lunes, 13 de enero de 2014

EL MUNDO DE LOS REMOLINOS Y ENREDOS DEDICADOS A LA DEFORESTACIÓN (REDD)

No recuerdo cómo llegó a mis manos el documento: “Enmascarando la destrucción: REDD+ en la Amazonía peruana” de Joanna Cabello del Movimiento Mundial por los Bosques, pero le di una revisada más que todo por el “achorado” y sugerente título. Al respecto, debo decir que no siempre he seguido muy de cerca el tema de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los bosques (REDD) y de todas sus variantes. Sin embargo, he estado varias veces entre dos fuegos cruzados, es decir, entre los defensores y los detractores de este mecanismo. Sé que estoy pisando territorio minado. Veamos cómo me libro de esta sinuosa experiencia que es parecida a entrar a la Matrix y no poder salir de ella. 

El tema es controversial, álgido, ¿utópico?, pasional y bastante difuso. Tal vez por eso, pese a que soy consciente de caminar por arenas movedizas, lanzo algunas ideas sueltas y generales para reflexionar y para enterarnos un poco más al respecto. Personalmente, no puedo tomar una decisión a favor o en contra, dado que, sin duda alguna, este tópico es bastante complejo. Me he visto varias veces confrontado con él; y no han faltado los que me exigen y esperan que apoye o que critique este mecanismo, sin embargo, todavía no cuento con los elementos necesarios y básicos para opinar.

Por supuesto, mi opinión es referencial y nada objetiva. Por ende, no es el fin de lo que viene, convencer o atacar este proceso, sino, entender un poco más lo que tenemos a la mano. A eso, es importante saber qué significa el más (o plus) que se le agrega a REDD; y es que implica adicionarle al mecanismo la función de la conservación, gestión sostenible de los bosques y el aumento de las reservas de carbono.

Antes que nada, incluyo algunos puntos resaltantes del artículo ya mencionado, con el fin de discutir al respecto y sacar algunas conclusiones. Para J. Castillo, REDD+ “…se trata del carbono. De la medición y acumulación de las partículas de las partículas de dióxido de carbono en los árboles, bosques y suelos para su compra-venta y especulación en los mercados de carbono”. Asimismo, “… REDD+ pretende que, sin contrarrestar el modelo extractivista y sin lidiar con las causas subyacentes, al añadir un valor económico al carbono, se creen los incentivos suficientes para reducir la deforestación”. Para la autora, “Esto claramente no funciona”. 

Pero, ¿qué otra definición existe de REDD? No es fácil encontrar un concepto claro y preciso de este término, por lo que, haciendo una mezcla de lo encontrado, asumamos que REDD es un mecanismo (voluntario) en desarrollo (ojo) que pretende reconocer el servicio que los bosques le prestan al planeta almacenando inmensas cantidades de carbono (¿cuánto?, ese es uno de los puntos críticos en todo esto). Uno de sus fines es, según Castillo, “insertar a los bosques en la lógica de mercado, creándole un valor financiero al dióxido de carbono almacenado en los bosques y suelos, o más bien, a su capacidad para absorber dicho carbono”.

¿REDDificil de entender y de poner en marcha?

Para poner en práctica el reconocimiento de los bosques como sumideros o reservas de carbono, el mecanismo REDD sugiere que los países que opten por reducir sus índices de deforestación en relación a valores referenciales acordados (¿entre quiénes?) recibirán compensaciones (¿de quién?) según se cumplan los objetivos planteados. Así también, REDD busca incentivar el cambio de algunas actividades productivas que implican “tumbarse” el monte. Para tal fin, propone la ejecución de prácticas sostenibles que eviten justamente la deforestación y la degradación de los bosques; no obstante, no se indica específicamente cuáles son esas actividades.

En un proyecto REDD+ se debe establecer un acuerdo entre el que usa el bosque y el “comprador” de los créditos que son generados por mantener el bosque en pie, lo que genera que se reduzca la emisión de CO2, producto de la deforestación. En el caso del usuario, este debe comprometerse (¿cómo?, ¿quién firma el acta, documento o contrato?) a no deforestar y a reducir las posibles amenazas al bosque. Es decir, deben existir otras actividades productivas que generen ingresos económicos para los pobladores locales, con el fin de que satisfagan sus necesidades básicas y no tengan que vender madera a precios irrisorios o vender sus tierras para monocultivos u otras actividades que impliquen la emisión de CO2 a la atmósfera.   

Luego de un periodo a determinar, el usuario del bosque (una comunidad nativa, una familia, ¿un propietario privado?, ¿o quién más?) deberá recibir un certificado que indique que mediante el proyecto REDD+ se evitará la reducción de X toneladas de los conocidos Gases de Efectos Invernadero (GEI). Bacán, pero ¿y la platita? ¿cómo es? No sé cómo se da o debe dar este tema. En principio, suena todo bien, pero no entiendo cómo y cuánto recibe, por ejemplo, una comunidad nativa del mercado por conservar y/o no tocar el bosque. Y cuando se recibe un monto específico, cómo hacen para repartirlo entre todos los miembros de la comunidad. Menuda tarea.

