La primera mujer en la historia en recibir el Premio Nobel de Economía es la ganadora de este año, Elinor Ostrom, una polítóloga estadounidense nacida en 1933. No le había prestado mucha atención a la noticia, pero un buen amigo me recomendó leer uno de los estudios de Ostrom. Así, indagando sobre su obra me topé con varias entrevistas que concedió con respecto al tema de la política mundial sobre el cambio climático. De esta manera rescataré algunos pasajes que me parecieron interesantes. Una de sus propuestas recae en la necesidad de elaborar y poner en práctica diversas soluciones regionales a los problemas actuales.
Ostrom afirma que se debería propiciar lo que ella denomina un sistema policéntrico, es decir, las soluciones que se den a escala local pueden ser replicados en otras localidades y luego en distintos niveles, siempre buscando un mismo fin: mejorar la calidad ambiental del planeta. En su visión, se debería dejar que la gente, en diversos niveles y bajo determinadas reglas, experimente mecanismos que permitan administrar y usar mejor sus recursos naturales. Las políticas nacionales o continentales que regulan (o intentan hacerlo) el uso de un bosque o de la fauna marina, por ejemplo, no ofrecen buenos resultados. Es mejor sumar pequeños esfuerzos pues así se obtienen mejores resultados.
Asimismo, para Ostrom, no solo debe existir un único nivel (el global) para combatir el cambio climático, sino varios esfuerzos en diversos niveles. Afirma además que no podemos esperar sentados hasta que los protocolos y los tratados internacionales se firmen. Hasta que eso suceda podría ser demasiado tarde. La ganadora del Nobel plantea por ejemplo utilizar más la bicicleta (algo que acá es lejano), la energía solar y fomentar el reciclaje. Tales medidas pueden ser insuficientes pero tienen un efecto local que puede ser replicado y a final de cuentas ayudar a todo el planeta.
Para Ostrom, es necesario también convencer a la gente de que estamos frente a un gran problema y que ya es hora de actuar. De esta manera sus propuestas, basadas en gran medida en la propiedad común bien manejada, cobran fuerza. Por ejemplo, el Internet es un bien común que puede ser de mucha utilidad en la resolución de conflictos pero que también alberga criminales que atentan contra la sociedad. Esta plataforma tecnológica se ha convertido en una fuente de bienes que pueden ser utilizados por casi todos, pero que tiene sus riesgos. Es por eso que Ostrom propone que todas las prácticas comunales deben partir de que los miembros de un colectivo se conozcan bien y puedan identificar metas comunes. Adicionalmente, debe haber una comunicación fluida que facilite el trabajo.
Aterrizando a nuestra realidad, debemos focalizarnos en resolver nuestros problemas ambientales (y todos los demás) utilizando un trabajo multidisciplinario en donde tomemos en cuenta todas las aristas, desde la ecológica hasta la social para buscar soluciones practicas, viables e inmediatas. Si bien creo que la guerra contra el calentamiento global ya está perdida, solo nos queda mitigar sus efectos que cada vez serán más severos debido al cambio climático. Y para todo esto no ayuda en nada la indiferencia.
El ataque de las serpientes
Una invasión de serpientes de gran tamaño ha puesto en alerta a los Estados Unidos. Varias de las especies más grandes del planeta de estos ofidios ponen en peligro el equilibrio de diversos ecosistemas e incluso al hombre. La boa constrictora (Boa constrictor), la anaconda (Eunectes marinus), así como diversas especies de pitón (familia Phytonidae) se expanden desde el México y el sur del país norteamericano hacia el norte. Si bien se pensaría que estos reptiles están asociados a las regiones tropicales, su avance a otras zonas es uno de los efectos del cambio climático, pues el clima en muchos lugares se ha vuelto más templado.
Los ejemplares más grandes de estas serpientes llegan a medir seis metros y a pesar cerca de 100 kilos. Los ataques a humanos son pocos, pero sí se han detectado ya varios casos que han acabado con algunas personas. El US Geological Survey (SGS) del servicio ecológico del Gobierno Estadounidense ha clasificado incluso a estos invasores al mismo nivel que los caimanes. En el sur de Florida, el número de boas constrictor y de las pitones tigre sobrepasa los 10 000 ejemplares. Y es que estos reptiles maduran sexualmente muy rápido, tienen muchas crías y se desplazan grandes distancias sin problemas.
El problema para los biólogos es el extenso menú de estos rastreros, pues en él están incluidas varias especies locales de aves, mamíferos y reptiles. Estos animales no están acostumbrados a la presencia de las grandes serpientes y son presa fácil. Adicionalmente, la boa constrictora y algunos pitones incursionan en las ciudades y se sienten a gusto allí. Dentro de los principales factores que condicionan favorablemente esta invasión están el clima caluroso, su enorme capacidad de adaptación, su mimetismo y su gran resistencia. Una vez que se instalan en un territorio, es casi imposible desterrar a estos animales.
