Hace
tiempo que debí haber escrito estas líneas. Bueno, llegó el momento, pese a que
tengo una lista exageradamente grande de temas pendientes. Recuerdo haber leído
el capítulo dedicado a la Isla Española que comparten Haití y República
Dominicana en el libro “Colapso” de Jared Diamond. Llegué a dicho libro por
diversos motivos; uno de ellos fue Rapa Nui, isla sobre la cual ya escribí y a
la cual ya visité. No obstante, recuerdo que unos de los capítulos del libro de
Diamond que más perturbado me dejó fue justamente el dedicado a estos dos
países caribeños. Veamos por qué.
Son
193 km de frontera que dividen ambos países en una isla (de 76,500 km²) que fue
un paraíso vegetal. Hoy en día, la masa forestal ha disminuido de manera
alarmante. En Haití ya casi no existen áreas con bosques naturales, pues estos
fueron arrasados sin miramiento alguno. Justamente, el país francoparlante es uno
de los más pobres del planeta y ahora, además, paga los platos rotos, pues en
su territorio campean, la erosión, la pérdida de fertilidad de los suelos, la
acumulación de sedimentos en los ríos, la falta de protección en las cuencas y
por ende la falta de lluvias con las consecuentes sequías; además de la falta
de madera para carbón.
Según
Diamond, “la diferencia de masa forestal entre los dos países corre paralela a
las diferencias en sus respectivas economías”. Ambos países tropicales tienen
los mismos problemas que casi todos los países que antes fueron colonias
europeas, es decir, gobiernos corruptos o fantoches (repúblicas bananeras),
deficientes sistemas de salud pública, baja productividad en comparación con
zonas templadas y, tal vez, mala suerte. Así, en esa “mala racha”, Haití
destaca por ser, además, el país más pobre de América (y para su mala suerte el
país es azotado por terremotos y por guerras civiles) y uno de los más pobres
del planeta.
Y
no contento con esto, el país que vio nacer al célebre y repudiado “Papa Doc” es uno de los más
superpoblados de América. Haití posee un tercio del territorio de la Isla
Española, no obstante alberga a casi dos tercios de la población total isleña
(cerca de diez millones de habitantes. Su densidad demográfica es de casi 400
habitantes por kilómetro cuadrado (la de Perú es de cerca de 22 habitantes por
kilómetro cuadrado). A eso, sus habitantes practican una agricultura de
subsistencia a base, principalmente, de azúcar, algodón y café para
exportación.
En
Haití se distingue claramente a una clase social muy pequeña de ricos y a otra de pobres (por supuesto, la gran mayoría),
esta última asentados en su capital Puerto Príncipe. Además, en el país campean
altas tasas de crecimiento poblacional, contagio de sida, tuberculosis, malaria
y otras enfermedades. Según Diamond “La pregunta que se hacen todos los
visitantes de Haití es si hay alguna esperanza para este país; y la respuesta
habitual es que no”.
Ahora,
República Dominicana también es un país en vías de desarrollo, pero no tiene
los problemas ni los extremos del país vecino. Su densidad demográfica y sus
tasas de crecimiento poblacional son menores. Asimismo, es interesante anotar que
en sus territorios se encuentra varias centrales hidroeléctricas y extensos
campos de cultivo de paltas, tabaco, flores; y que existe una pujante industria
turística. Es así entonces que existen diferencias bien marcadas entre ambos
países que, por una cuestión de espacio, no voy a poder tocar.
Conservación en Haití y en
República Dominicana
Para
efectos de este artículo, me remitiré a la parte ambiental, la cual también
presenta los mismos contrastes anteriormente mencionados. Haití posee una red
de parques nacionales diminuta, pues solo tiene cuatro de ellos, los mismos que
están altamente amenazados por la invasión permanente de campesinos en búsqueda
de nuevas tierras y de árboles para convertirlos en carbón vegetal. Por otro
lado, República Dominicana posee, según Diamond, una red de reservas naturales
que es “en términos relativos, la más completa y extensa de las dos Américas,
comprende el 32% de la extensión de tierra del país en un total de 74 parques o
reservas naturales, e incorpora todos los tipos de hábitats importantes”.
