domingo, 14 de junio de 2009

BUENAS NOTICIAS DESDE TRUJILLO

Trujillo, una de las ciudades más importantes del norte peruano, capital de la eterna primavera, aquella estación del año que se caracteriza por el cantar de las aves, el florecimiento de los campos, el brote de la vida, así como por un clima agradable de sosiego y tranquilidad. Trujillo es la capital del departamento de La Libertad, una ciudad que cada día crece y se expande (de manera desordenada) en busca del ansiado desarrollo. También alberga a la ciudad de barro más grande del mundo, Chan Chan, que debe soportar la presión humana, así como las inclemencias del tiempo.

Esta hermosa ciudad está situada cerca de las Huacas del Sol y de La Luna, que son parte del gran legado Moche. Además, la capital del departamento de La Libertad presenta un centro histórico. A un paso del distrito de Huanchaco y sus acogedoras playas. Sin embargo, esta ilustre ciudad norteña sufre de una invasión de autos, taxis, combis y el ruido de las bocinas que aturden a cualquiera. Si bien en todo el Perú vivimos una invasión de combis y ticos, en Trujillo sobrepasaron los límites máximos. Pero, parece haber una luz al final del túnel. Revisando la página web del diario La Industriade Trujillo (http://www.laindustria.com/)
, en el editorial del 23 de julio del 2007, titulado “Papeletas por uso de bocinas”, se informaba que la municipalidad aprobó la Ordenanza Municipal N° 008-2007-MPT que regula la prevención y control de la emisión de ruidos, sonidos y vibraciones producidos en lugares públicos, que pueden ser altamente nocivos para la salud mental de las personas.

Sin duda, esta es una grata noticia que esperemos se cumpla y sirva de ejemplo a otras urbes víctimas del ataque de las bocinas. La medida contempla multas (papeletas) entre 50 y 70 nuevos soles a aquellos conductores que abusen del claxon. El ruido provocado por el tráfico vehicular en las principales calles trujillanas oscila entre 91 y 136 decibeles. Estos niveles sobrepasan lo establecido en el Decreto Supremo N° 085-2003-PCM.

Para muestra un botón, en este decreto supremo, se establece que durante en horario diurno en una zona comercial, el ruido que se emite no se debería pasar los 70 decibles. Estas medidas de control y vigilancia forman parte de la campaña “Por una ciudad sin ruidos”, encabezada por la Municipalidad de Trujillo, a través de la Gerencia de Salud y Gestión del Medio Ambiente, con el apoyo del Ministerio de Salud, la Policía Nacional del Perú y otros organismos. La campaña busca mejorar la calidad de vida, así como hacer más agradable y hospitalaria a la capital norteña. En el Art. 19° se estipula que “queda prohibido el uso de bocinas o cualquier otra señal acústica dentro de las zonas urbanas de la provincia de Trujillo, incluso en el supuesto de cualquier dificultad o imposibilidad de tránsito que se produzca en la calzada de las vías públicas”. Sin embargo, según la prensa y el comentario de algunos trujillanos, la norma no se cumple a cabalidad y no es disuasiva.

¿Qué pretenden con tanta bocina?

Hace un tiempo, un amigo alemán me preguntó, bastante preocupado, por qué la policía no se paraba en las equinas con un aparato sencillo que mida los decibeles que registre la bocina de cada desquiciado al volante. Si se establece un límite y el chofer lo excede, se le pone una multa. Punto. No hay más que decir. Es una total falta de consideración de los irresponsables choferes que no paran de accionar sus irreverentes bocinas hasta perforarte los oídos.

No soy psicólogo ni sociólogo, pero creo que la bocina ya no cumple la razón principal de su existencia; es decir, alertar por una situación de emergencia al peatón, ciclista o simple transeúnte que debe poner atención ante la incursión del auto. El claxon ha pasado a ser una especie de continuación del hombre; es decir, una manera de expresarse para llamar la atención de pasajeros, reclamar que cambie la luz verde e incluso sirve para intentar demostrar su presencia en las pistas. Hay choferes que usan las bocinas sin ningún motivo. Así estén últimos en la fila esperando que cambie el semáforo, despotrican contra todo el mundo, envalentonados con su miserable claxon.

Y hay otro caso indignante, la simpática y paciente señora que recoge a los chicos para llevarlos al colegio, o sea, la siempre puntual “movilidad escolar”. Aquella amable señora no tiene mejor idea que tocar el claxon como poseída para que los chicos bajen. Una falta de respeto total, realmente inconcebible. Si somos pasajeros en un taxi o en una combi, o si nosotros mismos somos los conductores, debemos por un lado exigir el uso limitado de la bocina, y por el otro, tomar conciencia de la necesidad real de su existencia y finalidad. Debemos entender lo siguiente: los semáforos y los policías de tránsito no funcionan en base al ruido. Así también, con el uso indiscriminado de dicho dispositivo se atenta contra el derecho de las personas a la calidad de vida. Cambiemos nosotros y exijamos el cambio, sino nuestras ciudades serán cada día peor.
Artículo publicado el 27 de julio de 2007 en la versión online de la Revista Viajeros:

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