lunes, 8 de julio de 2013

REGRESO SIN GLORIA: LIBERACIÓN DE ANIMALES EN CAUTIVERIO ES UNA QUIMERA

Con lágrimas en los ojos contemplo dos delfines prisioneros en una vulgar piscina cerca a la playa La Herradura. Muchos exigen su libertad. Me invade la impotencia, sé que esa no es la solución. A veces, el remedio es peor que la enfermedad. 

Foto: Lindolfo Souto
En los últimos días desfilan por televisión y por las redes sociales un par de campañas y de reportajes televisivos que sugieren entre líneas que “devolver” animales en cautiverio a la naturaleza es un acto de buen corazón. No dudo de las buenas intenciones de aquellas sacrificadas personas, pero no es tan fácil como parece; y menos si no existe un control para la liberación de especies. Así entonces, sería una barbarie soltar alegremente y sin miramientos a los dos delfines prisioneros en nuestro litoral. Y no solo en este caso, sino, en el caso de todos los animales que por alguna razón han sido privados de su libertad. En especial, cuando el animal ha sido trasladado a otro lugar que no es su hábitat natural o si ha permanecido mucho tiempo en cautiverio.  

La reintroducción de especies es el acto de liberar deliberadamente uno o más individuos de una especie en un hábitat seleccionado que está incluido, de preferencia, dentro de su rango original de distribución y en el que ya no se encuentra. Este mecanismo es aplicado siempre y cuando la especie esté amenazada y el lugar ofrezca las condiciones para su supervivencia. Además, para hacerlo, debe haber un estudio previo que determine lo que podría implicar la presencia de nuevos individuos en el hábitat. Para su correcta realización existen protocolos internacionales que reducen los impactos negativos al mínimo. El más utilizado y reconocido mundialmente es el que propone la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).    

Adicionalmente, los especímenes a ser reintroducidos deben pasar varios exámenes médicos, con el propósito de descartar que traigan consigo enfermedades, en especial si es que provienen de un lugar distinto a aquel en donde serán liberados. Además, se debe evaluar si las nuevas especies alterarían el ciclo natural local, ya que su presencia inesperada podría generar competencia con sus congéneres por el agua, por alimento, por parejas para la reproducción o por los lugares de caza. Esto debe ser tomado muy en cuenta, en especial en especies muy territoriales. Toda intervención y manipulación en el medio ambiente es un asunto delicado y ambas no pueden ser hechas sin estudios previos.   

Ahora, ¿de dónde proceden las especies para una reintroducción? Como ya se mencionó, la reintroducción de especies se debe realizar tan solo si la especie está altamente amenazada y si se dan las condiciones para su liberación deliberada y controlada. Entonces, bajo esta premisa, obtener especímenes de una especie determinada bajo esas condiciones es difícil pues implicaría, por un lado, extraer del entorno natural donde se haría la reintroducción como mínimo un par de individuos para que se reproduzcan en cautiverio, con el fin de obtener descendencia para liberar; o por el otro, traer especímenes de algún otro lugar donde la especie todavía esté presente en buenas cantidades y condiciones. Todo esto debe hacerse sin amenazar la integridad de las poblaciones en donde se interviene.

Existe una tercera variante algo distorsionada: reintroducir especies que han sido rescatadas o decomisadas y que provienen de algún zoológico clandestino, circo o de otro lugar poco apropiado para ellas y que han sido entregadas a algún “centro de rescate”. Pongo comillas porque no cualquier centro o iniciativa que ose llamarse así, lo es realmente o tiene los permisos necesarios para ello. Lamentablemente, en los últimos años ha proliferado el número de estos “centros”, lo cual, no está mal, pues le dan una esperanza de vida a muchos animales, pero es necesario fiscalizarlos y asegurar de que no liberen especies sin ningún tipo de protocolo y sin ningún estudio científico serio que respalde tales acciones.       

Cuando la reintroducción implica una introducción de amenazas

Introducir a una especie en la naturaleza no es fácil. Nadie puede asegurar que va a sobrevivir. Si todo sale bien podría darse el caso de que la especie reintroducida se logre reproducir con algún ejemplar silvestre, asegurando descendencia y con eso, una posible expansión de la especie. Hasta ahí todo bien. Sin embargo, cuando se libera ejemplares que provienen de otro lugar a un nuevo medio donde ya existe una población estable y bien conservada de la especie, se está introduciendo información genética distinta que puede tener un impacto negativo en la población nativa si no se ha realizado los estudios necesarios.

