lunes, 27 de diciembre de 2010

ASPECTOS ADAPTATIVOS A LA TERRA FIRME

Tercera reseña sobre el libro de Betty J. Meggers, "Amazonía. hombre y cultura en un paraíso ilusorio". En primer lugar es necesario mencionar lo que la autora afirma al principio de la lectura y reafirma en las conclusiones: “las cinco tribus elegidas como ejemplos de la adaptación al medio ambiente de la terra firme exhiben muchas semejanzas culturales. Subsisten con muchas de las mismas plantas y animales que se obtienen con métodos similares; viven en casas comunales en grupos familiares extendidos”. Asimismo, en las conclusiones afirma que “en toda la zona se dispone de los mismos cultivos y recursos alimenticios silvestres (con excepciones mínimas)”. Sin embargo, “no hay dos grupos que combinen los mismos ingredientes en las mismas proporciones. 

No obstante, cualquiera que sea el ciclo anual de subsistencia que se haya adoptado, se obtiene todos los elementos nutritivos necesarios en las cantidades requeridas”. Bajo estas premisas comentaré tres aspectos que me han llamado la atención, pero que en mi opinión, son el resultado adaptativo de los grupos indígenas a un medio que puede parecer un paraíso, pero que no lo es. Al contrario, la Amazonía es un medio hostil que si bien da la impresión de ofrecer todo lo que algunos grupos humanos puedan anhelar o necesitar, demanda mucha energía y esfuerzo para sobreponerse y desarrollarse. Es así como los procesos adaptativos, en mi opinión, han estado más dirigidos a sobrevivir que a cultivar valores culturales que permitan un mayor desarrollo. 

 El medio ambiente ha frenado el avance hacia un nuevo horizonte, lo cual tal vez se pueda verificar con los últimos avistamientos de indígenas en aislamiento voluntario o no contactados (o que no quieren contactarse con la “civilización”). El poblador de la terra firme pasa (o pasa aún) mucho tiempo tratando de descifrar los misterios del medio que lo rodea e intentando explicar diversos fenómenos que rige su día a día. Producto de esa búsqueda o anhelo de encontrar algunas explicaciones, surge la figura del chamán o brujo, personaje infaltable en estas tribus indígenas, salvo en una de las estudiadas en el libro de Meggers. Pese a que este personaje también se encuentra en otras comunidades de la sierra y de la costa, percibo que en la terra firme, cumple un papel adicional al de curar o repartir conocimientos. 

 En estos territorios, el chamán es un hombre con poder que tiene un status más allá de lo que realmente pueda ofrecer y que limita o acelera ciertos procesos sociales. Por otro lado, al parecer, la migración de los pueblos de la terra firme hacia territorios menos hostiles o más diversos en cuanto a la oferta en flora y fauna, como la selva alta, los Andes, los valles interandinos e incluso la costa desértica del Pacífico, permitió forjar un mayor desarrollo y dedicar más tiempo a la búsqueda de nuevos estilos de vida que ya no dependían tan marcadamente de una naturaleza hostil y que no es tan diversa como suele parecer. Técnicas para controlar el tamaño de la población 

Llama la atención las diferentes estrategias utilizadas para mantener un equilibrio entre la población y el medio ambiente, con el fin de asegurar que el uso de este último no sobrepase su capacidad de regeneración. Dichas técnicas surgieron sin duda como parte de los procesos adaptativos y de la selección natural que se impone en este medio. Los grupos indígenas estudiados dominan las acciones destinadas para regular su crecimiento, de tal modo que ellos mismos no amenacen su propia supervivencia. Para tal fin, no solo utilizan métodos naturales, sino también culturales manejados propiamente y estando plenamente conscientes de la importancia de su cumplimiento como parte de su “destino” o “misión”. 

El uso de estos métodos se ve posiblemente reforzado por la brujería, para entender mejor su significado, o simplemente para justificar su implementación. Y como bien lo anota la autora, es necesario diferenciar entre el propósito de estas prácticas y la función que cumplen. El propósito es evidente para los que los practican, debido a que si no cumplen con dichas imposiciones, pueden ser sancionados o mal vistos en la tribu. Por otro lado, la función de estas prácticas para las personas involucradas, podría ser rara e incomprensible. No obstante, estos comportamientos forman parte de los elementos culturales que caracterizan y son “normales” para estas comunidades indígenas. 

