Me imagino que a la fecha no existen dudas sobre los efectos del cambio climático en el planeta. Salvo algunos escépticos e interesados en ganar dinero a borbotones que pululan por ahí negando el calentamiento global, la gran mayoría ha tomado conciencia de uno de los grandes problemas que afronta y afrontará la humanidad. No es mi intención crear pánico, desestimar los esfuerzos hechos a la fecha para mitigar los efectos negativos de los gases de efecto invernadero, ni mucho menos presentar un panorama desolador, sino más bien llamar la atención para que tomemos conciencia de lo que está sucediendo y para que cada uno desde su tribuna busque combatir este problema que le estaremos dejando a las futuras generaciones.
Comentaré dos situaciones que me han estado dando vueltas en la cabeza y que creo oportuno dar a conocer. La primera de ellas está referida a un grupo de científicos que sometieron un ecosistema a todos los efectos que implica el colapso del clima, con el fin de demostrar, entre otros, cómo es que el calentamiento del planeta se acelera por cuenta propia. Asimismo, descubrieron algo que realmente nos debe preocupar: el aumento del calentamiento global ocasiona que las plantas reduzcan con el tiempo su capacidad de fijar CO2.
Para todos es conocido que gracias a las plantas se fijan enormes cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera (cerca de dos billones de toneladas al año), y que, lógicamente, a mayor masa vegetal en la Tierra más CO2 se fija; por lo que preservarla es vital para contrarrestar las enormes cantidades de este gas que emite el hombre en su afán industrial. Las plantas frenan el calentamiento del planeta, pero al parecer cada vez menos.
Estos resultados fueron publicados por científicos estadounidenses en la revista científica Nature. Adicionalmente, a través de modelos de predicción, se logró determinar que como consecuencia del constante aumento de la temperatura global, la capacidad de muchos ecosistemas y plantas de retener CO2 disminuye. Y lo preocupante es, por un lado, que dicha capacidad, después de una reducción de temperatura en la atmósfera, no se recupera; y por el otro, que esta situación no ha sido tomada en cuenta para muchos modelos de predicción de los efectos del cambio climático en el planeta.
El experimento
El equipo del Desert Research Institute, a cargo de John Arnone en Reno (Nevada), eligió un sector en medio del desierto para analizar el comportamiento de un ecosistema recreado en base a gras, pequeños animales y microorganismos. Dicho escenario fue encerrado en una cámara de aproximadamente 40 kilómetros cuadrados y dividido para crear cuatro escenarios distintos de medición. Así, en dicha cámara los científicos reprodujeron durante varios años el clima y las estaciones; y midieron el contenido de CO2 en los cuatro ambientes creados. Adicionalmente, tras un par de años, simularon en dos de los cuatro escenarios la presencia de años calientes, mientras que en los otros dos mantuvieron las condiciones iniciales.
Como se presumía, la ola de calor produjo una reducción en cuanto a la absorción de CO2. Las plantas estudiadas bajo estas condiciones almacenaron menos de este gas conforme se sucedían los años. La razón parece ser clara: las plantas reaccionan ante el aumento de temperatura de tal manera que intentan no secarse; es decir, para compensar la presencia del agua, no gastan energía en la absorción de dióxido de carbono para seguir creciendo. Recién cuando hay suficiente agua y las temperaturas bajan, el ecosistema en general se recupera.
Lo que no queda muy claro es si las plantas, con el tiempo, se logran recuperar de una prolongada exposición a años calientes. Lo que sí se sabe es que si los años calientes se prolongan cada vez más, se reduce la cantidad de CO2 de la atmósfera fijado por las plantas. De esta manera, los científicos afirman que una de las consecuencias con las que tenemos que lidiar, si el calentamiento global continúa incrementándose, es que cada aumento de la temperatura conduce inexorablemente a que el planeta en su totalidad se siga calentando.
