Las escenas que nos vienen a la mente de África están quizás pobladas de elefantes, cebras, leones y demás fieras en la amplia pradera africana. Imaginarnos a una familia alemana de origen judío en Kenia escapando del terror nazi en la Alemania de 1938, previa a la Segunda Guerra Mundial, es un poco difícil e inusual. La productora alemana Caroline Link nos ofrece la filmación del libro de Stefanie Zweig del mismo nombre (Nirgendwo In Afrika, En un lugar de África), el cual relata de manera cronológica, las peripecias, dificultades y facetas de un padre, madre e hija en el corazón de África.
Esta película ofrece una muy buena fotografía y la buena actuación de los personajes, en especial de la niña y del cocinero oriundo. Nos ubicamos en enero de 1938 en Alemania, en donde Jettel Redlich (Juliane Köhler), de origen judío, vive con su hija de cinco años Regina (Lea Kurka, después con doce años representada por Caroline Eckertz). Su esposo, el abogado Walter (Merab Ninidze) también de origen judío y por eso sin trabajo en la Alemania nazista, escapa a África vaticinando la debacle que se cierne ante el pueblo alemán.
Walter se instala en Kenia y trabaja para un inglés como ganadero. Desde África le sugiere a su mujer que abandone Alemania y que se vaya con él. Jettel y su hija emprenden el viaje al continente africano. Una vez que la familia se reúne en África deberá afrontar un cambio brusco de costumbres. El cocinero de la familia Owuor (Sidede Onyulo) se convertirá en un punto de referencia para la familia, en especial para Regina y servirá como nexo con el continente y sus costumbres.
El inicio de la guerra involucrará, pese a la distancia, pronto a la familia de distintas maneras. Por un lado, la incertidumbre de saber el porvenir de los familiares en su tierra natal, crea las primeras chispas en la relación. Por otro lado, la familia es llevada por el gobierno colonial de los británicos a un refugio especial, por ser alemanes, pese a que nadie apoya la política nazi y la guerra.
Esta entrega de la alemana Link resulta muy buena y no tiene nada que envidiarle a las producciones de Hollywood. Muy al contrario, este film plasma de manera grandiosa una historia tan real y humana. Link centra el desarrollo del film en las tres figuras principales. Las grandes luchas y debacles ocurren fuera de la pantalla y conlleva a concentrarnos en las luchas internas de la familia Redlich. Una de las trabas que la película supera exitosamente es lograr una ilación narrativa que pueda ser contada no como un anuncio turístico del continente (pese a la buena fotografía), sino como una historia real en un lugar exuberante. Los personajes no se convierten en entes aislados en una geografía extraña para ellos, sino, se integran de manera eficaz y armoniosa. La lección que aprende la familia de su experiencia africana se convierte en el reconocimiento de las mejores cualidades de dos civilizaciones distintas pero con un elemento común: la sobrevivencia, sorteando distintos cambios de rumbo y modos distintos de ver la realidad.
Los personajes deben superar las malas noticias procedentes de su tierra natal e interiorizar una vida más real ajena a los pormenores de la guerra. Un aspecto rescatable de esta historia radica en el cambio de percepción de Jettel. A su llegada registramos una arrogancia hacía los habitantes del continente, la cual desaparece con el tiempo a través de un mecanismo de integración social con los judíos exiliados procedentes de otras naciones (como Suiza).
Este film es recomendable por tratarse de una historia que no ahonda en un tratamiento psicológico de dos sociedades distintas y en la confrontación entre ellas, haciéndola demasiado profunda y pesada. Es un relato magistral que nos deja también un mensaje muy interesante. El hombre es un ser que se adapta a un sinfín de situaciones, rescatando lo mejor de ellas para asegurar su supervivencia pese a las adversidades y trabas culturales.
