Serpiente de Ojos Rojos (Trimeresurus rubeus) recientemente descubierta en Vietnam. |
Con mucha
envidia me enteré que recientemente ha sido descubierta una nueva especie
biológica en los bosques nublados de Ecuador. Se trata del Olinguito (Bassaricyon
neblina), un mamífero de la familia de los mapaches que parecería ser una
mezcla de gato y oso. Sin duda es una buena noticia para la comunidad
científica internacional y para los ecuatorianos. Y en ese aspecto, ¿cómo vamos
por casa? Seguramente nos podría ir mucho mejor.
Sin lugar a dudas, el Perú es —todavía— una caja de
sorpresas, ya que en los últimos años, aunque no se sepa, se ha descubierto
varias especies nuevas para la ciencia. El problema es que casi nadie “le da
bola” a estos temas, los mismos que tampoco son muy difundidos porque no
“venden”. Además, en el país, el mundo científico divulga poco sus resultados y
no se cuenta con mecanismos institucionalizados para informar oportunamente lo
que se viene haciendo en aras de conocer mejor nuestra diversidad biológica.
En toda la euforia, debemos diferenciar entre lo que
significa y representa en general descubrir una nueva especie para la ciencia y
lo que implica tener un nuevo registro para un lugar, una región o un país, en
este caso, el Perú. Hallar una nueva especie es mucho más complicado, insólito
y excepcional, dado que no todos los días sucede y menos en este planeta tan
intervenido y venido a menos, aunque hay sorpresas interesantes.
El segundo caso, es decir, obtener nuevos registros de
especies biológicas para el Perú, se da mucho más seguido, ya que contamos con
un mayor (pero aún insuficiente) número de investigadores que utilizan técnicas
modernas para la investigación. Además, variables como el tan mentado cambio
climático y la degradación de algunos ecosistemas en países vecinos estarían
ocasionando que algunas especies biológicas amplíen sus rangos de distribución
y que otras se vean obligadas a buscar nuevos territorios para sobrevivir, en
este caso, algunos ubicados en nuestro país.
Por eso, lo sucedido en Ecuador es relevante (además, lo
han “vendido” muy bien, pues la noticia ha dado la vuelta al mundo).
Adicionalmente, —y hay que decirlo— el descubrimiento de un mamífero, es algo
mucho más pomposo y resaltante que el reporte de una nueva especie de ave,
reptil o insecto para la ciencia. Claro, a menos que se descubra un ave
sumamente vistosa o no voladora; un sapo o lagartija, gigante, fosforescente y
con tres ojos; o un insecto que camine en dos patas. Lo que sí es cierto es que
el planeta todavía nos podría sorprender. Basta ver lo que sucede en la cuenca
del río Mekong, en Asia, donde se sigue descubriendo nuevas especies para la
ciencia.
Un poco
de números
Según algunos expertos, existen, cerca de 5600 especies
de mamíferos en el planeta, de las cuales se conoce solo 5501 (es decir, el 98%
y sin contar al Olinguito); 10 500 de aves de las que se conoce 10 064, es
decir el 96%; 12 000 de reptiles y 9547 de ellas conocidas (80%) y 15 000 especies
de anfibios y 6771 conocidas (45%).
Por cierto ¿Cómo es que se sabe que existe un número
determinado de especies biológicas, pero solo conocemos un porcentaje de dicha
cifra? Esto sucede por lo siguiente: existen especies que ya fueron
descubiertas, pero que aún no han sido descritas y no han sido dadas a conocer
oficialmente; además existen muchas subespecies de alguna u otra especie que en
realidad son especies nuevas pero que aún no han sido declaradas como tal.
En todo caso, cualquiera de estas podría aumentar la
lista de especies ya conocidas. Pero, tengamos en cuenta que es distinto
clasificar y renombrar a una especie ya conocida que descubrir una totalmente
nueva para la ciencia.
Así también, con los grandes avances en la genética
molecular (análisis secuencial del ADN) sucede también que algunas especies han
sido declaradas como subespecies (con lo cual el número total de especies
disminuye) o que determinadas subespecies son clasificadas como especies
nuevas, lo cual aumenta el número total de especies. Lo importante es saber que
todas estas cifras cambian permanentemente y que si bien es relevante conocer
realmente qué tenemos y dónde está, lo primordial es asegurar de que las nuevas
especies que vayamos sumando a cualquiera que sea la lista puedan permanecer en
el planeta.
