Plantaciones de soya en Mato Grosso en el 2008. ¿Eso podría suceder en el Perú? Foto: Reuters. |
Para ir
cerrando lo referente al Proyecto Conservación de Bosques Comunitarios
(Proyecto CBC), veamos algunos de los principales retos de la iniciativa. Como
se mencionó, una de las etapas más complicadas es cuando las comunidades
nativas deben abandonar el mecanismo por el cual reciben las Transferencias
Directas Condicionadas (TDC) como incentivo para conservar sus bosques, con el
compromiso de poner en marcha un plan de inversión que permita utilizar
sosteniblemente el entorno para salir adelante y obtener, entre otros, un
capital humano que ayude a mirar el futuro con más optimismo.
Retomando el artículo anterior, sabemos que para
implementar el mecanismo de las TDC es necesario dar seis pasos. En primer
lugar se realiza la focalización de las comunidades nativas que participan;
luego se da el proceso de admisión, mediante el cual se difunde el mecanismo en
las zona de intervención y en el cual, las comunidades “ponen en regla” la
documentación necesaria para solicitar ser parte de los beneficiarios de esta
herramienta de conservación promocionada por el Programa Nacional de
Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático (Programa
Bosques) a cargo del Ministerio del Ambiente (Minam).
Seguidamente, si una comunidad nativa decide y puede entrar
al mecanismo, esta es afiliada y debe cumplir diversos requisitos, entre ellos,
formar sus comités de gestión y de vigilancia, así como elaborar participativamente
su plan de inversión con la asesoría técnica del Programa Bosques y del
Proyecto CBC. Seguidamente, la comunidad ya está en la capacidad de recibir el
dinero correspondiente (S/. 10.00 por hectárea conservada por año) y de velar
por el cumplimiento de las condicionalidades. Luego de la firma del contrato de
compromisos por cinco años y de la puesta en marcha del plan de inversión,
viene el sexto paso, el de la graduación. Es decir, la comunidad nativa deja de
ser beneficiaria de las TDC y debe valérselas por sí sola, tal cual como lo
venía haciendo antes de ser incorporada a este mecanismo.
La diferencia radica en que, tras esta experiencia, la
comunidad tiene muchas más posibilidades, conocimientos, así como capital
físico y humano. Y es que durante todo este proceso, además de abogar por la
conservación de los bosques, por el buen uso de un dinero entregado
directamente para ser invertido en actividades productivas sostenibles; y tras
haber interiorizado la importancia de mantener el entorno como uno de los
requisitos indispensables para salir adelante y vivir mejor; así como de
conocer mejor el accionar del Estado y la dinámica socioeconómica en la que
vivimos, los miembros de las comunidades nativas pueden enfrentar con más
recursos y ganas (¡eso esperamos!) la realidad.
Si bien el proceso de graduación aún no se ha dado para
ninguna comunidad nativa beneficiaria, se asume que es el más complicado porque
supone para todos los involucrados enfrentar grandes desafíos. Por ende, es
necesario asegurar que todo lo ganado y adquirido no se pierda, ni se vaya al
tacho. Así, para afrontar este gran paso, los miembros de la comunidad deben
cumplir con ciertos requisitos, tales como haber obtenido su Documento Nacional
de Identidad (DNI); acceder al sistema de salud y a una educación digna para
los niños y jóvenes; haber sido capacitados en temas financieros, técnicos, de
conservación del medio ambiente, entre otros; poder implementar prácticas de
prevención en salud pública; luchar contra el analfabetismo; así como buscar
otros mecanismos de financiamiento para continuar con el plan de inversión o
para ejecutar otras iniciativas similares de desarrollo local. Estas últimas
pueden ser el turismo, la comercialización de artesanía, de frutos o de otros
productos, así como otras alternativas productivas, siempre y cuando se tenga como
norte el buen uso de los recursos naturales.
Finalmente, es fundamental evaluar que los beneficiarios
estén en la capacidad de articularse a programas sociales, de trabajar con el
Estado y de aprovechar al máximo el apoyo de las organizaciones no
gubernamentales. Todo esto debe darse de manera progresiva, pero sin mucha
demora y sin caer en el asistencialismo. Además, claro está, es necesario que todos
pongan de su parte.
Siempre
hay que monitorear
Y como siempre es necesario evaluar, supervisar,
notificar, corregir, enrumbar, enmendar y mejorar, también es imprescindible
monitorear todo este proceso. Para ello, el proyecto ha desarrollado un
interesante sistema de monitoreo y evaluación, mediante el cual se evalúa los
aspectos técnicos y financieros relacionados a la implementación del plan de
inversión. Adicionalmente, para verificar que efectivamente los bosques están
siendo conservados según el convenio firmado, es necesario obtener diversas
fotos satelitales de los bosques comunitarios en varios momentos. Para ello
existe una línea base, es decir, la foto inicial o la foto de partida para ir
viendo los cambios y lo que va sucediendo.
