domingo, 18 de octubre de 2009

GRACIAS ONETTI: ¡TE PASASTE MACHO!

Hace unos días terminé de leer el excelente libro de Mario Vargas Llosa “El viaje a la ficción. El Mundo de Juan Carlos Onetti”. Me siento bastante contento de haber descubierto a este gran autor uruguayo, al cual solo conocía por algunas referencias. Leyendo sobre él siento que su estilo de vida se me hace conocido. Onetti era huraño, disfrutaba de un aislamiento voluntario en su hogar leyendo novelas policíacas, bebiendo whisky y fumando. Me pasa por ahora algo similar, pues últimamente prefiero quedarme en mi casa, leer o ver cualquier sonsera en televisión, o en el mejor de los casos, escribiendo y leyendo. Además, huyo de la mayor cantidad de compromisos sociales. Cuando estoy solo disfruto de la soledad en demasía. Incluso he llegado al extremo de conversar en voz alta conmigo mismo. En esos momentos también me asaltan los más profundos pensamientos malignos y a veces hasta desquiciados que se basan entre otros en escenas obscenas, retorcidas y de desprecio hacia muchas situaciones y hechos cotidianos.

También aparecen en mi cerebro saltos violentos de tiempo, en donde se confunden momentos pasados con los actuales como si estuviesen todos en una continuidad perfecta, es decir, como si el tiempo que distancia los hechos unos de otros no existiese. No me da miedo comunicar esto, al contrario, siento que todo esto enriquece mis pensamientos y me mantiene alerta (aunque no lo parezca) de todo lo extraño que resulta convivir con seres humanos dada su imprevisibilidad. En los momentos de estar solo maquino cómo describir a la fauna tan sinvergüenza en la que nos hemos convertido los humanos.

Un escritor con las influencias de James Joyce, John Dos Passos y en gran medida del genio escritor estadounidense William Faulkner, más esa mezcla de ficción y cruda visión de la miseria humana, solo puede ser de mi admiración. Yo creo que el hombre es un ser miserable y que a veces la única manera de entender este mundo en decadencia es explorar el interior del humano para intentar encontrar su comportamiento irracional y combatirlo. Crear un mundo ficticio para escapar de este laberinto maldito que puede ser nuestra vida, me parece una opción interesante y válida para sobrevivir en un remolino de desgracias. A Faulkner le debemos el Macondo de Gabriel García Márquez, el Comala de Juan Rulfo y la ciudad ficticia de Santa María creada por Onetti.

Yoknapatawpha Country, esa ciudad ficticia creada por Faulkner y ubicada en algún lugar del sur profundo de los Estados Unidos, es el lugar perfecto para “insertar” personajes y escenas que narran la decadencia humana. Luego de haber leído hace ya varios años “El ruido y la furia” de Faulkner (y muchos otros libros de él) y ahora, después de haber descubierto a Onetti, siento que tengo la excusa perfecta para ir creando un lugar ficticio que me aleje de toda esta mierda. No es que me vaya a aislar del mundo. Al contrario, uno puede estar en medio de todo, pero lo importante es dónde está nuestra mente cocinando nuestros más oscuros secretos y deseos. Analizar una misma situación a través de diversas miradas y en un lugar inexistente me ofrecería la oportunidad perfecta para dejar que algunos de mis más oscuros pensamientos tomen vida y salgan a flote para bien o para mal. No todo es bello y lindo en este mundo. La situación terrícola es cada vez más preocupante.

Recién ahora puedo seguir leyendo, ya que esos “malos” pensamientos no me dejaban tranquilo y me conminaron a escribir estas líneas para continuar sumergiéndome en más páginas de calidad. Nada más reconfortante que leer un buen libro en estos días de vertiginosos minutos incontenibles. Dejar salir a nuestros demonios (y/o a nuestros ángeles) para entender lo que nos rodea, no es una mala idea. Claro, no estoy haciendo una apología a la maldad. Tampoco pretendo que todos nos convirtamos en monstruos. Pero sí creo que una pizca de ira, desconfianza, violencia, sangre fría y de “huevos” es necesaria para intentar cambiar algo. Por último, todo esto alimenta (aunque suene extraño) a fortalecer mi espíritu. Le agradezco a Onetti por mostrarme un mundo fascinante. Además, reitero mi admiración por Faulkner, ese gran escritor que me ha hecho ver toda esta aventura que es la vida de una manera distinta.

martes, 13 de octubre de 2009

LA CONSERVACIÓN DE LA DIVERSIDAD BIOLÓGICA Y LA PROTECCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE (1)

He estado (y sigo) pendiente de algunas discusiones sobre la terrible situación de la diversidad biológica en el planeta y las diversas propuestas que existen para intentar remediar esta situación. Encuentro posturas que sustentan salvar específicamente algunas especies, las cuales colisionan con otras, que pregonan que se debe salvar al ecosistema en sí que alberga tal o cual especie. Es decir, no nos debemos avocar a una especie sino a todo su hábitat. Personalmente concuerdo con esta última postura. Veamos otros elementos de juicio para tener más claro el panorama.

Y es que apostar por conservar todo un ecosistema implica dejar de utilizar ciertos espacios para la agricultura y la generación de fuentes de energía y minerales. Es obvio que un área natural protegida no puede convivir con estas actividades productivas, pero para muchos no lo es, y menos cuando el planeta sigue creciendo de manera descontrolada. Voy a utilizar el caso del tigre como referencia a lo que sucede con la diversidad biológica. Este felino que se distribuye desde Siberia hasta Indonesia "ha visto" cómo su territorio se ha reducido, entre 1995 y 2005, en un 40%. Además, algunas de sus subespecies ya se extinguieron. En India, se calculaba que la población del tigre era de 40 000 ejemplares. Hoy en día se estima que no pasan de 1500.

Es así como en mayo del 2008 se reunieron en Bonn (Alemania) más de dos mil científicos de todo el mundo en la novena Conferencia sobre el Convenio de la Diversidad Biológica (CDB) con el fin de establecer los mecanismos para salvar de la extinción a la fauna y flora del planeta. Los resultados de dicha reunión aún no son conocidos por el público de a pie. Esperemos que nuestro país haya sido dignamente representado y que los compatriotas que estuvieron en Alemania hayan traído propuestas aplicables a nuestra realidad.

