domingo, 5 de febrero de 2012

21 GRAMOS

La ultima producción del director mejicano Alejandro Gonzáles Iñárritu nos muestra como la vida se puede decidir en segundos. Iñárritu nos presenta tres historias paralelas, las cuales no parecen tener nada en común, sin embargo, estas se entrecruzan y desembocan en un accidente automovilístico. La estructura del film y sus logrados personajes nos demuestran lo difícil que resulta vivir o morir con la dura verdad de percibir la muerte como un cambio, como la destrucción pero también como un nuevo empezar y como esperanza de paz.

Una de las primeras escenas del film presenta a un hombre y a una mujer en una cama, el fumando y ella durmiendo. Es fácil de intuir que los dos han tenido sexo. El temeroso silencio y la tranquilidad reinante en tal ambiente nos oculta el verdadero telón de fondo cruel y violento que se esconde tras ese cuadro sugestivo. El color rojo del infierno oculto tras esa aparente calma, es el color del sufrimiento y de la desesperación. Las tomas nos van acercando a los rostros compungidos y desgastados, los cuales reflejan el caos interno que vive y experimenta cada uno de los personajes.

Una tendencia recurrente en los dramas modernos consiste en iniciar el film con la escena clave y crucial. Al igual que en “Amores Perros”, Iñárritu parte de un accidente automovilístico, en el cual la suerte de cada uno de los personajes se entrecruza y toma diferentes rumbos para rozarse e interceptarse según las riendas del destino inesperado. Iñárritu nos muestra consecuentemente cómo una historia tan verdadera y trágica a la vez, no sigue ningún patrón determinado y no presenta ningún ritmo plausible al cual ceñirse. En “21 gramos” contemplamos escenas repetidas desde distintas perspectivas, las mismas que pueden ser registradas en una secuencia “salpicada” de acontecimientos que se vuelve más clara con el tiempo. Del mismo modo, podemos apreciar escenas con distinta resolución del material fílmico; escenas en “grano grueso” muestran la desesperación y el desorden interior, mientras que las tomas con un “grano fino” muestran el bienestar pasajero de los personajes.

Paul (Sean Penn) es un profesor de College con el corazón enfermo y a la espera de un donante. Paul vive con su mujer (Charlotte Gainsbourg), la cual desea a toda costa un hijo suyo. Naomi Watts es una cocainómana rehabilitada y madre de familia y pierde a los suyos de una manera trágica. Finalmente, Benicio del Toro es un creyente a cabalidad tras una carrera como delincuente y alcohólico, el cual encuentra la salvación en la palabra del Señor convirtiéndose en un predicador implacable. Estos tres personajes conviven con la pesadumbre de mantenerse a flote en un verdadero mar de lágrimas que amenaza con devorarlos sin la menor clemencia. No parecen tener nada en común, sin embargo, aparecen juntos en las primeras escenas en un motel ensangrentado y en una alocada carrera al hospital, unidos por el ineludible destino.

“Dios no lanza los dados” afirma el profesor de matemáticas Paul. Con esta frase queda claro que la muerte puede venir en cualquier momento, le temas o no le temas, y es en ese preciso momento en el que el cuerpo humano pierde 21 gramos, de ahí el titulo. Iñárritu ha logrado una muy buena película, altamente recomendable. La actuación es de primer nivel debido a la credibilidad que le dan los actores y a la identificación total con sus papeles. Cada situación es perfectamente verosímil y transmite la verdadera situación de pesadumbre y desesperanza de cada uno. Para muchos puede resultar un film depresivo sobre la vida y la muerte, no obstante, debido al tratamiento fiel de las escenas con la cruda realidad, vale la pena verlo e intentar esgrimir distintas reflexiones, tales como si una creencia tan fuerte puede derivar en fanatismo, o si la vida humana tiene algún sentido cósmico.

Marzo 2004

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