En un principio estos reptiles estaban circunscritos a las zonas más calurosas de Estados Unidos, es decir, gran parte de la Florida, el sur de Texas y Hawaii, no obstante su avance continente adentro parece ser imparable. Si estas serpientes, digámoslo así, se están movilizando rápidamente para “arriba”, también pueden hacerlo para “abajo”. Además, su incursión urbana puede acelerarse debido a todos estos cambios climáticos. Su presencia en territorios nuevos puede poner en serio peligro algunos ecosistemas. Mucho cuidado.
Hielo venenoso
Como sabemos los nevados como los que (aún) existen en los Alpes o en nuestra Cordillera de los Andes están cubiertos por hielos perennes. No obstante, debido al calentamiento global, estos se están derritiendo cada vez más rápido. Según algunos científicos, en los Alpes, el agua que conforma estas capas heladas contiene diversas sustancias tóxicas diluidas (como la dioxina y el DDT) que son liberadas cuando el hielo se derrite. Las concentraciones encontradas de estas sustancias son muy altas, las cuales no se habían reportado desde los años 70 cuando se dio el uso indiscriminado de pesticidas e insecticidas.
Además se han encontrado sustancias orgánicas cloradas que son muy poco biodegradables. De esta manera, muchos peces de las lagunas alpinas están contaminados con sustancias tóxicas. A través del estudio de las capas de sedimentos (en donde estas sustancias fueron fijadas a través del hielo) se logró identificar la “historia” de los nevados. Así, entre los años 1960 y 1970 se registra la mayor presencia de sustancias tóxicas. Esto coincide con el uso excesivo que se le dio a estos compuestos en dicha década y a la prohibición de su aplicación a inicios de la década del setenta. No obstante, en los últimos 10 y 15 años se registra un aumento de compuestos venenosos en las capas de sedimentos. En los años noventa el uso de sustancias cloradas aumentó, incluso más que en los años sesenta y setenta.
Dado que estos compuestos orgánicos tóxicos no son solubles en agua y se trasladan poco, no representan un gran peligro. Es muy difícil que pasen de los sedimentos al agua que pueda ser utilizada para consumo humano y que contaminen violentamente los cuerpos de agua de montaña, sin embargo, los científicos recomiendan que estemos prevenidos. Es necesario analizar continuamente la calidad del agua. Todo esto pasa en Europa. Acá, que yo sepa, no se ha investigado nada al respecto (para variar). Solo sabemos que cada vez nos quedamos con menos fuentes de agua.
Ante una posible (aunque por ahora remota) invasión de serpientes y acelerada pérdida de los nevados en el país (con una posible carga contaminante del agua liberada) ¿Qué podemos hacer? Por lo pronto creo yo que podemos seguir aplicar algunas propuestas de Ostrom, es decir, soluciones a nivel local cuando haya que aplicarlas y el fortalecimiento de redes de conocimiento que nos permitan estar alertas. Los próximos años que se nos vienen van a ser tremendamente difíciles. Que Dios nos agarre confesados e informados. Amén.
Ostrom afirma que se debería propiciar lo que ella denomina un sistema policéntrico, es decir, las soluciones que se den a escala local pueden ser replicados en otras localidades y luego en distintos niveles, siempre buscando un mismo fin: mejorar la calidad ambiental del planeta. En su visión, se debería dejar que la gente, en diversos niveles y bajo determinadas reglas, experimente mecanismos que permitan administrar y usar mejor sus recursos naturales. Las políticas nacionales o continentales que regulan (o intentan hacerlo) el uso de un bosque o de la fauna marina, por ejemplo, no ofrecen buenos resultados. Es mejor sumar pequeños esfuerzos pues así se obtienen mejores resultados.
Asimismo, para Ostrom, no solo debe existir un único nivel (el global) para combatir el cambio climático, sino varios esfuerzos en diversos niveles. Afirma además que no podemos esperar sentados hasta que los protocolos y los tratados internacionales se firmen. Hasta que eso suceda podría ser demasiado tarde. La ganadora del Nobel plantea por ejemplo utilizar más la bicicleta (algo que acá es lejano), la energía solar y fomentar el reciclaje. Tales medidas pueden ser insuficientes pero tienen un efecto local que puede ser replicado y a final de cuentas ayudar a todo el planeta.
Para Ostrom, es necesario también convencer a la gente de que estamos frente a un gran problema y que ya es hora de actuar. De esta manera sus propuestas, basadas en gran medida en la propiedad común bien manejada, cobran fuerza. Por ejemplo, el Internet es un bien común que puede ser de mucha utilidad en la resolución de conflictos pero que también alberga criminales que atentan contra la sociedad. Esta plataforma tecnológica se ha convertido en una fuente de bienes que pueden ser utilizados por casi todos, pero que tiene sus riesgos. Es por eso que Ostrom propone que todas las prácticas comunales deben partir de que los miembros de un colectivo se conozcan bien y puedan identificar metas comunes. Adicionalmente, debe haber una comunicación fluida que facilite el trabajo.
Aterrizando a nuestra realidad, debemos focalizarnos en resolver nuestros problemas ambientales (y todos los demás) utilizando un trabajo multidisciplinario en donde tomemos en cuenta todas las aristas, desde la ecológica hasta la social para buscar soluciones practicas, viables e inmediatas. Si bien creo que la guerra contra el calentamiento global ya está perdida, solo nos queda mitigar sus efectos que cada vez serán más severos debido al cambio climático. Y para todo esto no ayuda en nada la indiferencia.
