¿Y Robin? No aparece (felizmente) y francamente no lo necesitamos por ahora para entender el origen de Batman. Veamos por qué me atrevo a afirmar esto. Me gustó la película (o será porque el día anterior cometí el error de ver “Sr. y Sra. Smith”). Este film del joven director Christopher Nolan (“Memento”, 2000 e “Insomnio”, 2002) nos proporciona una nueva visión de Batman. Esta versión del hombre – murciélago es mejor que las anteriores (Joel Schuhmacher, Tim Burton). Sin embargo, el director no se pudo salvar del virus contagioso de Hollywood que lo obliga a hacer derroche de ciencia-ficción para intentar revertir la guerra en la que se haya la meca del cine contra el DVD (en nuestro país lamentablemente el 95% o más, es de origen pirata) para captar gente que vaya aún al cine y seguir haciendo taquilla.
Gracias a Dios, esta cinta no es una parodia circense con los paupérrimos “Guasón” y “Pingüino”, ni presenta al héroe alado como un tonto útil y como mito, rodeado de magia y de frases tontas. Batman es humano y como todo humano, tiene miedo. Pero para conocer el miedo hay que experimentarlo. Dicha sensación nunca se borrará de nuestra mente. Conozcamos un poco más de cerca el miedo que originó esta leyenda.
El director intenta explicar una fobia y su conexión con el miedo. El miedo que sentimos por algo, nos atormenta y nunca nos va a dejar libre. Para vencerlo hay que enfrentarlo, no huir despavorido (y lleno de miedo). La historia nos muestra cuando el pequeño y futuro millonario Bruce Wayne (Christian Bale) cae a un pozo y segundos después es rodeado por cientos de murciélagos. Esa escena de horror nunca lo dejará en paz. El joven Bruce es, poco tiempo después, testigo presencial del asesinato de sus padres. Él se siente culpable de aquella desgracia. Ambos recuerdos lo escoltarán a lo largo de su vida. Así, para librarse de este miedo y del complejo de culpa, deberá enfrentarlos (no hacerlos de lado y fingir tranquilidad), solo así podrá vencerlos.
Bruce se queda solo con su fortuna y con su fiel mayordomo, Alfred (Michael Caine). En vez de vivir en la cúspide de la sociedad, se embarca en varias experiencias para buscarse a sí mismo y encontrar la solución a sus miedos. Esto lo lleva hasta una prisión en Asia donde busca hallar la raíz del delito. Ahí es casi molido a golpes por uno de los convictos. Luego, es salvado por el guía de una liga de guerreros ninja: Henry Ducard; una especie de maestro Jedi interpretado nada menos que por Liam Neeson, el conocido Qui-Gon-Jin de Star Wars.
Ducard entrena a Bruce Wayne para convertirlo en un guerrero ninja en el Himalaya (por un momento pareciera que estuviésemos en otra película: “Siete años en el Tibet“) ayudándolo a vencer sus miedos y a librarse del trauma de los murciélagos. Paralelamente, la decadente ciudad Gótica se sumerge vertiginosamente en el lodo de la violencia, la corrupción y el hampa. Estos males campean sin control. Poco pueden hacer las fuerzas del orden para combatir y erradicar esos males. En eso, el futuro héroe alado escapa del Himalaya al descubrir que la liga de los “Guerreros de la sombra” busca devolver al mundo el equilibrio entre lo “bueno” y lo “malo” con métodos que no son de su convicción. Tras el entrenamiento recibido decide combatir el mal en ciudad Gótica.
Pero como en todo film, no podía faltar la figura femenina. Esta recae en la futura esposa del insoportable Tom Cruise con su innecesaria exposición a los medios y su discurso sectario (¿o es todo una tregua comercial, también organizada por Hollywood?), Katie Holmes, quien interpreta a un amor de adolescente de Wayne y a una intrépida abogada que combate el mal.
La pareja Nolan / Bale está en top form y quizá esta misma dupla continúe con los siguientes episodios de Batman. Hollywood se encargará seguramente de tenerlos en su regazo y de no dejarlos ir para que produzcan más bombas taquilleras, tan necesitados hoy en día. El director se aleja muy bien del tema “venganza” que inspiró antiguas versiones. En esta entrega mantiene al espectador en suspenso y maneja muy bien los tiempos, sin llegar a cansar. El actor principal proporciona un Batman caballeroso y verosímil. Nos muestra el miedo y la amargura de Batman sin caer en algo muy teatral, asimismo, hace posible percibir de cerca su conflicto personal.