Un tigre en depredación

Regresando al tigre, en el mundo deben existir entre 3500 y 5000 ejemplares de este gran felino según la WWF (World Wildlife Fund). Con esto, el tigre ya está en la lista de las especies al borde de la extinción. Las principales causas de su desaparición son su caza indiscriminada para obtener los huesos, piel y dientes, así como la disminución drástica de su hábitat. Y es que comparando las cifras con el año 2000 en donde se estimaba una población entre 5000 y 6000 tigres, la alarma suena imparable. El tigre de Sumatra ya está a punto de desaparecer. Asimismo, las subespecies: bengalí, indonesio y malayo están amenazadas. El tigre del sur de China, del cual hace diez años se calculaba que existían entre 20 y 30 individuos, ya debe estar extinto.

Pese a todo lo hecho (y no hecho) para salvar al tigre, el panorama es desolador. En especial, la creencia de las cualidades curativas y afrodisíacas de las partes del tigre hace crecer la demanda de estos bellos animales (¿no nos suena esto conocido?). Por otro lado, pese a que ya desde el año 1975 existe una prohibición internacional para el comercio de estos animales, para variar, esto no ha impedido su caza ilegal. El ser humano se cree un "monstruo" en conservación, pero en realidad es “un tigre” en depredación.

¿Floro monse?

A diferencia de otras reuniones, esta vez el punto central de la discusión en Bonn fue contemplar a la diversidad biológica como una sola, y ya no solamente casos aislados (como el tigre, el orangután y otras especies al borde de desaparecer del planeta). Es por eso que ante el actual encarecimiento de los alimentos y la búsqueda desesperada de fuentes de energía, así como ante la crisis financiera, ¿es más importante conservar al rinoceronte de Sumatra?, ¿acaso no se necesitan mayores superficies de tierra para la agricultura? El debate sigue pendiente.

Adicionalmente, existe la discusión por el tema de los transgénicos y la monoagricultura contra la diversidad biológica. Para algunos, los primeros pueden salvar al mundo de la hambruna, para otros, en la variedad de especies (y en la diversidad genética) está la salvación del planeta. El conflicto de intereses entre la protección de la flora y fauna y los apetitos comerciales es un tema que tiene para rato y que nos involucra directamente, pues somos un país megadiverso.

Ya en 1992, en Río de Janeiro, donde se firmó el primer CDB (durante la Cumbre de la Tierra), se reconoció que la extinción de especies trae consigo la pérdida de importante información genética. Así también, se determinó que la conservación del medio ambiente no sería exitosa si no se cubren las demandas básicas de las poblaciones directamente involucradas. A esto se le adiciona ahora la necesidad de proteger no solamente una especie, sino a todo su territorio. Si bien a partir de 1992 se acrecentó una ola de establecimiento de áreas naturales protegidas, la disminución de animales y plantas ha aumentado.

Si asumimos que existen cerca de 1,5 millones de especies de flora y fauna en el planeta y que gran parte de ellas no ha sido aún descrita por la ciencia, además de que se estima que cada día desaparecen aproximadamente 100 especies, y que finalmente casi 16 000 de ellas figuran ya en la Lista Roja de la IUCN (International Union for Conservation of Nature); algo estamos haciendo mal. La tercera parte de los anfibios, cada octava ave, cada cuarto mamífero y cerca de 100 000 plantas silvestres están amenazados. Tras 17 años del primer CDB se ha hecho poco.

Se habla permanente de conservar la diversidad biológica, sin embargo, con cada nueva carretera, pozo petrolero; con la expansión interminable de las ciudades y de sus zonas industriales; y con la colonización de nuevos terrenos agrícolas; se le mete una zancadilla a dicha intención. Conciliar los intereses ecológicos con los económicos es complicado.

Además, no solo existe una dependencia entre la protección de las especies con la del clima mundial, sino que también son consecuentes. Con el cambio climático la extinción de especies se acelera. Si bien existen biólogos que confían en que las especies se adaptan al calentamiento global como parte del proceso evolutivo, otros más escépticos, como los del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC en inglés) asumen que con un aumento de la temperatura mundial en 2,5 grados centígrados al final del siglo, cada tercera especie desaparecerá.

En el siguiente artículo veremos qué propuestas y soluciones se han planteado en la tribuna internacional para no perder la batalla contra la extinción de especies.

Artículo publicado el 12 de octubre de 2009 en la versión impresa de la Revista Viajeros:
http://www.viajerosperu.com/articulo.asp?cod_cat=1&cod_art=1509

sábado, 10 de octubre de 2009

MIXTURA

Unas punzadas dolorosas en el cuello te regresaron a la triste realidad. Creías sanamente que esa postura supliría los dolores y la apremiante electricidad en una de tus piernas. Un movimiento brusco intentó liberar un conejo de un sombrero de huesos y músculos entumecidos. Todo estaba oscuro. Distintos humores humanos se confundían serenos en el aire enrarecido conjugando una almizclada compañía.

Mientras digería un apetecible mamey en el caluroso norte esperaba que los grandes culminen su siesta para poder ir a la gran fiesta. Su abrupta digestión ocasionaba movimientos peristálticos innovadores en mi ya henchida panza. No deseaba ir a la fiesta. Subí abruptamente a una camioneta rodeado de calor y moscas. Estaba peinado y acicalado. La calle se convertía, conforme avanzábamos, en carretera. Las casas disminuían y se aplanaban, mientras las calles se ensanchaban hasta convertirse en una sola vía de ida y vuelta. Del mismo modo, los perros y los niños empezaban a multiplicarse, señal indudable de que nos alejábamos de la ciudad.

Aparecí sentado bajo el sol de la sierra en una plazita, algunos metros por encima del pintoresco pueblito. No entré a la iglesia, santuario o lo que fuese. Me parecía incoherente. Me estremecía un desgano hacia las reverencias y el teatro católico. Las viejas cucufatas me espantaron e hicieron más fácil que decida quedarme sentado disfrutando del sol. Observaba plácidamente el quehacer de ese día tan común pero tremendamente alborotado. Me sentía con un bienestar extraño, como si estuviera en un lugar muy tranquilo, lo cual era incongruente con la realidad pues el tumulto ensordecedor de sus alrededores mostraban todo lo contrario.

