lunes, 15 de junio de 2009

LAS VACAS Y EL CALENTAMIENTO GLOBAL


Es difícil concebir un paisaje campestre sin la presencia de las pacíficas y amigables vacas pastando sin ninguna complicación. Estos rumiantes nos acompañan desde hace siglos y proveen de casi todo su organismo para el consumo humano. Además, son parte fundamental del desarrollo ganadero del hombre en todo el mundo. Hasta aquí todo en orden, pero ¿qué sucede si analizamos la dieta, las costumbres, así como el complicado sistema digestivo de estos bovinos? Las vaquitas expulsan grandes cantidades de metano, un gas causante también del tan mencionado calentamiento global.

El metano y el bióxido de carbono son dos gases que contribuyen, de manera natural y de manera artificial -por la acción del hombre- al calentamiento global. La presencia en grandes cantidades de ambos gases en la atmósfera impide que el calor de la Tierra sea devuelto al espacio. Una molécula de metano es 20 veces más eficaz en retener calor que una de bióxido de carbono; solo que, éstas últimas se encuentran en mayor proporción y son la causante principal del calentamiento de la Tierra; seguidas por el metano, al que se le atribuye la quinta parte de dicho fenómeno. Y de esa quinta parte, la mitad procede de la actividad ganadera. Adicionalmente, el metano reacciona en la atmósfera convirtiéndose en bióxido de carbono e hidrógeno. Un gran círculo vicioso.

Diariamente, una vaca emite a la atmósfera, a través del hocico y del tracto rectal, entre 300 y 500 litros de metano. Es por eso que las nobles vacas han sido catalogadas por muchos como parte de los culpables del cambio climático que afronta el planeta. ¿Debemos acusarlas, exterminarlas, cambiar su dieta? ¿Qué hacer? Solo los vegetarianos y tal vez los hindúes se pueden imaginar una vida sin ellas.

Además de las implicancias del metano en el clima global, existe un aspecto relacionado al aprovechamiento de la energía. Entre cuatro y siete por ciento de la energía procedente de la alimentación de las vacas es transformada en su sistema digestivo en metano. Si se pudiese evitar que las vacas eructaran tanto, se produciría más leche y carne. Sin embargo, su proceso digestivo es complicado y difícil de manejar. El alimento masticado pasa al primero de los cuatro estómagos de la vaca, el retículo; una especie de cámara de fertilización que contiene hasta ocho kilos de microorganismos que descomponen y que ganan energía a través de la absorción de hidrógeno y oxígeno, liberando metano, el cual es expulsado principalmente por el hocico a la atmósfera.

Según algunos expertos, parte de estas bacterias podrían ser extraídas o aniquiladas para que no generen tanto metano. Sin embargo, esto ocasionaría que se produjeran en su defecto, cantidades de hidrógeno que causarían cambios en el metabolismo de las vacas, los cuales podrían afectarlas y a su vez, disminuir tal vez su productividad.

¿“Autor” de los hechos o el “lugar” de los hechos?

Está claro que el principal causante del calentamiento global es el hombre. No le vamos a quitar ningún merito. Y si bien, algunos han acusado a las vacas de “contaminantes”, es poco serio acusarlas, pese a que contribuyen de algún modo a dicho fenómeno. Sin embargo, otra vez los seres humanos entran a tallar, puesto que: a mayor demanda de carne, más vacas. No obstante, se puede decir que la vaca no es “la autora” de los hechos, sino más bien, que sirve de “escenario” debido a su complicado sistema digestivo. Ante esta situación, los esfuerzos actuales están más orientados a modificar su dieta e introducir alimentos que no produzcan tanto metano en su asimilación.


Algunas investigaciones han logrado determinar a la fecha la existencia de tres suplementos alimenticios que reducen las cantidades de metano en cerca de 30 y 40 %. Una de estas sustancias es la grasa que puede proceder del coco, de los girasoles o de la linaza. Las grasas de estas plantas matan a las bacterias que producen el metano en exceso. Existen otros dos compuestos químicos presentes en gran proporción en plantas tropicales como las saponinas, que son glucósidos con propiedades como la del jabón, que se encuentran en plantas como el Quillay, una planta endémica de Chile; así como las taninas que se encuentran en las castañas.

Lo que aún no está muy claro es cómo se produce exactamente el proceso de la reducción del metano en las vacas. Se desconocen también los efectos en la carne y en la leche vacuna. Lo bueno es que, como se trata de sustancias naturales, el efecto en los productos procedentes de las reses no debe ser perjudicial. En la búsqueda de soluciones y de respuestas para estos problemas e interrogantes, investigadores australianos desarrollaron una vacuna en contra de las bacterias productoras de metano en ovejas. El resultado fue poco alentador; tras dos inyecciones, la producción de metano se redujo tan solo en ocho por ciento.

Ante este resultado, los científicos australianos dirigieron sus miradas hacia los canguros. Estos mamíferos producen metano en muy bajas cantidades, lo que podría originar que las bacterias de este animal saltador sean transferidas a las vacas. Los resultados aún no se conocen; sin embargo, no existen muchas esperanzas de que este experimento funcione debido otra vez a la complejidad del sistema digestivo vacuno.

¿Qué hacemos con las vaquitas?

En el país, este problema pasa totalmente desapercibido, debido a que no somos una potencia ganadera. En el caso de algunos países industrializados, ya se ha detectado el problema y se buscan alternativas. Esto es posible gracias a que cuentan con los recursos económicos para dedicarse a la investigación; situación de la cual por ahora solo podemos mirar con envidia. Los alimentos adicionales para reducir la producción de metano tienen desventajas, por un lado se producen en poca proporción; y por el otro, no son agradables ni fáciles de suministrar para el ganado vacuno.


Las vacas no están acostumbradas a las grasas en general, además las saponinas son parecidas al jabón y las taninas son amargas, lo que dificulta su utilización ya que son rechazadas por las reses. Una situación complicada para los científicos y para los ganaderos. Al parecer, el cambio en la dieta no será la solución. Adicionalmente, reducir en un tanto por ciento el calentamiento global atacando este problema, parece también no ser prioridad en la agenda política internacional, y menos en el Perú. Dejar viejas costumbres alimenticias tampoco. Tal vez por eso tuvieron que aparecer la fiebre aftosa y las “vacas locas” que redujeron de alguna manera el apetito y la demanda de los productos ganaderos. Siempre aprendemos por las malas.


Artículo publicado el 19 de julio de 2007 en el Diario La Industria de Trujillo.

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