Para los
sapos…
Rana Ying-Yang (Leptobrachium leucops) descubierta hace unos años también en la selva de Vietnam. |
Para complementar parte de lo acá expuesto, recomiendo
leer el artículo titulado: “Investigación y conservación de la
biodiversidad en Perú: importancia del uso de técnicas modernas y
procedimientos administrativos eficientes” de Rudolf von May,
Alessandro Catenazzi y otros autores, publicado en la Revista Peruana de
Biología 19 (3): 347 – 354 de diciembre de 2012 y editada por la Facultad de
Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En el
mencionado artículo se indica, entre otros, que “…tan sólo en los últimos siete años –entre el 2005 y el 2011– se ha
descrito 115 especies nuevas de anfibios en el Perú (Rivera-Correa 2012). En un
período de tiempo similar se ha descrito muchas especies nuevas de otros grupos
de vertebrados, decenas de especies nuevas de plantas y muchas especies nuevas
de invertebrados”.
En el Perú tenemos todavía bastante por hacer para
conocer nuestra diversidad biológica. En esa dirección, concuerdo también con
lo expresado en el artículo en mención: “Asimismo,
esta tarea no sólo debe servir para catalogar la riqueza natural del país sino
también para entender los procesos involucrados en la generación y
mantenimiento de la biodiversidad y su posible respuesta a los efectos del
cambio climático. Esto es de particular importancia en la elaboración de
planes de adaptación y mitigación al cambio climático”.
Rocas en
el camino
Dicho lo anterior, existen algunas trabas e impedimentos
que limitan el accionar científico en el país. Tenemos las pataletas de algunos
satanizando la colección de ejemplares biológicos en el campo para los estudios
taxonómicos, lo cual solo saca a relucir una falsa concepción del
“conservacionismo”, tildando además a muchos investigadores como los “malos de
la película”; las actitudes gangsteriles de algunos también mal llamados
“conservacionistas” impidiendo el trabajo de investigadores en el país; así
como las dificultades ya conocidas, como la falta de presupuesto estatal para
la investigación científica, lo mismo que se traduce en tecnología obsoleta y
en limitados incentivos para invertir en el estudio de nuestra diversidad
biológica y cultural.
Por eso, pese a que sí existen avances interesantes y resaltantes
de la investigación científica en el país, nos estamos quedando un poco. Debemos
meter más carbón a la locomotora de la gestión del conocimiento. Un ejemplo
claro y conciso que grafica que se nos puede pasar el tren, es lo que podría suceder
en Bolivia. Y es que el país vecino ya está por atrasarnos, pues ha anunciado
la pronta fundación de su Centro Internacional de la Quinua. No se trata de una
competencia a nivel internacional, por supuesto que no, pero sí se trata de
aprovechar las oportunidades que se nos presentan y de darle un valor agregado
a nuestros recursos naturales.
Claro, tampoco es que los bolivianos estén prohibidos de realizar
esa y otras iniciativas de ese tipo, pero creo que no deberíamos dormirnos en
ese aspecto e invertir más en la investigación y fortalecer el trabajo de
instituciones como, en este caso, el Instituto Nacional de Innovación Agraria
(INIA), ya que es harto conocido el potencial de este y de otros granos
andinos. A su vez, es necesario aclarar, en especial a aquellos que creen que
todo lo bueno y rico es peruano o de origen peruano, que la quinua, la kiwicha
y otros productos provenientes de los Andes también existen en otras latitudes.
Un distinguido investigador (no diré su nombre para que
no le suelten —innecesariamente— los perros) me comenta que en el país estamos
perdiendo oportunidades para potenciar el estudio científico, debido a que los
trámites arcaicos, obsoletos y absurdos que demanda el Estado para llevar
tejidos, muestras y el material necesario para estudios genéticos a otros
países (ante la falta o poca presencia de laboratorios calificados en el país)
son francamente de terror y espantan a investigadores nacionales y foráneos por
lo que, o se frustran y abandonan la empresa o se van a otros países a
trabajar.
Así, aunque sé que existen muchos detractores de lo que
voy a expresar, tampoco es que nos la debemos pasar investigando y compitiendo
a ver quién publica más y quien lo hace en las mejores revistas. Sin duda
alguna, es vital promover y apoyar la investigación científica, dar a conocer
los resultados y sobre todo buscarles una aplicación. Por lo tanto, es de trascendental
importancia identificar la manera de incorporar la información científica y
técnica a las políticas nacionales, regionales y locales para que lo que se
haga tenga un sustento válido, evitando las improvisaciones y el mal uso del
dinero.
Además, es evidente que en algunos gobiernos regionales,
los funcionarios no están muy bien capacitados y que requieren apoyo técnico.
Lamentablemente, eventualmente salen a relucir los regionalismos y algunos resentimientos
cuando se pretende apoyar a funcionarios fuera de la capital. No podemos perder
de vista que el fin supremo de la investigación científica es ofrecer insumos e
información de calidad para una buena toma de decisiones que nos permita
desarrollarnos como sociedad para mejorar nuestra calidad de vida, conservar y
utilizar responsablemente el medio ambiente y si es posible, en el camino,
descubrir nuevas especies biológicas.
Agosto 2013
Artículo publicado en la versión online de la Revista Rumbos:
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