La ganadora del Premio Nobel de Literatura de este año, la escritora austriaca Elfriede Jelinek comentó en alguna ocasión: “Desde que terminé con mi familia, nunca más quise tener algo que ver con la gente”. No sé si Almodóvar conozca esta frase, sin embargo, me parece que de alguna manera la aplicó en su última entrega reemplazando la familia por la educación.
A diferencia de sus ultimas producciones con importantes personajes femeninos (Cecilia Roth, Penélope Cruz, Rosario Flores, Marisa Paredes y Antonia San Juan, por mencionar algunas), si apreciamos detenidamente los créditos iniciales de “La mala educación”, vemos que todos los protagonistas son hombres. Esto nos hace presumir una película sobre la homosexualidad o en esa línea. No es una expresión prejuiciosa, pero conociendo a Pedro Almodóvar se hace fácilmente deducible y en este caso no nos equivocamos.
Almodóvar obtuvo en 1999 un Oscar por el mejor film extranjero con “Todo sobre mi madre” y en el 2002 otra estatuilla por el guión de “Hable con ella”, además de numerosos premios en festivales como el de Cannes, Nueva Delhi, Venecia, San Remo, Berlín, etc. El director manchego ha confirmado ser un excelente productor que camina muy tranquilo y a gusto entre las fronteras del arte, la confusión, el drama y el cliché. Esta facilidad hace que podamos catalogarlo como un excéntrico y un maniático de los detalles.
Es también notoria su fijación extrema por los personajes, a los cuales los induce magistralmente a una metamorfosis para mostrar un mundo de sátira, drama, comedia e historias sexuales de todo tipo (últimamente, de preferencia homosexuales) con extraordinaria credibilidad y sobre todo tremendamente humanas. Y es que así de fatal puede ser la naturaleza humana. Almodóvar nos lo recuerda y nos lo refriega en la cara. El director español presenta un collage bien logrado del ser humano y de distintos aspectos que pueden resultar incómodos, pero no por eso dejan de ser parte de nuestra sociedad y estar más cerca de lo que muchos quizá imaginamos.
En esta última producción encontramos una trama bastante confusa y por momentos casi disparatada pero que en su conjunto está bien lograda, salvo quizá la última parte del relato que se vuelve un poco lenta.
La historia ocurre en la España de principios de los años ochenta, periodo de la “movida”. El productor Enrique (Fele Martínez) se rompe la cabeza eligiendo alguna historia de los periódicos para su nuevo film cuando aparece Ignacio (Gael García Bernal), el que fue su mejor amigo en el colegio y su primer amor también. Ignacio es ahora actor bajo el nombre artístico de Ángel y se encuentra buscando trabajo. Pero Ángel no llega con las manos vacías y le ofrece a Enrique una historia titulada “La visita”, que narra la infancia en común de los dos, durante la cual aflora el amor entre ellos y su afición mutua por el cine (uno de los refugios perfectos para sus experiencias sensoriales).
Enrique ha encontrado su historia y Ángel su papel y así surge un juego erótico de seducción y atracción mutua. Otras historias paralelas aparecen y se entremezclan para un final desconcertante. En la segunda mitad del film se produce un asesinato que le da un giro distinto (casi a lo Hitchcock.) a la verdadera historia. Tras este giro, la trama pierde un poco en fuerza y los roles empiezan a confundirse y a entreverarse. Asimismo, los misterios que Almodóvar nos tenía reservados empiezan, tras confirmadas especulaciones, sutilmente a resolverse. El desenlace no es quizá el deseado dejándonos un sabor agridulce.
Almodóvar juega a presentarnos una historia de amor, deseo, maltrato y muerte con una técnica muy buena que maneja tres y hasta cuatro coordenadas de tiempo e incluso con una película dentro de la película. La búsqueda de creatividad, identidad y de la misma personalidad es el “Leitmotiv” de esta entrega que utiliza la homosexualidad como un artificio verdadero y posible, quizá producto de su propia experiencia personal (así como lo son sus años en un colegio religioso). Igualmente se puede establecer un motivo autobiográfico resumido de su experiencia como productor en los años ochenta. Es por estas dos razones que encontramos un Alter Ego bañado con un singular ingrediente de ironía, erotismo, sátira y perfecta sensibilidad.
“La mala educación” es una película altamente recomendable capaz de mostrarnos una realidad semejante a una hermosa rosa con una espina ponzoñosa aniquiladora, capaz de rematar hasta al más resistente y macho. Al inicio, en la búsqueda de algún tema para una de sus obras, el productor Enrique reflexiona sobre la noticia de una mujer que se arroja a una fosa llena de cocodrilos y es devorada por estos sin chistar. Pese a la tremenda violencia de la escena, presume que la desdichada señora gozaba silenciosamente de sus últimos minutos. Esta escena puede reflejar quizá la situación de los involucrados en una relación tormentosa, pasional, de entrega y sacrificio, llena de dolor y desesperanza. Eso es lo que prima a veces en nuestra sociedad. Vayan a verla, de hecho no se van a arrepentir.
