jueves, 30 de julio de 2009

HÁGASE LA OSCURIDAD: ¡APAGA LA LUZ!


Revisando diversos estudios sobre la necesidad de adoptar nuevas conductas para salvar lo que va quedando del planeta, me detuve en un tema que me parece interesante de resaltar: la contaminación luminosa, es decir, aquella producida por el exceso de luz en el medio ambiente. Dicha actividad tiene consecuencias negativas tanto para el hombre y para algunos animales. Una nueva manera de pensar el mundo debe incluir apagar la luz y exigir más oscuridad ya que, además de ahorrar energía, le damos una oportunidad al medio ambiente para descansar de nosotros.

Si los grandes astrónomos de antaño como Galileo, Kepler, Copérnico, Newton y otros científicos más modernos como Einstein y Planck regresaran a la Tierra, se sentirían posiblemente frustrados y alarmados, ya que tendrían que aislarse de la “civilización” para realizar sus estudios científicos. El cielo planetario ha variado mucho en las últimas décadas debido a la luz artificial que producimos. Hace 400 años, muchas de las observaciones astronómicas se hacían “al ojímetro”. En la actualidad eso es imposible.

No obstante, ese no es principal problema. Muchas ciudades exageradamente iluminadas ocasionan que muchas aves migratorias se desvíen de sus recorridos normales, atraen a muchos insectos hacia la muerte y son la causa de que muchas tortugas recién nacidas no lleguen nunca al mar, debido a que las atrae la tierra adentro en vez del océano. Además, se han registrado algunas reacciones alérgicas en el hombre ante una excesiva exposición a la luz artificial. Se presume también que la pérdida de oscuridad aumenta las posibilidades de contraer cáncer.

Contaminación luminosa

En Europa central por ejemplo, los observadores de estrellas pueden contar con la mano los lugares para apreciar el cielo de noche. Así, pese a que se puede pensar que en los pueblos chicos no existe este problema, tal situación sí se da. Adicionalmente, la creciente cantidad de partículas suspendidas en el aire disminuye la posibilidad de tener un cielo “limpio” para ver cuerpos celestes. Pese a que en nuestro país aún encontramos diversos lugares para dicha actividad, el desordenado crecimiento poblacional puede reducir progresivamente la posibilidad de tener noches oscuras y "limpias".

No se conoce aún a ciencia cierta de qué manera este tipo de contaminación afecta al hombre y a la naturaleza. Solo se han reportado casos concretos como los ya nombrados; sin embargo, científicos europeos han iniciado un proyecto de investigación multidisciplinario denominado “Pérdida de la noche”. En él trabajan ecólogos, biólogos, médicos, historiadores, técnicos y economistas sociales. El fin es investigar y determinar las causas y consecuencias de la creciente contaminación luminosa para cuantificar sus daños y proponer soluciones.

Los entomólogos (los biólogos especializados en insectos) son los que a la fecha tienen más datos para sus investigaciones, puesto que se sabe que los insectos se desplazan utilizando un sistema de navegación con ayuda de la posición lunar. Esto ocasiona que, los que son activos en la noche, confundan a las lámparas de las calles con la luna y que vuelen a su alrededor hasta colapsar tras el desgastador ejercicio en vano o que mueran quemados. Para muchos, esto no ocasionaría ningún problema, pues en su mayoría son mosquitos, no obstante, se debe tomar en cuenta que estos y otros invertebrados son los primeros eslabones de algunas cadenas alimenticias, además de ser polinizadores de flores.

Los únicos beneficiados en esto son insectos como las arañas que construyen sus nidos cerca de los postes ya que, al igual que los murciélagos, algunas aves e incluso algunos peces en espejos de agua iluminados, tienen el alimento asegurado, es decir, miles de insectos dando vueltas que se convierten en presa fácil. Tal situación puede generar daños al ecosistema al romper lentamente el equilibrio poblacional entre especies.

Adicionalmente, muchas aves, en especial las migratorias, se orientan ―especialmente con mal tiempo― en base a la posición lunar. No obstante, también se guían en base a las luces de las ciudades; y se desvían quedando atrapadas en ellas volando sin rumbo hasta caer agotadas o ser cazadas por otras, o por el hombre.

Luz que no has de prender

La contaminación luminosa provoca además nuevos efectos negativos para el hombre. Desde problemas criminales hasta algunos referidos a la salud. Contra lo que se piensa, muchos delincuentes prefieren obrar con una buena iluminación en vez de hacerlo con linternas (como en las películas). No obstante, lo más preocupante es que diversos estudios habrían encontrado una relación entre la excesiva iluminación nocturna y el aumento de la posibilidad de adquirir el cáncer.

