En el hipotético caso de vernos obligados a construir el arca de Noé debido a que la Tierra colapse totalmente o que tengamos que mudarnos a otro planeta, ¿qué especies deberíamos incluir de todas maneras y cuáles deberían "ahogarse"? La respuesta no la tenemos aún. Además, surgen otras dudas como por ejemplo, ¿cuántos especímenes de cada especie como mínimo deben estar incluidos? Un grupo de científicos ha intentado contestar estas interrogantes. Y es que en términos metafóricos una gran inundación amenaza con desaparecer a casi todos los animales y plantas que nos rodean. La historia bíblica es conocida y al parecer, ha cobrado vigencia ante la gran amenaza que se cierne sobre muchas especies biológicas por las actividades humanas.
Hace unos meses se anunció que en la Antártida se había construido una especie de cueva secreta en donde se almacenarían las principales semillas que salvarán a la humanidad de una hambruna ante cualquier fenómeno climático severo. Ya se sabe que el futuro no es muy promisorio para la diversidad biológica si no hacemos algo al respecto. Los biólogos desean salvar de la extinción a las especies amenazadas, pero ―lamentablemente― no se puede salvar a todas. La pregunta es también: ¿cómo hacerlo de la mejor manera?
Adicionalmente, determinar qué especies tienen prioridad le “rompe el coco” a muchos científicos. En el intento de avanzar en esta importante iniciativa, un equipo formado por especialistas de la Universidad Charles Darwin de Australia y de la Universidad de Bonn en Alemania han intentado hacer la lista de especies que debería seleccionar Noé en el caso de las vacas africanas. El resultado fue el siguiente: 1000 especímenes hembras y 100 machos de la especie vacuna borana procedente de Etiopía. El que los científicos hayan elegido a estos vacunos para este experimento tiene su explicación.
Y es que en ningún otro género animal se ha reportado la extinción de tantas razas. El 16% de todas las especies vacunas criadas en la historia han desaparecido, según se reporta en la revista científica "Ecological Economics". Asimismo, el 15% de las razas está amenazado y del 30% de ellas, su estado es incierto. La causa de esta situación no es una gran inundación, sino las reglas del mercado. Las razas que no producen mucho y no son rentables, simplemente desaparecen. Así de cruda es la realidad.
¿Qué perdemos?
La pérdida de una especie animal o vegetal no solo es dramática desde el punto de vista biológico, sino también desde el punto de vista económico tiene desventajas, dado que el pool genético se reduce. Es decir, las opciones de mejoramiento de la especie para crianza, resistencia a plagas y adaptaciones al cambio climático desaparecen. Así, si las especies que sobreviven se empiezan a extinguir, no hay de donde "reabastecer". Al no tener un reservorio genético al cual recurrir para fortalecer a una especie, sus posibilidades de sobrevivir en la Tierra disminuyen.
En el caso de las vacas, su crianza y conservación merecen igual atención que la de otros animales y es por eso también que estos rumiantes fueron elegidos como ─paradójicamente─ conejillos de Indias. Así, en cuanto a las vaquitas ¿qué especies deben salvarse?, ¿cuánto esfuerzo y energía debe invertirse?, ¿qué raza debe salvarse a la brevedad posible por encontrarse a un paso de la extinción? Algunos investigadores aplicaron la fórmula de Waitzman (denominada así debido al trabajo del economista de Harvard, Martin Waitzman) y un estudio económico para contestar estas interrogantes. Se trata en realidad de un análisis entre la viabilidad financiera y el éxito estimado de la preservación de la especie.
El objetivo finalmente es calcular qué especie da más plata y debe ser retenida en el planeta. Así de simple, para qué complicarnos más. No obstante, cuando una especie no está amenazada o si las posibilidades de salvarla son mínimas, se recomienda no invertir en ella para su conservación. Bajo estos preceptos, se determinó que la especie vacuna etiope borana debe ser incluida en el Arca de Noé de todas maneras, ya que con poca inversión monetaria, se tendrían altas posibilidades de salvarla de la extinción.
