Si
bien es cierto que el siguiente texto no está dedicado a ahondar en los
detalles del Rally que se viene, sin lugar a dudas, regresaré tangencialmente a
este importante suceso ornitológico para complementar parte de lo que paso a
exponer. Todo esto sin dejar de mencionar que durante la concepción de esta
segunda experiencia internacional de aviturismo y la evaluación en campo de los
destinos, salieron a la luz algunos intentos de desprestigiar los dos sitios de
donde justamente partirá el Rally, así como la quebrada de Frejolillo en Piura;
para promover justamente un lugar en Lambayeque que no ha sido tomado en cuenta
en esta interesante aventura pajarera. Esa es otra historia, sobre la cual ya
se sabrá algo adicional más adelante.
Sobre
la observación de aves, se ha escrito bastantes líneas al respecto, tanto para
describir en qué consiste esta fascinante manera de hacer ecoturismo, cuáles
son sus beneficios, así como sobre los principales lugares en el país para ir a
pajarear. Mi intención es hacer un breve recuento de lo que ya ha aparecido y
agregar un par de datos para entender mejor cómo es que se está desarrollando
esta disciplina y cómo está ayudando a promover la investigación científica en
el Perú.
A
todo esto, ¿cuáles son los beneficios o los impactos positivos de la
observación de aves? Existen varios. En primer lugar, los conocimientos de los
pajareros y sus expectativas por ver una u otra especie genera una conexión provechosa
con la diversidad local o regional. La gran expectativa y afán que despierta
observar en su medio natural especies difíciles de ver por ser raras, de
distribución restringida o altamente amenazadas o una mezcla de todo lo
anterior, hace que el observador de aves esté dispuesto a pagar más de lo que
haría un turista promedio. Esto es un motivo para que muchos pobladores locales
“vean con otros ojos” su entorno y lo preserven para recibir beneficios
económicos.
Claro,
todo lo anterior puede darse, siempre y cuando no haya otras iniciativas
abusivas que jalen agua para su molino de manera injusta y abusiva; o que los
operadores turísticos no tomen en cuenta la necesidad de dejar o invertir parte
de sus ganancias en los lugares que visitan. Ahora, también en esto, los
pobladores locales (y el Estado) deben organizarse y poner reglas claras para
poder entrar al juego y recibir beneficios. Deben invertir algo de tiempo y
dinero para ofrecer buenos circuitos (mantenimiento, señalización básica, guías
locales) y satisfacer las demandas (bienes y servicios) de los visitantes; y si
es posible hacer que se queden la mayor cantidad de tiempo allí; y sobre todo
hacer lo posible para que regresen y recomienden el sitio.
Cuando
los pobladores de una u otra localidad perciben el entusiasmo con el que los
pajareros e investigadores salen al campo; sienten de cerca el amor, respeto y
aprecio que los foráneos tienen a la naturaleza (en este caso, a sus terrenos)
y a su preservación; y cuando los pobladores locales se sienten útiles y
valorados por conocer su tierra y fungir como guías locales para mostrar sus
bellezas, ellos valoran o revaloran lo que tienen y sienten además que se les
mete “el bichito de la conservación”. Este es un gran impacto, pues esta
especie de osmosis puede ser el punto de partida de interesantes y sostenibles
iniciativas de conservación, basadas en el uso responsable de la diversidad
biológica.
Revalorar lo que se tiene
Los
birdwatchers e investigadores poseen,
generalmente, un vasto conocimiento científico sobre la ecología del lugar que
visitan, sobre su valor biológico y sobre sus necesidades de protección. Si a
eso le sumamos su expectativa por ver aves y el conocimiento de la población
local de su entorno, el resultado es altamente provechoso para la conservación
de áreas que no tienen ninguna categoría oficial de protección. Existen
diversas especies y poblaciones de aves que no se encuentran en territorios
protegidos, es decir, en áreas naturales protegidas del Sistema Nacional de
Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SINANPE) o en áreas complementarias
al mismo, como las áreas de conservación privada o de conservación regional;
por lo que son vulnerables a impactos severos si no son conservadas. El
conocimiento científico, impulsado e iniciado por los observadores de aves,
puede ser el punto de partida para sustentar que la zona reciba una categoría
de protección y que debe ser tomada en cuenta para cualquier estrategia de
protección local.
