sábado, 13 de junio de 2009

EUROPEOS EN EL BOSQUE

El apellido Gabriel es conocido para muchos, principalmente por el cantante Peter Gabriel, quien formó ─en sus inicios y junto con Phill Collins─ parte de la conocida banda inglesa Genesis. No obstante, he traído a colación el mencionado apellido ya que uno de los protagonistas de este artículo también se apellida Gabriel y responde al nombre de Sigmar. Estoy hablando de Sigmar Gabriel, quien es nada más y nada menos que el ministro de Medio Ambiente alemán.

Este funcionario germano ha alzado su voz en Bruselas (la capital belga es la sede de la Comisión Europea) para frenar la importación en Europa de madera ilegal (que representa la quinta parte de toda la madera) procedente de Asia, África y América del Sur. El auge del mercado negro de este producto forestal en el viejo continente aumenta a diario y factura al año cientos de millones de dólares. Gabriel se esmera en convencer a la Comunidad Europea que una de las maneras de preservar los bosque tropicales, y con ello detener el calentamiento global del planeta, es frenando el mercado negro de la madera.

En ese aspecto, Estados Unidos —irónicamente— ha avanzado bastante en comparación con Europa, pese a que el país del Tío Sam es mundialmente criticado por su política medioambiental. Cada quinto metro cúbico de madera que se adquiere en los países de la Comunidad Europea proviene, según lo reportado, de mafias especializadas en violar la ley y deforestar grandes extensiones de bosque, aprovechando la debilidad institucional de los Estados.

Por otro lado, el comisario europeo de medio ambiente, Stavros Dimas (de nacionalidad griega y poseedor de una cuenta en Facebook donde promociona sus actividades), ha mostrado también buenas intenciones en asumir el reto de hacerle la guerra a los taladores ilegales que atentan contra la masa forestal de los países tropicales. Dimas presentó hace unos días en Bruselas un paquete de propuestas contra la deforestación. Una de las propuestas es nombrar oficialmente a partir del 2020 (¿no es un poco tarde?) a los bosques tropicales como fijadores de carbono.

Dimas exige además que los empresarios madereros europeos sean lo suficientemente responsables para controlar que la madera que compran sea legal (como supuestamente es en la actualidad y está claro que no funciona). No obstante, la propuesta de Dimas ha levantado diversas protestas por parte de muchos organismos ecológicos y de Gabriel, quien dijo que “eso no va a proteger la gran extensión de los bosques que se deforesta anualmente para satisfacer nuestro consumo”.

Gabriel afirma que sin las prohibiciones de importación y de comercio de la Comunidad Europea no va a ser posible detener el comercio con productos forestales obtenidos de manera ilegal.

Gabriel vs. Dimas

Asimismo, como sostiene Gabriel, es un tanto absurdo que los estadounidenses, tan criticados por su política ambiental, sean los pioneros en la lucha contra el tráfico ilegal de madera. En el país norteño se aprobó hace poco tiempo una ley severa contra dicha actividad, la denominada “Lacey Act” (ver: http://www.greenpeace.org/usa/press-center/releases2/expansion-of-lacey-act-will-be). Incluso, allá la posesión de madera ilegal puede ser penada. Para Gabriel, dichas normas severas deben entrar en vigencia en Europa, ya que no tiene sentido que cada país europeo tenga una normatividad determinada al respecto.

Para Dimas, no es necesario prohibir la importación y el comercio de la madera ilegal. En la propuesta de Dimas, ni siquiera es obligación demostrar la legalidad de la madera a través de los papeles. Su justificación es un tanto irrisoria: “Para nosotros sería difícil pedirle en la frontera europea el certificado de procedencia de la madera de cada carga”. Dicha actividad resulta muy cara y complicada.