Salvar para comer
En la ecuación de Waitzman se incluyen factores como: ¿qué especie es única genéticamente hablando?, ¿qué valor tiene la especie en el mercado?, ¿cuáles serían las posibilidades de sobrevivir de la especie si se aplican planes para salvarla de la extinción?, ¿qué tan cara es su protección? En el caso de la vacas, no se puede calcular con claridad la preponderancia genética de cada una de las razas, ya que no existen mucho estudios al respecto, pero en el caso de estos bovinos africanos, en Etiopía existen las mayores posibilidades de que la especie sobreviva; porque allí se podrían cruzar con otras razas locales.
La vaca borana tiene varias subespecies que viven en Etiopía, Kenia y Somalia. Además, se ha determinado que la raza borana está más amenazada en Etiopia y que en Kenia se consiguen mejores precios por ella. Con todo esto, el resultado final es que se deben conservar como mínimo 1100 especímenes de dicha especie. Extrapolando el resultado (en base al estudio de las vacas), se calcula que para salvar a cualquier animal se necesitan como mínimo 1000 hembras y 20 machos. Es decir, con 1020 individuos de una especie, esta podría salvarse de la extinción.
No obstante, y regresando a las vaquitas, la diversidad genética debería ampliarse y se parte de que no todos los especímenes seleccionados estarían en un solo lugar, sino en 100 poblados distintos. Y este número coincide con el de los machos, lo que significa un toro por poblado. La ventaja del método Waitzman, según sus seguidores, es que no se necesitan tener todos los datos para aplicar su metodología y determinar qué especie tiene las mejores posibilidades de ser salvadas.
¿Y en un país megadiverso?
Qué terrible intentar definir que en un caso hipotético deberíamos salvar, digamos, a la mitad de nuestras aves endémicas. ¿Cuáles serían estas? Podríamos tal vez salvar a la Pava Aliblanca, al Zambullidor de Junín, al Colibrí Maravilloso y dejar que se extingan la Cortarrama Peruana, el Potoyunco y el Pitajo de Tumbes. O quizá debamos salvar a la Chinchilla y al Mono Coto de Tumbes y dejar que se extingan el Mono Choro de Cola Amarilla y la Taruca. ¿Cuánto vale nuestra diversidad biológica para poder saber qué especies conservar y a cuáles dejar que se extingan?
Por supuesto y felizmente estos escenarios son utópicos, pero quién nos dice que no se den en algún momento. Lo ideal, claro está, es que toda nuestra diversidad biológica sea preservada y que podamos disfrutar de ella, tanto nosotros como nuestros descendientes. Y no solo eso, debemos poder usarla sin que se extinga, pero, ¿es eso posible? ¿Qué nos sucedería si en unos años se extingue el Zambullidor de Junín? Nada. La gran mayoría ni se enterará o simplemente ni siquiera habrá conocido a esta ave.
Hace unos meses se anunció que en la Antártida se había construido una especie de cueva secreta en donde se almacenarían las principales semillas que salvarán a la humanidad de una hambruna ante cualquier fenómeno climático severo. Ya se sabe que el futuro no es muy promisorio para la diversidad biológica si no hacemos algo al respecto. Los biólogos desean salvar de la extinción a las especies amenazadas, pero ―lamentablemente― no se puede salvar a todas. La pregunta es también: ¿cómo hacerlo de la mejor manera?
Adicionalmente, determinar qué especies tienen prioridad le “rompe el coco” a muchos científicos. En el intento de avanzar en esta importante iniciativa, un equipo formado por especialistas de la Universidad Charles Darwin de Australia y de la Universidad de Bonn en Alemania han intentado hacer la lista de especies que debería seleccionar Noé en el caso de las vacas africanas. El resultado fue el siguiente: 1000 especímenes hembras y 100 machos de la especie vacuna borana procedente de Etiopía. El que los científicos hayan elegido a estos vacunos para este experimento tiene su explicación.