En
torno a lo anterior, en el país ya han sido declaradas varias áreas de
conservación privadas y se ha promocionado diversas iniciativas de conservación
comunal y local. Además, el conocimiento ornitológico ha podido impulsar los
expedientes técnicos para solicitar la categorización de otros espacios
protegidos. El trabajo en conjunto de los pajareros, de algunas organizaciones
no gubernamentales, de los científicos y de la población local puede promover
el ecoturismo y la conservación. En esa dirección, se puede promocionar
campañas de educación ambiental, así como la elaboración de guías de
información que rescaten y plasmen todo lo que (aún) se puede ver, conservar y
manejar de manera sostenible. Todo esto puede ser traducido en capacitación,
formación y en empleo para la población local, con el fin de brindar
alternativas para una mejora en la calidad de vida, con todo lo que este tan
manoteado término implica.
¿Impactos negativos?
Al
parecer no todo es color de rosa. Si bien no existe una certeza al respecto ni
datos contundentes, sí existen estudios científicos que sustentan que la actividad
de observar aves sí tendría algunos impactos negativos en algunas aves, en
especial en la época de anidación y alimentación de los pichones. Los birdwatchers y los amantes de la
naturaleza podrían perturbar a algunas aves (e incluso a otros animales) en su afán
por ver y fotografías aves. Muchas especies son altamente sensibles a la
presencia de humanos, en especial en los trópicos, donde además no existen
muchos estudios al respecto. Los impactos de estas perturbaciones son
complejos, difíciles de determinar y sobre todo, varía de una especie a otra; y
varía en una especie, según el periodo en que se dé, es decir, en época de
apareamiento, de anidación, de demarcación de territorio u en otra.
Así
por ejemplo, muchas especies podrían abandonar sus nidos por temor a la
presencia humana, lo que podría traer consigo la pérdida de los huevos por acción
de un depredador. Adicionalmente, un ave puede abandonar el nido porque recibió
un llamado artificial —conocido como play-back— hecho con el propósito de atraerla (a
un lugar visible) para que pueda ser vista o por lo menos escuchada. Adicionalmente,
se le podría crear un estrés innecesario, cuyas consecuencias aún no son muy
claras.
No
obstante y como ya se dijo, no existen estudios certeros al respecto. Esto ha
creado un debate entre algunos ornitólogos e investigadores. Sin embargo, lo
más importante es actuar de manera conspicua en el campo y respetar todo lo que
se tiene al frente, pues los humanos somos, en este caso, los invasores. Así
también, somos conscientes de que nos falta investigación científica y que
tenemos un arduo camino por recorrer. Por esto, recibir la visita de expertos
siempre es bueno para captar nuevas tendencias y actualizar algunos
conocimientos. Pero, ojo, no porque tal o cual persona sea un “gringo” (o
“gringa”) significa que sea la o el gurú. Muchos de ellos nos venden sebo de
culebra. Felizmente en el Perú tenemos bastantes buenos científicos y expertos
nacionales.
En
lo relacionado a la distancia para acercarse a un ave para verla, oírla y/o
fotografiarla, existen también discusiones en lo relacionado a cuál debe ser la
distancia. Así por ejemplo, dado que las aves “ven todo”, se recomienda usar
una vestimenta sobria y de ser posible “camuflada” con el entorno. Para nuestra
suerte, la tecnología moderna nos permite contar con equipos de foto y aparejos
altamente recomendables para capturar imágenes y ver a las aves desde una
distancia prudente.
Por
eso es recomendable utilizar telescopios (y buenos binoculares), así como comportarse
de una manera respetuosa con el entorno. Todo esto es harto conocido por los
pajareros que conozco (felizmente) y de hecho por los “gringos” que vienen para
este rally. Finalmente, esta disciplina es también un aprendizaje constante que
nunca acaba (y menos en esta potencia ornitológica llamada Perú) y que debe ser
transmitida a los pobladores locales y a todos los que tengan el interés de
conocer a las aves.
Esto
continuará en la siguiente entrega.
PD: Aprovecho
estas líneas para anunciar que desde la Unión de Ornitólogos del Perú (UNOP)
estamos buscando la sede del IX Congreso Nacional de Ornitología que tendremos
en el 2014. Revisen el siguiente link: https://sites.google.com/site/boletinunop/ix-congreso-nacional-de-ornitologia
Además, la
oportunidad también es propicia para anunciar la próxima aparición, a más
tardar a fines de junio del 2013, del Boletín Informativo de la UNOP, Vol. 8 N°
1. 2013, al cual podrán acceder entrando al portal electrónico de la UNOP: https://sites.google.com/site/boletinunop/
Mayo 2013
Artículo aparecido en la versión on line de la Revista Rumbos:
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