Estamos ante el siguiente problema: la colonización descontrolada de la selva peruana y la falta de acción estatal para combatirla. El caso de los aguarunas presenta ya un trágico antecedente. El 18 de enero del 2002 indígenas del grupo étnico Aguaruna asesinaron a casi veinte colonos en la selva norte de Cajamarca. Hace unas semanas 4 miembros del Ministerio de Salud fueron asesinados en la comunidad Tagkegip en el sector del alto Cenepa. Estos incidentes no hacen más que alertar sobre una posible escalada de similares problemas en el futuro.
Los Aguaruna representan al grupo indígena más numeroso de la selva peruana después de los Ashaninka, con más de 50 mil habitantes repartidos en las regiones de Amazonas, Cajamarca, Loreto y San Martín. Esta etnia protagonizó un terrible suceso en enero de 2002. Debido a la ocupación ilegal del territorio de la comunidad Aguaruna de “Los Naranjos” en el distrito de San José de Lourdes, provincia de San Ignacio, Región Cajamarca por parte de unos colonos para realizar la siembre de café quienes fueron violentamente asesinados.
Los Aguaruna habían intentado en repetidas ocasiones desalojar a los colonos pidiéndola intervención del Poder Judicia, sin resultado alguno. Al parecer el pueblo indígena se encontró ante una solución ambigua presentada por el funcionario judicial, quien decía a los Aguaruna que debían solucionar su problema según sus costumbres y por el otro lado decía a los colonos que ellos tenían el derecho de quedarse en los terrenos ocupados.
El conflicto entre colonos y nativos es mucho más complicado y presenta varias aristas que deben ser abordadas si es que realmente se quiere dar solución a estos enfrentamientos.
El territorio nativo; reconocido pero no respetado
El Estado Peruano ha titulado territorios a cientos de comunidades nativas por medio de la Ley de Comunidades Nativas promulgada en 1974. Este mecanismo legal pretende ser una forma de protección amparada por el Estado, sin embargo los nativos de la Amazonía continúan sufriendo las embestidas de los colonos.
El Estado a través del Ministerio de Agricultura otorga a las comunidades nativas títulos de propiedad a comunidades, no a todo un grupo étnico lo que genera que diversas áreas queden libres y puedan ser colonizadas. Los nativos reclaman que las tierras tituladas son insuficientes y plantean que la titulación abarque justamente estas zonas donde ejercen sus actividades de extracción (caza, pesca). Esto provoca un rechazo a los migrantes, así estos se establezcan fuera de las zonas comunales, pues temen que invadan sus territorios.
Como en otros casos, el Estado brilla por su ausencia.
El Poder Judicial y la Policía hacen caso omiso de las denuncias presentadas por los Aguaruna. Se han presentado varios ataques por parte de los colonos a los nativos. Los funcionarios del Estado argumentan la falta de recursos, sin embargo los funcionarios públicos evaden su responsabilidad, proponiendo descaradamente que los colonos y los nativos “arreglen sus problemas”.
Esta última posibilidad es impensable, pues ambas posiciones difieren radicalmente. Los Aguaruna poseen los títulos legales de sus tierras y practican un estilo de vida de acuerdo a sus costumbres. Su supervivencia se basa en la caza, pesca, la tala y la quema de bosques, actividades que requieren de extensas áreas de bosque no intervenido. En ciertas zonas se practica un comercio incipiente, generalmente cerca de caminos o vías de acceso. Por otro lado, los colonos provienen casi en su totalidad de la sierra, de donde escapan de la pobreza. Su objetivo principal es obtener tierras para sembrar y comercializar café y arroz.
Los conflictos no se van a detener. El problema seguirá dándose en esta y otras zonas del país. Detrás de este conflicto hay varios factores que siguen alimentando este problema. La pobreza de la sierra, abandonada casi a su suerte, y la falta de políticas de desarrollo originan la migración tanto a la costa como a la selva.
La migración de la sierra a la selva se da a lo largo de todo el país, sin embargo se da con mayor intensidad en la selva alta del norte debido en parte a su alta fertilidad. Es así como surgieron los grandes ejes comerciales como Rioja, Tarapoto, Jaén, La Merced y Satipo. En muchas de estas ciudades existe una elevada presencia nativa, creando en los migrantes la sensación de que los nativos no utilizan bien sus tierras y de que ellos podrían darle un mejor uso comercial.
La arraigada identidad por ambos lados y su divergente manera de ver la vida hace muy difícil pensar en una integración en los siguientes años. Las posibilidades de conflicto deben ser minimizadas. El Estado debe garantizar el respeto a los territorios nativos y promover la creación de “Reservas Comunales” en los territorios no titulados para evitar la colonización y preservar los recursos naturales. Del mismo modo es necesario impulsar políticas de desarrollo para las poblaciones potencialmente migrantes que no impliquen o fomenten la colonización de tierras comunales.