Además, lo más grave es cuando sacas animales de otro lugar sin permisos y “a la mala” para introducirlos —también “a la mala”— en terrenos que no son su hábitat natural, solo por intereses propios y no para fines de conservación, sino de lucro. Argumentar que “se desea” repoblar una zona X con la especie Y porque esta vivía hace tiempo allí, es poco profesional. Esta práctica debería quedar descartada en el país y debería ser penalizada. Pero, para eso debe existir primeramente la intención de reglamentar este tema y es ahí donde el Estado debería llevar la batuta.

Urge saber qué centros de rescate, albergues y otros cumplen realmente con los requisitos para ser reconocidos como tales. Pareciera que en el Estado se tiran la pelota unos a otros para determinar quién debe fiscalizar este tema tan espinoso. Ya es hora de que se tome al toro por las astas. Las consecuencias de estas acciones mal encaminadas podrían traer impactos negativos en el medio ambiente, como introducir enfermedades, generar la pérdida de la diversidad genética u otros. Ojalá que pronto se sienten los involucrados y especialistas en la mesa (¡ver Postdata!) para saber quién es quién, qué se está haciendo al respecto, qué medidas se debe tomar, cuál es el panorama que nos espera y para, en consenso, ponernos las pilas de una vez.

Finalmente, lo peor que se puede hacer es alimentar a especies que han sido liberadas tras estar mucho tiempo acostumbradas a los humanos; o peor aún, alimentar a especies silvestres. Esto es un acto de vandalismo ecológico. No entraré, por ahora, en detalles, pero un ejemplo claro de ello es lo que sucede con el Oso de Anteojos o Ukumari (Tremarctos ornatus) en América del Sur cuando los plantígrados son alimentados en zonas agrícolas o ganaderas para evitar que ataquen al ganado o a las aves de corral; o más grave aún, para que permanezcan en los alrededores, con el objetivo de hacer atractivo un lugar para incautos turistas. Muchos osos mueren; ya sea porque se vuelven muy agresivos cuando ya no reciben alimento por parte de los humanos y estos finalmente se ven obligados a matarlos o porque luego se acostumbran a depender del hombre y posteriormente se vuelven ineptos para sobrevivir por sí mismos.

Buenas intenciones, pero…
  
Sin lugar a dudas, para muchos, lo más lógico es que los animales sean devueltos a la naturaleza. Verlos partir a sus dominios saltando, caminando, nadando o volando nos causa esa sensación de reencontrarnos con la buena voluntad humana y nos deja con la conciencia tranquila. Sin embargo, eso no significa que el pobre animal sobreviva. Por eso, liberar especies sin un respaldo técnico no es lo correcto. No podemos seguir siendo tildados por muchos científicos extranjeros (aunque nos duela) como un país de improvisados en este aspecto. Lamentablemente, en los tópicos arriba mencionados el desconocimiento y el descontrol campean alegremente.

Aprovecho estas líneas para preguntar a los involucrados por la actualización de la lista de especies de fauna amenazada del Perú. Se sigue trabajando en base al DS 034-2004-AG, el cual, a mi entender, ya es casi obsoleto para muchos de los casos incluidos. Esperamos que pronto sea publicada la mencionada lista, con el fin de enfocar y priorizar mejor los esfuerzos de conservación y manejo de aquellas especies que realmente sí están en peligro de extinción.

PD.
Quisiera pedir que estemos atentos y que difundamos la realización del II SIMPOSIO DE PRIMATOLOGÍA EN EL PERÚ en Iquitos, del 7 al 10 de noviembre de 2013, en la Universidad Nacional de la Amazonia Peruana (UNAP). El evento es organizado por el Centro Primatológico Alemán (DPZ), la ONG Yunkawasi, la UNAP y por la Sociedad Peruana de Mastozoología. Ojalá que en esta importante reunión, tanto la Dirección General Forestal y de Fauna Silvestre (DGFFS) del Ministerio de Agricultura, el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP) y la Dirección General de Biodiversidad del Ministerio del Ambiente, así como la mayor cantidad de expertos se pongan de acuerdo para, de una vez por todas, delinear y aprobar los lineamientos necesarios para frenar la liberación de especies a diestra y siniestra. Necesitamos regular estos temas, darlos a conocer y, lo más importante, fiscalizar y velar que se cumpla lo que se establezca como lo más indicado. 


Junio 2013

Artículo aparecido en la versión on line de la Revista Rumbos:

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