Ostrero americano. |
Mientras vacacionaba unos días en una playa piurana y veía cómo se
divertía Maya, mi hija de ya casi cuatro años, aproveché en darme tiempo para
leer. Así, empecé por un
libro que compré hace poco y que estaba en la lista de espera: La medida de
todas las cosas, de Pedro Llosa Vélez, pariente de Mario Vargas Llosa. Llegué
al libro luego de revisar, no recuerdo cuándo, un artículo del Nobel MVLL
reseñando de manera muy positiva la obra de Llosa Vélez.
No voy a entrar a discutir la
parte literal del libro que en resumen me pareció interesante, profundo y fácil
de leer (tras terminar su lectura, me adentré en los cuentos completos de Juan
Carlos Onetti, lo cual te lleva a terrenos mucho más agrestes y profundos, pero
a su vez fascinantes, desgarradores y perturbadores). Tampoco pretendo hacer
apología del libro ni reventarle cohetes a nadie. Solo quiero comentar la
aparición de unos personajes alados en uno de los seis cuentos que conforman la
presente obra y reflexionar sobre algunos temas tangenciales que anota este
autor peruano.
Interesante obra de un autor peruano que se las trae. |
El libro de Llosa Vélez está
dividido en dos partes; y en la primera, a partir de la página 99 (de la
primera edición), es decir, del tercer cuento titulado “Cazadores de ostras”,
aparecen como parte de la narración, unas aves playeras conocidas como
ostreros. Antes de continuar, debemos tomar en cuenta que en el Perú tenemos la
presencia de dos especies de estas aves de la familia Haematopodidae, el
ostrero americano, común u ostrero pitanay (Haematopus
palliatus) y el ostrero negruzco u ostrero brujillo (Haematopus ater). Ambas especies se distribuyen a lo largo de la
costa peruana, sin embargo, el ostrero negruzco solo está presente desde
Lambayeque hasta Tacna. La característica principal de estas aves es su pico
largo y robusto que puede ser rojo o naranja en los adultos, lo que las hace
casi inconfundibles con otras aves playeras. Además son aves robustas y tienen
ojos llamativos de color entre amarillo y rojo.
Debemos saber también que los
ostreros americanos prefieren las playas, a diferencia de los ostreros
negruzcos que utilizan más las zonas rocosas para alimentarse. Dicho esto,
veamos que dice Llosa Vélez con respecto a estas aves. En la página 100 indica
que “La prueba más luminiscente de que en
esa franja la libertad existe es la presencia de los cazadores de ostras, unas
aves corpulentas y combativas a las que también se les conoce con el nombre de
ostreros. Su lomo negro, como una capa adherida al cuerpo, les sigue por el
cuello y se extiende hasta recubrirles la cabeza con una capucha de verdugo.
Tienen el pecho y la barriga de un blanco algodón, las patitas rosadas, firmes
y veloces, y las alas blanquinegras y tupidas. Su rasgo más distintivo, sin
embargo, es su largo pico rojo, grueso y puntiagudo, con el que punzan y pinzan
toda suerte de invertebrados marinos. Entre todos ellos, las ostras, como su
nombre lo atestigua bien, son sus favoritas”.
Debemos saber que parte del
cuento de Llosa Vélez se sitúa en alguna playa al sur de Lima, en los
alrededores de la famosa zona conocida como Asía o “Eisha” para los
entendidos. Con ello y con la
descripción del ave y de los lugares donde hace mención a su presencia,
estaríamos frente al ostrero americano. A diferencia de su congénere, el
ostrero negruzco tiene todo el cuerpo negro, con las alas y la espalda de color
pardo oscuro, y como ya se dijo, se le encuentra casi exclusivamente en las
zonas rocosas.
Ostrero negruzco, primo del primero y habitante inconfundible de nuestras playas. |
Llosa Vélez nos cuenta también,
en la página 113, que “Observo los
primeros ostreros del día y me siento conmovido. Sus ojos coloridos —el centro
amarillo, la aureola roja— perforan su capucha de verdugo y dan la impresión de
que siempre te miran de reojo. Quizá queden ya muy pocos porque este par es el
único a la vista. En otras épocas ellos eran los dueños de esta playa. (…)
Arman su nido en cualquier parte de la playa, de preferencia sobre alguna
protuberancia o montículo, y allí, mientras la hembra incuba sus huevos, el
macho ahuyenta a los intrusos. Quizá por eso la intensidad de su graznido lo
ocupa todo, un grito seco seguido por una réplica de ecos intermitentes que van
descendiendo hasta el silencio. Caminan erráticos y decididos, haciéndote notar
que la playa es de ellos, no tuya”.