Consecuencias I
En algún momento el sistema global puede colapsar, ya que si bien el hombre no ha logrado aún quebrar el equilibrio natural con sus emisiones de CO2, debido a que todavía la cantidad de biomasa del planeta que crece es mayor en comparación con aquella que es descompuesta, tal situación puede cambiar. Esto debido a que en el ciclo natural del carbono, las plantas toman una cantidad de dióxido de carbono, que, tras su muerte y su posterior descomposición por los microorganismos, es liberada a la atmósfera. Este último proceso dura muchos años y es así como todavía no se sienten los efectos totales del calentamiento global.
Según las últimas predicciones, en el año 2050, la cantidad de CO2 producido por la descomposición vegetal (más el de la actividad humana) sobrepasará la capacidad de absorción de la masa vegetal que quede en el planeta. Es decir, se vienen años cada vez más calientes.
Mares muertos
El segundo tema es el referido al aumento de las zonas muertas en los mares del planeta debido al descenso vertiginoso de la cantidad de oxígeno en el agua. Una de estas zonas se ha presentado en el Golfo de México, en la desembocadura del río Mississippi frente a las costas de Louisiana. Según los científicos del National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) y de la Louisiana State university (LSU), “la aparición de la zona muerta es la consecuencia de una combinación entre la gran cantidad de nitratos y de agua dulce vertidos al mar por los ríos”. Tal situación produce, según los expertos, la hipoxia, es decir, la deficiencia de oxígeno que ocasiona la muerte de casi toda la vida cercana a las orillas marinas.
Esto se produce debido al alto contenido orgánico (por el uso exagerado de abonos y fertilizantes, o sea nitratos y fosfatos) del agua vertida que desencadena un crecimiento acelerado y excesivo de algas, las cuales al morir, se acumulan en el suelo marino y son descompuestas, para lo cual se requiere oxígeno, lo que reduce su cantidad. Adicionalmente, según los investigadores del NOAA, en dichas costas se realiza una pesca intensiva, lo que acrecienta la desaparición de las especies en un área aproximada de 23 000 km².
Asimismo, científicos del Institute of Marine Science de Virginia y de la Universidad de Gotenberg, de Suecia, afirman que ya en los años treinta se detectó una de estas zonas en el Mar del Este. Tal situación se acrecentó en los años sesenta debido al uso excesivo de fertilizantes en la agricultura expansiva. En el año 1995 se registraron 305 regiones marinas con este problema, hoy en día se hablan de más de 400 lugares. La extensión total en el planeta de las zonas muertas se calcula en más de 245 000 km².
Lamentablemente, tal situación se detecta muchas veces cuando es demasiado tarde, y cuando ya han desaparecido los peces. Para que dichas zonas se pueden regenerar, los especialistas alertan que se debe reducir sustancialmente el vertimiento de abonos y fertilizantes en costas marinas. En el Mar Muerto, por ejemplo, la extensión de la zona muerta ha aumentado, entre 1973 y 1990, en cerca de 40 000 km².
Consecuencias II
En cuanto al primer tema, para combatir parte del problema referido al aumento de la emisión de CO2 en el país, es necesario que de una vez por todas se limite el ingreso de autos usados y que se regule el transporte público. En mi opinión, el caos del tráfico mejorará ligeramente, no obstante, como ya mencioné en un comentario a un artículo de Viajeros Online: (http://www.viajerosperu.com/articulo.asp?cod_cat=8&cod_art=1075) no veo mejoras en este aspecto. Si bien Perú no es uno de los mayores productores de dióxido de carbono en el planeta, no podemos dejar de regular el aspecto de emisión de dicho gas.
Así también, en cuanto al problema de las zonas muertas, aún no se han detectado dichos escenarios en nuestro litoral marino; sin embargo, sectores del Lago Titicaca, así como casi todo el Lago Chinchaycocha (o Junín) y algunos ríos como El Chira en Piura y otros ríos de la selva están contaminados debido al vertimiento de aguas servidas, desechos orgánicos y residuos de la minería. Aún podemos mejorar las cosas en el país, siempre y cuando nos “pongamos las pilas”, sin embargo, para tal fin, es necesario que todos metamos la mano y que estemos enterados de lo que sucede en nuestro país y en el mundo. Exigir mejoras en estos y en otros aspectos no solo es nuestro deber, sino nuestro derecho.