Octubre 2004
A diferencia de sus ultimas producciones con importantes personajes femeninos (Cecilia Roth, Penélope Cruz, Rosario Flores, Marisa Paredes y Antonia San Juan, por mencionar algunas), si apreciamos detenidamente los créditos iniciales de “La mala educación”, vemos que todos los protagonistas son hombres. Esto nos hace presumir una película sobre la homosexualidad o en esa línea. No es una expresión prejuiciosa, pero conociendo a Pedro Almodóvar se hace fácilmente deducible y en este caso no nos equivocamos.
Almodóvar obtuvo en 1999 un Oscar por el mejor film extranjero con “Todo sobre mi madre” y en el 2002 otra estatuilla por el guión de “Hable con ella”, además de numerosos premios en festivales como el de Cannes, Nueva Delhi, Venecia, San Remo, Berlín, etc. El director manchego ha confirmado ser un excelente productor que camina muy tranquilo y a gusto entre las fronteras del arte, la confusión, el drama y el cliché. Esta facilidad hace que podamos catalogarlo como un excéntrico y un maniático de los detalles.
Es también notoria su fijación extrema por los personajes, a los cuales los induce magistralmente a una metamorfosis para mostrar un mundo de sátira, drama, comedia e historias sexuales de todo tipo (últimamente, de preferencia homosexuales) con extraordinaria credibilidad y sobre todo tremendamente humanas. Y es que así de fatal puede ser la naturaleza humana. Almodóvar nos lo recuerda y nos lo refriega en la cara. El director español presenta un collage bien logrado del ser humano y de distintos aspectos que pueden resultar incómodos, pero no por eso dejan de ser parte de nuestra sociedad y estar más cerca de lo que muchos quizá imaginamos.
En esta última producción encontramos una trama bastante confusa y por momentos casi disparatada pero que en su conjunto está bien lograda, salvo quizá la última parte del relato que se vuelve un poco lenta.
La historia ocurre en la España de principios de los años ochenta, periodo de la “movida”. El productor Enrique (Fele Martínez) se rompe la cabeza eligiendo alguna historia de los periódicos para su nuevo film cuando aparece Ignacio (Gael García Bernal), el que fue su mejor amigo en el colegio y su primer amor también. Ignacio es ahora actor bajo el nombre artístico de Ángel y se encuentra buscando trabajo. Pero Ángel no llega con las manos vacías y le ofrece a Enrique una historia titulada “La visita”, que narra la infancia en común de los dos, durante la cual aflora el amor entre ellos y su afición mutua por el cine (uno de los refugios perfectos para sus experiencias sensoriales).
Enrique ha encontrado su historia y Ángel su papel y así surge un juego erótico de seducción y atracción mutua. Otras historias paralelas aparecen y se entremezclan para un final desconcertante. En la segunda mitad del film se produce un asesinato que le da un giro distinto (casi a lo Hitchcock.) a la verdadera historia. Tras este giro, la trama pierde un poco en fuerza y los roles empiezan a confundirse y a entreverarse. Asimismo, los misterios que Almodóvar nos tenía reservados empiezan, tras confirmadas especulaciones, sutilmente a resolverse. El desenlace no es quizá el deseado dejándonos un sabor agridulce.
Almodóvar juega a presentarnos una historia de amor, deseo, maltrato y muerte con una técnica muy buena que maneja tres y hasta cuatro coordenadas de tiempo e incluso con una película dentro de la película. La búsqueda de creatividad, identidad y de la misma personalidad es el “Leitmotiv” de esta entrega que utiliza la homosexualidad como un artificio verdadero y posible, quizá producto de su propia experiencia personal (así como lo son sus años en un colegio religioso). Igualmente se puede establecer un motivo autobiográfico resumido de su experiencia como productor en los años ochenta. Es por estas dos razones que encontramos un Alter Ego bañado con un singular ingrediente de ironía, erotismo, sátira y perfecta sensibilidad.
“La mala educación” es una película altamente recomendable capaz de mostrarnos una realidad semejante a una hermosa rosa con una espina ponzoñosa aniquiladora, capaz de rematar hasta al más resistente y macho. Al inicio, en la búsqueda de algún tema para una de sus obras, el productor Enrique reflexiona sobre la noticia de una mujer que se arroja a una fosa llena de cocodrilos y es devorada por estos sin chistar. Pese a la tremenda violencia de la escena, presume que la desdichada señora gozaba silenciosamente de sus últimos minutos. Esta escena puede reflejar quizá la situación de los involucrados en una relación tormentosa, pasional, de entrega y sacrificio, llena de dolor y desesperanza. Eso es lo que prima a veces en nuestra sociedad. Vayan a verla, de hecho no se van a arrepentir.
Octubre 2004
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