Llegamos a la fiesta. Un mar de gente con prendas apagadas parloteaban animadamente en la sala. Una mesa repleta de sanguchitos y gelatinas y una imponente radiola eran al parecer los anfitriones. Me alejé de todo el tumulto y me escabullí entre la masa para, dentro de ella, esconderme de las presentaciones y demás problemas de ser distinto. Mi madre presentaba orgullosa a todo el gentío a mi hermano. Yo buscaba desesperadamente la salida.

El santuario del señor de ese mismo sitio, se encontraba enclavado en los cerros colindantes. El ambiente era de fiesta y de suculentas fritangas. Algunas llamas, ignorantes de la situación, posaban con desaliñados y pintorescos turistas. Familias numerosas se tomaban las fotos del recuerdo con el fondo del bendito “santuario”. Abuelos de innumerables años, madrinas, sobrinas, compadres, niños y demás miembros eventuales sonreían animosos entre hojas de coca y “calientitos”. Los niños compraban emocionados las estampitas, las mismas que veía oscilando en todas las tiendas y autos de la zona. Todos toman para combatir el frío pero, no hace frío.

Estaba siendo testigo de esos momentos en los que el ser humano se comporta igual, esté donde esté. La hospitalidad puede variar en cuanto a la cantidad pero no en la forma. Los padres del “niñito” de la fiesta hacían esfuerzos sobrehumanos para desdoblarse y atender a todos los invitados, en especial a los foráneos, dentro de los cuales me incluía perfectamente. Las paredes hace poco pintadas y el piso lustrado con esmero confabulaban para lograr el mejor aspecto posible del cálido hogar que nos acogía. Mis preocupaciones eran otras. Me sentía preso en ese conglomerado de gente y bullicio. La música empezó con furia y desató el fervor y la alegría de los invitados. Las mamás orgullosas lanzaban a sus criaturas al ruedo para que luzcan sus destrezas y sean los posibles centros de atención o simplemente los mandaban a bailar para que no los sigan incomodando mientras disfrutaban de la hospitalidad de los anfitriones.

El sol me iluminaba el rostro y mi desazón desaparecía conforme avanzaba la mañana. Cada visitante salía más santo que el otro. El aire era por momentos puro y limpio hasta que el olor de parrillas y algunos excrementos de auquénidos irrumpían invisibles. Contemplaba con especial curiosidad a la gente del sitio. Todo era más lento y parsimonioso. Unos niños revoloteaban como palomas y hacían un escándalo poco digno del lugar. Una pareja de novios salió del recinto. Santo matrimonio. El calorcito en mi rostro me hace bien. Contemplaba cómo los cerros colindantes abrazaban al santuario. Tres niños corrían encima de ellos despreocupados de la triste realidad. Me dediqué a observarlos. Definitivamente es bien imprudente que estén allí saltando y jugando. Sentí la presencia de una muchachita triste que caminaba lentamente pero firme hacia el recinto santoral. Vestía humildemente. Era bella, rosadita, llenita. Unas nubes caprichosas pasaban fugazmente por el cielo azul impecable. Pensaba en una caverna misteriosa gobernada por el silencio.

Logre salir de la fiesta y me dirigí a la carretera buscando la puesta de sol. Un hombre se encontraba esperando alguna movilidad que lo llevara a casa. Una variedad de alforjas, morrales y bolsas lo convertían en una figura simpática bajo el rezago de calor norteño. Me acerqué a hacerle compañía y a buscar algunos momentos de salvación frente a la debacle de la fiesta. La música estridente no dejaba de alborotar el barrio, a los perros, al calor, a los churres, a todos, salvo al preocupadísimo hombre que aguardaba meditabundo.

El sol quemaba con más ahínco. Mi vista se concentró otra vez en los cerros y en los tres mocosos. Parecían cabras de monte revoloteando en busca de flores. Cerré los ojos dejando mi mente ocupada en la identificación de algunos olores andinos no registrados en mi cerebro. Un arco iris irrumpió en mi imaginación toda negra. Abrí los ojos y el sol me deslumbró trasladándome a un paralelo universal. Todo era bello y parsimonioso. Veía los cerros con los ojos cerrados y distinguía figuras humanas que se acercaban al santuario y lo contemplaban desde arriba. De pronto ante el intempestivo revoloteo de las figuras, dos de ellas se desplomaban del cerro. Abrí los ojos y vi que dos de los niños se encontraban en caída libre, atiné a gritar “stop”, los dos niños quedaron estáticos en el aire. La gente me miraba. Yo apuntaba al cerro tal cual como un conquistador español tras avizar tierra de indios.

La angustia llegó muy pronto. Decidí quedarme a esperar y a conversar con el señor. Los carros y camiones ignoraban el pedido de Leonidas, agricultor de 45 años y curtido por el sol. Oscurecía de un color naranja similar al horizonte de Nietzsche viendo volar al Super-Hombre. Leonidas casí no hablaba. Lo bombardeaba con numerosas preguntas, de las cuales solo obtenía gestos y muecas. La bulla continuaba y no comprendía como convivían la alegría y la desesperación tan juntas. Leonidas se lamentaba de su suerte. El calor es humano y despiadado. Se alejaba tranquilo, tal como había llegado.

Mantenía en mi mente el deseo de que permanezcan en el aire estáticos hasta que decidiera qué hacer. Sentía una estridente tranquilidad. La gente se me acercaba a raudales. La música del pueblo cesó. En segundos, la plaza se llenó de gente que me miraba con asombro. Lentamente bajé mi mano y los niños bajaron como copos de nieve hasta la plaza. Me sentía un pobre mortal con algún don. Empecé a reír. La gente no dejaba de admirarme y contemplarme. Algunos se persignaban y me acercaban rosarios para que los bendiga. Yo los rechazaba. Solo deseaba estar tranquilo.