Artículo publicado el 3 de setiembre de 208 en la versión online de la Revista Viajeros:
http://www.viajerosperu.com/articulo.asp?cod_cat=4&cod_art=1132
Comentaré dos situaciones que me han estado dando vueltas en la cabeza y que creo oportuno dar a conocer. La primera de ellas está referida a un grupo de científicos que sometieron un ecosistema a todos los efectos que implica el colapso del clima, con el fin de demostrar, entre otros, cómo es que el calentamiento del planeta se acelera por cuenta propia. Asimismo, descubrieron algo que realmente nos debe preocupar: el aumento del calentamiento global ocasiona que las plantas reduzcan con el tiempo su capacidad de fijar CO2.
Para todos es conocido que gracias a las plantas se fijan enormes cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera (cerca de dos billones de toneladas al año), y que, lógicamente, a mayor masa vegetal en la Tierra más CO2 se fija; por lo que preservarla es vital para contrarrestar las enormes cantidades de este gas que emite el hombre en su afán industrial. Las plantas frenan el calentamiento del planeta, pero al parecer cada vez menos.
Estos resultados fueron publicados por científicos estadounidenses en la revista científica Nature. Adicionalmente, a través de modelos de predicción, se logró determinar que como consecuencia del constante aumento de la temperatura global, la capacidad de muchos ecosistemas y plantas de retener CO2 disminuye. Y lo preocupante es, por un lado, que dicha capacidad, después de una reducción de temperatura en la atmósfera, no se recupera; y por el otro, que esta situación no ha sido tomada en cuenta para muchos modelos de predicción de los efectos del cambio climático en el planeta.
El experimento
El equipo del Desert Research Institute, a cargo de John Arnone en Reno (Nevada), eligió un sector en medio del desierto para analizar el comportamiento de un ecosistema recreado en base a gras, pequeños animales y microorganismos. Dicho escenario fue encerrado en una cámara de aproximadamente 40 kilómetros cuadrados y dividido para crear cuatro escenarios distintos de medición. Así, en dicha cámara los científicos reprodujeron durante varios años el clima y las estaciones; y midieron el contenido de CO2 en los cuatro ambientes creados. Adicionalmente, tras un par de años, simularon en dos de los cuatro escenarios la presencia de años calientes, mientras que en los otros dos mantuvieron las condiciones iniciales.
Como se presumía, la ola de calor produjo una reducción en cuanto a la absorción de CO2. Las plantas estudiadas bajo estas condiciones almacenaron menos de este gas conforme se sucedían los años. La razón parece ser clara: las plantas reaccionan ante el aumento de temperatura de tal manera que intentan no secarse; es decir, para compensar la presencia del agua, no gastan energía en la absorción de dióxido de carbono para seguir creciendo. Recién cuando hay suficiente agua y las temperaturas bajan, el ecosistema en general se recupera.
Lo que no queda muy claro es si las plantas, con el tiempo, se logran recuperar de una prolongada exposición a años calientes. Lo que sí se sabe es que si los años calientes se prolongan cada vez más, se reduce la cantidad de CO2 de la atmósfera fijado por las plantas. De esta manera, los científicos afirman que una de las consecuencias con las que tenemos que lidiar, si el calentamiento global continúa incrementándose, es que cada aumento de la temperatura conduce inexorablemente a que el planeta en su totalidad se siga calentando.
Consecuencias I
En algún momento el sistema global puede colapsar, ya que si bien el hombre no ha logrado aún quebrar el equilibrio natural con sus emisiones de CO2, debido a que todavía la cantidad de biomasa del planeta que crece es mayor en comparación con aquella que es descompuesta, tal situación puede cambiar. Esto debido a que en el ciclo natural del carbono, las plantas toman una cantidad de dióxido de carbono, que, tras su muerte y su posterior descomposición por los microorganismos, es liberada a la atmósfera. Este último proceso dura muchos años y es así como todavía no se sienten los efectos totales del calentamiento global.