Una herramienta importante es el sistema de alerta
temprana de deforestación que utiliza las mencionadas imágenes satelitales e
información de campo para detectar los p
osibles avances de la deforestación en sus momentos iniciales. De esta manera se puede combatir este mal a tiempo para no comprometer la integridad de los bosques y para cumplir con lo establecido entre las partes. Así también, se puede establecer, siempre y cuando se pueda verificar, otros acuerdos de buena voluntad entre los comuneros y el programa, tales como no cazar de manera indiscriminada, no hacer ni permitir minería ilegal y otros.
Al perder los bosques tropicales,perdemos con ellos una enorme e invalorable diversidd biológica. Foto: DPA - Wildlife Conservation Society. |
En cuanto al seguimiento y al monitoreo de las
actividades del proyecto, urge articular esfuerzos con los gobiernos regionales
y con los procesos de ordenamiento territorial, con el fin de manejar
información actualizada y estandarizada, de tal manera que esta pueda ser
utilizada para diversas iniciativas nacionales, regionales y locales. No
siempre es necesario gastar dinero y tiempo en producir “nueva” información
cuando esta ya existe. Señoras y señores debemos coordinar y optimizar nuestro
accionar para ser más eficientes y eficaces. ¡No tenemos mucho tiempo para hacer
las cosas!
Por otro lado, ¿cuántas veces es necesario ir a las
comunidades nativas o campesinas, a los caseríos, anexos y a donde viven los
“beneficiarios” o “grupos focales” de los proyectos para hacer mapas parlantes,
los benditos análisis FODA, los árboles de ideas y decenas de talleres
aburridos? A veces sí es necesario hacerlo para actualizar datos o para temas
muy puntuales, pero todo esto le cuesta tiempo y dinero a todos y si no existe
una retroalimentación y no se comparte la información, estaremos avanzando
lentamente. Toda este trajín cansa y desgasta. En repetidas ocasiones, solo se
hace este tipo de “dinámicas” para obtener una lista de participantes con sus
respectivas firmas y así poder justificar los gastos. Ya es hora de optimizar
nuestros procedimientos.
Algunos retos
en el país de las maravillas
Ojalá que se pueda ir teniendo progresivamente más
comunidades nativas beneficiarias de este mecanismo, pero claro, necesitamos también
que más gente se involucre y, en especial, garantizar el financiamiento de
estos procesos. Sobre todo y en especial ahora que se le está trasladando
diversas funciones (para bien o para mal) a los gobiernos regionales. Es
imprescindible que se entienda que invertir en este u otros tipos de mecanismos
similares no es un gasto, sino una inversión necesaria. Adicionalmente, es
indispensable capacitar a los funcionarios públicos; así como elaborar planes y
políticas de desarrollo que trasciendan a los cambios de gobierno y a las
pataletas de muchos de los trabajadores del Estado.
Es lamentable reconocer que a veces se avanza bastante con
una gestión regional o local (provincial y/o distrital) y que cuando entra una
nueva gestión o cuando un funcionario clave es cambiado (o despedido), se tiene
que empezar casi de cero o esperar meses para una aprobación o visto bueno,
porque al nuevo funcionario no le parece que lo avanzado esté bien. Es penoso
también saber que por inseguridad, celos profesionales o por la negligencia de
una nueva gestión, se debe retroceder y cambiar las cosas (sin justificación
técnica), echando todo lo avanzado por la borda. Esto trae consigo frustración
y nos pinta de cuerpo entero como cómplices de la situación actual.
Y claro, también hay que hacer un llamado a las
comunidades nativas, a los indígenas, a los colonos, a los pobladores rurales y
en resumen a todas y todos los peruanos para que sepamos que también hay que poner
el hombro. Debemos trabajar y no esperar que te vengan a tocar la puerta para
ofrecerte un apoyo, cuando tú ni siquiera has agotado todas tus posibilidades y
sigues pensando que la pacha mama o el espíritu del bosque te solucionarán
todos tus problemas y que ellos “proveerán”.
Existen muchos proyectos que han invertido bastante
dinero en infraestructura, en investigación, en capacitación y en otros
aspectos para beneficiar a pobladores rurales amazónicos, serranos y costeños;
para que luego todo lo realizado no sirva para nada. Así también, tenemos en el
país bastantes “elefantes blancos” que adornan varios poblados y que muestran
desidia, ineficiencia y oportunidades perdidas. Un ejemplo de ello es lo que vi
en Tumbes y comparto líneas abajo (ver post data).
Pero regresando al Proyecto CBC, prometo concluir con el
tema en la siguiente y última entrega para conocer un poco más sobre algunos
avances y aportes de interés. Además, daré algunas pinceladas sobre la segunda
fase del proyecto, la cual está enfocada a desplegar una estrategia de
descentralización y articulación territorial de las TDC.
PD: Pueden revisar un texto mío del
2010: “Oportunidades perdidas en Tumbes: fabricas secas en el bosque
fantasma” que narra algunas oportunidades perdidas.
Marzo 2014
Artículo publicado en la versión online de la Revista Rumbos:
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