La alusión a la ciudad de Iquitos la he tomado prestada del gran libro del escritor Estadounidense William Faulkner (1897–1962). En dicha obra se presenta extraordinariamente el proceso de ocaso del sur de los Estados Unidos a través de la perspectiva de cuatro miembros de una típica familia sureña. Así, haciendo referencia a dicho escenario, describiré parte de la situación actual de la capital del departamento de Loreto desde cuatro puntos de vista. Esto con el fin de intentar explicar qué es lo que se viene dando en gran parte de nuestra Amazonía.
La primera impresión que me llevé de la ciudad loretana fue su gran desorden y el ruido ensordecedor que producen las más de 60,000 mototaxis, a las cuales “astutamente” se les quita el silenciador del motor para no perder potencia en una ciudad casi plana. El ruido es tan fuerte que dialogar en algunas calles es casi imposible, salvo que se lancen furibundos gritos. Por otro lado, es notoria la presencia de algunas construcciones que no han sido hechas pensando en el clima de la selva. Un ejemplo claro es el aeropuerto y algunas calles que no presentan un drenaje adecuado para una ciudad en donde llueve en promedio 2,000 mm/año (en Lima “llueve” en promedio 100 mm/año y en la costa piurana entre 10 y 200 mm/año).
Así, visitando la principal ciudad peruana de la selva baja, percibo el grado de desatención en el que se encuentran muchos de nuestros compatriotas. Basta dar una vuelta por el barrio y puerto de Belén, en donde la marginalidad, la suciedad, la promiscuidad y el hacinamiento son tan evidentes que todo lo que se refiere a políticas de salud pública, sexualidad responsable, “chorreo” y al desarrollo planificado parecen estar a años luz de dicha realidad. Pese a estar rodeada de una selva única en diversidad biológica y en oportunidades, la calidad de vida no va acorde con la riqueza del lugar.
Para el taxista que me trasladó del aeropuerto al hotel, la visión parece ser menos apocalíptica, no sin argumentar que la región no despega aún. La situación actual es tan incierta que muchos loretanos están a la espera del ingreso de las grandes empresas que realizarán explotaciones petroleras en las zonas adyacentes y que requieren mano de obra. Así también, mientras recorríamos la ciudad, me comentó que muchos turistas no se quedan en Iquitos debido al ruido y al desorden, yéndose a los albergues en los alrededores, por lo que los beneficiados por el turismo son solo algunos.
Educación y gallinazos
Por otro lado, para otro ciudadano iquiteño, el problema de su región radica principalmente en la educación. Los casi 600,000 habitantes de la ciudad han sido educados según la currícula limeña, tanto así que en las escuelas se aprende sobre ballenas, elefantes y jirafas, en vez de que se les enseñe sobre su propia realidad. Esto es un claro ejemplo del centralismo que retrasa el desarrollo de la zona pues, a su parecer, el capital biológico está presente y solo es necesario desarrollar las capacidades humanas teniendo como herramienta principal la formación y el buen manejo de los recursos naturales.
Es así como, para graficar parte de la problemática socioambiental de la zona, sale a relucir el ejemplo en base al famoso botadero de basura al lado del aeropuerto, el cual albergaba una peligrosa población de gallinazos que obligaron la suspensión de los vuelos comerciales. Si bien ya no hay gallinazos en las inmediaciones, el problema persiste, pues solamente se ha trasladado el botadero a un lugar cercano; a la Reserva Nacional Allpahuayo-Mishana en vez de construir un relleno sanitario.
Para el Instituto de Investigación de la Amazonía Peruana (IIAP) el panorama es crítico, sin embargo ellos vienen luchando por darle a toda la selva peruana un impulso, a través de la investigación, para su despegue como potencia exportadora de productos de calidad. Es por eso que se están implementando diversas estrategias de uso y manejo de recursos naturales rescatando los conocimientos tradicionales en conjunción con los resultados de diversos estudios.
Para los expertos del IIAP, la mano de obra que se genere a través de la explotación petrolera es pasajera y no garantiza un desarrollo a largo plazo. Asimismo, el ecoturismo es importante pero ocupa solamente a unos cuantos. Es por eso que urge fomentar actividades como la piscicultura, la explotación maderera responsable, las cosechas de productos nativos y la industrialización de los mismos, en donde se perciban ingresos a través el valor agregado y se abran nuevos mercados.