Para todo esto, no necesitamos aún del —según mi concepción, nerd y débil mental— compañerito de Batman: Robin. Por ahora no, quizá en las siguientes cintas de Batman que con seguridad vendrán. Basta ver esta, para saber que no me equivoco. Pero atención, no vaya a ser que nos bombardeen luego con cintas de Batman de tal modo que le agarremos nosotros fobia a los murciélagos. De Hollywood se puede esperar cualquier cosa.
Julio 2005
Gracias a Dios, esta cinta no es una parodia circense con los paupérrimos “Guasón” y “Pingüino”, ni presenta al héroe alado como un tonto útil y como mito, rodeado de magia y de frases tontas. Batman es humano y como todo humano, tiene miedo. Pero para conocer el miedo hay que experimentarlo. Dicha sensación nunca se borrará de nuestra mente. Conozcamos un poco más de cerca el miedo que originó esta leyenda.
El director intenta explicar una fobia y su conexión con el miedo. El miedo que sentimos por algo, nos atormenta y nunca nos va a dejar libre. Para vencerlo hay que enfrentarlo, no huir despavorido (y lleno de miedo). La historia nos muestra cuando el pequeño y futuro millonario Bruce Wayne (Christian Bale) cae a un pozo y segundos después es rodeado por cientos de murciélagos. Esa escena de horror nunca lo dejará en paz. El joven Bruce es, poco tiempo después, testigo presencial del asesinato de sus padres. Él se siente culpable de aquella desgracia. Ambos recuerdos lo escoltarán a lo largo de su vida. Así, para librarse de este miedo y del complejo de culpa, deberá enfrentarlos (no hacerlos de lado y fingir tranquilidad), solo así podrá vencerlos.
Bruce se queda solo con su fortuna y con su fiel mayordomo, Alfred (Michael Caine). En vez de vivir en la cúspide de la sociedad, se embarca en varias experiencias para buscarse a sí mismo y encontrar la solución a sus miedos. Esto lo lleva hasta una prisión en Asia donde busca hallar la raíz del delito. Ahí es casi molido a golpes por uno de los convictos. Luego, es salvado por el guía de una liga de guerreros ninja: Henry Ducard; una especie de maestro Jedi interpretado nada menos que por Liam Neeson, el conocido Qui-Gon-Jin de Star Wars.
Ducard entrena a Bruce Wayne para convertirlo en un guerrero ninja en el Himalaya (por un momento pareciera que estuviésemos en otra película: “Siete años en el Tibet“) ayudándolo a vencer sus miedos y a librarse del trauma de los murciélagos. Paralelamente, la decadente ciudad Gótica se sumerge vertiginosamente en el lodo de la violencia, la corrupción y el hampa. Estos males campean sin control. Poco pueden hacer las fuerzas del orden para combatir y erradicar esos males. En eso, el futuro héroe alado escapa del Himalaya al descubrir que la liga de los “Guerreros de la sombra” busca devolver al mundo el equilibrio entre lo “bueno” y lo “malo” con métodos que no son de su convicción. Tras el entrenamiento recibido decide combatir el mal en ciudad Gótica.
Pero como en todo film, no podía faltar la figura femenina. Esta recae en la futura esposa del insoportable Tom Cruise con su innecesaria exposición a los medios y su discurso sectario (¿o es todo una tregua comercial, también organizada por Hollywood?), Katie Holmes, quien interpreta a un amor de adolescente de Wayne y a una intrépida abogada que combate el mal.
La pareja Nolan / Bale está en top form y quizá esta misma dupla continúe con los siguientes episodios de Batman. Hollywood se encargará seguramente de tenerlos en su regazo y de no dejarlos ir para que produzcan más bombas taquilleras, tan necesitados hoy en día. El director se aleja muy bien del tema “venganza” que inspiró antiguas versiones. En esta entrega mantiene al espectador en suspenso y maneja muy bien los tiempos, sin llegar a cansar. El actor principal proporciona un Batman caballeroso y verosímil. Nos muestra el miedo y la amargura de Batman sin caer en algo muy teatral, asimismo, hace posible percibir de cerca su conflicto personal.
Para todo esto, no necesitamos aún del —según mi concepción, nerd y débil mental— compañerito de Batman: Robin. Por ahora no, quizá en las siguientes cintas de Batman que con seguridad vendrán. Basta ver esta, para saber que no me equivoco. Pero atención, no vaya a ser que nos bombardeen luego con cintas de Batman de tal modo que le agarremos nosotros fobia a los murciélagos. De Hollywood se puede esperar cualquier cosa.
Julio 2005
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