Según las últimas predicciones, en el año 2050, la cantidad de CO2 producido por la descomposición vegetal (más el de la actividad humana) sobrepasará la capacidad de absorción de la masa vegetal que quede en el planeta. Es decir, se vienen años cada vez más calientes.
Mares muertos
El segundo tema es el referido al aumento de las zonas muertas en los mares del planeta debido al descenso vertiginoso de la cantidad de oxígeno en el agua. Una de estas zonas se ha presentado en el Golfo de México, en la desembocadura del río Mississippi frente a las costas de Louisiana. Según los científicos del National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) y de la Louisiana State university (LSU), “la aparición de la zona muerta es la consecuencia de una combinación entre la gran cantidad de nitratos y de agua dulce vertidos al mar por los ríos”. Tal situación produce, según los expertos, la hipoxia, es decir, la deficiencia de oxígeno que ocasiona la muerte de casi toda la vida cercana a las orillas marinas.
Esto se produce debido al alto contenido orgánico (por el uso exagerado de abonos y fertilizantes, o sea nitratos y fosfatos) del agua vertida que desencadena un crecimiento acelerado y excesivo de algas, las cuales al morir, se acumulan en el suelo marino y son descompuestas, para lo cual se requiere oxígeno, lo que reduce su cantidad. Adicionalmente, según los investigadores del NOAA, en dichas costas se realiza una pesca intensiva, lo que acrecienta la desaparición de las especies en un área aproximada de 23 000 km².
Asimismo, científicos del Institute of Marine Science de Virginia y de la Universidad de Gotenberg, de Suecia, afirman que ya en los años treinta se detectó una de estas zonas en el Mar del Este. Tal situación se acrecentó en los años sesenta debido al uso excesivo de fertilizantes en la agricultura expansiva. En el año 1995 se registraron 305 regiones marinas con este problema, hoy en día se hablan de más de 400 lugares. La extensión total en el planeta de las zonas muertas se calcula en más de 245 000 km².
Lamentablemente, tal situación se detecta muchas veces cuando es demasiado tarde, y cuando ya han desaparecido los peces. Para que dichas zonas se pueden regenerar, los especialistas alertan que se debe reducir sustancialmente el vertimiento de abonos y fertilizantes en costas marinas. En el Mar Muerto, por ejemplo, la extensión de la zona muerta ha aumentado, entre 1973 y 1990, en cerca de 40 000 km².
Consecuencias II
En cuanto al primer tema, para combatir parte del problema referido al aumento de la emisión de CO2 en el país, es necesario que de una vez por todas se limite el ingreso de autos usados y que se regule el transporte público. En mi opinión, el caos del tráfico mejorará ligeramente, no obstante, como ya mencioné en un comentario a un artículo de Viajeros Online: (http://www.viajerosperu.com/articulo.asp?cod_cat=8&cod_art=1075) no veo mejoras en este aspecto. Si bien Perú no es uno de los mayores productores de dióxido de carbono en el planeta, no podemos dejar de regular el aspecto de emisión de dicho gas.
Así también, en cuanto al problema de las zonas muertas, aún no se han detectado dichos escenarios en nuestro litoral marino; sin embargo, sectores del Lago Titicaca, así como casi todo el Lago Chinchaycocha (o Junín) y algunos ríos como El Chira en Piura y otros ríos de la selva están contaminados debido al vertimiento de aguas servidas, desechos orgánicos y residuos de la minería. Aún podemos mejorar las cosas en el país, siempre y cuando nos “pongamos las pilas”, sin embargo, para tal fin, es necesario que todos metamos la mano y que estemos enterados de lo que sucede en nuestro país y en el mundo. Exigir mejoras en estos y en otros aspectos no solo es nuestro deber, sino nuestro derecho.
Artículo publicado el 3 de setiembre de 208 en la versión online de la Revista Viajeros:
http://www.viajerosperu.com/articulo.asp?cod_cat=4&cod_art=1132
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