La furia
En casi todos las versiones recogidas en Iquitos sobre la situación actual se filtra una pequeña furia contenida hacia Lima y a su poder centralista. Si bien esta es entendible, también hay que ser concientes de que gran parte de la solución del problema está ahí mismo, es decir en la Amazonía. Como lo dijo Faulkner: “Lo que se considera ceguera del destino es en realidad miopía propia”, y es que analizando las diversas posibilidades de desarrollo para la zona, en base a productos como el camu-camu, el paiche, el aguaje, el sacha inchi, los peces ornamentales y diversos productos naturales para el consumo interno y la exportación, se debe fomentar YA su uso sostenible.
Además, es necesario no dejarnos cegar por los errores ya cometidos como la millonaria carretera Iquitos-Nauta. Este tramo asfaltado de 96 kilómetros, que demoró treinta años en ser concluido, tiene la fama de ser la autopista más cara del mundo, además de haber sido la fuente de alimento para varios presuntos “coimeros” que hicieron su negocio con dicha construcción. Adicionalmente, el impacto socioambiental negativo de esta vía es cada vez más fuerte, pues su presencia ha permitido exclusivamente el comercio de carbón (a costa de la masa forestal), la instalación de un par de granjas y el establecimiento de algunas zonas de recreación. Es decir, la idea de convertirla en un foco de progreso fracasó totalmente.
La miopía de un desarrollo que no se basa en el conocimiento de la zona dio luz verde a esta obra planificada según otra realidad. Esta ha modificado gran parte de la dinámica local, pues se fomentan actividades que no van acorde con la naturaleza de la selva baja. Se sabe que los suelos amazónicos son pobres y que no son aptos para la agricultura extensiva. Es por eso que se hace imprescindible girar el desarrollo hacia el aprovechamiento sostenible, tecnificado de la gran riqueza de la selva. Sin embargo, todo esto debe atravesar por el replanteamiento de las políticas en la región, la reestructuración de la educación, la conservación de los recursos naturales y el fomento de la investigación sobre diversos aspectos que aún no conocemos, los cuales nos pueden dar grandes sorpresas.
A eso se le debe sumar también la necesidad de modificar algunos usos tradicionales, como por ejemplo la técnica extractiva del aguaje (que contiene cuatro veces más betacaroteno que la zanahoria), que consiste en podar la palmera. Un buen manejo permite sembrar palmeras enanas o trepar a las mismas para extraer la fruta. Como comenta un lúcido profesor mío, debemos ponernos los lentes locales para solucionar el problema. La solución debe salir de adentro hacia fuera y debe salir ya. No dejemos que el ruido y la furia nos cieguen.
La primera impresión que me llevé de la ciudad loretana fue su gran desorden y el ruido ensordecedor que producen las más de 60,000 mototaxis, a las cuales “astutamente” se les quita el silenciador del motor para no perder potencia en una ciudad casi plana. El ruido es tan fuerte que dialogar en algunas calles es casi imposible, salvo que se lancen furibundos gritos. Por otro lado, es notoria la presencia de algunas construcciones que no han sido hechas pensando en el clima de la selva. Un ejemplo claro es el aeropuerto y algunas calles que no presentan un drenaje adecuado para una ciudad en donde llueve en promedio 2,000 mm/año (en Lima “llueve” en promedio 100 mm/año y en la costa piurana entre 10 y 200 mm/año).
Así, visitando la principal ciudad peruana de la selva baja, percibo el grado de desatención en el que se encuentran muchos de nuestros compatriotas. Basta dar una vuelta por el barrio y puerto de Belén, en donde la marginalidad, la suciedad, la promiscuidad y el hacinamiento son tan evidentes que todo lo que se refiere a políticas de salud pública, sexualidad responsable, “chorreo” y al desarrollo planificado parecen estar a años luz de dicha realidad. Pese a estar rodeada de una selva única en diversidad biológica y en oportunidades, la calidad de vida no va acorde con la riqueza del lugar.
Para el taxista que me trasladó del aeropuerto al hotel, la visión parece ser menos apocalíptica, no sin argumentar que la región no despega aún. La situación actual es tan incierta que muchos loretanos están a la espera del ingreso de las grandes empresas que realizarán explotaciones petroleras en las zonas adyacentes y que requieren mano de obra. Así también, mientras recorríamos la ciudad, me comentó que muchos turistas no se quedan en Iquitos debido al ruido y al desorden, yéndose a los albergues en los alrededores, por lo que los beneficiados por el turismo son solo algunos.