Bueno, habrá que revisar esta información, pero de ser cierta, suena muy bien.
No
obstante, esos espacios no están exentos de los problemas de siempre:
financiamiento insuficiente, tala ilegal, caza furtiva y otros similares que
por acá conocemos muy bien. Y adicionalmente, en República Dominicana existe un
movimiento conservacionista muy fuerte y activo detrás de toda esa red de
parques. Así también hay un detalle interesante, según Diamond, en las
organizaciones no gubernamentales del país trabajan los propios dominicanos con
una presencia casi nula de extranjeros.
Todas
las diferencias entre ambos países en lo referido a la masa forestal, a la
economía y a la red de espacios protegidos surgió pese a que comparten una
misma isla, una historia similar marcada por el colonialismo europeo, una
ocupación estadounidense, una presencia católica fuerte con elementos del vudú
(en especial, en Haití) y otros elementos que los hacen casi “hermanos”.
Adicionalmente, los dos países estuvieron unificados como una sola colonia
durante tres periodos de su historia. Entonces, ¿cómo es que las diferencias
son tan marcadas?
Otra
vez debemos regresar un poco a la historia. Y lo más resaltante es que Haití
solía ser más poderosa e incluso intentó conquistar República Dominicana en
varias oportunidades. Así nos enteramos que en el siglo XIX esto se dio durante
veintidós años. Para entender las diferencias actuales hay un rosario de
causas, dentro de las cuales incluso hay un par de carácter ambiental que si
bien no son determinantes, deben ser conocidas por lo que serán explicadas más
adelante.
Idas y vueltas para entender a
esta isla
Cristobal
Colón llegó a esta isla en 1492 y se topó con indígenas (de la familia
arahuaca, llamados tainos) que ya había conquistado la isla hace más de 5000
años (ellos también fueron colonizadores). Estos indios eran pacíficos, tenían
oro y eran más de medio millón. En 1519, solo quedaban poco más de once mil
indios. Los demás sucumbieron a las enfermedades foráneas traídas por los
españoles y a los abusos y matanzas propias de los amos que esclavizaron la
isla para su beneficio. Pero eso no fue todo, con los años vino una peste de
viruela y no quedaron más de 3000 indios para luego casi desaparecer. Los
españoles necesitaban esclavos y salieron en su búsqueda. Y claro, qué mejor
que comprar africanos para cultivar azúcar.
Durante
todo el siglo XVI, La Española fue una isla famosa por sus riquezas, no
obstante, al final del siglo, la isla fue cayendo en desgracia porque los
españoles dirigieron su mirada a otros lugares más exóticos y, en teoría, más
ricos, como México, Perú y Bolivia con poblaciones indígenas muchos más numerables
para explotar. Así, la isla fue perdiendo interés. Además, el Caribe estaba
repleto de piratas y corsarios franceses, ingleses y holandeses que los
atacaban constantemente para robarles “sus riquezas”. En esa fuga parcial, los
franceses se asentaron en el extremo occidental de La Española, lejos de la
zona donde estaban aún los españoles e invirtieron en esclavos para sus
plantaciones. En ese momento, la historia de la isla empezó a cambiar.
Durante
el siglo XVIII, los españoles eran unos cuantos con un puñado de esclavos y con
una economía reducida, mientras que los franceses eran la gran mayoría. Solo
para saber de la relación, Diamond informa que eran más de 700 mil esclavos
“franceses” contra poco más de 30 mil esclavos “españoles”. Poco tiempo después, la isla fue llamada Saint-Domingue y se convirtió en la
colonia europea más rica del Nuevo Mundo aportando, nada más y nada menos, que
la cuarta parte de la riqueza de Francia en ese entonces. Posteriormente, en
1795, España cedió sus territorios y la isla fue de total dominio francés; y en
1804, Francia renunció a La Española y la abandonó. Seguidamente, los antiguos
esclavos franceses rebautizaron su país con el nombre de Haití (nombre original
taino) mataron a todos los blancos, destruyeron las plantaciones de caña de
azúcar y su infraestructura (para evitar que vuelva a surgir dicha industria) y
parcelaron las plantaciones en pequeños lotes familiares.