El ataque de las serpientes
Una invasión de serpientes de gran tamaño ha puesto en alerta a los Estados Unidos. Varias de las especies más grandes del planeta de estos ofidios ponen en peligro el equilibrio de diversos ecosistemas e incluso al hombre. La boa constrictora (Boa constrictor), la anaconda (Eunectes marinus), así como diversas especies de pitón (familia Phytonidae) se expanden desde el México y el sur del país norteamericano hacia el norte. Si bien se pensaría que estos reptiles están asociados a las regiones tropicales, su avance a otras zonas es uno de los efectos del cambio climático, pues el clima en muchos lugares se ha vuelto más templado.
Los ejemplares más grandes de estas serpientes llegan a medir seis metros y a pesar cerca de 100 kilos. Los ataques a humanos son pocos, pero sí se han detectado ya varios casos que han acabado con algunas personas. El US Geological Survey (SGS) del servicio ecológico del Gobierno Estadounidense ha clasificado incluso a estos invasores al mismo nivel que los caimanes. En el sur de Florida, el número de boas constrictor y de las pitones tigre sobrepasa los 10 000 ejemplares. Y es que estos reptiles maduran sexualmente muy rápido, tienen muchas crías y se desplazan grandes distancias sin problemas.
El problema para los biólogos es el extenso menú de estos rastreros, pues en él están incluidas varias especies locales de aves, mamíferos y reptiles. Estos animales no están acostumbrados a la presencia de las grandes serpientes y son presa fácil. Adicionalmente, la boa constrictora y algunos pitones incursionan en las ciudades y se sienten a gusto allí. Dentro de los principales factores que condicionan favorablemente esta invasión están el clima caluroso, su enorme capacidad de adaptación, su mimetismo y su gran resistencia. Una vez que se instalan en un territorio, es casi imposible desterrar a estos animales.
En un principio estos reptiles estaban circunscritos a las zonas más calurosas de Estados Unidos, es decir, gran parte de la Florida, el sur de Texas y Hawaii, no obstante su avance continente adentro parece ser imparable. Si estas serpientes, digámoslo así, se están movilizando rápidamente para “arriba”, también pueden hacerlo para “abajo”. Además, su incursión urbana puede acelerarse debido a todos estos cambios climáticos. Su presencia en territorios nuevos puede poner en serio peligro algunos ecosistemas. Mucho cuidado.
Hielo venenoso
Como sabemos los nevados como los que (aún) existen en los Alpes o en nuestra Cordillera de los Andes están cubiertos por hielos perennes. No obstante, debido al calentamiento global, estos se están derritiendo cada vez más rápido. Según algunos científicos, en los Alpes, el agua que conforma estas capas heladas contiene diversas sustancias tóxicas diluidas (como la dioxina y el DDT) que son liberadas cuando el hielo se derrite. Las concentraciones encontradas de estas sustancias son muy altas, las cuales no se habían reportado desde los años 70 cuando se dio el uso indiscriminado de pesticidas e insecticidas.
Además se han encontrado sustancias orgánicas cloradas que son muy poco biodegradables. De esta manera, muchos peces de las lagunas alpinas están contaminados con sustancias tóxicas. A través del estudio de las capas de sedimentos (en donde estas sustancias fueron fijadas a través del hielo) se logró identificar la “historia” de los nevados. Así, entre los años 1960 y 1970 se registra la mayor presencia de sustancias tóxicas. Esto coincide con el uso excesivo que se le dio a estos compuestos en dicha década y a la prohibición de su aplicación a inicios de la década del setenta. No obstante, en los últimos 10 y 15 años se registra un aumento de compuestos venenosos en las capas de sedimentos. En los años noventa el uso de sustancias cloradas aumentó, incluso más que en los años sesenta y setenta.
Dado que estos compuestos orgánicos tóxicos no son solubles en agua y se trasladan poco, no representan un gran peligro. Es muy difícil que pasen de los sedimentos al agua que pueda ser utilizada para consumo humano y que contaminen violentamente los cuerpos de agua de montaña, sin embargo, los científicos recomiendan que estemos prevenidos. Es necesario analizar continuamente la calidad del agua. Todo esto pasa en Europa. Acá, que yo sepa, no se ha investigado nada al respecto (para variar). Solo sabemos que cada vez nos quedamos con menos fuentes de agua.
Ante una posible (aunque por ahora remota) invasión de serpientes y acelerada pérdida de los nevados en el país (con una posible carga contaminante del agua liberada) ¿Qué podemos hacer? Por lo pronto creo yo que podemos seguir aplicar algunas propuestas de Ostrom, es decir, soluciones a nivel local cuando haya que aplicarlas y el fortalecimiento de redes de conocimiento que nos permitan estar alertas. Los próximos años que se nos vienen van a ser tremendamente difíciles. Que Dios nos agarre confesados e informados. Amén.
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