La última entrega del director Rob Marshall, basada en el bestseller de Arthur Golden del mismo nombre, es un film que al anunciarse parece grandioso y majestuoso, sin embargo, no llega a convencernos del todo. El misterioso y fascinante mundo que ofrece las condiciones para el surgimiento de estas doncellas que dominan las artes de satisfacer a los hombres, queda a un lado. Si bien la película fue producida por el renombrado Steven Spielberg y nos muestra bellos escenarios, así como un excepcional vestuario y maquillaje, no satisface la expectativa que había generado en nuestra cartelera.
La historia de una exitosa japonesa es representada por una actriz china, lo cual causó más de un problema. En los círculos de Internet se realizó una vasta campaña nacionalista en rechazo a la representación de un personaje japonés a cargo de una renombrada actriz china. Esta inconcebible figura para la República Popular, ocasionó que las autoridades prohíban su proyección en el territorio de la Gran Muralla. El Gobierno proclamaba que de proyectarse la cinta, esta podría desencadenar algunos sentimientos contra el Japón. Sin embargo, la versión DVD aparecida en las tiendas de Beijing se agotó como pan caliente.
La narración se inicia en algún pueblo de pescadores de la costa japonesa alrededor de los años treinta. En una de las casas apreciamos a dos pequeñas escondidas, espiando la conversación que tiene su padre con un extraño, mientras la madre se encuentra moribunda en cama. Minutos después, las dos niñas son transportadas en la carroza del desconocido visitante entre las lágrimas y los quejidos de ambas, pues temen ser separadas para siempre.
Tras estas escenas, presenciamos la historia de una de las hermanas, Chiyo (representada como niña por Suzuka Ohgo) quien es obligada a trabajar como doméstica en la casa de la conocida Geisha, Hatsumono (Gong Li). Durante toda esa estadía, tendrá que afrontar las intrigas y conflictos que desata Hatsumono, hasta que por casualidad se topa con un reconocido empresario (Ken Watanabe). Dicho encuentro cambiaría su destino.
La tensión aumenta con la transformación de Chiyo; de una simple sirvienta a una celebrada y cotizada Geisha, conocida luego como Sayuri. Esta transformación es bien lograda, ya que podemos apreciar los cambios externos e internos que supone convertirse en tan aclamada figura. Una Geisha puede dominar al hombre como a ella le plazca, pues conoce casi a la perfección las pasiones y sentimientos de sus futuros clientes y sabe cómo tenerlos, a través de la seducción, a sus pies.
Los renombrados actores de esta cinta luchan para ofrecer al espectador ese mundo exótico y lleno de detalles. Sin embargo, el film ofrece la impresión de que el director se dedica a ahondar en otros aspectos, tales como mostrar el renacimiento del Japón antes de la guerra. Esa construcción coloca a los actores en un segundo plano y puede llegar a aburrir al espectador, pues por momentos parece una exhibición de diseños y no de la crónica de una transformación.
El film parece desperdiciar la posibilidad de explotar la historia de una mujer como Sayuri, en una sociedad patriarcal y con las condiciones que forman ese universo complejo, difícil de entender, pero que no deja de ser fascinante. Así, nos queda también la sensación de presenciar la historia de una niña que quería ser Geisha a toda costa para impresionar al hombre del que se hallaba totalmente enamorada.
Los miedos y el lado oscuro de su “profesión” quedan de lado. Empero, percibimos un desfile de glamour, así como de vestimentas, que si bien no dejan de ser interesantes, son sólo una parte del misterioso mundo de las Geishas y de la cultura del país del sol naciente.
La reacción que generó este film en China parece graficar de alguna manera las tendencias actuales. El país de Mao atraviesa por un boom y crecimiento industrial imparable de la mano de un impensable —hasta hace unas décadas— capitalismo. Mientras, el Partido Comunista intenta de manera desesperada frenar el avance cultural que trae consigo la economía de mercado y sus posibles transformaciones. Esto, al parecer, sin mucho éxito, como lo demuestra la demanda de esta cinta en el país más poblado del mundo.
En resumen, esta cinta es interesante, en especial para los que gustan de las tradiciones japonesas, sin embargo, no logra escarbar en la psicología, ni en el difícil mosaico de la sociedad nipona. La aparición de Memorias de una Geisha nos ofrece una pequeña reflexión en base a la libertad de expresión, ya que en China muchos comentaristas han ido a parar a la cárcel por difundir sus ideas. Pese a todo, el público está dispuesto a apreciar la cinta, desafiando las posibles consecuencias. Asimismo, osados periodistas han dado sus impresiones y comentarios sobre el film, pese a la represión.