Educación y gallinazos
Por otro lado, para otro ciudadano iquiteño, el problema de su región radica principalmente en la educación. Los casi 600,000 habitantes de la ciudad han sido educados según la currícula limeña, tanto así que en las escuelas se aprende sobre ballenas, elefantes y jirafas, en vez de que se les enseñe sobre su propia realidad. Esto es un claro ejemplo del centralismo que retrasa el desarrollo de la zona pues, a su parecer, el capital biológico está presente y solo es necesario desarrollar las capacidades humanas teniendo como herramienta principal la formación y el buen manejo de los recursos naturales.
Es así como, para graficar parte de la problemática socioambiental de la zona, sale a relucir el ejemplo en base al famoso botadero de basura al lado del aeropuerto, el cual albergaba una peligrosa población de gallinazos que obligaron la suspensión de los vuelos comerciales. Si bien ya no hay gallinazos en las inmediaciones, el problema persiste, pues solamente se ha trasladado el botadero a un lugar cercano; a la Reserva Nacional Allpahuayo-Mishana en vez de construir un relleno sanitario.
Para el Instituto de Investigación de la Amazonía Peruana (IIAP) el panorama es crítico, sin embargo ellos vienen luchando por darle a toda la selva peruana un impulso, a través de la investigación, para su despegue como potencia exportadora de productos de calidad. Es por eso que se están implementando diversas estrategias de uso y manejo de recursos naturales rescatando los conocimientos tradicionales en conjunción con los resultados de diversos estudios.
Para los expertos del IIAP, la mano de obra que se genere a través de la explotación petrolera es pasajera y no garantiza un desarrollo a largo plazo. Asimismo, el ecoturismo es importante pero ocupa solamente a unos cuantos. Es por eso que urge fomentar actividades como la piscicultura, la explotación maderera responsable, las cosechas de productos nativos y la industrialización de los mismos, en donde se perciban ingresos a través el valor agregado y se abran nuevos mercados.
La furia
En casi todos las versiones recogidas en Iquitos sobre la situación actual se filtra una pequeña furia contenida hacia Lima y a su poder centralista. Si bien esta es entendible, también hay que ser concientes de que gran parte de la solución del problema está ahí mismo, es decir en la Amazonía. Como lo dijo Faulkner: “Lo que se considera ceguera del destino es en realidad miopía propia”, y es que analizando las diversas posibilidades de desarrollo para la zona, en base a productos como el camu-camu, el paiche, el aguaje, el sacha inchi, los peces ornamentales y diversos productos naturales para el consumo interno y la exportación, se debe fomentar YA su uso sostenible.
Además, es necesario no dejarnos cegar por los errores ya cometidos como la millonaria carretera Iquitos-Nauta. Este tramo asfaltado de 96 kilómetros, que demoró treinta años en ser concluido, tiene la fama de ser la autopista más cara del mundo, además de haber sido la fuente de alimento para varios presuntos “coimeros” que hicieron su negocio con dicha construcción. Adicionalmente, el impacto socioambiental negativo de esta vía es cada vez más fuerte, pues su presencia ha permitido exclusivamente el comercio de carbón (a costa de la masa forestal), la instalación de un par de granjas y el establecimiento de algunas zonas de recreación. Es decir, la idea de convertirla en un foco de progreso fracasó totalmente.
La miopía de un desarrollo que no se basa en el conocimiento de la zona dio luz verde a esta obra planificada según otra realidad. Esta ha modificado gran parte de la dinámica local, pues se fomentan actividades que no van acorde con la naturaleza de la selva baja. Se sabe que los suelos amazónicos son pobres y que no son aptos para la agricultura extensiva. Es por eso que se hace imprescindible girar el desarrollo hacia el aprovechamiento sostenible, tecnificado de la gran riqueza de la selva. Sin embargo, todo esto debe atravesar por el replanteamiento de las políticas en la región, la reestructuración de la educación, la conservación de los recursos naturales y el fomento de la investigación sobre diversos aspectos que aún no conocemos, los cuales nos pueden dar grandes sorpresas.
A eso se le debe sumar también la necesidad de modificar algunos usos tradicionales, como por ejemplo la técnica extractiva del aguaje (que contiene cuatro veces más betacaroteno que la zanahoria), que consiste en podar la palmera. Un buen manejo permite sembrar palmeras enanas o trepar a las mismas para extraer la fruta. Como comenta un lúcido profesor mío, debemos ponernos los lentes locales para solucionar el problema. La solución debe salir de adentro hacia fuera y debe salir ya. No dejemos que el ruido y la furia nos cieguen.
Artículo publicado el 16 de diciembre de 2007 en el Suplemento Semana del Diario El Tiempo de Piura.
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