Artículo publicado en junio de 2005 en la versión online de la Revista Viajeros
http://www.viajerosperu.com/articulo.asp?cod_cat=1&cod_art=146
Los Aguaruna representan al grupo indígena más numeroso de la selva peruana después de los Ashaninka, con más de 50 mil habitantes repartidos en las regiones de Amazonas, Cajamarca, Loreto y San Martín. Esta etnia protagonizó un terrible suceso en enero de 2002. Debido a la ocupación ilegal del territorio de la comunidad Aguaruna de “Los Naranjos” en el distrito de San José de Lourdes, provincia de San Ignacio, Región Cajamarca por parte de unos colonos para realizar la siembre de café quienes fueron violentamente asesinados.
Los Aguaruna habían intentado en repetidas ocasiones desalojar a los colonos pidiéndola intervención del Poder Judicia, sin resultado alguno. Al parecer el pueblo indígena se encontró ante una solución ambigua presentada por el funcionario judicial, quien decía a los Aguaruna que debían solucionar su problema según sus costumbres y por el otro lado decía a los colonos que ellos tenían el derecho de quedarse en los terrenos ocupados.
El conflicto entre colonos y nativos es mucho más complicado y presenta varias aristas que deben ser abordadas si es que realmente se quiere dar solución a estos enfrentamientos.
El territorio nativo; reconocido pero no respetado
El Estado Peruano ha titulado territorios a cientos de comunidades nativas por medio de la Ley de Comunidades Nativas promulgada en 1974. Este mecanismo legal pretende ser una forma de protección amparada por el Estado, sin embargo los nativos de la Amazonía continúan sufriendo las embestidas de los colonos.
El Estado a través del Ministerio de Agricultura otorga a las comunidades nativas títulos de propiedad a comunidades, no a todo un grupo étnico lo que genera que diversas áreas queden libres y puedan ser colonizadas. Los nativos reclaman que las tierras tituladas son insuficientes y plantean que la titulación abarque justamente estas zonas donde ejercen sus actividades de extracción (caza, pesca). Esto provoca un rechazo a los migrantes, así estos se establezcan fuera de las zonas comunales, pues temen que invadan sus territorios.
Como en otros casos, el Estado brilla por su ausencia.
El Poder Judicial y la Policía hacen caso omiso de las denuncias presentadas por los Aguaruna. Se han presentado varios ataques por parte de los colonos a los nativos. Los funcionarios del Estado argumentan la falta de recursos, sin embargo los funcionarios públicos evaden su responsabilidad, proponiendo descaradamente que los colonos y los nativos “arreglen sus problemas”.
Esta última posibilidad es impensable, pues ambas posiciones difieren radicalmente. Los Aguaruna poseen los títulos legales de sus tierras y practican un estilo de vida de acuerdo a sus costumbres. Su supervivencia se basa en la caza, pesca, la tala y la quema de bosques, actividades que requieren de extensas áreas de bosque no intervenido. En ciertas zonas se practica un comercio incipiente, generalmente cerca de caminos o vías de acceso. Por otro lado, los colonos provienen casi en su totalidad de la sierra, de donde escapan de la pobreza. Su objetivo principal es obtener tierras para sembrar y comercializar café y arroz.
Los conflictos no se van a detener. El problema seguirá dándose en esta y otras zonas del país. Detrás de este conflicto hay varios factores que siguen alimentando este problema. La pobreza de la sierra, abandonada casi a su suerte, y la falta de políticas de desarrollo originan la migración tanto a la costa como a la selva.
La migración de la sierra a la selva se da a lo largo de todo el país, sin embargo se da con mayor intensidad en la selva alta del norte debido en parte a su alta fertilidad. Es así como surgieron los grandes ejes comerciales como Rioja, Tarapoto, Jaén, La Merced y Satipo. En muchas de estas ciudades existe una elevada presencia nativa, creando en los migrantes la sensación de que los nativos no utilizan bien sus tierras y de que ellos podrían darle un mejor uso comercial.
La arraigada identidad por ambos lados y su divergente manera de ver la vida hace muy difícil pensar en una integración en los siguientes años. Las posibilidades de conflicto deben ser minimizadas. El Estado debe garantizar el respeto a los territorios nativos y promover la creación de “Reservas Comunales” en los territorios no titulados para evitar la colonización y preservar los recursos naturales. Del mismo modo es necesario impulsar políticas de desarrollo para las poblaciones potencialmente migrantes que no impliquen o fomenten la colonización de tierras comunales.
Artículo publicado en junio de 2005 en la versión online de la Revista Viajeros
http://www.viajerosperu.com/articulo.asp?cod_cat=1&cod_art=146
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