Leonidas desapareció contento. La gente me tocaba boquiabierta y balbuceaba oraciones. Me dirigí a una pequeña tienda donde había una sola mesita. Pedí algo para tomar. Necesitaba un trago urgente. Un séquito de gente me miraba. Me senté observando detenidamente el sol. Vino el alcalde. No sabía cómo hablarme. Yo lo ignoraba olímpicamente. Los dos niños que “salvé” abrazaban a su madre y me pedían explicaciones con su mirada. Ella era un mar de lágrimas. Su vestimenta era simple. Me sentía muy bien. Leonidas ya debe estar en casa. El día empezaba a menguar. Los primeros beneficios del alcohol surgían efecto. Una señora me acercó un escapulario. Le dije que por favor sigan sus rumbos. Un surco parecía abrirse en el cielo rayado. Pensaba quedarme sentado disfrutando del poder. Dos compadres en completo estado de ebriedad daban saltos al compás de un moderno huayno. Abrazados cual pareja, bailaban apasionadamente. Me invitaban a que los siga a su fiesta. Uno tenía solo un par de dientes. Yo era santo, era otro, era distinto. No estaba para fiestas. Sentía un calor en todo el cuerpo. ¿O era el trago? Vi unas estampitas con mi foto en un fondo morado rodeado de flecos blancos. ¡Qué fea foto! ¡Salgo horrible, por Dios! Una señora me clavaba su mirada inquisidora. Hereje. La vida no da para más. Esperaba la noche para sufrir en silencio. Sentía rugir unas voces. Unos violines lastimeros frotaban mi alma. Mucha gente me seguía aún observando. Sin perder el tiempo, ya se habían instalado algunos con sus puestos de fritangas. Otros vendían mi estampita. No me quería levantar. Compré dos estampitas "de mí" y me las colgué en el cuello. Me fui a dormir completamente seguro que todo sucede así porque no puede suceder de otro modo distinto. ¿Y ahora?

martes, 29 de septiembre de 2009

CAMALEÓN

Ella entró al departamento meneándose suavemente sorteando la humedad limeña con sus hábiles y gatunas caderas. Él entró después. Ella se apoyó en la escalera, se sacó los zapatos y corrió hacía la cocina. Qué raro, pensó él. ¡No te duermas mi amor, siéntate un rato! Bueno, me tiré al sofá torpemente como siempre. Desde la cocina no llegaba sonido alguno, salvo, tras unos inútiles minutos, el relinche lejano y naciente del hervidor de agua acercándose a todo galope. Contemplando el techo la pensaba desnuda. Alguien me hablaba. Un sonido metálico distorsionaba mi nombre. Regresé a la sala. No gracias, no quiero. No me gusta el té. Lo sabes y me sigues preguntando, ay hija.

Buscaba desaparecer completamente como el señor de los perfumes Jean-Baptiste. Me sentía feliz de estar ahí simplemente sentado e inmóvil. La noche fue aniquilada con unos buenos tragos. Ella estaba un poco ebria. Yo no, ¡qué extraño! Lo que vendrá no es mi culpa, es culpa del universo maldito y de su arrogancia a ser inalcanzable e infinito.

Frente a mí, el teléfono en la mesita. Los últimos momentos de la noche antes de dormir con ella destellaban imágenes bizarras. El sabor final era amargo. La incertidumbre regresaba a pinceladas. El mar aparecía naranja. Bajo el agua era más silencioso que de costumbre. Se sentó a mi costado con su taza amarilla de M&M.

Si lees esto seguro reclamas. Tus pelos cubrían serenamente tu rostro bello e imbatible. Tus llamadas son cada vez más lejanas. ¿Podré acostumbrarme? Temo que cada día que pase, vilmente te olvide. Sus manos rodeaban la taza caliente de té. Sus pies tocaban ligeramente el piso. Su mirada estaba dirigida a la ventana de la terraza al lado izquierdo de nosotros. No dije nada. Ella se levantó y desapareció hasta el balcón. Su figura arremetía entre las sombras. El delirio de la noche reflejaba en el vidrio las últimas esperanzas de quedarme contigo.

Me quedé mirándola concentrado en otra cosa. Ya no puedo seguir esperando. Su figura esculpía la noche haciéndola más perfecta e insensible. Una noche más de pesadumbre.

Sentado en el jardín de la casa de playa, discutía con Madame Cassis sobre una fobia suya. No se inmutaba. Yo la atravesaba con mi mirada hambrienta. Su verbo florido y jovial me embriagaba de sapiencia.

- Así no puedo ir a Europa.
- Sí puedes. No puedes ir a Louvre, ni a Roma, pero si a Heidelberg, nunca vi una por ahí.
- Uno de esos tipos a caballo puede bajarse.
- ¿Para qué? ¿A llamar por teléfono?
- A atacarme.
- Pesan mucho, no son ágiles.

Madame tomaba muy animada un aperitivo de menta con hielo. Lucía fresca como la brisa del océano y dulce como la compota de guanábana. Su mirada lejana y triste denotaba melancolía. Yo me había quedado después de tanta hierba en Europa, exactamente en un mercado de Palermo, donde la gente gritaba despreocupada del Euro y del Tratado de Niza. Peces colorados y exóticas frutas se asomaban entre tanto griterío. Ella me apuntó con el dedo y me dijo sutilmente:

- Hay una especie de esponja marina gigante que habita en el mar polar y que, al parecer, es el más longevo de todos los organismos sobre la Tierra.
- Hija mía, despreocúpate de ellas, no hacen nada.
- No hay que subestimar lo inmóvil y lo antiguo.
- Sí pues. Este mar esta jodido como caca de murciélago.

Madame tomó un trago y despotricó contra el calor y las moscas. Yo estaba sumergido en el mar buscando esponjas y jabones. Todo era naranja, como yodo. No había ruido, solo alaridos de niños bañándose y meándose en el mar. Madame se paró y se sirvió otro trago. Sus caderas son voluptuosas, sus ojos verdes son salvajes, sus labios carnosos son como grapefruit.

- Tú estas en otro planeta.
- No, estoy en este pero en el mar buscando esponjas de mar.
- Relájate hijo mío. Por acá no hay.
- Tiene que haber alguna.
- Me encanta ver como copulan los animales.
- ......
- Debe ser bonito. Los animales no se inhiben.

Madame tarareaba una canción conocida, muy de moda. Lanzó una carcajada y me sirvió más Vodka. Su figura me tapaba el sol denotando esa simetría casi perfecta y felina de las mujeres, capaz de someter hasta al más desconfiado.

- ¿Nos metemos al mar?
- No, mejor no, estoy con los reflejos aturdidos, me ahogaría
- Vamos, veamos si es tan bueno como parece. Me dan ganas de meterme calata.
- ¿Estás loca? Hay muchos sapos y renacuajos como en los baños termales.