Y es que en ningún otro género animal se ha reportado la extinción de tantas razas. El 16% de todas las especies vacunas criadas en la historia han desaparecido, según se reporta en la revista científica "Ecological Economics". Asimismo, el 15% de las razas está amenazado y del 30% de ellas, su estado es incierto. La causa de esta situación no es una gran inundación, sino las reglas del mercado. Las razas que no producen mucho y no son rentables, simplemente desaparecen. Así de cruda es la realidad.
¿Qué perdemos?
La pérdida de una especie animal o vegetal no solo es dramática desde el punto de vista biológico, sino también desde el punto de vista económico tiene desventajas, dado que el pool genético se reduce. Es decir, las opciones de mejoramiento de la especie para crianza, resistencia a plagas y adaptaciones al cambio climático desaparecen. Así, si las especies que sobreviven se empiezan a extinguir, no hay de donde "reabastecer". Al no tener un reservorio genético al cual recurrir para fortalecer a una especie, sus posibilidades de sobrevivir en la Tierra disminuyen.
En el caso de las vacas, su crianza y conservación merecen igual atención que la de otros animales y es por eso también que estos rumiantes fueron elegidos como ─paradójicamente─ conejillos de Indias. Así, en cuanto a las vaquitas ¿qué especies deben salvarse?, ¿cuánto esfuerzo y energía debe invertirse?, ¿qué raza debe salvarse a la brevedad posible por encontrarse a un paso de la extinción? Algunos investigadores aplicaron la fórmula de Waitzman (denominada así debido al trabajo del economista de Harvard, Martin Waitzman) y un estudio económico para contestar estas interrogantes. Se trata en realidad de un análisis entre la viabilidad financiera y el éxito estimado de la preservación de la especie.
El objetivo finalmente es calcular qué especie da más plata y debe ser retenida en el planeta. Así de simple, para qué complicarnos más. No obstante, cuando una especie no está amenazada o si las posibilidades de salvarla son mínimas, se recomienda no invertir en ella para su conservación. Bajo estos preceptos, se determinó que la especie vacuna etiope borana debe ser incluida en el Arca de Noé de todas maneras, ya que con poca inversión monetaria, se tendrían altas posibilidades de salvarla de la extinción.
Salvar para comer
En la ecuación de Waitzman se incluyen factores como: ¿qué especie es única genéticamente hablando?, ¿qué valor tiene la especie en el mercado?, ¿cuáles serían las posibilidades de sobrevivir de la especie si se aplican planes para salvarla de la extinción?, ¿qué tan cara es su protección? En el caso de la vacas, no se puede calcular con claridad la preponderancia genética de cada una de las razas, ya que no existen mucho estudios al respecto, pero en el caso de estos bovinos africanos, en Etiopía existen las mayores posibilidades de que la especie sobreviva; porque allí se podrían cruzar con otras razas locales.
La vaca borana tiene varias subespecies que viven en Etiopía, Kenia y Somalia. Además, se ha determinado que la raza borana está más amenazada en Etiopia y que en Kenia se consiguen mejores precios por ella. Con todo esto, el resultado final es que se deben conservar como mínimo 1100 especímenes de dicha especie. Extrapolando el resultado (en base al estudio de las vacas), se calcula que para salvar a cualquier animal se necesitan como mínimo 1000 hembras y 20 machos. Es decir, con 1020 individuos de una especie, esta podría salvarse de la extinción.
No obstante, y regresando a las vaquitas, la diversidad genética debería ampliarse y se parte de que no todos los especímenes seleccionados estarían en un solo lugar, sino en 100 poblados distintos. Y este número coincide con el de los machos, lo que significa un toro por poblado. La ventaja del método Waitzman, según sus seguidores, es que no se necesitan tener todos los datos para aplicar su metodología y determinar qué especie tiene las mejores posibilidades de ser salvadas.
¿Y en un país megadiverso?