Hace unos meses, cuando el buscador Google inauguró su página web en chino, el Gobierno censuró palabras “críticas” como democracia y derechos humanos. Antes de ello, las autoridades bloquearon el diccionario virtual “Wikipedia”. Pero para entender la actual situación, necesitamos remontarnos al pasado y entender sus distintos componentes, esta cinta es una buena oportunidad.
La historia de una exitosa japonesa es representada por una actriz china, lo cual causó más de un problema. En los círculos de Internet se realizó una vasta campaña nacionalista en rechazo a la representación de un personaje japonés a cargo de una renombrada actriz china. Esta inconcebible figura para la República Popular, ocasionó que las autoridades prohíban su proyección en el territorio de la Gran Muralla. El Gobierno proclamaba que de proyectarse la cinta, esta podría desencadenar algunos sentimientos contra el Japón. Sin embargo, la versión DVD aparecida en las tiendas de Beijing se agotó como pan caliente.
La narración se inicia en algún pueblo de pescadores de la costa japonesa alrededor de los años treinta. En una de las casas apreciamos a dos pequeñas escondidas, espiando la conversación que tiene su padre con un extraño, mientras la madre se encuentra moribunda en cama. Minutos después, las dos niñas son transportadas en la carroza del desconocido visitante entre las lágrimas y los quejidos de ambas, pues temen ser separadas para siempre.
Tras estas escenas, presenciamos la historia de una de las hermanas, Chiyo (representada como niña por Suzuka Ohgo) quien es obligada a trabajar como doméstica en la casa de la conocida Geisha, Hatsumono (Gong Li). Durante toda esa estadía, tendrá que afrontar las intrigas y conflictos que desata Hatsumono, hasta que por casualidad se topa con un reconocido empresario (Ken Watanabe). Dicho encuentro cambiaría su destino.
La tensión aumenta con la transformación de Chiyo; de una simple sirvienta a una celebrada y cotizada Geisha, conocida luego como Sayuri. Esta transformación es bien lograda, ya que podemos apreciar los cambios externos e internos que supone convertirse en tan aclamada figura. Una Geisha puede dominar al hombre como a ella le plazca, pues conoce casi a la perfección las pasiones y sentimientos de sus futuros clientes y sabe cómo tenerlos, a través de la seducción, a sus pies.
Los renombrados actores de esta cinta luchan para ofrecer al espectador ese mundo exótico y lleno de detalles. Sin embargo, el film ofrece la impresión de que el director se dedica a ahondar en otros aspectos, tales como mostrar el renacimiento del Japón antes de la guerra. Esa construcción coloca a los actores en un segundo plano y puede llegar a aburrir al espectador, pues por momentos parece una exhibición de diseños y no de la crónica de una transformación.
El film parece desperdiciar la posibilidad de explotar la historia de una mujer como Sayuri, en una sociedad patriarcal y con las condiciones que forman ese universo complejo, difícil de entender, pero que no deja de ser fascinante. Así, nos queda también la sensación de presenciar la historia de una niña que quería ser Geisha a toda costa para impresionar al hombre del que se hallaba totalmente enamorada.
Los miedos y el lado oscuro de su “profesión” quedan de lado. Empero, percibimos un desfile de glamour, así como de vestimentas, que si bien no dejan de ser interesantes, son sólo una parte del misterioso mundo de las Geishas y de la cultura del país del sol naciente.
La reacción que generó este film en China parece graficar de alguna manera las tendencias actuales. El país de Mao atraviesa por un boom y crecimiento industrial imparable de la mano de un impensable —hasta hace unas décadas— capitalismo. Mientras, el Partido Comunista intenta de manera desesperada frenar el avance cultural que trae consigo la economía de mercado y sus posibles transformaciones. Esto, al parecer, sin mucho éxito, como lo demuestra la demanda de esta cinta en el país más poblado del mundo.
En resumen, esta cinta es interesante, en especial para los que gustan de las tradiciones japonesas, sin embargo, no logra escarbar en la psicología, ni en el difícil mosaico de la sociedad nipona. La aparición de Memorias de una Geisha nos ofrece una pequeña reflexión en base a la libertad de expresión, ya que en China muchos comentaristas han ido a parar a la cárcel por difundir sus ideas. Pese a todo, el público está dispuesto a apreciar la cinta, desafiando las posibles consecuencias. Asimismo, osados periodistas han dado sus impresiones y comentarios sobre el film, pese a la represión.
Hace unos meses, cuando el buscador Google inauguró su página web en chino, el Gobierno censuró palabras “críticas” como democracia y derechos humanos. Antes de ello, las autoridades bloquearon el diccionario virtual “Wikipedia”. Pero para entender la actual situación, necesitamos remontarnos al pasado y entender sus distintos componentes, esta cinta es una buena oportunidad.
Abril 2006
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