Estaba tomando café en Grecia (nunca fui, pero estaba ahí) o en Chivay. No recuerdo. Observaba, serenamente anonadado, a la preciosa mujer que nos atendía. Las horas no circulaban. Se detenían a mirarme, mientras conversaba plácidamente en la terraza con mesitas de mantel rojo. El nombre del local era rarísimo, en quechua o en griego. Su fachada amarilla, con dos ventanas simples pero exóticas, le daba un aspecto terrícola envidiable. La puerta estaba bajo una enredadera fantástica que brindaba la calma perfecta. Entre las dos ventanas colgaban una lámpara y un termómetro. No se escuchaba nada más que los ruidos de la cocina y algunos pajaritos.

Departía armoniosamente con Christine sobre Oskar Matzerath, el niño del tambor y sobre Canetti y los adorados puños de Benedikt Pfaff. Cuando me pasen la cuenta me daré cuenta de dónde estoy. Soles o euros, ya veremos. Christine pide un postre de nombre irrepetible, casi insultante, agresivo, pero de su boca sólo puede emanar dulzura, quizá era un trago o pidió la cuenta, ¿cómo será?

- ¿Cuánto tiempo tiene el tiempo encadenado a lo infinito?
- Supongo que todo depende desde donde lo mires o quizá, de donde estés.
- Para Oskar el tiempo es lo de menos.
- ¿Tú crees?
- ¿Acaso tuvo apuro en crecer? No. Él representa a Alemania, al estancarse en su crecimiento y después crecer.

La noche es el refugio de mi desesperación y de mi osadía. Ella fumaba en el balcón, tranquila como después de una gran tormenta. Me saqué los zapatos y sentí un miedo sin fundamento. Una cierta desdicha, aparecida de la nada, rondaba en el ambiente y se metía, sigilosa pero holgadamente, por la cocina. No importa ya ni la hora ni el día. Tu risa me atormenta y me nubla la mente de carabelas portuguesas. El único antídoto es tu boca o tu desaparición.

Madame miraba el mar cantando y tomando sorbos suculentos de su brebaje. Volteó a saber si todavía me hallaba ahí desbaratado como muy-muy en tierra. Su sonrisa me terminaba de embriagar y de anonadar. Siempre pensé en besarla. Ahora me arrepiento de no haberlo hecho. Madame bailaba lentamente con la sombra esculpida de su cuerpo. Parecía que se elevaba y que alzaba vuelo dejándome encandilado y absorto en un estuario de tulipanes naranjas y rodeado de alegóricos delfines rosados.

- Siéntate por favor que me pones nervioso.
- Vamos a ver MTV.
- Estoy viendo delfines, hipocampos y galeones.
- Ya no fumes.
- ¿Dónde empieza el mar Madame?
- Donde acaba la tierra y otro se pregunta lo mismo.
- No, yo creo que justo ahí, donde uno lo ve por primera vez. Luego no hay final.

Sentado en el café, desconocía de manera preocupante el trágico sentido de muchas cosas simples y de otras complicadas. Christine sonreía de la manera más perfecta. Su sonrisa era digna de ser clonada. Mi mirada la atravesaba, pero no se daba cuenta. Cómo puedo plantear una solución sin antes saber el problema. Antes que venga el final ya tengo la solución. Tú me entiendes. Me viste corriendo en el hielo. El café amargaba mi fe y encandilaba mi espíritu. Christine dejó entrever su aristocrática manera de cruzar las piernas y permitió que ejecute una libidinosa observación, casi descarada, de sus bellas y hermosas ancas.

- Me imagino los puños perfectamente romos, rosados y bellos de Benedikt.
- Ese individuo es un enfermo mental.
- Es bello y despreciable. Su mujer y su hija lo crearon. Le gusta la vida familiar. Es un buen tipo.
- Es un demente realmente atípico.
- Hay muchos como él. Debería estar orgulloso.

Sentado y con la mente feliz, distinguía una lucidez mental poco común. Los días son cada vez más cortos. Todo es más sublime y fácil. La abracé fuertemente con entusiasmo y dedicación. Tu risa me aplana. Mi desengaño se alarga. Mientras conversábamos, acariciaba tus manos como lo hice el primer día. En ese día cósmico, caminábamos de la mano en el frío desconocido y gélido de un paisaje azul. Nos detuvimos a contemplar un árbol que se perdía en la niebla del frío ascendente. Bajo el árbol te hice percibir el sonido de una lechuza pendiente de nosotros. No la veíamos pues se ocultaba como el hechizo reinante de tu hermosa presencia. La noche era silenciosa y serena. Jugueteábamos como dos niños dando vueltas sobre nuestro eje, contemplando el mundo pasar y llegar. Mi mente se retraía ante tu halo de luz como un dedo ante el fuego. Mi boca rozaba las paredes inimaginables de tu fortaleza, santo refugio de mi locura y pasión. Tu boca no sólo hablaba, también expedía una fragancia que empalada y vuelve mis deseos en rocío de madrugada primaveral.

Seguía insistiéndole a Madame que estábamos viviendo algo meramente intrascendente desde el punto de vista emocional. Ella no me prestaba atención o si lo hacía, lo ocultaba muy bien. Mi mirada ya no abarcaba un solo sentimiento, comprendía solo su rostro y su sonrisa de niña traviesa. Sus manos me conducen por un pasaje de rosas, lúcumas, chirimoyas y mariposas gigantes. No siento mis pies. Tu corazón late más rápido que el mío. No conozco situaciones más efímeras y apasionantes. Sientes mi corazón y yo no lo siento, dime que no es verdad Madame.

Pedí otro café, pues me hallaba ilusoriamente inspirado. Pudiera haber pedido un té, pero no me gusta, ¿ya lo sabes no? El miedo al pasar por el mismo sitio después de haberlo hecho una infinidad de veces te parece injustificado y en cierto modo lo es, pero no existe otra opción. La manera de gesticular de Christine se asemeja a la de una dama victoriana de ensueño. Su taza se confundía entre sus manos eternamente aterciopeladas. Sus labios no se cerraban del todo y dejaban sobresalir el boleto a la perdición.

Mientras permanecíamos en silencio, escuchábamos como se apagaba la noche, con sus repentinos ruidos cada vez más lejanos. No hablábamos, sin embargo, nos entendíamos telepáticamente. El silencio era en mi mente un ruido ensordecedor, ya que mi corazón latía intempestivamente. Me aferré tiernamente y con miedo a la única mujer que me rodea y tengo. Se me escarapeló el cuerpo. Ella se dirigió otra vez a la cocina, galopando entre nubes moradas. Yo decidí irme a dormir, no sin antes seguir pensando en lo que vendrá. Solamente quedaba la alegría inmediata, la que vendrá mañana sin previo aviso.