 Lo resaltante, retomando lo que afirma Meggers, es que, conforme se mejora las técnicas para contrarrestar las causas naturales de mortandad, se debe perfeccionar las herramientas culturales para mantener a raya la superpoblación. Para determinar cuál es el número de hijos que deba o pueda tener la hembra, ha sido necesario el paso de varias generaciones, así como la transmisión de conocimientos para mantener una tasa reproductiva estable que preserve el presente y asegure el futuro de la tribu. Es por eso interesante distinguir en estos cinco grupos indígenas todas las técnicas que utilizan. Me llama la atención aquella que aplican los sirionó. 

Esta tribu no emplea ninguna medida de control en los períodos prenatales y juveniles, sin embargo, el promedio de hijos por pareja es de dos. Lo que implica que adopten medidas naturales que no hacen necesario el uso de otras técnicas culturales. Sin embargo, lo que me parece más singular es que, en la etapa adulta, los sirionó abandonan a los más débiles o enfermos. Esta medida me parece un ejemplo claro de selección natural y adaptación perfectamente justificable. Algo también importante es que esta tribu no tiene chamanes que pudiesen intentar curar a los enfermos o a los más débiles. Asimismo, esta situación se da también en el reino animal como un proceso de selección y del proceso adaptativo al medio ambiente. 

Además, en dicha tribu no existe el reconocimiento para las personas adultas como sí sucede en otras tribus, por lo que al parecer los “viejos” también pueden ser prescindibles y no adquieren un papel de sabios o de maestros. Esta adaptación me parece una medida que responde a un estilo de vida itinerante, errático y menos civilizado, lo cual se comprueba más adelante en la lectura, en el caso de esta tribu. Es decir, la distancia que separa al hombre del animal es, en este caso, más corta, pero no por eso, menos exitosa. 

Técnicas para controlar la densidad de la población 

Es interesante anotar que, pese a la gran diversidad de la terra firme, ésta no está distribuida de manera uniforme y de manera accesible para todos. A dicha situación se le suma la baja fertilidad del suelo amazónico, por lo que es común en la zona la rotación de los cultivos e incluso la rotación de las tribus en búsqueda de mejores tierras. Esto condiciona además que una población numerosa debe mantenerse dispersa para no agotar todos los recursos disponibles de su entorno. Los mecanismos culturales de las tribus indígenas garantizan que no exista una concentración demográfica que ponga en peligro el acceso a las fuentes de alimento. 

Es interesante determinar que tal situación se da en estas tribus y se complementa con el primer aspecto tratado. Es decir, ambos aspectos aseguran que no exista una explosión ni una concentración demográfica. Sin embargo, es también importante anotar que el medio natural en sí también cumple un rol protagonista en estas situaciones, debido a su hostilidad y a su gran extensión. Adicionalmente, la presencia indígena no ha podido incrementarse debido al triste papel del foráneo, el cual se ha encargado de mantener “a raya” a estas tribus e incluso a borrarlas del mapa. En el caso de los jívaros y de los waiwai, sus poblados están constituidos por casas comunales separadas entre sí por una distancia que fluctúa entre 2 y 10 kilómetros, lo que garantiza que exista suficiente terreno para el abastecimiento. 

Esta situación es posible también debido al gran territorio de la terra firme. Pero además, estas dos tribus indígenas multan con severas sanciones a quienes violen esta “norma”, la cual implica además, no aumentar el número de personas por casa, más allá del límite establecido. Es decir, la regulación y la adaptación empiezan literalmente “en casa”. Sin embargo, en este caso entra a talar otro aspecto, el temor a que “el vecino” te haga brujería. Un miembro de cualquier grupo familiar solo puede estar seguro dentro de su familia. Dicha situación explica también e la implementación de estas medidas, ya que exponerse al contacto con otras personas ajenas puede ser perjudicial. Pero como es habitual, la población de las casas también crece, y con ello aumentan las posibilidades de que surjan problemas entre sus miembros, por lo que las casas se subdividen. Esta característica de la subdivisión social es solo posible en grupos relativamente pequeños y “aislados” en un vasto territorio que además es poco fértil y limitado en el acceso a sus recursos. 

 Adicionalmente, está presente el tema de la brujería, pues los pobladores de estas dos tribus no quieren estar cerca del hechicero. Además, en una población más numerosa, es más propensa la posibilidad que se generen conflictos entre sus miembros, para lo cual se debe llamar al brujo. Estas situaciones evidencian tal vez un estado de interrelaciones personales limitado, pero que cumple un rol importante en la estructura social que es la base (a veces muy frágil) de las tribus indígenas estudiadas. Otro de los aspectos que me llama la atención es el hecho de que las guerras se conviertan, dentro de estas tribus indígenas, en reguladores de la población. Además, existen diferencias con las guerras de otras latitudes, ya que estos conflictos no se realizan para tomar territorios. Para los jívaro por ejemplo, ocupar áreas habitadas por sus enemigos es detestable y no es lo deseado. A esto se le debe sumar que el territorio es ya de por sí extenso, por lo que tampoco hay una escasez de tierras. 

