaré por ahora. Sin embargo debo decir que la calidad musical de Silvio es innegable). Y bueno, no sé si por una coincidencia propiciada por deidades paganas o por un acto inconsciente, acabo de terminar el libro de MVLL La orgía perpetua. Flaubert y Madame Bovary.
Así, en las últimas páginas del libro, MVLL analiza raudamente las comparaciones que siempre se han hecho (y que seguramente se siguen haciendo) entre Brecht y Flaubert. Me llamó la atención el hecho de que nuestro Nobel afirme que “… curiosamente, pese a representar cada uno dos extremos de la manera de entender la vocación del escritor y la naturaleza de la obra literaria, tienen, me parece, algo común: haber obtenido, cada cual, en su obra respectiva, en un caso más de contradicción entre intenciones y realizaciones de que está repleta la literatura, resultados opuestos a los que se propusieron al concebirlas”.
La comparación sigue su curso y me va tomando por sorpresa llegar a algo que, me parece, percibo en nuestra realidad. Veamos. Para MVLL, “… es difícil imaginar dos artistas más alérgicos uno al otro. El punto de partida tiene en los dos, sin embargo, algo similar: el odio al ‘burgués’. Pero es verdad que en Brecht burgués significa clase social explotadora, dueña de los medios de producción, y en Flaubert poco menos que sinónimo de hombre: la excepción son un puñado de escritores…”. MVLL califica luego a Brecht como “un ser de ideas sociales generosas, un hombre sensible a la injusticia (…) y también, un optimista: creía que esa situación podía cambiar con una revolución y que la literatura contribuiría al cambio abriendo los ojos y alertando la consciencias de la gente sobre la ‘verdad’”.
Por supuesto que con todo lo último que viene sucediendo en la sociedad peruana, todos son poseedores de la verdad, todos están o a favor o en contra, todos luchan por la razón y cada vez nos polarizamos más. Están los “defensores de todo” y los que “quieren todo”. Tenemos también los que a todo le buscan culpables para que se haga justicia y salvar sus almas; y a los que solo les queda defenderse. Tenemos de todo, pero siempre o de izquierda o de derecha; o de justo o de injusto; o de mafioso o de paladín de la decencia; o de aliancista o de crema; o de mafioso o de no mafioso; o de católico o de evangelista; y así una larga lista de extremos, cada cual convencido de tener la razón.
Sigue MVLL sobre Flaubert anotando que “… en cambio, era un profundo egoísta en lo que respecta a la injusticia social, y, a lo largo de su vida, no se preocupó sino de los problemas que atañían a su persona y la literatura (…) y en lo que se refiere a la historia era terriblemente pesimista: el futuro siempre sería peor que el presente, que era peor que el pasado y nada tenía remedio, lo que, por lo demás, tampoco le parecía injusto pues los hombres no se merecían otra cosa”. Leyendo lo que MVLL comenta sobre Flaubert, no me queda más que bendecir esas palabras pues pienso casi igual que el escritor francés. Así como se siguen dando las cosas en el planeta Perú, lleno de caudillos, de corruptos, de luchadores “sociales” con fines políticos y con hambrientos depredadores, no veo un panorama alentador. Pero sigamos viendo más sobre ambos escritores ya que MVLL afirma que “El democrático Brecht escribe una obra que, en la práctica, parece suponer el infantilismo o la ineptitud de su público: todo debe serle explicado y subrayado para no dar la menor oportunidad al equívoco, a la interpretación incorrecta (…) El ‘mensaje’ es impuesto al lector o espectador (…) sin dejarle escapatoria ni elección: la literatura resulta así, como las dictaduras, algo que no deja otra disyuntiva que el sometimiento o el rechazo totales”.
El peruano prosigue en relación al autor de Madame Bovary: “El despectivo Flaubert, en cambio, realizó una obra que en la práctica supone (en la medida que las exige) la adultez y la libertad del lector: si hay una verdad en la obra literaria (porque es posible que haya varias y contradictorias), se halla escondida, disuelta en el entramado de elementos que constituye la ficción, y le corresponde al lector descubrirla, sacar por su cuenta y riesgo las conclusiones éticas, sociales y filosóficas de la historia que el autor ha puesto ante sus ojos. El arte de Flaubert respeta por sobre todas las cosas la iniciativa del lector”. Al tratar de superponer estos temas en nuestra realidad siento el miedo que se cierne sobre mí porque no puedo ser objetivo (de hecho no lo soy) para poder intentar explicar alguna pincelada de nuestro comportamiento (tampoco es mi función) como “masa pensante”.
Sin embargo, la verdad es que por un lado me frustra no poder entender todas esas cosas que pasan por esta tierra; y por el otro, creo que es en vano hacerlo pues de nada sirve una interpretación sin la venia de los seres pensantes e intelectuales que rigen esta sociedad decrepita. Para rematar, MVLL sostiene en su ensayo que “La diferencia con Brecht es que en Flaubert la ideología es implícita a la ficción, una estructura conceptual que resulta de lo creado y nunca lo procede, algo que yace en lo profundo de la historia y frente a esa verdad sumergida el autor y el lector tienen los mismos derechos para bucear tras ella y sacarla a la luz. (…) Paradójicamente, el novelista que odiaba a los hombres concibió una literatura respetuosa del lector, en la que éste es tratado como un igual y comparte con el autor la tarea de acabar la obra descifrando su significado, y, en cambio el hombre que amaba al hombre (Brecht) concibió una literatura que implica desdén o, cuando menos, una tenaz desconfianza hacia el lector ya que únicamente exige de él obediencia y credulidad”.
Y así, tras perder de vista el fin original de estas líneas, pido, de manera anticipada, disculpas a las luminarias que todo saben y que siempre tienen respuesta para todo, por tremenda desfachatez mía de tocar un tema tan sensible como la eterna disputa entre los de izquierda y los de derecha. No quiero obligar al lector a que asuma una posición que ni yo mismo logro cristalizar en letras.
Pero sí debo decir que creo y asumo que mi mensaje va cargado de veneno para muchos de los reaccionarios modernos que solo se quejan e intentan imponer sus ideas a como dé lugar. No obstante, también deseo disparar veneno contra los que intentan imponer sus intereses sin contemplaciones y sin miramiento alguno. Si hay algún otro mensaje que ustedes creen que yo intento decir entre líneas, por favor, adelante, tómenlo o rechácenlo. La verdad es que yo no tengo ni idea qué puede ser, pues hace rato que perdí el hilo conductor de este texto. Ustedes pueden interpretar lo escrito que como les dé la maldita gana, yo no impongo nada.
Mayo 2012
Mayo 2012
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