La concepción de convivir con robots (término que proviene del vocablo checo “robotnik”: servidor) que se adapten a las necesidades de sus dueños, que planchen, cocinen, hagan las compras y hasta saquen a pasear a sus mascotas, no deja de tener algo de seducción para los humanos. En el film de Alex Proyas, un gran consorcio produce y distribuye en la mayoría de hogares de los Estados Unidos los robots multifuncionales de apariencia casi humana. Estos son producidos en serie bajo el modelo NS-4 y son un híbrido entre empleados del hogar, portero y mascota. Esta inusual fantasía es una reproducción de los relatos producidos por Isaac Asimov en 1950 adaptados para el cine.
En el año 2035, casi cada familia cuenta con uno de estos multifacéticos robots, los cuales son como un miembro más de la familia. Su inteligencia es simulada y controlada, a fin de evitar que cometan algún error o tomen una decisión de fatales consecuencias. Para resguardar su comportamiento, el Dr. Alfred Lanning (James Cromwell) inventó e impuso las tres leyes de la robótica. Las leyes funcionaban al parecer a la perfección, pues nunca se reportó algún incidente que lamentar. Pero justamente el Dr. Lanning muere en circunstancias extrañas.
Todo apuntaba a que se trataba de un suicidio, sin embargo, antes de su muerte el doctor dejó un mensaje al detective Spooner (Will Smith) que en realidad trajo consigo más preguntas que respuestas. El detective es quizás la única persona que cuestionaba la relación tan cercana de los humanos con los robots. Así, al iniciar las investigaciones, el detective encuentra al prototipo de robot de la nueva serie NS-5 en la habitación del doctor, con lo cual se inicia la intriga. Serán las tres leyes de la robótica quizá no tan perfectas, tal como lo asegura Lawrence Robertson (Bruce Greenwood), dueño del gigantesco consorcio que produce a los cuestionados androides. O tal vez existe una tercera mano en este juego.
Al detective Spooner se le asigna la científica Susan Calvin (Bridget Moynahan) y ambos deberán empezar a armar el rompecabezas tras la misteriosa muerte. La historia nos proporciona el asidero mínimo para plantearnos varias preguntas; tales como: ¿Cuánto poder se le debe asignar a una maquina?, ¿Hasta dónde se puede promover la investigación en este campo? ¿Lo moderno significa automáticamente lo óptimo? ¿Tienen los robos derechos y deberes? Quizás no lleguemos a responder estas preguntas tras ver este film, sin embargo, en la búsqueda de un “yo” para las maquinas queda siempre está reflexión.
En la entrega de Alex Proyas no se ahonda en el contenido, como quizá debería ser, sino más bien, la cinta ofrece escenas de acción, comentarios sosos, un héroe “cool” y una pincelada de romance. Estos elementos infaltables en el cine actual deben de estar presentes para poder encontrar dichos enlatados en Blockbuster. Pese a la buena actuación de Smith como el detective casi aislado e incomprendido, la verdadera estrella es el robot Sonny, algo similar quizá al Gollum del Señor de los Anillos.
En algunas escenas este robot presenta mucha más carisma que el propio Smith. No obstante, la película ofrece buenas escenas y efectos especiales, pero después de haber visto las otras producciones de Proyas, como “The Crow” y “Dark City”, no podemos esperar mucho.
La frontera entre las máquinas y el hombre aparece al principio del film muy bien delineada y establecida Con el transcurso de la trama, empieza a perderse entre tanta acción y reflexiones que parecen lógicas y consecuentes. El espectador incluso puede empezar a sentir cierta atracción hacía el robot y a cuestionarse si detrás de tanto cable existe verdaderamente una computadora o un cerebro humano con sentimientos. En algún momento, el robot Sonny debe de ser “desconectado” en una especie de silla eléctrica. Quizá uno sienta hasta cierto temor y pena por el “robot”. ¿Es esto posible? ¿Se adelanta al futuro a esta visión? El ser humano es muy querendón, ¿O no?