El atardecer se aproximaba y Madame seguía bailando y parloteando con mucha ecuanimidad. Mi cerebro descansaba parsimonioso dentro de un vivero gigante del Pleistoceno. Madame dio un sorbo violento a su bebida y me apuró con la mía. Yo atinaba sólo a reflejos aislados y lentos, distantes unos de otros en periodos cada vez más prolongados. Madame se abalanzó sobre mí, cayendo los dos sobre el césped húmedo. Su aliento dulce y con sabor a menta, me cegó. Sus piernas duras y firmes me presionaban. Su respiración candente me quemaba el cuello mientras contemplaba el cielo con los ojos desorbitados.

- Ahora o nunca querido.
- .....
- Te lo advertí.
- ¿Cuándo?
- No jodas, no preguntes estupideces.

martes, 22 de septiembre de 2009

AVES DE BABILONIA. OBSERVANDO AVES ENTRE BALAS Y BOMBAS

Dedicarse a observar aves en Irak puede ser una actividad bastante riesgosa y complicada. La situación política del país asiático es tremendamente inestable y violenta, por lo que sobrevivir en aquellos territorios convulsionados que fueron testigos de la grandeza histórica de los tiempos de Alejandro Magno, es una tarea titánica. Sin embargo, para un soldado estadounidense afincado en ese maltratado rincón del planeta, el día a día se hace más llevadero observando aves y escribiendo un blog sobre sus experiencias. Jonathan Trouer-Trend no es cualquier soldado, pues antes de enrolarse en las fuerzas militares estudió biología y ya desde chico observaba aves. Es así como nació este largo enamoramiento, el cual, pese a muchas dificultades, aún sobrevive.

Una vez instalado en Irak, Trouer-Trend decidió seguir disfrutando de su hobby. Entre ruinas históricas, como un anfiteatro donde el gran Alejandro Magno fue partícipe de algunos actos de su época, el amanecer le depara al soldado algunas vistas maravillosas de seres alados que, despreocupados de las locuras del hombre, siguen su ciclo natural. El amanecer es uno de los mejores momentos para el avistamiento de sus preferidas y entre sigilosas excursiones, nacen en sus pensamientos algunas ideas que harán especial esta gran relación entre él y las aves.

En medio de la sangrienta guerra de Irak, Trouer-Trend, a sus 36 años, decidió compenetrarse mejor con los pobladores iraquíes indagando a través de ellos, los mejores lugares para observar aves. Así, buscó un acercamiento con la gente con el afán de sobrellevar mejor esta situación y de poder seguir disfrutando de la naturaleza. En el campamento Anaconda, ubicado al norte de Bagdad, viven en los alrededores más de 20 000 ciudadanos. En dicho lugar, el soldado destacado en una unidad de sanidad, aprovechaba cada minuto libre para dedicarse a observar aves y muchas veces lo hacía teniendo como guías a los pobladores de la zona.

Diarios de Irak

Trouer-Trend publicó en el 2006 un libro titulado: “Birding Babylon: Diario de un soldado en Irak” en donde plasmó todos las notas ornitológicas hechas en Irak desde que fue destacado en febrero de 2004 hasta marzo de 2005. Y justamente al iniciar su servicio en Irak, empezó a publicar en su blog Birding Babylon (http://birdingbabylon.blogspot.com/) todas sus experiencias. Actualmente, el blog sigue reuniendo sus observaciones (vale la pena echarle un vistazo). Al principio las notas que aparecían en el blog eran anónimas y no indicaban lugares ni fechas debido a que temía que pudiesen ser censuradas por un tema de seguridad y que sus superiores se enteren de su afición.

Luego de varios años desde que dejó Irak, muchos lugares han sido descritos en el libro, entre ellos Camp Anaconda, Camp Liberty, Camp Victory y Camp Slayer. En ellos, el soldado encontró los mejores lugares y momentos para “pajarear”, burlando en algunas oportunidades los drásticos horarios militares. Un soldado mirando el horizonte con binoculares no llama mucho la atención, por lo que todo esto jugó a su favor.

En tiempo de guerra

Aunque suene extraño, la guerra permite tener bastante tiempo libre cuando no se está con la tensión y el miedo encima debido a un posible ataque o a la obligación de iniciar alguna incursión con un final imprevisible. Mientras los soldados permanecen varios días en bosques, desiertos, valles o en cualquier lugar alejado, no hay mucho que hacer, salvo para aquellos que tienen una fascinación por la naturaleza. Un ejemplo es el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss (1908), fundador de la antropología estructural y gran pensador moderno. En 1939, mientras cumplía con su servicio militar apostado en un campo escondido esperando algún ataque enemigo para repelerlo, Lévi-Strauss, tendido muchas horas sobre la vegetación, empezó a estudiar la forma de las flores.

Tras largas contemplaciones de la naturaleza se percató de la fina y ordenada composición de esas formas naturales que no eran productos de la casualidad, sino estructuras perfectas construidas por la naturaleza. De manera similar, en “Birding Babylon” se registran esos momentos de contemplación entre la tensión y el aburrimiento que llevan al hombre a observar con más destreza lo que le rodea. Tal vez, buscando la perfección para escapar del miedo, hallamos en la naturaleza el cobijo perfecto.

Observaciones desde el frente de batalla

Ya en la Segunda Guerra Mundial, el zoólogo alemán Heinrich Dathe (antiguo Director del Zoológico de Berlín del Este), quien fuera destacado a Verona, en Italia, aprovechaba cada minuto libre para observar la naturaleza. En los atardeceres, Dathe observaba con detenimiento cómo los cernícalos cazaban murciélagos. Las observaciones hechas fueron posteriormente publicadas y denotan una gran precisión, convirtiéndose en los primeros estudios científicos sobre las cacerías de estos mamíferos por halcones. No obstante, detrás de las observaciones aparecen las terribles sombras de la guerra, las cuales no pudieron ensombrecer del todo el contacto entre el hombre y la naturaleza.

Trouer-Trend llevó un registro muy completo de sus observaciones. Desde el clima hasta las coordenadas geográficas, toda esa información queda descrita en su blog y en el libro y denota un gran trabajo. Con esto, se nos ofrece un gran ejemplo de dedicación y profesionalismo que podemos tomar en cuenta. Las escenas bélicas aparecen como fondo en sus descripciones. Así, se reportan los sonidos de helicópteros o de tanques que irrumpen en los lugares de observación sin desaprovechar la ocasión para describir un lugar que se desangra por el accionar humano y en donde viven diversas especies que no entienden lo que sucede.

