Hace unos días fui invitado a Tarapoto
para cubrir la Feria Internacional de Naturaleza y Observación de Aves,
organizada por el Gobierno Regional, la Dirección Regional de Comercio Exterior
y Turismo de San Martín y PromPerú; la cual se realizó del 03 al 15 de
setiembre. No conocía Tarapoto y la impresión que me he llevado de esa cálida
ciudad es sumamente positiva. Así, en medio del trajín de la feria, pude
conocer algunos rincones de la ciudad y de sus alrededores. En general, me
pareció una ciudad ordenada, limpia y tranquila, en comparación con otras
importantes ciudades del país.
Justamente, aprovechando el tiempo libre
en la ciudad, atravesé por un par de situaciones que me hicieron tomar
conciencia de una realidad un tanto distante, pero a su vez muy cercana. Estas
vivencias me persiguen hasta hoy, convirtiéndose en algunos de los motivos para
plasmar estas líneas. Y es así como buscando desesperadamente un buen café y el
diario, llegué a una de las esquinas de la Plaza de Armas. Era casi el
mediodía. Compré el periódico y encontré un local acogedor con una ventana que
daba en diagonal a la plaza principal de la ciudad.
Me senté en la barra a saborear un
delicioso café expresso, ya que las pocas mesas del local estaban ocupadas.
Luego de hacer mi pedido, me puse a revisar el diario. Cuando vi con atención
la carátula, esta se me hacía conocida. Me percaté y vi ¡que era la edición del
día anterior! En ese momento, me convencí una vez más de que algunos rincones
del país no van al ritmo al que tal vez estamos acostumbrados. Luego, sentí
cierta vergüenza, pues no tendría las agallas para reclamar dicha compra
equívoca para mí. La dimensión del tiempo es distinta, eso está muy claro.
Repuesto de quedarme con las ganas de leer
las noticias del día, entablé una amena conversación con las muchachas que
atendían el café. Ahí fue que, emocionado por poder disfrutar de un buen café
en Tarapoto, les pregunté a las alegres tarapotinas detrás de la barra, cuál
era el horario de atención. Me dijeron, entre risas, que atendían hasta la una
y media. Les expresé mi asombro por el horario corrido tan largo, ya que pensé
que atendían hasta pasada la medianoche. Sin embargo, ellas me aclararon al
instante que abrían hasta la una y media, pero de la tarde. Cerraban hasta las
cuatro, para luego abrir hasta las nueve de la noche. Otra vez me topé con las
distintas dinámicas de nuestro diverso país.
Tarapoto en venta
Ya disfrutando del aromático café, me
distraje un momento escuchando una conversación que se desarrollaba a mis
espaldas. Si bien no era mi intención “ganarme” con lo que se deliberaba, me
enteré de que una pareja de la zona estaba dispuesta a vender “sus” terrenos a
dos personas —que evidentemente no eran de la zona— para actividades agrícolas.
La intención de los compradores era clara: deforestar y plantar diversos tipos
de productos. Los vendedores estaban plenamente convencidos de que estaban
haciendo un gran negocio, e incluso les recomendaban alternativas para sembrar
a costa del pedazo de bosque que ofrecían.
Según me comentaban algunos lugareños,
mucha gente se apodera de extensos terrenos de “monte” para luego venderlos
como “sus” tierras, luego de haberlas denunciado. El tráfico de tierras se
realiza sin ningún control y lógicamente amenaza esta zona, poseedora de una
gran diversidad biológica y cultural. Esta afirmación es respaldada también a
través de lo expuesto en el artículo de Jeanette Salazar Salas, titulado
“Pérdida de cobertura forestal en la Amazonía. Caso Región San Martín, Perú,
aparecido en el boletín N° 62 de DAR (Derecho Ambiental y Recursos Naturales, http://www.dar.org.pe/).
Lamentablemente, no es difícil comprobar
que la expansión agrícola y ganadera en la zona es cada vez mayor. Además, como
en muchas partes del país, las autoridades no pueden frenar la avalancha del
“desarrollo”, que si bien no puede ser negado, debe ser controlado.
Pie de monte
La selva alta es más diversa que la selva
baja. Esto se puede comprobar en la conjunción de la cultura andina y la
selvática, así como en la variedad de ecosistemas, flora y fauna; producto de
las variaciones en la altitud, el clima y la topografía. No obstante, la selva
alta —también conocida como yungas, bosques lluviosos o de neblina, o pie de
monte—, es mucho más frágil y vulnerable a las actividades humanas. En muchos
aspectos, estas tierras tienen una riqueza inmensa que parece inagotable, pero
que urge proteger. Para tal fin, es vital una planificación ordenada del
desarrollo que se ve venir.
La región San Martín está compuesta, casi
en su totalidad, por selva alta; y de ello deriva su amplia variedad de ofertas
y atractivos turísticos. Encontramos diversas Áreas Naturales Protegidas, como
el Parque Nacional Río Abiseo, parte del Parque Nacional Cordillera Azul, el
Bosque de Protección Alto Mayo y el Área de Conservación Regional Cordillera
Escalera; las cuales albergan una gran variedad de flora y fauna. Estas zonas
protegidas son puntos magnéticos ineludibles para muchos turistas. Asimismo,
esta región alberga varios lugares muy apreciados por los observadores de aves,
actividad que cada día gana más adeptos.
Por otro lado, en San Martín, encontramos
ciudades interesantes que merecen ser visitadas como: Tarapoto, Juanjui, Lamas,
Moyabamba, Rioja, Tocache, Uchiza y Saposoa. Y ni qué decir de las hermosas
lagunas y cataratas de la zona, así como de sus codiciadas orquídeas. Una visita
a la región es indispensable para conocer la selva alta y su gran diversidad.
Asimismo, se puede disfrutar de la gran amabilidad de sus pobladores y de sus
variados potajes y bebidas. También busque identificar la gran identidad del
poblador sanmartiniano con su tierra, algo de lo cual se debe tomar nota.
Reserve unos días para visitar estas
hermosas tierras, no se arrepentirá. Yo ya lo hice. Regresaré muy pronto en
búsqueda de nuevas experiencias y de mi café.
Artículo publicado el 12 de octubre de 2007
en la versión online de la Revista Viajeros:
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