En Israel, en la Universidad de Haifa, un doctorando, Itai Kloog, determinó el año pasado que en los lugares más iluminados de su país (a diferencia de los lugares “oscuros”) se encuentran 73% más casos de cáncer que en otras localidades. Y en cuanto al cáncer de próstata, un gran número de casos se daría en zonas con mayor presencia de luz artificial. Un dato que refuerza esta teoría es que mujeres ciegas y aquellas que viven en zonas poco iluminadas de los países en vías de desarrollo casi no contraen cáncer de mama; en comparación con mujeres que trabajan en la noche en lugares muy iluminados.

Al parecer, la hormona del sueño, la melatonina (con propiedades antioxidantes que influyen sobre el sistema inmunológico), sería la culpable, puesto que libera sustancias en la noche que reaccionan de manera susceptible a la luminosidad. Si en el dormitorio se enciende la luz, se produciría menos melatonina y con eso se reducen las defensas ante el cáncer. Otra incógnita por descifrar es cómo determinar qué tan iluminado deberían estar los ambientes donde nos movilizamos. Justamente estas dudas llevaron a los científicos al proyecto multidisciplinario para determinar la verdadera relación entre la luz y los seres vivos.

Si se llega en algún momento a definir qué cantidad de luz es la necesaria y suficiente, se podría saber en qué medida tal o cual región del planeta debería estar iluminada. Urge, según los científicos, contar con un concepto dinámico de la iluminación. Muchas aglomeraciones humanas podrían lucir más oscuras. De esta manera, se podría ahorrar dinero y disminuir los efectos negativos de un exagerado uso de la luz artificial.

En la oscuridad la vida es más sabrosa

Muchos de los problemas que nos aquejan en este aspecto se reducirían si se adopta una posición más conciente en cuanto al uso de la iluminación artificial. Así por ejemplo, se deben utilizar postes de luz que iluminen de arriba para abajo y que concentren la luz en esa dirección para evitar una exposición innecesaria de otros lugares. Se deberían evitar también el uso de letreros luminosos extremadamente potentes, así como los iluminadores en parques o en otros lugares que alumbran árboles de abajo hacia arriba, ya que se ilumina el cielo innecesariamente y se atenta contra el árbol. Se ha determinado que producto de esto, algunos árboles florecen antes o mantienen por más tiempo sus hojas, lo cual altera sus ciclos biológicos y el de otras especies.

Lamentablemente no sabemos aún cuál es la mejor solución a todo esto, empero debemos repensar lo que se viene haciendo. En Europa se prohibirá, a partir del 2011, el uso de fuentes de luz artificial que contengan vapores de mercurio (que matan a muchos insectos) y se impondrá la utilización de diodos luminosos que tienen un halo de luz dirigido que se puede regular, así como prender y apagar con rapidez.

Pensemos en lo que debemos hacer para mejorar nuestra estadía en la Tierra. Todos saldremos ganando.
Artículo publicado el domingo 9 de agosto de 2009 en el Suplemento Semana del Diario El Tiempo de Piura.

1 comentario:

  1. Es difícil pensar que la luz artificial es dañina o que es un tipo de contaminación, no lo hubiese creído sino hasta leer este artículo. Aparentemente este tema aún no está tan divulgado como otro tipo de contaminaciones, como el del smog. Asumo que se debe a que las consecuencias no tienen son tan críticas y porque además no se han planteado todavía de manera tan precisa las causas y las soluciones a este problema.

    En tanto, no puedo imaginarme todavía qué tipo de soluciones se podrían plantear, muy aparte de prender menos luces de las que se pueda. Porque imaginemos que la proyección de luz artificial se reduzca a un 60% (que asumo que es un montón), igual el problema persistiría. No olvidemos que la población humana aumenta y por lo tanto la necesidad de la luz artificial también. De manera que el problema que afecta a las aves migratorias, insectos o tortugas parece inevitable; y el desequilibrio que se produce en los ecosistemas.

    En cuanto a lo de las consecuencias en el aumento de probabilidades de contraer cáncer, pues, la solución tendría que ser, me parece, buscando la cura o el medicamento, en lugar de la disminución del uso de luz artificial, porque, como dije, es inevitable el uso de ésta.

    En conclusión, a la ciencia se le presenta grandes retos para buscar la solución al a contaminación lumínica. A nosotros solo nos queda propagar esta información e intentar concientizar a las gentes para que reduzcan, en la medida que sea posible, el uso de la luz artificial.

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