Lo
hecho era el deseo de los esclavos pero finalmente resultó ser nada productivo
y desastroso para la agricultura local, las exportaciones y para la economía
haitiana. Adicionalmente, los agricultores independizados recibieron poca ayuda
del Gobierno y muchos de los sobrevivientes pobladores blancos dejaron la isla,
lo que ocasionó una gran pérdida de recursos humanos. No obstante, pese a lo
sucedido, la zona era aún la más poderosa, más poblada y rica de la isla. E
incluso, en 1805, los haitianos invadieron dos veces la vertiente oriental de
la isla, antiguamente española y conocida como Santo Domingo.
En
1809, los españoles se volvieron a declarar colonia española, pero
administrando a Santo Domingo de la peor manera, tanto así que los colonos
declararon la independencia en 1821. Seguidamente fueron ocupados por los
haitianos hasta que en 1844 fueron expulsados. En 1850, Haití controlaba el
lado oeste de la isla con menos territorio y más población, con una economía
agrícola de pocas exportaciones, con una alta población negra de origen
africano y con una minoría de mulatos (gente originaria mezclada con los
negros). No obstante, la elite mulata era muy poderosa, hablaba francés y se
consideraba muy próxima a Francia, sin embargo, dado el pasado haitiano, se
prohibió, mediante la Constitución, que los extranjeros tengan tierras o que
hagan grandes inversiones.
Paralelamente,
los dominicanos del “otro lado”, es decir, los del extremo oriental (la ex
colonia española) tenían un territorio mucho mayor pero contaban con muy poca
gente; y su economía se basaba casi exclusivamente en la ganadería. Eso los
obligó a acoger a muchos inmigrantes para su desarrollo. De esta manera
llegaron a la isla inmigrantes judíos, canarios, libaneses, palestinos,
cubanos, puertorriqueños, alemanes e italianos; y en 1930 llegaron a la isla
japoneses, más españoles y judíos austriacos.
Luego
de todo esto, en lo que más se parecían Haití y la República Dominicana era en
su inestabilidad política y en los altos números de golpes de Estado. Según Diamond,
“De los 22 presidentes que hubo en Haití entre 1843 y 1915, 21 fueron
asesinados o derrocados, mientras que entre 1844 y 1930 hubo en la República
Dominicana cincuenta presidentes, los cuales sufrieron un total de treinta
revoluciones. En ambas partes de la isla los presidentes gobernaban con la
finalidad de enriquecerse y enriquecer a sus partidarios”.
Conociendo
estos tristes pasajes de la historia de ambos países caribeños, podemos
entender un poco mejor lo que sucede y sucedió también en nuestros territorios
(América del Sur), los mismos que fueron colonias de españoles y de portugueses.
No podemos echarles la culpa de todo a los antiguos conquistadores, pero de
hecho algo de culpa tienen. La idea de estas reflexiones es entender un poco
cómo es que funcionan nuestras sociedades en base a técnicas de sobrevivencia.
En
lo que viene también intentaré ofrecer una mirada personal de lo que estoy
presentando para saber por qué los gobernantes gobiernan para enriquecerse y lógicamente
para satisfacer a los suyos y quedar bien con ellos. Si bien, ese no es el
mensaje de estos textos, sí es necesario ahondar un poco en el tema. Lo que
viene es cómo en un territorio tan pequeño se pueden dar dos historias
distintas que marcan sus destinos, donde el medio ambiente y la política juegan
roles muy importantes y determinantes.
Octubre 2012
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