A lo largo de los tres artículos anteriormente publicados, se expuso parte del escenario en el mundo y en nuestro país referente a la extinción de algunas especies animales, las principales causas de esta situación y el rol del hombre en este problema. Asimismo, se abarcó de manera breve el estado actual de esta problemática en nuestro medio. Es así como en la anterior entrega, se propusieron algunas pautas para detener la desaparición de las especies amenazadas en el país, cuyo futuro incierto depende exclusivamente de nuestro accionar, ya sea para preservarlas o para que las futuras generaciones las conozcan únicamente a través de fotos e ilustraciones.
Tal como se explicó en el primer artículo, la extinción de especies biológicas es un fenómeno natural, el cual se da luego de que una especie determinada cumple un ciclo de vida que fluctúa entre uno y diez millones de años. Sin embargo, las actividades humanas están provocando que muchos animales no logren cumplir su ciclo natural en el planeta. Al referirnos a millones de años, hablamos de edades geológicas de las cuales el hombre es testigo de una ínfima parte. El Homo sapiens habita la Tierra hace cerca de 160,000 años, mientras que ésta existe hace aproximadamente 5 mil millones de años. En “tan poco tiempo” de existencia, hemos hecho bastantes barbaridades.
Si la extinción de especies animales y vegetales es un proceso natural, no tenemos por qué ser el catalizador de dicha situación. Es necesario mantener el equilibrio ecológico del planeta, el cual se basa en una existencia armoniosa entre los seres vivos que lo habitan. El hombre aún no conoce muchos de los secretos que nos esconden diversas especies biológicas. Un escenario no muy lejano de la realidad puede hacernos pensar que en el 2030, la mitad de todo el reino vegetal y animal habrá sucumbido, y con ellos se habrá perdido una enorme cantidad de material genético. Además, se extinguirían especies que ni siquiera habremos hemos llegado a conocer del todo.
Cada día aumenta indefectiblemente la población humana por lo que es necesario crear espacios y recursos para los nuevos terrícolas. Tal situación obliga al hombre a extender sus dominios. Para tal fin, pone la mira en aquellos espacios silvestres que aún tienen mucho para ofrecer, pero que sin embargo tienen una capacidad limitada para soportar los impactos del hombre. Si la situación continúa así, el hombre sufrirá un colapso irremediable. Se trata de convivir, no de atropellar ni depredar.
Conocer y educar para proteger
Se conserva lo que se conoce. Es por eso que, como se expuso en el texto anterior, es indispensable contar con la información real, actualizada y con validez científica de la situación actual que afronta la diversidad biológica del país para conocer de cerca lo que poseemos y lo que realmente está sucediendo. Los esfuerzos que se deben realizar para salvar de la extinción a aquellas especies que se encuentran altamente amenazadas deben partir del conocimiento previo que nos demuestre que realmente dicha especie está en camino a desaparecer si no se toman acciones urgentes para frenar la extinción.
Un ejemplo de esta problemática es el siguiente: en la capital del país vive el geco de las huacas (Phyllodactylus sentosus) que es una lagartija nocturna endémica de la ciudad de Lima, es decir habita exclusivamente en algunas zonas de la ciudad. Su distribución se limita específicamente a siete huacas que se “salvaron” de la urbanización y de la selva de cemento. Su situación es realmente alarmante, tanto así que está considerado por el Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA) como en peligro crítico (CR). Además, pese a que sus poblaciones se hayan aisladas y amenazadas, los pocos ejemplares que aún sobreviven, son aniquilados debido a que sus llamativos colores rojizos y amarillos durante la época juvenil, hacen suponer que son venenosos. Sin embargo, este limeñísimo reptil es totalmente inofensivo.
¿Cuántos conocen a este pequeño reptil? ¿Sabemos que está a punto de desaparecer? ¿Sabemos que es totalmente inofensivo y que realmente es beneficioso ya que se alimenta de insectos? Es casi seguro que solo un puñado de peruanos sepa esto. ¿Qué pasaría si esta especie desaparece en los siguientes años? Nada, no pasaría nada, pero ¿Por qué debemos llegar a dicha situación? La respuesta alcanza matices morales y científicos que sustentan –con justa razón- que no es menester del hombre llegar a este lamentable escenario. Cada ser vivo es poseedor de un historial genético que nos puede brindar luces sobre aspectos desconocidos para el hombre. Su extinción nos hace pobres a todos.
Para nadie es ajeno saber que la investigación ocupa los últimos lugares en los presupuestos del Estado. Esto origina que conozcamos poco sobre la gran riqueza biológica que poseemos, así como que sepamos a ciencia cierta cuánto y qué “nos queda” aún. Debemos exigir y fomentar la investigación científica en nuestro país con la finalidad de saber qué debemos hacer.
Así también, es vital el papel de la educación ambiental en todos los niveles. Qué mejor manera de forjar una conciencia real sobre nuestra diversidad biológica y sus amenazas, que a través de una educación sólida desde la niñez. Ante una problemática tan grave, es imprescindible sentar las bases para que seamos realmente conscientes de lo que pasa. La escuela es una de las plataformas más útiles y necesarias para frenar la extinción de especies. Se deben impartir los conocimientos de nuestra flora y fauna, identificar el problema y proponer soluciones viables a nivel local enlazadas con políticas nacionales.