REDD y la deforestación

Para que haya REDD debe haber deforestación, ya que, se supone, si no hay reducción de la masa forestal, estos mecanismos no serían necesarios. Según Castillo, “la mayoría de documentos oficiales que promulgan analizar los agentes de la deforestación… identifican a los campesinos como los principales agentes de la deforestación, principalmente por migrar a tierras boscosas y abrir en su mayoría pequeñas áreas forestales para hacer parcelas con cultivos de subsistencia”. En su mirada, “los proyectos a gran escala de extracción, infraestructura y apuntados a la exportación tienen apenas un papel secundario o ‘indirecto’ en el proceso de deforestación y degradación forestal”.

Para muchos, las principales amenazas de los bosques amazónicos en el país son: la fuerte dependencia que tenemos con la agricultura y ganadería, la cual nos exige nuevos terrenos para estas y otras actividades productivas colaterales; el acelerado e imparable crecimiento demográfico que nos obliga a obtener más energía (y alimentos) mediante centrales hidroeléctricas, explotación gasífera y petrolera y a construir carreteras; así como la tala selectiva, la contaminación, la minería ilegal e informal y otros factores que van mermando nuestros bosques con la consecuente emisión de CO2, calentamiento global y los cambios climáticos que ya estamos padeciendo. Así las cosas, elegir qué factor es el más “bravo” en todo esto, depende mucho del cristal con el que se mire el problema.

Algunas críticas

Deforestación en Brasil. Foto: Reuters
Una de las críticas que más recuerdo de las reuniones somníferas a las que he acudido al respecto es que mediante REDD, lo único que se estaría haciendo es trasladar la deforestación a otros lugares donde este mecanismo no esté en juego. Por lo tanto, quién, cómo y en qué medida se tiene control sobre la verificación de que el mecanismo en sí no genera emisiones de carbono en lugares no controlados fuera del área determinada para REDD. Supongo que tanto el Ministerio del Ambiente (MINAM), así como los gobiernos regionales amazónicos y otros actores privados involucrados en este mecanismo ya tendrán este (y otros) puntos bajo control. No lo sé.

Según el MINAM, REDD es uno de los mecanismos claves para cumplir con la ambiciosa meta de llegar al año 2021 con índices de deforestación cero. No obstante, al parecer habrá algunas limitaciones en cuanto a las capacidades del Estado para implementar REDD en el país, por lo que habrían saltado a la palestra algunas ONG, con el fin de materializar estos esfuerzos. Esto no ha pasado desapercibido para algunos actores claves, tales como las organizaciones y federaciones indígenas, quienes estarían pensando que esta es una manera de apropiarse de terrenos comunales indígenas para usos posteriores como los monocultivos, plantaciones forestales u otros.

Tenemos bastante por conocer, discutir y entender en lo que respecta a este tema. Siendo el Perú un país megadiverso con grandes (todavía) extensiones de bosque tropical (segundo en Sudamérica y noveno en el mundo), debemos saber qué está pasando, qué se está haciendo para evitar la deforestación y cuál es el escenario que nos espera. Claro, todo esto sucede entre conflictos de intereses y críticas entre los actores involucrados, encomiables esfuerzos para conservar nuestros bosques, falta de interés de la ciudadanía y de la prensa nacional y entre la aún baja institucionalidad en el país.  

Concolón

Y ahora que estamos con la fiebre de la COP 20, donde casi todos los “ambientalistas” son expertos y gurús en los temas de calentamiento global y cambio climático, será necesario, sin lugar a dudas, aterrizar todo esto en políticas y acciones tangibles, claras y que se puedan poner en práctica ¡ya! Mucho tiempo no tenemos. Sería interesante también ir dejando progresivamente esa costumbre tan arraigada en nuestro medio “conservacionista” llamada “reunionitis”, es decir, la necesidad inminente de reunirse para —en teoría— discutir y buscar soluciones. Muchas reuniones son interminables (sin producir algo concreto) y parecen ser solo la oportunidad perfecta para empujarse cientos de sanguchitos y cafecitos; y servir de plataforma para decir cualquier cosa, con tal de justificar estar presente y para hacer relaciones públicas.

Esa es una de las críticas que más he escuchado en campo y de la cual siempre he intentado zafarme en la medida de lo posible. No perdamos el tiempo en reuniones esotéricas que no llevan a nada interesante. Y bueno, mientras escribía estas líneas me enteré de que el 2014 ha sido nombrado como el “Año de la Promoción de la Industria Responsable y del Compromiso Climático”. Si le quitamos el responsable a este título honorífico podría sonar contradictorio para muchos. Veamos qué sucede en este año que, como todos los anteriores, es “trascendental” para el futuro del país. Hasta ahora lo más importante que veo en los siguientes 365 días es el mundial de fútbol en Brasil.        


PD. Es necesario indicar que la versión del documento de J. Castillo a la que tuve acceso no indica el año de su elaboración y publicación. No obstante, por la información incluida y las referencias utilizadas, parece ser que el texto es de mediados del 2013.

Enero 2014

Publicado en la versión online de la Revista Rumbos:  

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