viernes, 3 de julio de 2009

SELVA DE ENREDOS: LA DEFORESTACIÓN DEL BOSQUE PARA USO AGRÍCOLA NO MEJORA LA CALIDAD DE VIDA


El tema sobre la situación actual de nuestra selva amazónica tiene para rato y está bien que sea así. En realidad siempre ha debido ser de esta manera o ¿se puede buscar el desarrollo del país sin abarcar a todo nuestro vasto territorio, su diversidad biológica y a todos los peruanos culturalmente diferentes? Imposible. Desde las posturas más radicales, las antropológicas hasta las más neoliberales y mercantilistas, todas tienen algo que decir y, nuevamente, está bien que sea así. Lo que creo que no nos ayuda es dar vueltas en espiral reavivando conflictos ideológicos que azuzan el ambiente y que nos impiden avanzar en la construcción de nuestro propio futuro.

Algo a tomar en cuenta es una reciente publicación que plantea que la utilización de grandes extensiones de bosque como terrenos agrícolas no brindaría muchos beneficios directos a las poblaciones locales para mejorar su calidad de vida, tal como se suponía. El estudio de Ana Rodrigues de la Universidad de Cambridge, publicado en la revista Science, sustenta que la tala del bosque amazónico puede traer beneficios inmediatos, no obstante, en un largo plazo, no mejora sustancialmente el nivel y calidad de vida de los pobladores selváticos.

A través de un estudio realizado en más de 300 comunidades de la Amazonía, se tomaron una serie de datos socioeconómicos de zonas totalmente, medianamente y no deforestadas. Se pudo comprobar que al principio de la deforestación las esperanzas y el nivel de vida, así como la alfabetización aumentan, no obstante, dichos valores disminuyen rápidamente conforme la deforestación se aleja de los poblados. La gran parte de los dividendos económicos no se “queda” con los pobladores locales, sino pasa a llenar los bolsillos de los traficantes de madera y de tierras, así como el de los empresarios agrícolas o madereros.

Estos operadores económicos (formales y no formales) se movilizan inmediatamente después de haber “hecho su negocio” hacia otros territorios, llevando consigo casi todo su dinero invertido (además de sus ganancias), pues lo que “dejan” para los locales es irrisorio en comparación con lo obtenido. Todo esto sonará para muchos lógico, conocido, o hasta normal, sin embargo, estas conclusiones encuentran ahora un asidero científico que permite analizar más de cerca lo que pasa y podría pasar en nuestra Amazonía. Si bien el estudio fue hecho en Brasil, las similitudes con nuestra realidad son innegables.

Bienestar pasajero

Para las poblaciones originarias de la cuenca amazónica (e incluso para algunos colonos asentados), sus condiciones de vida empeoran en comparación con el promedio luego de haber presenciado la transformación de sus tierras. Este modelo económico focalizado ha sido denominado por los expertos como un desarrollo basado en un “boom” inicial y en la posterior quiebra o bancarrota. Las ganancias, producto por ejemplo de la deforestación y de la venta de madera, son mínimas y de corta duración. Al inicio incluso, los precios son altos, pero conforme se talan mayores cantidades de bosque, el costo disminuye.

Adicionalmente, el estudio remarca que la ganadería y la agricultura en la selva prosperan solo a corto plazo, pues los suelos amazónicos no son los más propicios para este tipo de actividades debido a su acidez y a su poca profundidad. Es por eso, que tras algunos años de uso, estos suelen quedar improductivos. Cerca de dos tercios de todos los terrenos utilizados en los años noventa para el pastoreo, tuvieron que ser dejados de lado, debido a que ya no eran rentables.

El estudio rebate también la visión que se tenía sobre la transformación “económica” de la selva amazónica como requisito principal para el desarrollo de sus habitantes. En esa dirección, Rodrigues y sus colegas proponen, en base a sus resultados, crear comunidades que reciban beneficios en el marco de los acuerdos que se tomen como parte de las medidas para frenar el cambio climático, producto de las diferentes negociaciones y acuerdos internacionales en este tema.

Si quieren que se conserve, entonces paguen

La propuesta de Rodrigues incluye también que aquellos tratados y acuerdos, así como los países más contaminantes, deben subsidiar un desarrollo sostenible para evitar la deforestación. El estado brasileño de Amazonas ha puesto en marcha un programa que de alguna manera recoge lo que se debería hacer en el futuro en esta parte tan susceptible e importante del planeta. A través del programa Bolsa Floresta, el gobierno promueve el acceso a programas de educación y de salud a pequeños agricultores amazónicos y les otorga incentivos económicos para que eviten en la mayor medida la deforestación de sus territorios.

Para la comunidad global, es decir, para todos los terrícolas, es fácil decir y pregonar que se debe conservar la selva amazónica porque es el pulmón del mundo, el hábitat de una gran diversidad biológica y el hogar de un gran número de pobladores con derecho a estas tierras, no obstante, para los que allí viven no es tan simple dejar al bosque intacto si es que deben sobrevivir. Claro, también se dice que deben usarlo de manera sostenible, pero ante los beneficios que se les ofrece por un uso no sostenido, como la agricultura, tala, la minería y la ganadería, estos argumentos no valen. De árboles, pajaritos y monitos no se come.

Para Rodrigues, “la distribución asimétrica de los costos y beneficios de la conservación genera que estos últimos sean contemplados solo a una escala global, cuando los verdaderos costos para conservar estos territorios se deben aplicar a un nivel regional y local”. De esta manera, estos costos no solo deben incluir lo necesario para manejar los bosques amazónicos, sino que también deben incluir necesariamente costos de oportunidad para fomentar y financiar actividades que los preserven.

Un aspecto clave es la capacitación en un uso verdaderamente sostenible que dé dividendos inmediatos, mediatos y a largo plazo en conjunción con usos del suelo que también permitan realmente alimentar a los pobladores de la zona. La pregunta es: ¿cómo se debe realizar esto? ¿Dejando todo como está o permitiendo la inversión económica en sus diferentes maneras? Todos lamentamos lo sucedido hace poco en nuestra amazonía y debemos exigir que se haga justicia con los responsables de uno y otro lado, pero también es necesario traer bajo el brazo propuestas.

Adicionalmente, otro punto a tomar en cuenta en este aspecto es el clima. El evidente cambio climático ha ocasionado para el poblador amazónico un caos tremendo. En los últimos años se han acentuado los periodos de sequía y han aumentado enormemente los caudales de los principales ríos, ocasionando en ambos casos, cuantiosas pérdidas económicas. Y esta situación no se va a detener, sino todo lo contrario, se acentuará en los próximos años.

Dada la dependencia innegable del poblador selvático con los ciclos del agua, se debe tomar en cuenta el factor climático para aplicar verdaderas políticas de desarrollo que no se estanquen en lo poco que hasta la fecha se ha logrado. En estos días en que presumiblemente la calma ha regresado a esta zona del país, no esperemos que todo se solucione por arte de magia. Debemos buscar unificar criterios, incorporar visiones y buscar la salida a las carencias humanas de los habitantes de la Amazonía. Todo esto con una visión que incluya la protección del medio ambiente, pues sin él, no somos nada.


Artículo publicado el 3 de julio de 2009 en la versión online de la Revista Viajeros:

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