¿Podemos convivir todos en nuestro ya golpeado planeta? Podemos y debemos hacerlo. Es indispensable que luchemos por preservar las especies biológicas en el mundo y en nuestro país. Debemos ser conscientes de que con cada animal o planta que se extingue, desaparece una parte importante de nuestra calidad de vida y que dicha situación nos acerca un paso más a una catástrofe total del gran ecosistema llamado planeta. Cada uno de nosotros debe interiorizar esta situación y condicionar su actitud para modificar lo que viene sucediendo. Conservar nuestra diversidad biológica nos beneficia todos.
Tal como se explicó en el primer artículo, la extinción de especies biológicas es un fenómeno natural, el cual se da luego de que una especie determinada cumple un ciclo de vida que fluctúa entre uno y diez millones de años. Sin embargo, las actividades humanas están provocando que muchos animales no logren cumplir su ciclo natural en el planeta. Al referirnos a millones de años, hablamos de edades geológicas de las cuales el hombre es testigo de una ínfima parte. El Homo sapiens habita la Tierra hace cerca de 160,000 años, mientras que ésta existe hace aproximadamente 5 mil millones de años. En “tan poco tiempo” de existencia, hemos hecho bastantes barbaridades.
Si la extinción de especies animales y vegetales es un proceso natural, no tenemos por qué ser el catalizador de dicha situación. Es necesario mantener el equilibrio ecológico del planeta, el cual se basa en una existencia armoniosa entre los seres vivos que lo habitan. El hombre aún no conoce muchos de los secretos que nos esconden diversas especies biológicas. Un escenario no muy lejano de la realidad puede hacernos pensar que en el 2030, la mitad de todo el reino vegetal y animal habrá sucumbido, y con ellos se habrá perdido una enorme cantidad de material genético. Además, se extinguirían especies que ni siquiera habremos hemos llegado a conocer del todo.
Cada día aumenta indefectiblemente la población humana por lo que es necesario crear espacios y recursos para los nuevos terrícolas. Tal situación obliga al hombre a extender sus dominios. Para tal fin, pone la mira en aquellos espacios silvestres que aún tienen mucho para ofrecer, pero que sin embargo tienen una capacidad limitada para soportar los impactos del hombre. Si la situación continúa así, el hombre sufrirá un colapso irremediable. Se trata de convivir, no de atropellar ni depredar.
Conocer y educar para proteger
Se conserva lo que se conoce. Es por eso que, como se expuso en el texto anterior, es indispensable contar con la información real, actualizada y con validez científica de la situación actual que afronta la diversidad biológica del país para conocer de cerca lo que poseemos y lo que realmente está sucediendo. Los esfuerzos que se deben realizar para salvar de la extinción a aquellas especies que se encuentran altamente amenazadas deben partir del conocimiento previo que nos demuestre que realmente dicha especie está en camino a desaparecer si no se toman acciones urgentes para frenar la extinción.
Un ejemplo de esta problemática es el siguiente: en la capital del país vive el geco de las huacas (Phyllodactylus sentosus) que es una lagartija nocturna endémica de la ciudad de Lima, es decir habita exclusivamente en algunas zonas de la ciudad. Su distribución se limita específicamente a siete huacas que se “salvaron” de la urbanización y de la selva de cemento. Su situación es realmente alarmante, tanto así que está considerado por el Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA) como en peligro crítico (CR). Además, pese a que sus poblaciones se hayan aisladas y amenazadas, los pocos ejemplares que aún sobreviven, son aniquilados debido a que sus llamativos colores rojizos y amarillos durante la época juvenil, hacen suponer que son venenosos. Sin embargo, este limeñísimo reptil es totalmente inofensivo.
¿Cuántos conocen a este pequeño reptil? ¿Sabemos que está a punto de desaparecer? ¿Sabemos que es totalmente inofensivo y que realmente es beneficioso ya que se alimenta de insectos? Es casi seguro que solo un puñado de peruanos sepa esto. ¿Qué pasaría si esta especie desaparece en los siguientes años? Nada, no pasaría nada, pero ¿Por qué debemos llegar a dicha situación? La respuesta alcanza matices morales y científicos que sustentan –con justa razón- que no es menester del hombre llegar a este lamentable escenario. Cada ser vivo es poseedor de un historial genético que nos puede brindar luces sobre aspectos desconocidos para el hombre. Su extinción nos hace pobres a todos.
Para nadie es ajeno saber que la investigación ocupa los últimos lugares en los presupuestos del Estado. Esto origina que conozcamos poco sobre la gran riqueza biológica que poseemos, así como que sepamos a ciencia cierta cuánto y qué “nos queda” aún. Debemos exigir y fomentar la investigación científica en nuestro país con la finalidad de saber qué debemos hacer.
Así también, es vital el papel de la educación ambiental en todos los niveles. Qué mejor manera de forjar una conciencia real sobre nuestra diversidad biológica y sus amenazas, que a través de una educación sólida desde la niñez. Ante una problemática tan grave, es imprescindible sentar las bases para que seamos realmente conscientes de lo que pasa. La escuela es una de las plataformas más útiles y necesarias para frenar la extinción de especies. Se deben impartir los conocimientos de nuestra flora y fauna, identificar el problema y proponer soluciones viables a nivel local enlazadas con políticas nacionales.
¿Podemos convivir todos en nuestro ya golpeado planeta? Podemos y debemos hacerlo. Es indispensable que luchemos por preservar las especies biológicas en el mundo y en nuestro país. Debemos ser conscientes de que con cada animal o planta que se extingue, desaparece una parte importante de nuestra calidad de vida y que dicha situación nos acerca un paso más a una catástrofe total del gran ecosistema llamado planeta. Cada uno de nosotros debe interiorizar esta situación y condicionar su actitud para modificar lo que viene sucediendo. Conservar nuestra diversidad biológica nos beneficia todos.
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