Qué terrible intentar definir que en un caso hipotético deberíamos salvar, digamos, a la mitad de nuestras aves endémicas. ¿Cuáles serían estas? Podríamos tal vez salvar a la Pava Aliblanca, al Zambullidor de Junín, al Colibrí Maravilloso y dejar que se extingan la Cortarrama Peruana, el Potoyunco y el Pitajo de Tumbes. O quizá debamos salvar a la Chinchilla y al Mono Coto de Tumbes y dejar que se extingan el Mono Choro de Cola Amarilla y la Taruca. ¿Cuánto vale nuestra diversidad biológica para poder saber qué especies conservar y a cuáles dejar que se extingan?
Por supuesto y felizmente estos escenarios son utópicos, pero quién nos dice que no se den en algún momento. Lo ideal, claro está, es que toda nuestra diversidad biológica sea preservada y que podamos disfrutar de ella, tanto nosotros como nuestros descendientes. Y no solo eso, debemos poder usarla sin que se extinga, pero, ¿es eso posible? ¿Qué nos sucedería si en unos años se extingue el Zambullidor de Junín? Nada. La gran mayoría ni se enterará o simplemente ni siquiera habrá conocido a esta ave.
¿O es que debemos salvar solo especies que nos sean económicamente rentables? Así por ejemplo, recurriendo al ejemplo de las aves, específicamente a las seis especies del género Incaspiza y que son endémicas del valle del Marañón, ¿cuáles son las más rentables o las que deberíamos salvar? Creo que nadie lo sabe. En un lugar tan reducido y vulnerable lo que podría pasar es que desaparezca todo el género. Nos espera un gran reto, pues justamente siendo nuestro un país tan fragmentado ─ecológicamente hablando─ y siendo esa la base de nuestra diversidad biológica, el reto es mayor.
Artículo publicado el 16 de agosto de 2009 en el Suplemento Semana del Diario El Tiempo de Piura.
Aqui falta algo más para hacer viable el experimento de las Vacas... la vaca (o cualquier especie) necesita alimentos y para poder salvarla vamos a tener que almacener suficiente stock de alimentos y semillas. Y este es sólo un factor, has plantas que solo son polinizadas po un insecto específico y que sólo se producen sobre ciertos sustratos.
ResponderEliminarEn el caso de las especies domésticas o domesticadas puede ser más sencillo, pero en el caso de especies silvestres, la complejidad puede llegar a niveles imposibles de calcular.
Una alternativa (bastante complicada en si) seria almacenar el material genético de suficientes individuos de las especies que quedan de manera que se pueda generar todo el espectro de un escosistema.
O tal vez,como en una novela de ciencia ficción, encargar el diseño de los "ecosistemas semilla" que permitirían la recontrucción de un planeta viable para la especie humana?
Tamaña discusión. Un amigo me sugirió hacer el ejercicio a la inversa, es decir, analiar qué animales no deberían estar en el arca. ¿Sugerencias?
ResponderEliminarJo... el resultado es el mismo, si decides dejar uno afuera es por que tienes su reemplazo. En teoría, si dejas un nich ecológico abierto, una especie se adaptará y lo cubrirá.
ResponderEliminarEl sitema va a cambiar y a modificarse hasta que se balancee solo... pero el estado final es dificil de predecir... en fin.
Me gustó mucho el tema que planteaste.
Finalmente, la energía no se destruye solo se transforma. El intercabio de energía puede variar, a través de la presencia o ausencia de algunos seres vivos, pero no desparecer. Qué bueno que el tam haya sido de interés.
ResponderEliminarSi la idea es de minimizar el numero de extinciones secundarias a causa de una extincion inicial de una especie, o incluso saber que especies llevar a Marte para reconstruir ecosystemas y comunidades naturales que minimamente pueden funcionar, entonces hay que estudiar las cadenas troficas (food webs), y alli es donde Google (quien mas pues?) podria servir aparentemente para identificar las especies claves, las cuales habra que conservar si o si (ver http://www.ploscompbiol.org/article/info:doi%2F10.1371%2Fjournal.pcbi.1000494)
ResponderEliminarVer último post. y sí estoy enterado de la propuesta de usar a google para identificar especies claves. De eso hablo también en el último artículo que he colgado.
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