En resumen, “I, Robot” es una cinta entretenida. No será el film que muchos esperan en cuanto a la profundización de este tema tan controversial, pero sí merece ser visto pese a que desperdicia una magnifica oportunidad para agarrar al toro por las astas y analizar este tema. Para nosotros, esta visión no es muy lejana y quizá lleguemos a tener uno de estos en unas décadas, esperemos que no sea aquel que baila a otro ritmo y se sale de la formación.
Agosto 2004
En el año 2035, casi cada familia cuenta con uno de estos multifacéticos robots, los cuales son como un miembro más de la familia. Su inteligencia es simulada y controlada, a fin de evitar que cometan algún error o tomen una decisión de fatales consecuencias. Para resguardar su comportamiento, el Dr. Alfred Lanning (James Cromwell) inventó e impuso las tres leyes de la robótica. Las leyes funcionaban al parecer a la perfección, pues nunca se reportó algún incidente que lamentar. Pero justamente el Dr. Lanning muere en circunstancias extrañas.
Todo apuntaba a que se trataba de un suicidio, sin embargo, antes de su muerte el doctor dejó un mensaje al detective Spooner (Will Smith) que en realidad trajo consigo más preguntas que respuestas. El detective es quizás la única persona que cuestionaba la relación tan cercana de los humanos con los robots. Así, al iniciar las investigaciones, el detective encuentra al prototipo de robot de la nueva serie NS-5 en la habitación del doctor, con lo cual se inicia la intriga. Serán las tres leyes de la robótica quizá no tan perfectas, tal como lo asegura Lawrence Robertson (Bruce Greenwood), dueño del gigantesco consorcio que produce a los cuestionados androides. O tal vez existe una tercera mano en este juego.
Al detective Spooner se le asigna la científica Susan Calvin (Bridget Moynahan) y ambos deberán empezar a armar el rompecabezas tras la misteriosa muerte. La historia nos proporciona el asidero mínimo para plantearnos varias preguntas; tales como: ¿Cuánto poder se le debe asignar a una maquina?, ¿Hasta dónde se puede promover la investigación en este campo? ¿Lo moderno significa automáticamente lo óptimo? ¿Tienen los robos derechos y deberes? Quizás no lleguemos a responder estas preguntas tras ver este film, sin embargo, en la búsqueda de un “yo” para las maquinas queda siempre está reflexión.
En la entrega de Alex Proyas no se ahonda en el contenido, como quizá debería ser, sino más bien, la cinta ofrece escenas de acción, comentarios sosos, un héroe “cool” y una pincelada de romance. Estos elementos infaltables en el cine actual deben de estar presentes para poder encontrar dichos enlatados en Blockbuster. Pese a la buena actuación de Smith como el detective casi aislado e incomprendido, la verdadera estrella es el robot Sonny, algo similar quizá al Gollum del Señor de los Anillos.
En algunas escenas este robot presenta mucha más carisma que el propio Smith. No obstante, la película ofrece buenas escenas y efectos especiales, pero después de haber visto las otras producciones de Proyas, como “The Crow” y “Dark City”, no podemos esperar mucho.
La frontera entre las máquinas y el hombre aparece al principio del film muy bien delineada y establecida Con el transcurso de la trama, empieza a perderse entre tanta acción y reflexiones que parecen lógicas y consecuentes. El espectador incluso puede empezar a sentir cierta atracción hacía el robot y a cuestionarse si detrás de tanto cable existe verdaderamente una computadora o un cerebro humano con sentimientos. En algún momento, el robot Sonny debe de ser “desconectado” en una especie de silla eléctrica. Quizá uno sienta hasta cierto temor y pena por el “robot”. ¿Es esto posible? ¿Se adelanta al futuro a esta visión? El ser humano es muy querendón, ¿O no?
En resumen, “I, Robot” es una cinta entretenida. No será el film que muchos esperan en cuanto a la profundización de este tema tan controversial, pero sí merece ser visto pese a que desperdicia una magnifica oportunidad para agarrar al toro por las astas y analizar este tema. Para nosotros, esta visión no es muy lejana y quizá lleguemos a tener uno de estos en unas décadas, esperemos que no sea aquel que baila a otro ritmo y se sale de la formación.
Agosto 2004
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