Hoy en día es cada vez más
difícil divisar a estas aves en nuestro litoral. Si bien no están incluidas,
por lo menos en el Perú, en la lista oficial de especies bajo alguna categoría
de amenaza, sus espacios se reducen progresivamente debido a la desordenada
presencia e invasión humana. Basta ver el caso de las playas “exclusivas” en la
zona de Asia, donde hace no más de 20 años había todavía grandes extensiones de
playas casi solitarias, en las cuales, estas simpáticas aves podían anidar y
estar tranquilas, algo alejadas de los humanos.
Libro recomendable para conocer algo más de nuestras aves en la costa peruana. |
La presencia de estas aves,
desencadena una serie de incógnitas para Llosa Vélez, tal como anota en la
página 119, donde menciona que “Averigüé
y descubrí que los ostreros son monógamos y que se quedan toda su vida con la
misma pareja. Me impactó saberlo. Me pregunté si no cambiaban de carácter con
el tiempo, si no se cansaban del otro, o si no se entusiasmaban con otros
ejemplares de su especie. Incluso llegué a pensar que en el invierno, que no
era época de apareamiento y por ende se distanciaban, recargaban energías para
soportarse el resto del año”. Al parecer, el autor se informó sobre estas
aves o tal vez es un observador de aves, quién sabe. No es obligación del autor
hacerlo, pero por lo menos ha logrado que sus lectores conozcan algo más del
ostrero común y con ello, es posible que haya despertado la curiosidad de
algunos de saber más al respecto.
El relato en el cual
“participan” estas aves playeras está enmarcado dentro del primer capítulo que
aborda conflictos humanos de diversos tipos. Estas aves, sin embargo, tienen
otros conflictos que se traducen en su pugna por el espacio con los invasivos y
cada vez más numerosos humanos. En la página 125, Llosa Vélez escribe que “Los ostreros viven en muchas playas del
mundo y se supone que eligen las más despobladas. A veces, en esos años en
donde la población de aves era mucho mayor, se acercaban hasta nuestro
campamento con movimientos erráticos y milimétricos. Mi mama decía que habían
venido a visitarnos, pero yo siempre creí que era lo contrario, que venían a
pedirnos cuentas por invadir su hábitat y a exigir que, para justificar nuestra
osadía, al menos les diéramos comida”. Agrega además que “Este fue siempre su lugar y ni siquiera
ahora, con la epidemia de la construcción de casas, han sucumbido. Desaparecen
durante los fines de semana del verano, pero vuelven en los días de escaso
público, en las horas y temporadas donde pueden recuperar su propio medio. Y
así sobreviven y por décadas se siguen reproduciendo”.
Finalmente, en la página 132, el
autor cierra el cuento con las siguientes palabras: “Leí también que buscan la forma de ahorrar energías al máximo,
desplazándose la mayor parte del tiempo a pie. Solo cuando les es absolutamente
necesario, emprenden el vuelo”. El final refleja lo que le sucede al
protagonista del cuento, quien por razones que no entraré a detallar, emprende
el vuelo hacia otro destino. Esperemos que los ostreros que aún pululan en
nuestro litoral no tomen la misma decisión.
En relación a lo expuesto, solo
quería sacar a la luz la aparición de estas aves en una obra literaria. Debe
haber seguramente otros ejemplos similares, en los cuales las aves son parte de
un relato. En conclusión, la literatura puede acercarnos a temas terrenales que
a veces ignoramos sin querer; y por otro lado, los temas terrenales, donde
pueden encajar las aves, nos pueden llevar o tal vez obligar a construir mundos
paralelos o distintos que nos enriquecen, confortan y fortalecen como seres
humanos. Una vía para ello es la literatura y la otra vía o camino es observar
con calma y agudeza lo que sucede a nuestro alrededor y hacer que lo que
creamos importante, pueda trascender a través de cada uno. Solo eso.
Ver reseña de MVLL sobre el
libro de Llosa Vélez:
Para ver un pequeño video de
esta ave, ingresar a:
Las dos ilustraciones de los ostreros corresponden
al libro: Aves de los humedales de la costa peruana de Javier Barrio y Carlos
Guillén (Serie de Biodiversidad CORBIDI 3 del año 2014).
Octubre 2018
Excelente el comentario!! Sobretodo al mencionar que la literatura nos puede acercar a temas cientificos y conocer más de nuestro planeta.
ResponderEliminarFelicitaciones y gracias por tus acertadas notas!!;
Gracias. Y si, a veces, ambos campos (la literatura y la investigación científica) están más cerca de lo que creemos.
EliminarSaludos
Bacán!!!
ResponderEliminarGracias. Saludos
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