El ministro alemán está buscando el apoyo de Estados Unidos para enfrentarse a Dimas, ya que “no se puede esperar más”. Ojalá que la propuesta del germano prospere y que se puedan cerrar las fronteras europeas para frenar el comercio de madera ilegal, a fin de reducir la deforestación en los países tropicales. Esto, ya que Dimas sostiene que frenar la tala ilegal a través de la legislación de los países en donde esta se da, no es tarea del viejo continente. Para muchos, tal afirmación es una capitulación.

Gabriel y Dimas

En la página web Germany.info se le hizo una entrevista a Sigmar Gabriel. A continuación transcribo parte de la entrevista a fin de entender un poco su posición.

En diciembre de 2007, usted tomó parte como ministro de Medio Ambiente en la conferencia sobre el Cambio Climático en Bali, donde comenzaron las negociaciones para un nuevo régimen internacional de protección del clima que sustituya al Protocolo de Kyoto, que expira en 2012. ¿Qué será lo decisivo en el nuevo régimen? ¿Qué aporte deben realizar los países industrializados y emergentes? El resultado de Bali fue más modesto de lo que deseaban Alemania y la UE. Pero es mucho mejor de lo que se podía esperar en vista de la difícil posición de partida y la divergencia de intereses. Todos los países industrializados, incluido EE.UU., están dispuestos a asumir mayores obligaciones o tomar más medidas en relación con el cambio climático. Es un enorme progreso que en Bali los países en desarrollo, que mucho menos han aportado al cambio climático, hayan estado por primera vez de acuerdo en tomar vastas medidas para reducir las emisiones (de CO2). Que para ello deseen ser apoyados tecnológica y financieramente, es un sobreentendido.

Usted dice que la ecología y la economía fueron vistas durante mucho tiempo como opuestos. ¿Cómo debe ser una política ambiental moderna, que aproveche sosteniblemente el mercado e impulse las tecnologías ambientales? A raíz de que Sir Nicholas Stern, ex economista jefe del Banco Mundial, publicó su vasto análisis, está claro que una ambiciosa protección ambiental es la inevitable consecuencia de toda política económica sensata. Actuar para proteger el clima es mucho más ventajoso que no actuar o actuar con atraso. Según Stern, los costos de un cambio climático desenfrenado son de un 5 a un 20 % del producto social global por año. Ello contrarrestaría a mediano y largo plazo todos los avances económicos. (...) Los desafíos globales, como el cambio climático o la escasez de agua y materias primas, solo pueden ser afrontados si se desarrollan y distribuyen mundialmente nuevas tecnologías. De ello se deriva la importancia de un eficiente sector ambiental.

Por otro lado, en cuanto a Stavros Dimas, según el blog de Rafael Fernández-Font Pérez, “Me pica en Flandes” (http://mepicaenflandes.wordpress.com/), la labor del griego no es mala, no obstante: “Recientemente, lideró la delegación de la Comisión Europea en Bali, siendo la Europa unida una de las principales voces pidiendo reducciones de entre el 25 y el 40% de las emisiones de CO2. La UE pretende reducir entre el 20 y 30% por su propia cuenta. Mantiene un diario en internet (en inglés) en el que recientemente criticaba a los Estados Unidos, a Japón y a Rusia, por no acabar de aceptar las evidencias científicas que el IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático) presentó a los políticos (políticos en el sentido de policy-makers, no de politicians). ¿Podemos considerar al “abuelo” Dimas, a sus 66 “tacos” (años), como un luchador más por el medio ambiente? Caben muchas reservas, por supuesto. Su afiliación conservadora y su pasado industrial siempre hacen dudar”.

Y desde esta tierra biodiversa, ¿qué debemos hacer? No podemos solamente esperar sentados a ver qué deciden estos señores. Es hora de actuar, el futuro de los bosques amazónicos no se deben decidir en el viejo continente, sino acá, en América Latina.
Artículo publicado el 30 de noviembre de 2008 en el Suplemento Semana del Diario El Tiempo de Piura.

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