Esta facultad es socavada muchas veces por intereses particulares y con móviles destinados a mantener en la ignorancia y en la marginación a muchos. La última escena del filme contiene un pequeño dialogo sencillo pero profundo, en donde Jettel contempla a los vendedores ambulantes que merodean el tren. Ella le dice a la vendedora que no tiene dinero para comprarle una banana, pero que le apetecería bastante comer una, la mujer le responde entonces; si tienes hambre y deseas una, hay que darte la banana y se la da sin dudarlo un segundo. ¿Así de simple no debería ser siempre?
Agosto 2004
Esta película ofrece una muy buena fotografía y la buena actuación de los personajes, en especial de la niña y del cocinero oriundo. Nos ubicamos en enero de 1938 en Alemania, en donde Jettel Redlich (Juliane Köhler), de origen judío, vive con su hija de cinco años Regina (Lea Kurka, después con doce años representada por Caroline Eckertz). Su esposo, el abogado Walter (Merab Ninidze) también de origen judío y por eso sin trabajo en la Alemania nazista, escapa a África vaticinando la debacle que se cierne ante el pueblo alemán.
Walter se instala en Kenia y trabaja para un inglés como ganadero. Desde África le sugiere a su mujer que abandone Alemania y que se vaya con él. Jettel y su hija emprenden el viaje al continente africano. Una vez que la familia se reúne en África deberá afrontar un cambio brusco de costumbres. El cocinero de la familia Owuor (Sidede Onyulo) se convertirá en un punto de referencia para la familia, en especial para Regina y servirá como nexo con el continente y sus costumbres.
El inicio de la guerra involucrará, pese a la distancia, pronto a la familia de distintas maneras. Por un lado, la incertidumbre de saber el porvenir de los familiares en su tierra natal, crea las primeras chispas en la relación. Por otro lado, la familia es llevada por el gobierno colonial de los británicos a un refugio especial, por ser alemanes, pese a que nadie apoya la política nazi y la guerra.
Esta entrega de la alemana Link resulta muy buena y no tiene nada que envidiarle a las producciones de Hollywood. Muy al contrario, este film plasma de manera grandiosa una historia tan real y humana. Link centra el desarrollo del film en las tres figuras principales. Las grandes luchas y debacles ocurren fuera de la pantalla y conlleva a concentrarnos en las luchas internas de la familia Redlich. Una de las trabas que la película supera exitosamente es lograr una ilación narrativa que pueda ser contada no como un anuncio turístico del continente (pese a la buena fotografía), sino como una historia real en un lugar exuberante. Los personajes no se convierten en entes aislados en una geografía extraña para ellos, sino, se integran de manera eficaz y armoniosa. La lección que aprende la familia de su experiencia africana se convierte en el reconocimiento de las mejores cualidades de dos civilizaciones distintas pero con un elemento común: la sobrevivencia, sorteando distintos cambios de rumbo y modos distintos de ver la realidad.
Los personajes deben superar las malas noticias procedentes de su tierra natal e interiorizar una vida más real ajena a los pormenores de la guerra. Un aspecto rescatable de esta historia radica en el cambio de percepción de Jettel. A su llegada registramos una arrogancia hacía los habitantes del continente, la cual desaparece con el tiempo a través de un mecanismo de integración social con los judíos exiliados procedentes de otras naciones (como Suiza).
Este film es recomendable por tratarse de una historia que no ahonda en un tratamiento psicológico de dos sociedades distintas y en la confrontación entre ellas, haciéndola demasiado profunda y pesada. Es un relato magistral que nos deja también un mensaje muy interesante. El hombre es un ser que se adapta a un sinfín de situaciones, rescatando lo mejor de ellas para asegurar su supervivencia pese a las adversidades y trabas culturales.
Esta facultad es socavada muchas veces por intereses particulares y con móviles destinados a mantener en la ignorancia y en la marginación a muchos. La última escena del filme contiene un pequeño dialogo sencillo pero profundo, en donde Jettel contempla a los vendedores ambulantes que merodean el tren. Ella le dice a la vendedora que no tiene dinero para comprarle una banana, pero que le apetecería bastante comer una, la mujer le responde entonces; si tienes hambre y deseas una, hay que darte la banana y se la da sin dudarlo un segundo. ¿Así de simple no debería ser siempre?
Agosto 2004
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