Un pasaje interesante en la obra del soldado ornitólogo es aquella cuando describe la incursión a un antiguo palacio construido por Sadam Hussein con vista a las ruinas de Babilonia. Su atención no se centra en el lugar sino en los murciélagos que revolotean al atardecer y en la llegada de algunas aves nocturnas. En este escenario se aprecia cómo la naturaleza sigue su destino y cómo el hombre es una ínfima parte en el universo. Entender los pequeños detalles de la vida en las situaciones más adversas, nos enseña contundentemente a valorar la vida.

En uno de los últimos post de su blog (abril de 2009), Trouer-Trend anuncia que regresará a Babilonia por un año. ¡Qué locura! Dentro de sus planes está el ayudar a los iraquíes con el estudio de su diversidad biológica. Este es el ejemplo perfecto de un verdadero aficionado que está dedicado a su afición. Ojalá hubiesen muchos más como él en el planeta y en especial en nuestro país. Sin embargo, debo decir que en el Perú, el número de peruanos ornitólogos, mastozoólogos (los que estudian a los mamíferos), herpetólogos (los que estudian a los anfibios y reptiles), entomólogos (los que estudian a los insectos), botánicos y otros especialistas está creciendo poco a poco. Aún tenemos un gran desafío por delante que se puede simplificar en saber qué tenemos y dónde está. Adicionalmente, debemos también conocer qué se puede hacer con nuestra diversidad biológica. No esperemos que sean otros los que nos lo dicten. Nosotros mismos debemos saber qué hacer.

No propongo un discurso nacionalista, sino simplemente que se apoye a la investigación científica y que pasemos rápidamente a la acción, es decir, a conservar lo que se debe conservar y a manejar responsablemente lo que puede ser utilizado con racionalidad. Esperar más años, puede ser ya demasiado tarde.
Artículo publicado el 22 de setiembre en la versión online de la Revista Viajeros:
La foto la he obtenido del blog Birding Babilonia

domingo, 13 de septiembre de 2009

ESTIMADO AMIGO RATERO:

Debo decirte sin medias tintas que me cagaste. La hiciste linda hijo de la granputa. Te llevaste mi mochila, la cual era para mí muy preciada. Si supieses todo lo que tuve que pasar para comprarla, seguro que igual te la hubieses llevado cabrón. Debo reconocer también que te la hice fácil, pues como nunca, no estuve atento a mis cosas y te la puse en bandeja. Te has llevado, además de mi mochila, un short, medias y canilleras nuevas. 

Cabrón de mierda a ver si te dedicas a hacer deporte en vez de chorerar, vago de mierda. También te levantaste el chocolate bitter y los snacks de sacha inchi que compré en una feria de alimentos. Ojalá que te caigan mal recabrón y que te indigestes. Y claro, te llevaste mi lonchera con mi Tapper cochino oliendo a pescado pues como me cagaste un viernes, debes saber que desde la semana santa del 2007, todos los viernes no como carne animal, salvo que sea de pescado, pero esa historia a ti no te debe interesar mal nacido. Concha tu madre, aunque sea lava el Tapper. 

La próxima vez te dejaré alguna frutita o algo más para que comas, ¿está bien? Te choreaste también las cosas de mi enamorada. Malparido. Claro, esto pudo ser peor, es decir, dentro de todo felizmente no hubo violencia física ni agresión alguna. Aunque en la próxima mochila que cargue, tendré una inyección de morfina porque si te agarro hijo de puta te voy a reventar a golpes y vas a necesitar esa droga para el dolor.

¿Qué vas a hacer con mis cosas? Seguro que las venderás por un precio irrisorio para ir a juerguearte o para comprarte un pacaso y destruirte el poco cerebro que tienes. Está bien, eres totalmente prescindible. Aunque sea usa esa plata para algo productivo, cómprate un libro, anda al teatro, paga la universidad o lo que mierda sea, pero que te sirva de algo pues imbecil. Ojala estés haciendo algo productivo y ojala te dé el cerebro. Pero claro, ya no debería importarme, pero sí me importa pues idiota. Te doblaste con todo lo que te has llevado. Debo reconocerlo. Lo que más bronca me da es que yo haya caído como una mansa paloma. 

No sé, tal vez hubiese preferido que me arranchases la mochila y que hubiésemos forcejeado o que por lo menos nos hubiésemos agarrado a golpes. Quisiera haber podido defender mis cosas, pero no se dio así. Sé que hay peores cosas en la vida y robos mucho más bravos, por lo que en parte debo estar agradecido. 

Pero bueno, ya reflexionaré al respecto. Justamente, en estos últimos días pensaba que yo había tenido suerte en este infierno, pues hace años que no me robaban, pero bueno, perdí y tú ganaste. Así es este mundo miserable y tenemos la mala suerte de vivir en esta ciudad que sabe ser horripilante. Para acabar, lo repito, me jodiste feo. Bienaventurado seas concha tu madre. Choro maldito.

martes, 8 de septiembre de 2009

¡ESTO ESTÁ QUE QUEMA!: LOS OCEANOS SE CALIENTAN Y LA PESCA ILEGAL AUMENTA

Gracias a que se vienen registrando las temperaturas marinas en el planeta desde 1880, los científicos del National Climatic Data Center de Estados Unidos pueden afirmar con contundencia que los valores analizados a nivel mundial indican un claro aumento de la temperatura del agua en los mares terrícolas. Con un promedio de 17 °C, se ha superado largamente la marca establecida hace más de 10 años. La gran preocupación es que todo parece indicar que dicho valor seguirá aumentando.

Basta que este promedio esté en 0,59 °C por encima del valor normal para que los científicos se alarmen. En junio de este año se marcó el primer récord en el aumento de la temperatura promedio y en julio y agosto dicha tendencia continuó, lo que significa que los valores podrían ir en aumento. El valor más alto que se había registrado a la fecha se obtuvo en julio de 1998 cuando se presentó el Evento de El Niño en el Océano Pacífico.

La situación actual también tendría una cierta explicación por los indicios de dicho evento climático, no obstante, existen otros factores que inciden en el aumento de la temperatura de las aguas marinas. El causante principal de esto es el calentamiento global del planeta, producto de algunas actividades humanas. Las temperaturas altas ingresan en los océanos y generan estos cambios que traen consigo consecuencias negativas para el medio ambiente y el hombre.