Lo singular es que esta tribu arremete contra los miembros de su propia etnia hasta aniquilarlos; y en el caso de los kayapó, estos destruyen todos los utensilios e implementos sin el deseo de obtener ningún botín. En ambas tribus, la guerra es un arte, en donde dar muerte a un enemigo es símbolo de hombría y de reconocimiento. Es difícil entender a cabalidad el significado e importancia de las guerras, pues como se aprecia, estas no son hechas para obtener beneficios tangibles. 

En todo caso, creo que la “cultura de la guerra” responde a modelos de control poblacional llevados a niveles extremos, que si bien para nosotros no son justificados, para los grupos nativos, estas actividades forman parte de los procesos adaptativos que les han permitido sobrevivir a la terra firme. Finalmente, otro punto interesante es el abandono de las casas cuando alguien muere. Esto se da en diversos niveles entre las tribus indígenas seleccionadas, pero al parecer podría responder a medidas higiénicas. No obstante, creo que además se debe al tema de los espíritus y de las creencias. Sea como fuese, es importante anotar que esta medida puede calzar en un medio hostil donde se busque nuevos horizontes y acceso a los recursos naturales; y que no responde a la necesidad de tener más, sino tener lo suficiente. 

Diferencias en la complejidad cultural 

Si existiese la necesidad de “medir” el avance cultural, se puede observar, según la lectura, que los kayapó y los camayurá poseen algunos elementos que no se encuentran en las otras tres tribus, lo cual los pone en aparente “ventaja cultural”. Uno de estos puntos es que ambas tribus poseen un jefe permanente, lo que les da cierto grado de estabilidad. Adicionalmente, poseen una especie de consejo consultivo que delibera los problemas y necesidades de la tribu, algo que denota un grado de organización y jerarquía. Además, la estructura social de los kayapó es más compleja, en donde las ligas de parentesco son sustituidas por las ligas civiles. En el caso de los camayurá, se presenta la división del trabajo por ocupaciones y el intercambio formalizado por medio de un mercado público, lo que genera un mayor grado de relaciones interpersonales que fortalece los nexos sociales y posibilita la adaptación y el desarrollo de la tribu, además de la obtención de diversas fuentes de alimento y de elementos que favorecen su desarrollo. 

 En ambos casos, se percibe que existen algunos avances culturales, sin embargo, estos no se dan con la misma intensidad, debido a que no son percibidos como necesarios, o a que el medio natural condiciona otras dinámicas de desarrollo o las limita. Me llama la atención el grado de desarrollo de los sirionó por ser el más primitivo. Al parecer, la permanente adaptación de esta tribu al medio ambiente y su constante lucha por sobrevivir impide que se desarrollen culturalmente. Si bien es necesario anotar que las diferencias culturales no son abismales, ni muy marcadas entre las tribus indígenas estudiadas, es importante incidir en el tema del medio ambiente y del clima como “regulador” del avance cultural. Esto se percibe en el caso de las lluvias que generan el movimiento de las tribus, lo que tal vez propicie intermedios o avances en el desarrollo cultural. 

 La posible abundancia de recursos naturales no es sinónimo de desarrollo, sino más bien, al parecer, el factor determinante es el acceso a ellos. En otras culturas que se han desarrollado en ambientes poseedores de una diversidad menos variada, se puede registrar un mayor avance. Este aspecto, sumado a los avances culturales y a la estructuración social, podría conjugarse para fomentar un mayor desarrollo en todos los aspectos. Es interesante comparar entonces, el estadio de las culturas amazónicas con las culturas andinas y costeñas. El medio ambiente jugó y juega un papel primordial que condiciona conductas como el infanticidio, las guerras, los movimientos migratorios locales, etc. En el caso de otras culturas se practicaba el sacrificio humano como culto a los dioses, pero no para regular la población. En el caso de las tribus amazónicos no se registra estas prácticas, pero sí la muerte (condicionada) para mantener un equilibrio. Si en teoría existía (o existe aún) abundancia de recursos, entonces ¿por qué frenar el crecimiento de la población? 

Octubre 2007

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LES LUTHIERS Y ROGER WATERS: SE DESPIDEN DE LOS ESCENARIOS DOS GRANDES QUE ME ACOMPAÑAN DESDE QUE SOY UN SER PENSANTE, ES DECIR, DESDE QUE (CASI) SOY UN SER HUMANO

El martes 21 y el miércoles 29 de noviembre de 2023, en la horrible ciudad de Lima, asistí a dos conciertos que me han dejado con secuelas d...