Más huracanes

Las consecuencias del aumento de la temperatura del agua marina son varias. Así por ejemplo, los corales empiezan a degradarse y a morir. Esto trae consigo la muerte de varias especies biológicas asociadas a ellos, tales como peces, que son el sustento alimenticio de millones de habitantes del planeta. Otra consecuencia es el derretimiento de los glaciares antárticos y de las superficies de mar congeladas en los polos. Justamente al respecto, se ha reportado que en julio de este año, la superficie de hielo en los mares polares es de 8,8 millones de kilómetros cuadrados, la cual es la superficie más reducida que se conoce desde que se iniciaron los registros.

Además, las corrientes marinas de agua caliente son las causantes de la desaparición de glaciares en Groenlandia. Fotos satelitales demuestran que en el denominado “continente verde” la situación es preocupante. Pero sin irnos más lejos, en el Perú, visitar el Pastoruri es deprimente si se comparan fotos de ahora con las de hace no más de cinco o diez años.

Otra amenaza que se cierne sobre la humanidad es el aumento del número de huracanes y de la fuerza con la que se presenten.

Preocupa además el hecho de que las aguas marinas, una vez que aumentan su temperatura, se demoran mucho en enfriarse debido al calor específico que poseen. Científicos aseguran que lo acumulado en los océanos permanece años, incluso décadas. Esto significa que el aumento de la temperatura no decrecerá fácilmente y menos si el calentamiento global sigue imparable.

Asimismo, la comunidad científica asegura que El Niño podrá irse haciendo cada vez más notorio en los siguientes meses, lo que implica un incremento de la temperatura de las aguas marinas. Con esto, se presume que cada vez los fenómenos naturales irán aumentando en fuerza. Es decir, serán más devastadores. Urge tomar medidas preventivas en los lugares de país que, bien sabemos, siempre son los más afectados y vulnerables. No permitamos que nuestra inacción ocasione muertes y pérdidas que pueden evitarse.

Y hablando de mares…

Continuando con el tema marino, la depredación de los océanos ha aumentado dramáticamente en los últimos años, lo que ha obligado a que algunos países tomen de una vez cartas en el asunto para combatir la pesca ilegal. Hace unos días, se reunieron en Roma los representantes de 91 naciones para buscar salidas que detengan la desaparición de la fauna marina. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO), más del 80% de la población total estimada de peces sufre la sobrepesca y está casi al borde la extinción.

El acuerdo firmado especifica, entre otros, que los barcos pesqueros ilegales no podrán anclar en los países firmantes. Así también, la carga de peces obtenida en contra de la ley y los tratados internacionales no podrá ser vendida en dichos países. Este convenio es el primero de su género y obliga a los barcos pesqueros extranjeros a solicitar primero la autorización correspondiente al país firmante para salir a pescar. De esta manera, se podrá controlar las cantidades y especies que se extraerían del mar. Se espera tener un control mucho más estricto y severo pues la situación es alarmante.

Entre los países suscriptores de este convenio están todos los de la Unión Europea, Japón, Brasil, Rusia y los Estados Unidos. El documento será revisado por la FAO en los siguientes meses y expuesto en noviembre en la conferencia mundial de esta organización para ser aceptado oficialmente. Luego, deberá ser ratificado por mínimo 25 países para que sea aprobado y entre en vigencia. Ojalá nuestro querido país firme en algún momento ese convenio y lo haga cumplir.

Google y la diversidad biológica

Como ya lo he escrito repetidas veces, la desaparición de especies en el planeta avanza a pasos agigantados. No entraré en detalles de cifras ni en las causas que originan dicha situación, sin embargo, para entender un poco mejor lo que viene sucediendo, explicaré parte de los resultados de una investigación reciente hecha por científicos estadounidenses. En ella se explica que la desaparición de una especie implica también que otras especies puedan sucumbir.

Generalmente se asocia la pérdida de la diversidad biológica con determinadas especies, lo cual, para Alessandro Allesina, de la Universidad de California, debe cambiar. Según el científico, se debe identificar qué tanto dependen las especies biológicas unas de las otras. Allesina junto a Mercedes Pascual, de la Universidad de Michigan, han desarrollado una aplicación que permite estimar las consecuencias de la desaparición de especies en el planeta. Para ello, ambos investigadores presentaron en la revista especializada “PLoS Computational Biology” un modelo basado en los algoritmos que utiliza el conocido buscador Google.

El algoritmo Page Rank le otorga a cada página web un valor que mide su significado y que se determina en base a cuántas otras páginas la mencionan. A más sitios, más valor. Adicionalmente, si un portal web importante y muy visitado la menciona, el valor aumenta considerablemente. Dicho concepto es aplicado por Allesina y Pascal para las especies. Para tal fin, partieron del cuestionamiento de cómo puede colapsar rápidamente un ecosistema ante la desaparición de una especie y se concentraron en el tema del acceso a los alimentos. Así, con el algoritmo de Google se determinó qué especies son las más importantes para mantener una cadena alimenticia.

El algoritmo fue probado en doce cadenas alimenticias que siempre son utilizadas como referencias. En cada una de ellas existen entre 25 y 124 especies claves (animales y vegetales) que si desaparecen harían colapsar todo un ecosistema. Para emplear el algoritmo en la naturaleza, los científicos debieron utilizar un pequeño “truco”. Crearon una especie biológica virtual para poder incluirla en la cadena alimenticia y cerrar el ciclo sin problemas. Esta “nueva” especie tenía la función de producir nutrientes para plantas en base a individuos muertos. De esta manera, el ciclo podía empezar desde el inicio, mientras todas las especies aún existían. Es decir, la especie concebida se encontraba siempre presente y servía para medir los impactos en sus “compañeros” en la cadena alimenticia ante diversas pérdidas.

La próxima vez que se bañen en el mar, coman pescado y “googleen” piensen en lo que estamos haciendo con el medio ambiente.
Artículo publicado el 07 de setiembre en la versión online de la Revista Viajeros:

BIENVENIDOS AL NUEVO MORDOR: ¡EL PERÚ! (XIII)

  Hace unos meses, tras un golpe de lucidez y un destello de valor, decidí abrir dos redes sociales para lanzar mensajes sobre diversos tema...